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Capítulo 4 Alisa es despedida

Cuando Aldrich soltó la mano de Maggie, permitiéndole recuperar el equilibrio, ella no pudo evitar sentir una punzada de decepción.

Aldrich permaneció en silencio. En cambio, fijó su mirada en el rostro de Maggie. ¿Qué clase de persona era para que su lobo plateado le obligara a protegerla? Pero estaba seguro de que no era una mujer lobo; era simplemente una humana.

"Ten más cuidado la próxima vez; ésta es tu cartera", dijo Aldrich sin expresión alguna, ajustándose el traje y dirigiéndose enérgicamente hacia un coche que le esperaba a lo lejos.

"Gracias, pero ¿cómo te llamas?". Maggie volvió repentinamente a la realidad, gritando con fuerza.

Sin embargo, Aldrich ni siquiera se dio la vuelta, desapareciendo en su alargado Rolls-Royce.

Maggie se quedó quieta, observando la figura de Aldrich que se retiraba. El innegable encanto que irradiaba su silueta la intrigaba profundamente, y recordó sus dos encuentros: la agudeza de su mirada, la sutil amabilidad cuando la rescató.

Sacudiéndose los pensamientos, Maggie respiró hondo y volvió a centrarse en sus propios problemas. Decidió intentar comunicarse con el banco, ya que normalmente ofrecían opciones de pagos aplazados y reducciones del tipo de interés, ¿no?

Para su sorpresa, el banco denegó las solicitudes de Maggie de prórroga del reembolso y reducción de intereses, alegando que había superado el número de solicitudes permitido.

¡Era Max otra vez!

Maggie se sintió abrumada por una sensación de impotencia.

Max la había engañado durante tanto tiempo, ocultándole tantas cosas, y ella no se había dado cuenta de nada. Había confiado demasiado en Max, confiándole todos sus asuntos bancarios. Había cometido un error colosal.

Agarrando el teléfono con fuerza, Maggie se paseaba nerviosa por su apartamento, con los dedos temblorosos mientras marcaba un número tras otro.

Sin otra opción, pidió ayuda a sus amigos. Por desgracia, cada llamada acababa en decepción o promesas vacías. Su otrora fiable sistema de apoyo parecía no querer o no poder echarle una mano cuando más lo necesitaba.

Cuando marcó el número de Alisa, la voz de ésta al otro lado del teléfono le proporcionó palabras de consuelo, pero ni siquiera ella pudo ofrecer una solución al dilema de Maggie.

"Lo siento mucho, Maggie", llegó la voz de Alisa a través del teléfono. "En el hospital me han dicho que he cometido un grave error y que he perdido una importante muestra de esperma. La culpa ha recaído sobre mí, y puede que me enfrente a un despido. Es una situación difícil, pero la superaremos juntos".

A Maggie se le hundió el corazón y se quedó de piedra. Al cabo de un momento, la culpa la abrumó. Sabía que Alisa había estado muy estresada por su embarazo, y por eso había estado tan nerviosa últimamente. Los errores en el trabajo eran probablemente el resultado de ese estrés. Maggie no podía evitar sentirse responsable de que Alisa pudiera perder su trabajo. Tenía que encontrar la manera de enmendarlo.

"Alisa", susurró Maggie. "Por favor, dime qué puedo hacer para ayudarte. No soporto verte sufrir".

"Maggie, esto no es culpa tuya. No tienes por qué cargar con la culpa", dijo Alisa con una sonrisa amarga. "Y nadie puede ayudarme. El decano me ha confirmado que he perdido la muestra de esperma de Aldrich. No sé qué ha pasado, pero ante estas acusaciones, no puedo defenderme".

¿Aldrich? Entonces, la figura clave es Aldrich.

Tras finalizar la llamada, Maggie miró su reflejo en el espejo. Como huérfanas, ella y su hermana, Alisa, habían soportado una infancia cruel entre los muros del orfanato. Los fuertes se aprovechaban de los débiles, y aquellos demonios las sometían a un acoso y un tormento constantes. Cuando Maggie tenía once años, se armaron de valor para escapar del orfanato.

Sin embargo, la vida en el exterior había demostrado ser igual de hostil. En su juventud, lucharon por encontrar trabajo, soportaron las penurias de la falta de vivienda y sólo encontraron consuelo en el apoyo inquebrantable del otro.

Finalmente, una compasiva pareja adinerada les tendió la mano, adoptó a las hermanas y les proporcionó una vida estable y feliz. Pero su nuevo santuario escondía sus propios demonios. Una noche fatídica, el hijo de la pareja, impulsado por el alcohol y una maldad imperdonable, irrumpió en la habitación de Maggie. Al final, Alisa rescató a Maggie de las garras del maltratador, buscando un nuevo comienzo en una nueva ciudad, decidida a crear su propia vida.

Alisa tuvo suerte y realizó su sueño infantil de ser médico gracias a becas y préstamos estudiantiles establecidos por organizaciones benéficas.

Ahora, por un error involuntario, estaba a punto de perderlo todo.

Maggie tenía que ayudar a Alisa. ¿Pero cómo podía hacerlo?

En ese momento, la televisión emitía una noticia: el director general de una empresa había donado una gran suma de dinero al centro de asistencia social local.

Vaya, parecía muy amable.

Un momento, ese director general se parecía al hombre que la había salvado dos veces. ¡Sí, era él!

Maggie se puso nerviosa y cogió el mando a distancia, subió el volumen y escuchó atentamente.

Su nombre era... ¡Aldrich! ¡Era Aldrich!

¡Cielos, qué coincidencia!

En el corazón de Maggie se entremezclaban una serie de emociones: asombro, gratitud y una pizca de preocupación. No podía ignorar el irresistible encanto que desprendían los rasgos únicos de Aldrich y su cautivadora sonrisa en la pantalla de televisión. Era como si su mera existencia emitiera un encanto irresistible que tiraba de sus emociones.

Mientras Maggie buscaba información sobre Aldrich Barrett en su teléfono, las manos le temblaban violentamente. La imagen se fue borrando poco a poco, y el corazón de Maggie se aceleró de ansiedad. Finalmente, las imágenes se cargaron, ¡y era él! ¡Era el amable desconocido que la había salvado dos veces en momentos de peligro!

Era un hombre perfecto: apuesto, generoso y altruista.

Conexiones inesperadas encendieron una llama en su corazón.

Un rayo de esperanza brotó en su interior.

"Encontraré a Aldrich y protegeré a Alisa", se prometió a sí misma, con la voz rebosante de determinación.

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