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Capítulo Cinco; El artista.

—¡No quiero nada! –grita el hombre que tengo enfrente.

—Señor Yeray, por favor debe comer.

—¡No quiero esa porquería!

—Bueno, podría hacerle algo diferente si usted me lo permite.

Él me mira de reojo y por un momento pienso que aceptará mi oferta pero no. Solo se limita a darse la vuelta e ignorarme.

Cuando Mishael me dijo que había un pero jamás me imaginé que fuera a toparme con un hombre mayor tan obstinado.

Es mi segundo día aquí y no he podido lograr que comparta palabras más allá de "no quiero eso" y "vete y dejame morir solo"

El señor Yeray vive solo en esta casa, perdón, me corrijo, en esta enorme casa. La mujer Alemana solo estaba para darme indicaciones y luego se fue y hoy en la mañana que llegué no estaba aquí. El señor Yeray murmuró algo sobre la alemana huyendo de él. Me ha dejado una nota con un número de teléfono al que puedo llamar en caso de emergencia, la llamé y le pregunté si vendría, se limitó a responder "Nicht" y colgó.

Siento algo de tristeza por el hombre que cuido. Por toda la casa hay fotografías de él con una bella mujer, en todas hay una actividad diferente que realizaron juntos. Bolos, pesca, cine mudo, fuegos artificiales, bailando danzon y muchas otras más. Tiene una sonrisa preciosa, tan cálida que casi puedo sentirla.

Tomo mi teléfono y mando un par de mensajes y sonrío sintiéndome emocionada. Camino hasta la cocina y abro y cierro puertas buscando lo que necesito. Yoda, como yo le llamo, dijo que podía cocinar e incluso hornear lo que yo quisiera y la única regla seria que la cocina debe estar lista a las 6:30, tomo todo lo necesario y comienzo mi labor, luego un nuevo mensaje me interrumpe.

Dejo todo y camino hasta su habitación.

—Señor Yeray, tiene cita en una hora con el doctor Mickelson.

—No tengo ninguna cita con nadie hoy, es mañana.

—El doctor ha reacomodado y lo movió para hoy.

—Ese hijo de...¿puedes irte para vestirme adecuadamente?

—Sí señor, compermiso.

Me devuelvo a la cocina a terminar de cocinar lo que será mi comida del día de hoy mientras espero paciente a mi paciente. Me río de mi mal chiste y picoteo un poco de verdura, hace tiempo que no cocinaba algo tan elaborado. Ayer cuando llegué a casa, Alonso no hizo más que hablar de su día y de la gente que conoció mientras cenabamos, si soy honesta me alegró ver a mi esposo tan feliz y créanme que ni siquiera me importó que no me preguntara por mi día o por el cambio de empleo, estoy casi segura de que no escuchó cuando se lo dije.

—¡Ya estoy listo! ¿Dónde estás Mely!

Niego con la cabeza pero sonrío, ahora he dejado de ser Emily para ser Mely. Supongo que ese es un avance.

Dejo todo a fuego muy bajo, tardará aproximadamente tres horas en estar listo así que es el tiempo justo.

Salgo hasta su habitación y lo veo colocarse sus lentes.

—Listo.

—Solo deja me coloco mis lentes por que no veo más allá de mi nariz sin ellos. Aquí no me hacen falta pero allá afuera si. Vamos antes de que me arrepienta.

Camina por delante y mi y tomo lo que necesito. Llegamos hasta la puerta en donde hay que cambiar las pantuflas antiruidos por zapatos normales.

—Estás tonterías me hacen perder la paciencia.

—¿Las pantuflas? –cuestiono y luego me corrijo–, es decir, zapatos antiruidos.

—¡Estás tonterías sí son pantuflas! No sé quién demonios le dijo a Gretta que no son pantuflas. Son suaves, eso es suficiente para mi. –dice antes de abrir la puerta principal.

Salimos hasta el garage y quito la alarma de mi auto. Él me mira con ojos bien abiertos.

—No me subiré a esa chatarra híbrida. –asegura con desden.

—No es chatarra señor Yeray, y tampoco es híbrida. Aún no me alcanza para comprar uno. –aseguro riendo.

