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Capítulo 1 (Parte IV).

De camino a casa, no pudo parar de pensar en el acosador, sensual y ahora bipolar Preston. Más que todo, en su reacción luego de revelarle el supuesto trabajo de su padre.

El camino a su casa de la escuela era relativamente corto si se iba en algún medio de transporte. Así que no pudo pensar mucho más, tan solo llegó a la conclusión casi lógica de que la chica debía ser su novia. De lo contrario…

¿Qué era lo que le molestaba del asunto?

¡No podía creer que la hubiera rechazado solo por ser la hija del funerario!

¿Quién demonios se creía para echarla así luego de acosarla todo el maldito día?

Sus pensamientos se irrumpieron cuando el taxi frenó frente a su casa.

Casi de inmediato, Zuce salió de la casa corriendo, sabía que esperaba verla salir del taxi; debía de estar preocupada.

En ese instante, al verla envolverse en su abrigo de lana, se dio cuenta de que la lluvia había cesado.

¡Genial! ¡Dejó su moto por nada!

Bajó, algo incomoda por el hecho de no pagarle nada al conductor; aun cuando estaba consciente de que su ruta había sido por demás retribuida.

Zuce lanzó los brazos alrededor de ella, sorprendida, Lía solo abrió los ojos como platos. Le tomó un segundo notar que Zuce lloraba sobre su cuello.

¡Oh no! ¡Esto no era por ella!

― ¿Qué pasa? ―preguntó Lía, aun sin moverse o responder.

― ¿Dónde estabas? ¡Estaba tan preocupada! Pensé que ellos te habían llevado…

― ¿Ellos? ―interrumpió Lía― ¿Quiénes ellos?

―Oh Dios, Lía, ha pasado algo terrible ―dijo, sin responder a sus preguntas.

― ¡Explícame! ―le exigió.

―Ven conmigo, tienes que escucharla tu misma.

¿Escucharla? ¡No!

Zuce la arrastró hasta la cocina de la casa. Tan pronto cruzó el umbral, pudo ver su cabeza llena de trenzas. No tardó en ponerse de pie, arreglando su traje a la medida, ejecutivo, importante.

―Tuyi ―dijo Lía de manera ahogada, ella no estaría allí a menos que fuera algo grande. Lo que significaba, malas noticias.

Tuyi siempre sería un ave de mal agüero.

―Yirley ―correspondió ella, se conocían, claro que se conocían, era la portavoz y mano derecha de su padre, también algo así como su devota.

Tuyi era alta, gruesa; una hermosa mujer madura, egipcia, pero negra. Sus padres provenían de Sudáfrica y se asentaron en Egipto en su adolescencia, Tuyi encontró la manera de meterse en problemas, encontrándose con la magia de la mafia rusa que tenía sus cuarteles generales encubiertos en medio del desierto egipcio.

La fábrica de asesinos más grande del mundo.

No eran simplemente la mafia, ellos eran los reyes. Podían manipularlo todo, desde los más pequeño hasta lo más grande, cualquier gobierno, cualquier fuerza legal, ni la CIA, ni Scotland, todos ellos estaban en la palma de la mano de los Vólkov.

― ¿Mi padre?… ¿Murió? ―preguntó angustiada.

―No ―respondió Tuyi, Lía exhaló todo el aire de sus pulmones―. Pero quiere que crean que lo está.

― ¿Por qué? ―preguntó confundida.

―Lía, ahora mismo hay una gran cantidad de gente enojada deseando quitar a tu padre del mando. Lo que sucedió con Escarlata y Chester explotó miles de bombas consecutivas.

―Sí, eso lo sé ―eso era algo ya conocido para ella―. Pensé que todo estaba solucionado.

―Sí, lo estaba, aun lo está. Pero aun hay gente descontenta ahí afuera, sabes que no te lo puedo decir todo. Quieren la cabeza de tu padre, quieren un sucesor Vólkov ―explicó Tuyi, la manera en que la miró, el brillo en sus ojos.

¡Oh no! ¡No! ¡No!

― ¿Me quieren a mí? ―expresó ahogada con el pánico.

Ella era la única descendiente directa Vólkov, su mundo funcionaba de una manera muy similar a una monarquía, sus súbitos tenían mucho poder. Ella lo heredaría todo cuando su padre muriera, así como su padre lo heredó de su madre.

No aun, no estaba lista, aún era muy joven.

