Capítulo Cuatro; Paciencia.
—¿Qué él qué? –grita Bianca por teléfono.
—Consiguió trabajo, empieza mañana.
—¿Esa era su jodida sorpresa?
—Sí, eso y que se bañó y se quitó el nido de pájaros que tenía como cabello, ah y que compró una cortina.
—¿Y ahora qué?
—Pues nada supongo, todo vuelve a la normalidad.
—¿A la normalidad? Amiga por amor al cielo contigo ya nada va a ser normal. A menos de que ahora sí decida cambiar. Aunque ya sabes lo que digo siempre, una persona no cambia...
—Mejora su estrategia, –termino por ella–, ya lo sé Bianca, ya lo sé. Trataré de que todo sea normalidad y rutina de nuevo para evitar que la lengua se me suelte de más.
—Pues si es tu decisión seguir con él esta bien. Te deseo la mejor de las suertes y que empiece el juego. –dice antes de colgar.
Termino de secar mi cabello y miro en el espejo el lugar donde tengo ocultas las manchas, por fortuna no se ven y el maquillaje no se ha caído.
Paso mi dedo por encima de la zona y un escalofrío me recorre completa.
—Espero que no estés embarazada. –dice y puedo ver su mueca de pánico a través del espejo. Bajo de inmediato la blusa y aclaro mi garganta.
—Por supuesto que no. ¿Por qué dices eso?
—Te estabas acariciando el vientre de una manera muy extraña. ¿Estás embarazada? Ay por dios, dime por favor que no es así y que todos nuestros cuidados no fueron en vano.
—No estoy embarazada Alonso. ¿Y si lo estuviera qué? Llevamos diez años de relación y creo que somos el único matrimonio que no tiene hijos en la familia.
—Odio a los bebés Emily, lo sabes. Son una máquina de popo y gastos excesivos. Mira podemos ver un especialista, escuché que pueden intervenir hasta la semana doce y...
Veo que habla, habla y habla manoteando al aire, frunce en ceño y se toca la cara seguramente diciendo que es demasiado joven para eso y prefiere prevenir las arrugas. Él preferiría que yo abortara si estuviese embarazada antes que tenerlo. Pero no me preguntó qué quería yo.
—Eres un idiota Alonso. –le digo pasando a su lado.
—Es que no entiendes las cosas, yo no estoy preparado para tener hijos y menos con...
—¡No estoy embarazada! ¿Puedes callarte de una buena vez?
—Por ahí hubieses empezado Emily, dios que susto.
—Pero sí te dije que no estaba embarazada. ¿Qué parte no quedó clara?
—Entré en pánico, ¿de acuerdo? Apenas hace un día salí de una horrenda depresión, acabo de conseguir trabajo y lo que menos quiero en este momento es tener un bebé. De hecho no se si lo quiero tener algún día. ¿Tú si?
Sello mis labios para no decirle todo lo que pasa por mi mente. Lo entiendo, no todo el mundo está dispuesto a tener hijos, pero la manera en la que lo dice, hace que sienta que la verdadera razón para evitar tenerlos soy yo.
—Mañana tengo trabajo, quiero dormir. –aseguro quitando la sábana y acomodando mi almohada.
—No me digas que esto será un motivo para que te enojes Emily, mira hemos sido felices durante diez años, hemos viajado a lugares muy bonitos.
—¿Hemos? Tú eres el único que ha viajado Alonso. Yo solo tuve la oportunidad de ir a conocer una playa y eso fue por que tu hermana nos ragaló ese viaje por nuestra "boda"
—¿Y por qué haces comillas cuando dices boda?
—¡Porque que claramente no fue una boda! Solo nos dijimos algunas cosas en tu jardín frente a la abuela de no sé quién diablos y ya. Legalmente tú y yo no estamos en un matrimonio legítimo, solo somos dos personas compartiendo la vida.
—¿Dices que nuestra relación no es real?
—Claro que es real Alonso, digo no es como si estuviese fingiendo los últimos diez años de mi vida todo esto.
—¿Entonces por que sacas el tema de "la boda"
—Por que aseguras que hemos viajado mucho y la verdad es que no es así, tú eres el que viaja yo no. Nunca hacemos nada juntos excepto estar aquí.
—A veces cenamos juntos Emily.
—Sí, mientras respondes correos o hablas con tus amigos de tu último viaje.
—¿Y eso te molesta ahora?