Refunfuñando sube a mi auto y se pone el cinturón, subo a mi lugar y reviso mis espejos antes de encender el motor. La puerta se abre lentamente y yo espero paciente para salir.

Una vez afuera y asegurándome de que todo quedó en orden y cerrado me adentro a las calles que ya se ven con algo de movimiento.

Enciendo la música y La vie en rose a medio terminar comienza a sonar. Me gusta esta versión de Emily Watts aunque Édith Piaf tiene una voz increíble.

Veo al señor Yeray mover un par de dedos que se mantienen en su regazo, luego quita sus lentes y los deja en el porta vasos. Aprovecho y finjo rodear un bache y hago como que caen.

—Maldición. Señor Yeray sus lentes se cayeron.

Veo que solo resopla y se cruza de brazos.

—Juntarlos sería bueno. No veo nada.

—En cuanto llegue a un lugar seguro lo haré, hay demasiado flujo de coches aquí. No queremos provocar un accidente.

—Lo provocaría usted por que yo no voy en el volante.

—Tiene razón. Lamento ser tan torpe, creo que es mi naturaleza.

—No pareces torpe. –asegura y gira su cabeza evitando mi mirada.

Sigo conduciendo hasta nuestro destino y mientras eso ocurre me suelto el cabello y pongo solo un poco de labial. Será una tarde increíble.

—¿Por qué tardamos tanto?

—Por qué mi coche es viejo, y si vamos muy rápido podría incendiarse.

—La próxima vez saldremos en mi coche. Ya no siento la espalda.

—Estamos muy cerca, ya verá.

Conduzco un poco más y por fin los veo, el gran cine mudo. Sonrío complacida aunque con algo de miedo por que esto puede salir o muy bien o tan mal que me despedirán apenas el señor Yeray lo diga y corro el riesgo de que Mishael pague por algo que no fue su error.

Estaciono el coche y bajo para ayudarle al señor Yeray quien no me permite que lo ayude.

—Dame mis lentes.

—Sí señor, aquí los tengo, venga conmigo.

Aunque murmura algo que no entiendo, me deja tomarlo del brazo y caminamos hasta la entrada. Nos detenemos en la taquilla y le muestro al joven mis boletos electrónicos. Teclea un par de cosas y asiente.

—Que la disfruten. –dice y sonríe.

—¿Qué disfrutemos qué? ¿La consulta? Algo me dice que me engañaste Mely.

—¿Si la respuesta fuera un sí, estaría en problemas?

—Muchos problemas.

Me pongo frente a él y le coloco sus lentes, él los acomoda y mira un poco de donde estamos. Me hago a un lado para que vea el lugar por completo y sus ojos me miran llenos de sorpresa.

—¿Qué es esto?

—Hace mucho que no veo una película muda, –le cuento mientras caminamos hasta nuestro asiento–. El artista era la película favorita de mi papá, me hace feliz poder verla, es como si estuviera aquí conmigo.

Le señalo nuestros asientos y veo que su labio inferior tiembla un poco. Se da la vuelta y dos pasos hacia la salida, luego se detiene y me mira. Camina de vuelta al asiento y toma el suyo, no me mira ni dice nada, su mirada está fija en la pantalla. La sala se oscurece y la proyección es reflejada en el gran lienzo blanco.

Me acomodo en mi asiento y me dispongo a llorar y a recordar a mi padre. Lo extraño mucho, por que sé que él sabría como ayudarme en todo esto sin juzgarme.

***

Vamos de camino a casa en completo silencio, el señor Yeray no ha dicho nada desde que salimos del cine y yo estoy metalizada en que seré despedida.

Puede que haya cometido un error y si ese es el final de mi carrera incipiente lo aceptaré, por que después de ver al señor Yeray sonreír de esa manera, todo lo demás ya no importa.

—Señor Yeray yo...

El sonido de mi teléfono interrumpe mis palabras, él me insta a responder y como voy conduciendo tengo que poner el altavoz.

—¿Alonso estás bien?

—¿Linda estas ocupada?