Y, finalmente, Tuyi asintió, confirmándolo.

Sus ojos se empaparon en lágrimas.

Esto era peor que una sentencia de muerte, mucho peor que una enfermedad terminal, aún más trágico que unas pocas horas de vida.

― ¡No! ―gritó desgarrando su alma en medio de las lágrimas.

―Lía, escucha… ―intentó decirle Zuce.

― ¡No! ―tapó sus oídos, negándose a saber más.

―Lía… ―ahora Tuyi intentó.

― ¡No! ―gritó con más fuerza― ¡Púdrete! ¡Tú y mi padre! ¡Púdranse todos!

Y de pronto, echó a correr. Azotó la puerta de su habitación, justo antes de que Tuyi y Zuce intentaran ir por ella. Cerró con todos los pasos, colocó un mueble contra la puerta.

Echó la ventana de lado, saltó al patio y volvió a correr como si su vida dependiera de ello.

Su vida dependía de mucho más.

Mucho más rápido de lo que imaginó, corrió durante cuatro kilómetros, ocultándose con el follaje del bosquecillo que se extendía por ligeros espacios. Ellas la buscarían en auto, si corría por la carretera la encontrarían demasiado pronto.

Llegó al estacionamiento de la preparatoria, exhaló con alivio al ver que su moto seguía aparcada en el mismo lugar. Se abalanzó sobre ella, colocó el casco y dio gas.

― ¡Yirley! ―gritó una voz recién conocida, levantó la vista solo ligeramente. Sus ojos apenas se cruzaron, el nuevo director seguía allí.

Lía derrapó su motocicleta en el asfalto mojado al salir a una velocidad peligrosamente temeraria.

Ashley supo que algo andaba mal.

Ella necesitaba ayuda.

Corrió hasta su motocicleta, no se molestó en colocarse el casco. Encendió su propia Harley y salió a toda velocidad tras ella.

Le llevaba un buen trecho de distancia, y no se molestaba en medir la velocidad.

Intentó en todo lo posible alcanzarla; aun a la misma velocidad, no lograba reducir el espacio entre ambos.

Fue una carrera de alrededor de unos quince minutos, a toda velocidad, con el asfalto peligrosamente mojado.

¡Ella se mataría!

La perdió de vista al llegar a la interestatal, eso no era bueno.

― ¡Mierda! ―refunfuñó él.

De pronto, tuvo que frenar precipitadamente, su moto incluso quedó suspendida de una sola rueda. Se mantuvo firme hasta que las llantas cayeron ambas con normalidad en el asfalto. La moto de Yirley estaba tirada en la mitad de la carretera; pero no había señales de ella.

― ¡Yirley! ―gritó con fuerza.

Giró su cabeza en todas las direcciones.

¿A dónde fue?

Bajó de su motocicleta parqueada a un lado de la carretera, arrastró la Harley de la chica fuera de la carretera y tomó las llaves del encendido.

Registró sus alrededores, en caso de que ella frenara y saliera volando por los aires y quedara en los bordes de la carretera. Sin embargo, no había señales de un cuerpo vivo, herido o muerto.

Metió los dedos entre sus cabellos, preocupado, anonadado, perdido y confundido.

¿Dónde estaba?

― ¡Yirley! ―gritó con todas sus fuerzas, incluso pudo escuchar el eco de su voz.

¿Qué demonios estaba pasando?

Un grito llamó su atención.

Movió su cabeza con rapidez a todos lados, buscando la proveniencia del sonido.

Llamó aún más su atención el que unos pájaros se precipitaran a salir de entre los árboles a toda velocidad. Entonces supo la dirección que debía tomar.

Empezó a correr, trazando una línea recta en la dirección contraria a los pájaros que salían de la nada.

Corrió, con más fuerza, mucho más rápido. Fue lo suficientemente rápido para divisar la figura de Lía a duras penas escurriéndose entre la oscuridad. No tenía la menor idea de hacia dónde podía dirigirse; pero no la dejaría sola en esas condiciones.

Paró en seco y derrapó sobre la grava que había en límite del bosque, en el margen del río, lo hizo justo a tiempo para ver a Lía saltar al vacío desde una roca al borde del precipicio.

― ¡Demonios! ―expresó anonadado, apresurándose al borde, vio el agua agitada; pero no señales de la hermosa figura de la chica.

