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Capítulo 3

Jesse cogió su botella de refresco del frízer y caminó hacia el área de cajas. Tomó el celular que su amiga le había dado con intenciones de llamarla, pero entonces la ve en las filas para pagar. Jesse camina hasta ella y coloca el refresco en el carrito, luego de ello, rodea el área de filas, a esperar de Joyce cancele lo de su carrito. Ignorando el rotulo de: “Prohibido sentarse en las mesas de empaque”, Jesse salta y se acomoda sobre una de ellas.

Su mente daba vueltas a lo sucedido en tan poco transcurso de tiempo, preguntándose una decena de cosas:

¿Quién era el chico raro y por qué gritaría aquella chica cuando lo vio?

¿Por qué huyó él?

¿Por qué no fue caballeroso en dejarle las gomitas a ella?

¿Por qué perseguían al chico de cabello castaño?

¿Por qué no le besó el chico atrevido de las rastas?

Jesse abrió sus ojos en grande ante el pensamiento de la última pregunta.

¿Acaso estaba molesta porque se fue y no terminó con lo que empezó?

Ni siquiera lo conocía ¿cómo podía querer que la besara?

Al ver a Joyce empacando, Jesse dejó la mesa y la ayudó con las compras; cargó un par de bolsas para ayudarla y pasaron por sus efectos personales al casillero.

Durante el camino a casa, Joyce no mencionó palabra alguna, ella misma no tenía palabras, y tenía más pensamientos que preguntas, si, era demasiado que pensar.

Cuando al fin llegaron a casa ambas pusieron las compras en la isla de la cocina.

― ¡Hola! ¿Cómo les fue? ¿Pudiste encontrar ositos de goma? ―preguntó el abuelo de Joyce en su típico español atravesado.

―No, solo había un paquete, un chico muy extraño me lo quiso quitar y por su culpa una niña se los llevó―respondió Jesse.

― ¡¿Disculpa?! ―reaccionó Joyce de inmediato con un tanto de sarcasmo, bastante ofendida― ¿Enserio no tienes la menor idea de quién es ese chico extraño?

―La verdad, no tengo la menor idea; pero enserio me encantaría que me lo dijeras. ¿Quién diablos es?

―Es Ben Kepler, es vocalista de la banda más exitosa de Alemania y una de las más populares en el mundo entero ―explicó Joyce.

―Con razón tantos gritos y chicas histéricas, y eso explica tu reacción cuando lo viste. ¡Casi ahorco un famoso! ―expresó, intentado lucir sorprendida― No, la verdad, no me importa.

―Yo no sé por qué reaccioné así, ni siquiera me gustan; ha de ser la impresión de ver un famoso de cerca.

―A mí me congeló otra cosa ―los pensamientos de Jesse viajaron a el chico que la había acorralado contra el refrigerador de los refrescos, su espalda y su alma se había congelado después de eso.

― ¿Qué? ―preguntó Joyce sin entender.

―No, nada, olvídalo. ¿Tienes una computadora que me puedas prestar?

―Sí, claro, de paso buscamos información del grupo para que los conozcas ―dijo ella mientras atravesaba el salón en busca de su computadora.

― ¡Me leíste la mente!

Joyce tomó el computador y lo colocó en la mesa de café de la sala de estar justo frente a la chimenea, era muy cálido allí, Jesse tenía cosas que descongelar aún.

Joyce buscó algunas imagines y videos para mostrárselos a Jesse.

Ella abrió una, y Jesse sintió que su corazón se salía por su boca, justo al lado del chico extraño de las gomitas, estaba el chico de las rastas y pirsin en el labio.

―Es el chico que casi me besa ―mencionó Jesse sin poder retenerlo dentro de su boca.

Luego de escuchar que eso salió de su boca, la tapó con sus manos.

― ¡¿Tom Kepler te besó?! ―reaccionó Joyce con sobresalto al escucharla, se despegó del suelo y la miró con los ojos como platos.

―Dije que CASI me besa. ¿Dijiste Kepler? Ese es el mismo apellido del raro, ¿no? ―señaló al chico delgado cabello negro y apariencia femenina en la pantalla.

―Sí, son hermanos gemelos, Tom es el mayor, él toca la guitarra en el grupo. El chico de cabello castaño es Hastings, que toca el bajo, y el rubio es Geert, él toca la batería.

―El chico castaño también estaba ahí, él era el que el montón de chicas alocadas perseguían, y con razón, es el más atractivo de los cuatro ―recordó Jesse.

Juntas se quedaron navegando más tiempo en internet, Joyce le relataba a Jesse todo lo que sabía del grupo y le explicaba lo que las páginas decían de cada uno de ellos, y aunque estaba bastante intrigada, como grupo, no le interesaban demasiado.

Al principio ni siquiera entendería porque eran tan famosos, su música era un asco para su gusto.

.....

―Juro Ben que nunca los vuelvo a acompañar al supermercado ―dijo Hastings bastante molesto.

― ¿Tan mal les fue? ―preguntó Geert, quien se había quedado en casa.

Era el más hacendoso, así que de inmediato puso manos a la obra en guardar las compras mientras los demás solo llegaban a caer en sus respectivas sillas.

