Capítulo 1 (I)
Años antes...
La niña pelirroja corre y salta por todo el campo mientras es perseguida por dos niños más: uno de cabellera rubia como el oro y otro con rizos rojizos en un tono más claro. Ambos poseen los ojos verdes de su padre, gamma de la manada Fuerza de Bronce y amigo del alfa. Este último es el progenitor de su amiga, la niña a quien están persiguiendo entre risas y gritos eufóricos.
—Eres muy rápida, Legna —le dice el chico rubio, cuya respiración se encuentra irregular. Acto seguido, se tumba sobre la grama.
Ella sonríe airosa e imita la acción de su amigo. Entonces el pelirrojo hace lo mismo, quedando ella entre los dos hermanos.
—¿Con cuál de los dos te unirás cuando te conviertas en loba? Ambos estamos enamorados de ti, pero no pelearemos. Hemos decidido que tú tengas la última palabra.
La niña entorna los ojos y hace una mueca de disgusto.
—Somos unos cachorros todavía para estar pensando en eso. ¡Qué fastidiosos son! Además, yo me guardaré para mi mate.
—En ese caso, yo seré tu mate —declara Leandro, el chico rubio.
—No, yo seré su mate —replica André, el pelirrojo.
Legna resopla fastidiada, se levanta del suelo, luego mira a los hermanos con desaprobación y los deja peleando solos.
Ella se detiene en medio del campo cuando ve a Dylan conversar con Clara. Él ya tiene trece años y Clara doce, mientras que ella todavía no ha cumplido los once. Ese hecho la hace sentir fuera de lugar porque ellos ya se ven como los púberes que son, pero Legna todavía luce como una niña.
No entiende por qué le molesta que Dylan la trate como a una chiquilla y que le brinde toda su atención a Clara.
—¡Mira qué lindas flores! —la aborda Miha, una hermosa niña de cabellera negra y lacia como la de su hermano Dylan, pero con los ojos marrones claros de su madre, Otsana, la luna de la manada Rayo Dorado. Miha tiene casi doce años y es la más risueña y dulce del grupo de amigos.
Legna observa las plantas coloridas con una sonrisa. Entonces sostiene una de color violeta. Al instante, sus ojos mieles toman el mismo tono de la flor, y esta se empieza a multiplicar.
—¡Guau! —exclama Miha emocionada—. ¡Tu poder es maravilloso! A mí me gustaría ser una zolleb. ¿Te imaginas? Haría florecer todo a mi paso.
Legna ríe divertida y niega con movimientos de cabeza.
—Eso sería derrochar energía. Todavía no sé dominar todos mis poderes, pero mi abuelo Liah me va a enseñar. Cuando cumpla los dieciséis años, él me llevará al continente de los zollebs para entrenarme.
—¡Qué genial! Mi papi me dijo que ese territorio es muy hermoso. —Los ojos de Miha brillan fascinados al imaginarse la belleza de aquel lugar.
—Lo es. Hay animales que no existen en este territorio, muchas plantas tienen movilidad y sonido. Además, los paisajes son maravillosos. Me gustaría que ustedes fueran un día. Nos divertiríamos mucho.
—Estoy segura de que sí, pero no creo que a tu abuelo le guste llevarnos —asume Miha con desdén.
—¡Claro que sí! El abuelo es genial y muy divertido.
—¡Ay! ¡Qué maravilloso! ¡Ven, vamos a mostrarle a Dylan lo que has hecho!
Al escucharla, el corazón de Legna late muy fuerte y el temor la inunda.
—No, mejor no —niega sonrojada.
—No seas tonta, a Dylan le encantará ver lo que has hecho. ¡Tú le gustas mucho!
Las mejillas de Legna se ponen muy rojas y el pulso se le acelera.
—¡Qué dices! Si a él le gusta Clara. Es muy obvio que ellos serán mates.
—Conozco a mi hermano y sé que quien le gusta eres tú, pero él es tan terco que no lo quiere reconocer.
Legna niega con nerviosismo y juega con las manos, pero no añade otra negativa porque las palabras no le salen. De repente, Miha la agarra por el brazo y se la lleva a rastras hacia donde se encuentra Dylan, conversando con Clara.
La pareja está sentada en una roca lisa y grande, rodeada por hierba y flores silvestres.
—¡Dylan, mira lo que hizo Legna! ¿No es maravilloso? —lo aborda su hermana, efusiva.
El chico se tensa cuando ve a la pelirroja frente a él, que luce bastante tímida aquella tarde. Ese comportamiento no es propio de ella, razón por la cual él se pregunta qué estará tramando esa niña insoportable ahora.
—Solo veo flores... —masculla entre dientes, fingiendo desinterés.
—¡Exacto! —exclama Miha, muy entusiasmada—. Antes era una sola flor, pero Legna la ha multiplicado. ¡Fue increíble! Si la hubieras visto, los ojos le cambiaron de color y ¡pum!, la flor se multiplicó.
—Te impresionas por cualquier tontería... —gruñe él de mala gana.
—¡Uy! ¡Qué aburrido y gruñón eres! —se queja Miha, decepcionada por su actitud descortés.
—No me interesa lo que haga esta mocosa insoportable.
Al escucharlo, la sangre de Legna se torna caliente y ella aprieta los puños con ira.
—¡El único insoportable aquí eres tú! —Le apunta con el dedo. Su apariencia luce alterada, y su cuerpo tiembla del coraje.
—¿Yo? —Él ríe irónico—. Tú eres la fastidiosa del grupo y quien siempre nos mete en problemas.
—No es mi culpa que sean unos tontos.
—¡Oye! —reclaman Miha y Clara al unísono.
—¿Te crees mejor que nosotros porque tienes sangre zolleb? Si solo eres una chiquilla malcriada —contraataca Dylan.
—¡No soy una chiquilla malcriada! —Ella se acerca a él y lo empuja con fuerza. Este casi se cae de su asiento, pero logra mantenerse sobre la roca.
—¡Y aparte agresiva! ¿Acaso eres un chico? Las niñas deben ser delicadas...
—¡Cállate! —lo interrumpe con otro empujón—. ¿Qué sabes tú sobre chicas? ¿Quién te ha dado el derecho a tratarme de esta manera? ¡Eres un imbécil!
—¡Ya basta! —interviene André—. ¿Por qué están peleando ahora? —resopla con hastío.
—Ni idea... —Miha se muerde el labio inferior—. Solo le enseñé a Dylan lo que Legna puede hacer, y ellos empezaron a discutir y a ofenderse... como siempre... —Ella hace un mohín.
—Dylan, deja de molestar a Legna —lo increpa Leandro—. Te la pasas buscando una excusa para pelearte con ella. ¿Acaso te gusta?
—¡Ja! Yo no tengo tan mal gusto. Mi tipo de chica es uno más refinado y delicado... —escupe malicioso, mientras observa a Clara con expresión alusiva.
La rubia se sonroja al instante porque su alusión la emociona mucho. De manera instintiva, los dos se miran y se sonríen con complicidad, lo que incrementa el rubor en las mejillas de Clara y crea una extraña y cursi burbuja alrededor de ellos.
Por alguna extraña razón que Legna no entiende, verlos enamorados le provoca una incomodidad asfixiante, como si estuviera siendo traicionada.
—Mejor me voy de aquí, ya siento ganas de vomitar. —Ella hace una mueca de disgusto y se voltea para marcharse.
Por su parte, Dylan le regala una mirada de soslayo; asimismo, suelta el aire que retuvo todo el tiempo que ella estuvo frente a él.
La razón de su tensión es simple: no la soporta.