Se deshizo de su chaqueta y zapatos; sin dudar, saltó al agua. Bendijo el hecho de que la corriente estuviera pasiva, de lo contrario, serían arrastrados por los rápidos, muertos en un abrir y cerrar de ojos.

Quizá eso era lo que ella quería.

Nadó, mintiéndose dentro del agua todo lo que le fuera posible, buscando rastro de ella.

Nada, sin señales.

Necesitó aire, y salió a la superficie tomando una bocanada. Al abrir los ojos, se topó sorpresivamente con el gesto furioso de su empapada señorita suicida y fugitiva.

― ¿Qué diablos haces aquí? ―le gritó con toda su voz.

― ¿Qué diablos te pasa a ti? ―le gritó él de vuelta, casi con el mismo tono furioso.

― ¡Qué mierda te importa! ―volvió a gritar Lía, esta vez, usando sus puños para golpearlo con fuerza una y otra vez.

¡Oh vaya! ¡Ella era fuerte!

Le tomó tiempo poder tomar sus muñecas y someterlas; pero sin lograr detenerla, ya que seguía forcejeando con él.

― ¡Detente maldita sea! ―le ordenó él, orden que a Lía no le interesaba seguir.

― ¿Cuál es tu puto problema conmigo? ¡Métete en tus propios asuntos! ¡Déjame en paz!

―No lo haré ―refutó él, se sumergió en el agua, para sorpresa de Lía. Un segundo después, fue bruscamente levantada del agua. Él se la echó al hombro como si cincuenta kilos fueran una pluma.

― ¿Qué crees que haces? ―gritó, pataleó, golpeó sobre su espalda.

―Llevarte a un lugar seguro ―aseguró él, sin importarle cuando ella pudiera golpearlo y patearlo en el proceso.

― ¡Bájame! ¡Yo iré! ¡Puedo caminar! ―sugirió con desesperación.

Ashley se detuvo, pensándolo mejor un momento, no muy seguro de tomarle la palabra.

―Lo juro, por la vida de mi padre ―agregó ella.

―En ese caso… ―aceptó entre dientes.

La dejó en el suelo, ella respiró profundo mientras se acomodaba el cabello de la cara; pero solo le bastó a Ashley parpadear para que ella empezara a correr de nuevo.

¡Lo sabía! ¡Sabía que ella haría eso!

No obstante, no le tomó mucho tiempo alcanzarla, tomó su camiseta y tiró de ella con fuerza. Tanta fuerza que esta chocó sobre su pecho y cayeron al suelo.

― ¡Maldición! ―refunfuñó Lía entre dientes.

Se levantó lo suficiente para verlo a los ojos, sus ojos cafés, él notó por primera vez, aun en la oscuridad, que los ojos de la señorita eran verdes como el jade.

Completamente hermosos.

―Quita las manos de mi trasero ―advirtió ella entre dientes, Ashley miró por un costado que, de hecho, la sostenía por el trasero, sus dos manos bien puestas en toda la extensión de sus glúteos.

Lo que lo hizo sonreír.

―Muy buenas nalgas, por cierto ―dijo él, tomándose el atrevimiento de apretarlos un poco en sus manos.

―Kiwi estará muy complacida con esto ―rió, repentinamente.

¿Acaso la chica se estaba volviendo loca?

Y tan repentinamente como la risa vino, las lágrimas empezaron.

Lía comenzó a llorar sobre el hombro de Ashley, quien pasó sus manos de los glúteos de Lía para enredarla con sus brazos, abrazándola, buscando darle algo de consuelo.

No la movió durante un rato, no hasta que hubiera pasado la peor parte de su llanto. Luego de ello, la hizo sentarse. Quedó sentada a horcadas sobre él, produciéndole unos malditos pensamientos fuera de lugar, muy inapropiados para el momento.

― ¿Qué está pasando contigo? ―preguntó Ashley, esperando que fuera el tiempo indicado para responder sus dudas.

―Mi padre… él… ―dijo, no dispuesta a terminar su oración, no quería decir mentiras, deseaba en ese momento confesarle toda la verdad sobre su apellido.

― ¿Murió? ―concluyó él.

No, solo estaría escondido salvando su pellejo a costas de ella. Era obvio que la vendería por su propia vida; siempre lo esperó.

―Si ―respondió ella, era la respuesta más fácil―. Yo pronto me iré también, no me queda mucho tiempo ―susurró por lo bajo, sabía la impresión que daría aquel comentario. Tarde o temprano, era lo que todos deberían creer. Por otra parte, su vida no sería nada, sería casi como morir, solo que mucho peor.