—Siempre me ha molestado que no me puedas poner atención durante la cena o en general, Alonso. Y siempre ha sido así, si estamos hablando, o estamos en reuniones, si salimos a cualquier lado tu solo...te la...pasas mirando el teléfono.
Siento una ira muy fuerte crecer desde el inicio de mis pies y sube hasta mi cabeza. Alonso hace poses frente a su teléfono y el flash acompaña el sonido de una foto siendo tomada.
—¡Alonso! Por dios no puedo creerlo. –le grito levantándome de la cama y tomando almohadas y una sábana.
—No linda, espera es que les estoy avisando a mis amigos que mañana me incorporo al nivel.
—Sí, suena a algo que no puede esperar unos minutos más. Después de todo por que querrías escuchar lo que tengo que decir. Es innecesario.
Camino fuera de mi habitación con todo en las manos y Alonso va detrás de mi.
—Amor perdón, bebé discúlpame te juro que ya te voy a poner atención lo prometo.
Entro a la habitación de huéspedes y dejo todo en la cama.
—Por favor Mily, ¿puedes perdonarme? –cuestiona mientras toma mis manos y las acerca a sus labios.
Hace años que no tenía ese gesto, incluso los besos que compartimos se sienten tan sin chiste que esto hace que me sienta como aquella Emily de veinte años que se enamoró de él.
—Perdóname Mily, te juro que todo va a cambiar. Me comprometo a... –el sonido de su teléfono lo interrumpe y lo toma de inmediato–, ¡Mira esto! Cincuenta comentarios.
Yo resignada camino fuera de la habitación y me voy a la mía, cierro la puerta con seguro y me meto a la cama, apago la luz y me acomodo.
Escucho pasos acercarse y trata de abrir la puerta, comienza a gritar en cuanto no puede abrirla.
—Emily abreme. ¿A qué demonios juegas?
Hace un silencio que agradezco pero lo interrumpe de nuevo con golpes en la puerta. Me levanto y voy hasta el baño, tomo sus preciosos tapones para dormir y me los pongo. Vuelvo a la cama y aún se mantiene parado afuera pero el ruido dejó de ser considerablemente molesto. Tomo mi almohada para abrazar y cierro los ojos.
Mañana será un gran día y nada, absolutamente nada lo va a arruinar.
***
—¡Arruinado! –grita en cuanto aparece en la cocina–, mi cuello me duele horrores y ni hablamos de la espalda, voy a tirar esa maldita cama, ni un mendigo podría dormir ahí. –asegura llegando hasta la cafetera–, ¿y qué ocurre contigo Emily? Me dejaste dormir en una cama incómoda.
—Buenos días cariño, amanecí muy bien y lamento que tú no. Espero que en un futuro conectes tu lengua con el cerebro antes de decir o hacer estupideces que pueden lastimarme. –digo mientras bebo mi café y hojeo el periódico.
—¿Qué yo hice que? ¿En qué momento hice algo para lastimarte Emily?
Levanto la mirada y su pose defensiva me anuncian que quiere pelea, pero no le daré el gusto.
—Es tarde, me voy. –anuncio dejando la taza en el fregadero.
Tomo las llaves de mi coche y mis cosas, abro la puerta pero su mano sobre mi cabeza logra cerrarla. Recarga su frente en mi cabeza y me abraza a su cuerpo.
—Emily por favor, perdóname amor. Sé que he cometido errores y muchos, estoy consciente de que durante este tiempo la pasaste mal y que fui un idiota por no darme cuenta a tiempo bebé, pero te amo Mily, eres mi niña bonita, ¿recuerdas?
»Quizás no he sido todo lo que un día te enamoró de mi y prometo que a partir de ahora todo será diferente. Dame la oportunidad de demostrarte que soy el hombre del que te enamoraste hace diez años y que merezco a una mujer como tú.
Yo ni siquiera puedo pensar de manera clara. Esperé seis meses o más para volver a escuchar estas palabras y tener este tipo de acercamiento y ahora que está sucediendo no sé cómo actuar.
La sonrisa de ese hombre aborda mis pensamientos. Sus ojos y el como me miraba mientras poseía mi cuerpo con el suyo y lo hacía completamente suyo.
Un sollozo ahogado me devuelve a la realidad pero no es él quien llora, soy yo por que la culpa vuelve a señalarme mientras se burla de mi.
—Ven acá Emily, no llores bebé, odio que lo hagas y más si es por mi culpa.
Me gira para verlo a los ojos pero no puedo, soy incapaz de sostenerle la mirada por que la culpa y la vergüenza no me dejan.
