Prólogo
Prólogo
—Amo a Dimitri, así que lo voy a esperar y me casaré con él. —Adriana Williams miró a su padre con una mirada desafiante. Su pecho subía y bajaba dentro del uniforme del instituto; su nariz, llena de pecas, se movía al respirar, molesta.
—Dios, eso es ridículo. Apenas acabas de conocer a este chico. ¿Por qué tienes que ponerme las cosas tan difíciles? Eres demasiado joven. Es más, es una conversación que me rehúso a tener contigo. —Él resistió el impulso de agarrarla por los hombros y sacudirla para ver si lograba meterle algo de sentido común en la cabeza a su hija de 16 años.
No entendía cómo era posible que su hija hubiera crecido tan rápido y en qué momento se había convertido en una señorita. Pero esta actitud tan inmadura solo le demostraba a Ethan que su hija aún no había salido del cascarón.
—Tú no me entiendes. La mayoría de las veces ni siquiera sabes que existo. Trabajas tanto que apenas nos vemos. Javier casi ni sabe que tiene un padre.
—¡Adriana! —la reprendió Ethan con severidad. Sintiéndose algo dolido por sus palabras, dijo—: ¿Es eso lo que crees?
—Es lo que sé. No entiendo por qué mamá tenía que contarte algo que solo le dije a ella.
—Si no me importaras, te estaría dejando hacer lo que quieras, Adriana. Aún eres muy joven...
—Tengo 16 años —ella dio un pisotón con el pie derecho—, no soy una niña, papá, y Dimitri tiene 25 años. Para cuando regrese, ya tendré 18. No estamos rompiendo ninguna norma. —Sus ojos verdes lo miraron con indignación.
Él estuvo a punto de replicar, pero se reprimió. Con un cansado suspiro, se reclinó en su escritorio. Esto le pasaba por consentirla tanto. Ahora se arrepentía de que Annie le hubiera contado. Por suerte, el joven protagonista de dicha discusión se había marchado ayer. ¿Acaso ella no veía que era ilegal que estuvieran juntos con tantos años que él le lleva?
—Adriana, solo el que sea 9 años mayor que tú, ya dice mucho de la situación. Él es un hombre y tú... —ni siquiera se atrevió a decirlo, ¿Que coño podía verle él a su pequeña?—: él estará mucho tiempo fuera de Nueva York, verá a otras mujeres. Tú conocerás a otras personas y te enamorarás como corresponde cuando crezcas —añadió él. En cuanto hubo dicho esas palabras, se dio cuenta de que carecían de tacto.
Adriana, con los ojos rojos y llenos de lágrimas, enderezó su postura todo lo que pudo.
—¡Papá, cómo puedes decir eso! Llevas de relación con mi mamá desde que ella tenía 12 años. Tú la esperaste; ella te esperó. Son mi mayor inspiración en el amor... o lo eran. Pero yo amo a Dimitri y lo voy a esperar el tiempo que sea necesario, y me casaré con él. Porque se que él también me ama —dijo con terquedad, pero en su corazón albergaba la duda de que Dimitri la amara—: Y espero que todos los hombres que piensan como tú se enamoren de alguien que les parta el corazón. —Adriana, negándose a llorar delante de su padre, salió con toda la dignidad que pudo reunir del despacho de su padre, cerrando la puerta de un portazo.
Ethan movió la cabeza y volvió a su trabajo. Dando gracias de que aquel hombre ya no está viera en la vida de su pequeña rebelde.