Ashley la tomó por los hombros y la apartó con alarma.

¿Acaso ella…? ¡No!

Se llenó de pánico.

¿Moriría? ¡Era demasiado joven!

― ¿Por qué corriste hasta aquí? ¿Quieres terminarlo ahora? ―preguntó preocupado, debería de disfrutar hasta el último momento.

Ella respondió meneando su cabeza, negándolo.

―Solo quería liberarme de la noticia ―confesó, eso si era verdad.

―Déjame llevarte a casa ―sugirió él.

―No, no, no, por favor no ―suplicó ella―. No puedo volver a casa ahora.

―Dije a casa, no a qué casa ―sonrió él con pretensión.

Lía lo miró con los ojos entrecerrados, no estaba muy segura de que le gustara la idea de su nuevo director. Pero estaba empapada, hacía frío, la noche apenas empezaba y no quería volver a su casa, no quería volver a Tuyi y Zuce.

Debía dormir en algún lugar.

―De acuerdo ―suspiró con resignación, una vez más, él sonrió como si de ganarse la lotería se tratara.

¡Era su alumna!

¿Qué demonios le pasaba por la cabeza?

Ashley la apartó delicadamente de sobre él, dejándola sentada en el piso, se puso de pie y avanzó hasta el lugar dónde dejó sus zapatos y chaqueta.

Lía lo siguió con la mirada…

Él… era… un… loco… sueño… vuelto… realidad.

Con suficiente luz de luna, podía ver que su cuerpo de dios griego no era aparente, bajo esa ropa mojada, era obvio que hacía buen trabajo en el gimnasio.

Cuando volvió, se inclinó a su lado y la cubrió con la chaqueta con cuidado.

¡Demonios!

¿De dónde había salido tanta perfección?

Le ofreció su mano para ayudarla a levantarse, ella, por supuesto, la tomó.

Sin soltarla, la guío por la arbolada, hasta la calle dónde su moto yacía parqueada en el borde de la carretera.

La Harley V-Twin Racing Street Custom que vio esa mañana en el parqueo de la preparatoria también estaba allí. ¡Claro! ¡No podía ser de nadie más!

¿Por qué no lo pensó antes?

―Nos iremos en tu motocicleta, yo conduciré ―dijo Ashley.

Además de viejo verde, sensual, acosador y bipolar, también era mandón.

― ¿Por qué no puedo conducir yo? ―reclamó― Aparte de eso… ¿Qué pasará con tu motocicleta?

―Conduciré yo por dos razones. Número uno, no sabes la dirección de mi casa. Número dos, no quiero arriesgarme a que escapes de nuevo ―le guiñó coquetamente, golpeando ligeramente la barbilla de Lía para que esta lo viera a los ojos y, evidentemente, notara el guiño. Ella solo frunció el ceño, casi como si hubiera chupado un limón―. Enviaré a alguien por mi motocicleta tan pronto lleguemos. Así que ahora súbete ―le ordenó, con sus ojos fijamente sobre ella. Bueno, tenía las facultades propias de un decano de preparatoria; aunque poca coordinación, pues el acompañante te subía detrás del conductor.

Él tintinó sus llaves, casi con ansiedad, notablemente impaciente.

Lía rodó sus ojos, y se montó en la motocicleta mientras se acomodaba de manera correcta la chaqueta.

Ashley se subió un segundo después.

Jaló una de las manos de Lía, colocándola en su abdomen.

De inmediato ella dejó de respirar, su abdomen era duro, podía sentir sus cuadros, podía sentirse tan bien como se veía.

Ahora ella era la que estaba impaciente por tocarlo, así que lanzó su otra mano sobre el abdomen, dejando su mejilla en la espalda mojada del hombre.

¡Oh Dios!

Su espalda era tan fuerte y tentativa como el resto de su cuerpo.

De pronto se sintió perturbadoramente cómoda junto a él. No estaba acostumbrada a tener hombres tan cerca, mucho menos de ese tipo tan… apetecible.

―Bueno Srta. Vólkova, sujétese fuerte, usted y yo tenemos un largo camino por recorrer. ―Él había notado su reacción y lo estaba disfrutando.

Volteó hacia atrás y la miró con una sonrisa, complacido.

Una complaciente locura que estaba encantada de compartir con él.

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