Capítulo 2
Capítulo 2
Querida Adriana,
Si estás leyendo esto, significa que no estoy contigo. No creas que te olvidé, porque nunca lo haré. Recuerdo cada instante que compartimos, cada risa y cada promesa que hicimos. La promesa de que algún día nos casaríamos. No pude regresar como te prometí, y por eso te pido perdón.
Tenía todas las intenciones de volver a buscarte, de cumplir con mi palabra, de hacerte mi esposa. Cumplir con mi promesa. Espero que encuentres la fuerza para seguir adelante y vivir la vida que te mereces.
Con todo mi cariño,
Dimitri.
—Permíteme presentarme. Soy Mateo Cipriano, el hermano gemelo de Dimitri. Él se inclina ligeramente, pero Adriana lo detiene con un gesto. Su mirada se fija en el hombre frente a ella.
—No te levantes. No creo que mis piernas estén listas para hacer lo mismo. —Mateo asintió, permaneciendo sentado.
Adriana se quedó en silencio, las palabras de Mateo resonando en su mente como un eco incesante. “El hermano gemelo de Dimitri.” La idea de que Dimitri había tenido un hermano gemelo, un hermano que jamás había mencionado, la dejaba aturdida. Las lágrimas comenzaron rodando por sus mejillas, y se dio cuenta de que en esa carta Dimitri no hablaba de amor, más bien era un compromiso a un juramento. Dimitri la había dejado de amar y ella no podía culparlo, cuando ella misma lo había dejado de amar. Sin embargo, eso no hacía que la noticia de su muerte doliera menos.
—¿Su hermano gemelo? —tartamudeó, la incredulidad mezclándose con el dolor en su voz. Esa simple pregunta evidenciaba lo poco que realmente conocía a Dimitri—. No sabía que él tenía un hermano… —murmuró, incapaz de apartar la mirada de Mateo. Su rostro era tan familiar y, al mismo tiempo, tan diferente. Era un eco de Dimitri, con rasgos que resonaban con la memoria de él, pero también tenía su propia esencia, un aire de misterio que lo hacía intrigante.
—No esperaba que lo supieras. —Mateo mantuvo su tono distante—. Al parecer, mi hermano nunca te habló de mí. Tampoco tenía por qué hacerlo.
Adriana sintió una punzada en el pecho. Aún no estaba lista para procesar todo lo que significaba la muerte de Dimitri y la llegada de Mateo. Las lágrimas continuaban fluyendo por sus mejillas, y mientras miraba a Mateo, se dio cuenta de que, aunque no amaba a Dimitri como antes, aún había un lazo que las palabras no podrían romper.
—¿Cuándo murió? —preguntó ella, su voz temblando mientras intentaba contener el torrente de emociones.
—El año pasado.
—Dios, y hasta ahora se te ocurrió buscarme para decirme. —Las palabras salieron de sus labios como un reproche. Mateo levantó una ceja, incrédulo ante la forma en que ella le estaba riñendo.
—Porque no sabía que existías, Adriana. Como dije, me fue difícil encontrarte. Y tampoco tenía tiempo de jugar al cazador contigo, hasta ahorita. Así como él nunca te habló de mí, tampoco me habló de ti. Cuando Dimitri estaba en sus últimos días, estaba tan débil que apenas podía hablar. Solo pudo decirme que había alguien a quién le había hecho una promesa, y que necesitaba que la encontrara, me dijo dónde encontrar esa carta. —dijo Mateo, su voz resonando con una mezcla de dolor y determinación.
Mateo hizo una pausa, observando la reacción de Adriana, quien parecía luchar con la realidad que se le presentaba.
—Agradezco que tuviera esa foto de ti en su celular. Fue lo único que me guió hasta aquí. —La mirada de Mateo se agudizó, recordando la imagen que había visto. Realmente no le hacía justicia a la mujer que tenía en persona, Adriana era mucho más hermosa en persona.
Adriana sintió cómo su corazón se hundía al escuchar esas palabras. La idea de que Dimitri había pensado en ella, incluso en sus últimos momentos, le provocó una mezcla de tristeza y nostalgia. Pero aquella nostalgia se mezclaba con la frustración de no haber podido despedirse, de no haber tenido la oportunidad de aclarar lo que sentía.
—¿Por qué no me buscaste antes? —preguntó, sintiendo que la ira se mezclaba con la tristeza—. ¿por qué esperar hasta ahora? ¿Cómo murió?
Mateo la miró con seriedad, y molestia.
—Como dije, la vida y las circunstancias no me lo permitieron antes. Un accidente. —fue la única respuesta que obtuvo de él.
Adriana sintió que su mundo se tambaleaba. La revelación de Mateo le hizo darse cuenta de que había mucho más en la historia de Dimitri de lo que había imaginado.
El hombre frente a ella la miraba con sus inteligentes ojos azules, oscurecidos por el dolor, contenían años de experiencia; su boca era firme y su expresión reservada.
Ahora con Mateo delante de ella y toda la revelación de la muerte de Dimitri, le era extraño lo a menudo que había pensado en las palabras que le había dicho a su padre, «Pero yo amo a Dimitri y lo voy a esperar el tiempo que sea necesario, y me casaré con él», había dicho ella. Y había roto aquel juramento. La aceptación de la verdadera naturaleza de sus sentimientos la habían sacudido como si fuera un colibrí que abría sus alas por primera vez y salía a un mundo brillante, peligroso y excitante.
«Ya no te amo —había susurrado un montón de veces para si misma.» «¿Y si no quiero casarme contigo cuando vuelva a verte?» Esos habían sido sus pensamientos por un tiempo, pero entre la librería, las deudas, el mantener a flote a su familia, y alejar a los cobradores, su mente no había tenido tiempo de volver a pensar en Dimitri hasta hoy.
—Necesito un segundo. —dijo Adriana, levantándose de su silla para ir a buscar una botella de agua en la mini nevera que tenía en la oficina. Joder, la muerte de Dimitri la había desestabilizado un poco, aunque no lo amara, él para ella siempre será un amigo. La muerte de un amigo no es fácil de digerir. Nunca lo sería, pero muy en el fondo ella se sintió aliviada de alguna manera, y el sentir eso la hizo sentir culpable.
—¿Estás bien? —la voz de Mateo resonó detrás de ella, muy cerca de ella.
—Si. —contestó inclinándose para sacar la botella de agua, tomando un largo trago de agua fría para calmar sus emociones, necesitando ahogar su tristeza y culpa.
Adriana sintió un escalofrío recorrer su espalda. De pronto, un sonido agudo y estridente los interrumpió. Un tono de llamada de celular. Mateo contestó su celular, Adriana escuchó algunas frases entrecortadas, como susurros ininteligibles.
—Si... No.... Voy para allá... —La llamada terminó abruptamente—. Tengo que irme. —dijo dirigiéndose a Adriana. Ella asintió levemente, aún aturdida—. Estaré en contacto.
Agregó Mateo, antes de abrir la puerta y salir de la oficina. Adriana volteó justo a tiempo para ver la espalda del hombre que tenía el mismo rostro de Dimitri, bueno casi, irse. Ella solo pudo dar tres pasos hacia la puerta antes de desmayarse; lo último que escuchó fue el grito de Kelly.