—Ey, mírame. Todo va a mejorar, lo prometo. –me dice mientras limpia mis ojos–. ¿Puedo besarte?
Río y lloro al mismo tiempo y asiento. Él cierra la distancia entre nosotros y me besa.
Lo amo, por dios que sí lo amo y mucho. Y es por eso que toda la vida me sentiré culpable de lo que hice y aunque estaba herida y muy dolida eso no justifica mi error. Alonso no merecía que yo lo engañara por que él jamás lo ha hecho.
***
—¿Estás lista para tu nuevo empleo? –cuestiona mi jefe.
—Estoy lista.
Bajamos del auto y caminamos hasta la casa en donde iniciaré mi nueva etapa como enfermera, mi jefe llama al timbre y una mujer con cara de pocas ganas nos recibe.
—Buen día, soy el Doctor...
—Sé perfectamente quiénes son. Los están esperando y llegan cinco minutos tarde. –nos reprende.
Mi jefe y yo nos miramos atónitos mientras ella nos da acceso al interior de la casa. Una gran casa debo aclarar.
—Corredor, aquí es donde dejarán sus zapatos y los cambiaran por uno de estos. –señala lo que parece ser pantuflas–, sacos aquí adentro después de desinfección, y celulares aquí.
—¿Por qué usan pantuflas?
—No ser pantuflas, ser zapatos antiruidos. Dejen todo y aquí y los espero en comedor. –ordena y camina hasta lo que creo es el comedor.
—No quiero usar pantuflas. –se queja mi jefe.
—No ser pantuflas ser antiruido, cambiarlas o ya verás con la señora que parece yoda.
—¡Emily comportate! –me pide pero el atisbo de sonrisa me dice que él también piensa eso.
—¿Es alemana? Por que habla extraño.
—No lo sé, nadie me dijo que ella nos iba a recibir. Según tengo entendido Ethan nos vería.
—¿Quién demonios es Ethan? –le pregunto mientras hago malabares con las pantuflas.
—El hijo de la persona a quien debes cuidar.
—Dices eso como si yo supiera quien es.
—Ya lo conocerás Emily. Ahora date prisa.
Termino de acomodar todo y desinfecto mis manos, caminamos hasta el comedor y ella nos espera ahí mientras murmura algo en Alemán. Mi jefe se aclara la garganta y ella se gira hacia nosotros con el ceño fruncido. Si sigo viéndola terminaré por ir a terapia para acabar con ese trauma.
—Aquí desayunan, tienen la cocina y el comedor para ambos. Pueden comer y beber todo lo que se les antoje, cocinar y hornear, pero justo a las 6:30 todo debe quedar en orden para marcharse.
—De hecho ella es quien se quedará a cargo de...
—¡Pudieron haberlo dicho! Me hacen perder tiempo en tonterías. Supongo que de usted es el cheque que el señor Ethan ha dejado, espere en la puerta y se lo llevaré, los objetos parte del trato ya estan en hospital.
—Gracias. Emily buena suerte con yoda. –me dice y yo me aguanto una carcajada marca diablo por que de lo contrario terminaré en la calle.
—Gracias por la oportunidad, Misha.
Mi jefe me da un cálido abrazo y se regresa a la entrada, yo miro a la mujer frente a mi escanearme de arriba abajo.
—Comedor, cocina, seis treinta debe quedar libre. –dice y sigue caminando– biblioteca, puedes entrar cuando Ethan no está ahí, jardín, al señor Yeray le gusta estar aquí, este será el lugar más recurrente de la casa. ¿Eres alérgica a algo?
—No, a nada.
—Bien. –abre una pequeña puerta y me pide que entre–, por lo que sé no dormirás aquí pero puedes dejar tus cosas aquí y cambiarte de ropa. Te sugiero que traigas ropa extra.
—¿Por qué traería ropa extra?
Ella por primera vez sonríe un poco y eso no me da buena espina, me hace la seña para que la siga y cruzamos el jardín hasta un par de puertas de cristal. Luego el sonido de un plato romperse.
—¡No quiero porquerías! –grita una voz masculina.
Llegamos hasta la habitación y puedo ver a un hombre un poco mayor y a una chica llena de algo verde que no se ve nada apetecible.
—Te sugiero que traigas dos cambios de ropa extra. Los vamos a necesitar. –sugiere antes de ir hacia la chica quien rompe en llanto.
Dios, si este es un castigo por mi mal comportamiento, lo acepto. Solo te pido paciencia.