―No sé qué les pasó a las chicas hoy, por primera vez en la vida se olvidaron de ellos y se la agarraron conmigo y déjame decirte que no me encanta. ¿Verdad Ben? ―preguntó Hastings mirando a su amigo, quien se hallaba tan concentrado pensando en quién sabe qué.

― ¡Ben! ―gritó Geert sin lograr sacarlo de su trance.

― ¿A este que le picó? ―preguntó Hastings mirando a Ben extrañado.

―Está como nene llorón porque no logró comprar sus dichosas gomitas. Siempre bebé, sufriendo por sus dulces ―Tom fue hacia su hermano y le pellizcó una de las mejillas; pero él no reacciona― ¡¿Se habrá muerto y no me he dado cuenta?!

―Tonterías, aun respira. Por cierto, Tom, cuando las fanáticas me perseguían a mí como maniáticas, pude ver que hacías de las tuyas. Tenías acorralada a una chica ―le acusó Hastings.

― ¿Creíste que iba a perder la oportunidad con una chica tan linda? ¡No viste su trasero! ¡Pero tenía que pasar Hastings la súper estrella y arruinarlo todo! ―reclamó Tom.

― ¡Cuidado galán! ―sarcástico― ¿Le habrás sacado el número de teléfono al menos?

―No, no me dio tiempo, ella se congeló, pero no porque me reconociera, fue diferente, parecía no saber quién era yo. Pero eso es imposible... ¿Quién no me conocería en Alemania? ¡Soy hermoso!

―Yo solo sé que no puedo volver ahí, no correré el riesgo de que me despedacen. Si ustedes van, se los comerán vivos, así que ninguno puede volver ahí ―dijo Hastings convencido.

―Pero tengo que volver! ―reaccionó Ben drásticamente― Y no me importa lo que opines.

― ¡Regresó de su viaje astral! ―mencionó Geert señalando a Ben.

―Hermanito… ¿por qué tan alterado? Las gomitas las podemos encontrar en cualquier otro supermercado ―dijo Tom algo sorprendido por la reacción de su hermano.

―No. Tengo que volver porque conocí a una chica, peleamos por los dulces; me trató como una persona normal, era extranjera, no habla alemán. No me la puedo sacar de la mente, necesito saber quién es ella ―explicó Ben, los chicos lo miraron boquiabiertos, era una locura.

―Ahora enloqueció ―tomando la cabeza de Ben y sacudirlo.

― ¡No es ninguna locura! ―golpeó a Geert para alejarlo― Necesito verla.

―En parte tienes razón, yo también necesito volver a terminar lo que empecé con mi chica. Tal vez frecuente el supermercado ―apoyó Tom.

― ¿De qué chica estás hablando? ―preguntó Ben totalmente desconectado de la conversación anterior.

―Ben, Ben, Ben, el amor a primera vista te pegó duro. Espero que puedas cantar con la media centena de neuronas que perdiste con ese golpe ―dijo Tom burlándose de su hermano.

―Los dos están locos ―mencionó Hastings, era imposible que ellos encontraran a aquellas chicas de nuevo, jamás lograrían toparse con ellas en el supermercado de nuevo.

― ¡Déjame en paz! ―exigió Ben― Llamaré al supermercado para saber cuándo reabastecen los estantes, e iré todos los días luego de ello de ser necesario, ella tiene que volver. Iré, aunque sea disfrazado, la encontraré… ya lo verás.

―Yo te acompañaré, un trasero como ese no se ve dos veces en la vida ―dijo Tom, tan decidido como su hermano.

Eran muy distintos uno del otro, incluso siendo gemelos idénticos, no se parecían, ni en estilo, ni actitud, o siquiera en las intenciones. Pero lo que si compartían era un infinito pozo lleno de terquedad.

......

Jesse le daba vueltas a lo sucedido.

¿Cómo había estado al lado de dos chicos tan famosos y siquiera se había dado cuenta? ¿Cómo era posible que no supiera nada de ellos y jamás los hubiera escuchado? ¿Dónde se había metido toda la vida?

Por poco y le había cortado la mano al raro, y el guapo... el guapo estuvo a punto de besarla.

― ¿En qué tanto piensas Jesse? ―preguntó Joyce al mirar la vista perdida de su amiga.

―Nada importante ―respondió reincorporándose, sonriendo.

―Triste por no encontrar gomitas ¿verdad? ―preguntó el abuelo.

―Sí, claro, eso ―afirmó, aunque fuera mentira.

―Tranquila, por la mañana llenar estantes, todos los días. Tu ir con Joyce y ella compra todas las que tú quieres ―explicó el abuelo.

―Claro, sin falta estaré ahí, espero no lleguen más famosos a intentar quedarse con todos los dulces, ―miró a Joyce sacando el móvil del bolcillo del pantalón―. Por cierto, toma tu celular.

―Tranquila, mi celular va a ser tuyo hasta que vuelvas a casa. Eva ―refiriéndose a su madre con un poco de desprecio―, me dijo que te lo tenía que dar.

―Espero no molestarte, ¿Te podría pedir un favor más? Abusando de la confianza.

―Bueno.

― ¿Me enseñas un poco más de alemán? Aprendo rápido y ya se muchas cosas; pero no quiero que me suceda lo mismo que hoy, no me puedo comunicar con nadie, es molesto. Y creo que estaré bastante tiempo aquí como para seguir así.

―Claro que si, por mí no hay problema ―respondió sonriente.

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