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Capítulo 1

Capítulo 1

5 DE OCTUBRE 2032. NY.

—Señorita Adri, la buscan en la entrada de la librería.

Adriana alzó la vista de los documentos que estaba leyendo. Su mirada se dirigió a la puerta de su oficina, que no había oído abrirse, y encontró a Kelly, su empleada más leal, que llevaba con ella desde hacía cuatro años.

—¿A mí? ¿Quién es? —preguntó Adriana, insegura, pues sospechaba que podrían ser del banco. Con tantas deudas acumulándose, no le sorprendería en absoluto.

—Es... un hombre. Uno bastante extraño.

Eso hizo que Adriana detuviera su movimiento, que había comenzado a levantarse de la silla.

—¿Extraño?

—Sí. Solo hay que verlo para que te dé escalofríos. —dice Kelly.

Mierda, ¿quién la estaría buscando? Ahora, más preocupada que nunca, se levantó y salió de la oficina, caminando por uno de los pasillos hacia la parte delantera de la librería, seguida por Kelly. Cuando finalmente llegó, encontró a un hombre de espaldas revisando la sección de libros eróticos. La imagen la hizo titubear mientras observaba la ancha espalda del hombre, vestido completamente de negro, con guantes de cuero y un pequeño bastón en la mano. Extrañada, Adriana no pudo evitar notar lo alto que era, y su cabello perfectamente peinado hacia atrás.

Aclarándose la garganta para llamar la atención del hombre, Adriana dijo:

—Mi empleada me ha informado que me está... —sus palabras se desvanecen cuando el hombre se vuelve hacia ella. Por un segundo, se quedó completamente paralizada mientras su corazón se aceleraba al ver al hombre ante ella. Por fin estaba aquí. Por fin había venido. No podía creerlo; era totalmente surrealista.

—Oh Dios, oh Dios, oh Dios, por fin estás aquí —exclamó Adriana mientras corría y se lanzaba a los brazos de Dimitri.

Aunque hacía años... muchos años atrás, había dejado de amar a Dimitri, tal como había dicho su difunto padre, cuatro años antes de que él decidiera acabar con su vida y llevar a su familia a la quiebra, dejando a Adriana solo con la librería como sustento. Su padre, Ethan, no había previsto todas las deudas que estaban acumulándose. Durante un tiempo, Adriana pudo mantener a su familia, pero ya no podía más; estaba al borde de la quiebra y no le quedaría más opción que cerrar la librería y buscar otra cosa que hacer. Perder la librería era algo que le importaba demasiado, ya que había sido el último regalo de su padre. Las preocupaciones y las deudas la estaban consumiendo, especialmente ahora que su hermano Javier estaba a punto de ir a la universidad.

«Y ya no soy una niña», pensó Adriana. «Tengo 24 años y ninguna expectativa de casarme». Si hubiera tenido el sentido común de admitir que había dejado de estar enamorada, tal como le dijo su padre que pasaría, su vida habría sido distinta. Debería haber buscado la manera de comunicarse con Dimitri y romper su compromiso con él. Después de todo, no eran más que promesas de adolescentes jugando a estar enamorados. Pero su estúpido orgullo y terquedad no le permitieron hacer ningún movimiento y mantenerse fiel a su palabra, sin importar lo que pasara. Aunque en otros aspectos había cambiado mucho en esos 8 años; había crecido y madurado. Ahora tenía sus propias ideas, intereses y un montón de deudas que pagar, además de una familia que alimentar.

Sin embargo, a pesar de no amar a Dimitri, Adriana no pudo evitar tomar su cara entre sus manos y darle un casto beso en los labios. Él no respondió, completamente petrificado al ver cómo la mujer se arrojaba a sus brazos. Sin remedio, la tomó por la cintura, sosteniéndola para evitar que se cayera. Cuando ella se separó de él, lo miró con un brillo en los ojos, llenos de emoción y excitación, que causó algo extraño en su pecho, algo que creía que había muerto hace un año. La sonrisa de Adriana era radiante y feliz, y él lamentó tener que ser el destructor de esa hermosa sonrisa.

—Lo siento. Creo que me he dejado llevar por la emoción. —Ahora, ella parecía un tanto incómoda al ver que él no decía nada. Él simplemente frunció el ceño y le ladeó la cabeza un poco, haciendo que ella pudiera notar mejor los rasgos duros que ahora marcaban su rostro, convertido en un hombre alto, corpulento y muy varonil. Su rostro también había cambiado; tenía un corte diagonal en su ceja izquierda y el ligero asomo de tatuajes en su cuello. Kelly tenía razón, el hombre ante ella tenía un aura que gritaba peligro y autoridad.

—¿Podemos hablar en un lugar más privado? —el marcado acento italiano en la voz de Dimitri era bastante fuerte.

—Por supuesto, sígueme por aquí. Podremos hablar en mi oficina. —Adriana fue la primera en caminar, liderando el camino hacia su pequeña oficina en la parte de atrás. Su cuerpo había cambiado durante estos últimos años; aunque seguía siendo pequeña, 1.62 m, su figura se había desarrollado en los lugares correctos, proporcionándole un cuerpo de reloj de arena. Su trasero se veía más pronunciado y, aunque sus senos no eran tan grandes como le gustaría, creía que estaba en la talla correcta. Y, por supuesto, no era porque hiciera ejercicio; simplemente era así.

Al abrir la puerta, se echó a un lado para dejar que Dimitri entrara, señalándole la silla frente a su escritorio. El hombre pasó y tomó asiento mientras ella cerraba la puerta y se sentaba detrás del escritorio, observándolo fascinada por lo mucho que había cambiado.

—Wow, aún no puedo creer que estés aquí.

—Si es por eso, yo tampoco puedo creer que esté aquí. Ha sido muy difícil poder encontrarte.

—¿En serio? Pero sigo viviendo en el mismo lugar.

Él frunció el ceño nuevamente, pero no dijo nada. En su lugar, metió la mano en su traje para extraer una pequeña carta, colocándola sobre la superficie del escritorio y empujándola hacia ella.

—Léela. Eso es para ti.

La distancia y el suspenso asustaron a Adriana, pues algo le decía que no todo estaba bien. Su estómago se contrajo, formándose un nudo. Temblorosa, tomó la carta y la abrió, sus ojos abriéndose como platos a medida que leía.

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