—Estoy con mi paciente, recuerdas que...

—Sí, si, no importa. No vas a creer esto, ¡iré a un viaje de negocios! Sé que es muy pronto por que llevo dos días en la empresa ¿pero sabes lo que eso significa?

—Que ellos...

—Ellos ven potencial en mi, –me interrumpe–, y yo voy a demostrarles que no se equivocan, que soy el mejor y que debo estar con los mejores. Esta es mi oportunidad Emily y no pienso enfrascarme. Te enviaré algo al hospital para que cenes y te veré en una semana. Extrañame. –dice antes de colgar.

Me alegro por ti Alonso, te mereces eso y más por que sé que eres capaz. ¿Qué como me está yendo a mi? De maravilla, ¿recuerdas que te dije que me dieron un paciente para mi sola? ¡Sí! En una bella casa. ¿Crees que merezco esto? Si, tienes razón, me he esforzado el doble para conseguirlo todo, gracias por tus palabras y por estar aquí. –me creo una conversación mental mientras lloro como estúpida.

Quizás merezco esto, por haberlo engañado con ese hombre, quizás ese es mi castigo y es lo menos que me merezco.

—Espero que ese hombre haya sido tu hermano Mely. No le encontraría otra razón para que fuera así de idiota. –asegura el señor Yeray mirando por la ventana–. Puedo oír como estas llorando.

—No estoy...llorando.

—Seré un poco ciego pero no sordo. Tu felicidad con su noticia es tan genuina, puedo notar el cambio en tu voz pero él, ni siquiera te dejó hablar. No preguntó por ti o por cómo te estaba yendo.

—Quizás tenía mucha prisa y con tanta emoción él...

—Solo espero que no hagas eso siempre Emily. No es sano.

—¿Qué parte no es sano?

—Justificar a un idiota. –asegura antes de guardar silencio absoluto durante todo el camino de vuelta.

No justifico a Alonso... Bueno quizás solo un poco lo he hecho, al carajo a quien engaño, por supuesto que lo justifico a pesar de que la situación no era ni lo que quería yo.

*recuerdo*

—¿Cómo que no te vas a casar como se debe? –cuestiona mi mamá furiosa.

—Alonso y su familia son diferentes mamá, no son de la misma religión que nosotras y...

—¡Solo dirán unas palabras frente a una extraña mujer y ya! Eso no es una boda Emily. Ni siquiera usaras un vestido tradicional.

—Amo a Alonso mamá y el como nos casemos no va a afectar ese amor. Por favor mami, es mi felicidad.

—Tu padre se va a infartar cuando lo sepa Emily.

—Por eso te dije a ti primero para que me ayudes a tranquilizarlo.

—Esta bien, por lo menos se casarán legalmente y eso es bueno. –muerdo mi uña evitando soltar la lengua pero su mirada es mucho más fuerte–, ni siquiera lo harán legal, ¿verdad?

—Mamá por favor.

—Lo legal no interfiere con la religión Emily, quiero una boda legal o no hay nada.

***

Entonces yo hice hasta lo imposible por darle gusto a mi madre, aunque el acta es falsa gracias al hermano mayor de Alonso, solo la pedimos para calmar a mi madre.

Ahora que lo pienso, realmente lo he justificado y no solo eso sino que también he mentido por él. Le he mentido a mi madre, la mujer que siempre ha sido trasparente conmigo, le mentí.

Estaciono el coche en su lugar y hacemos el cambio de zapatos, el señor Yeray frunce su ceño y en lugar de ir a su habitación camina hasta la cocina, toma un guante de cocina y abre el horno, el vapor sale y la casa se llena del delicioso aroma de las especias. Él inhala y sonríe.

—Huele delicioso, nada que ver con esa asquerosa cosa verde que me das. Ve a poner la mesa, yo lo sacaré.

—Señor Yeray yo...

—Mely, obedece. Y saca un vino de por ahí, es mi primera comida decente en años.

Con un movimiento de su mano me apremia para hacer lo que me pidió y yo sin más que hacer lo obedezco. Por lo menos no estoy despedida, ¿verdad? Eso es bueno.

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