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LA PROPUESTA

CAPÍTULO 5

Rodrigo agarra a Zack por el cuello de la camisa. Es un hombre peligroso y detesta los rodeos.

—Intenté hacer mi trabajo. No es mi culpa que otro se adelantara. Si tu hermano tiene más de un enemigo, no es mi problema. Yo fui allí, así que me tienes que pagar —dice Rodrigo con voz amenazante.

—Te voy a pagar —responde Zack, temeroso— pero necesito que no le digas nada a nadie sobre nuestro trato. Nadie puede saber que quise matar a mi hermano.

Zack le entrega un cheque y lo saca por la puerta de servicio. Luego, se encierra en su oficina, pone música clásica y empieza a idear un nuevo plan.

Ahora lo mejor que le puede pasar es que Cole siga vivo, así podrá seguir manejando el dinero de la herencia de sus padres.

Nunca se hizo responsable de un solo centavo; su hermano era quien trabajaba, quien creó el imperio, pero también quien controlaba que él no lo malgastara.

Ahora es libre. Tiene lujos, fiestas y mujeres. No puede volver a ser la sombra gris de Cole. Prefiere ser el albacea antes que el heredero, pues legalmente perdería mucho más, incluido el apoyo de los bancos y los accionistas que respaldan el estado de discapacidad de Cole.

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Sara ayuda a bañar a Cole como cada mañana. Es una rutina necesaria antes de iniciar sus ejercicios.

Cole la observa, admirando su belleza. Se siente atraído por ella, pero su corazón está en un dilema. No es fácil olvidar a Marian, la mujer con la que compartió años y tenía un proyecto de vida.

Sara nota cómo, bajo la pantalonera de Cole, hay un bulto evidente. No se incomoda; por el contrario, le excita saber que sus manos le provocan esa reacción.

Para Cole, en cambio, es vergonzoso no poder disimular el deseo que siente por su enfermera.

—Hoy es mi día libre. Tengo que ir donde mi casera y pagar algunas cuentas. ¿Cree que estará bien solo? —pregunta ella, preocupada.

Él sonríe y le besa la mano.

—No se preocupe, mamá. Voy a estar bien. Lo único malo es que no la veré en todo el día.

Sara se sonroja.

Prepara todo y decide ir a su antigua casa para pagar un mes más de renta y evitar que la casera saque sus cosas. También quiere limpiar un poco. Sin embargo, al entrar, se lleva una sorpresa: toda su ropa ha sido revuelta y su ropa íntima ha desaparecido.

—¿Qué pasó aquí? —pregunta horrorizada.

La anciana casera no sabe qué decir. Es evidente que un pervertido entró a la casa para saquear sus pertenencias.

Sara se siente insegura desde hace tiempo, observada y perseguida.

Decide regresar a la mansión con una maleta llena con lo poco que dejaron de su ropa.

En el camino, es interceptada por Thompson, quien baja de su automóvil e intenta subirla a la fuerza.

—¿Qué hace aquí, Thompson? —pregunta ella, aterrada, con el corazón latiéndole de miedo.

—¿Por qué estás saliendo con él? —le muestra una fotografía en su celular, donde Sara está en el restaurante con Zack—. Tú y yo tenemos que hablar. No me vas a dejar. Tienes que ser mía.

La obsesión de Thompson por Sara lo ha llevado a perder la cordura. Desde que ella dejó el hospital, ha ido deteriorándose mentalmente.

—¡Déjame! —Sara le da una patada en la entrepierna—. Para su información, ya me entregué a Cole Tuler.

Miente con la esperanza de que Thompson la deje en paz.

Corre con todas sus fuerzas, sus piernas tiemblan como gelatina. Busca un lugar seguro y llega al orfanato donde creció, el único lugar que conoce como hogar.

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Mientras tanto…

La nana de Cole, Dora, una mujer noble y bondadosa, regresa a casa por pedido del hombre, quien la llamó la noche anterior. También cita a Noah, su abogado. Necesita la ayuda de las personas en las que más confía.

Dora le coloca su traje más elegante, mientras Noah se encarga de sacar a Zack de la casa con la excusa de unas firmas urgentes en el banco.

—¿Estás seguro de esta locura? Podemos buscar otras opciones —dice Noah, tomando la mano de su amigo con el ceño fruncido. No está convencido del plan.

—No tengo alternativa. No voy a dejar que Zack se quede con mi trabajo y mi dinero, ni que Marian se lleve mi dignidad y mi corazón —responde Cole, entregándole un periódico con una noticia reciente.

Noah lo lee con atención. En la portada, felicitan a Kevin por el embarazo de su esposa.

—¿Y si se niega? —pregunta Dora mientras coordina a un grupo de meseros para recibir a varias personas. La casa se está preparando para una rueda de prensa.

—No lo hará —Cole sonríe—. Es la persona en la que más confío. Ella aceptará porque quiere cuidarme. Es mi ángel.

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Horas después, llega la noche.

Cole desciende con una gran sonrisa para saludar a los periodistas. Detesta que lo miren con lástima, pero debe acostumbrarse.

Zack llega en ese momento y se encuentra con lo que parece un circo mediático.

—¿Qué es esto? ¿Por qué no me dijiste nada? —pregunta, sorprendido por lo que ve.

—Ya lo sabrás. Es una sorpresa —Cole sonríe.

—¿Para qué es esta rueda de prensa? ¿Cuál es la noticia que desea darnos? —pregunta una periodista.

—Bueno, ustedes han seguido todo mi proceso de recuperación, así que quise hacerlos parte de mi vida personal. He decidido casarme —anuncia Cole.

Zack abre los ojos con incredulidad y le pregunta a Noah sobre esta locura, pero el abogado finge demencia.

—¿Quién es la afortunada? Pensamos que su amor por Marian sería eterno —bromea la periodista.

—Creo que Marian fue la primera en confirmar que lo nuestro solo era una aventura pasional —responde Cole—. La mujer con la que me voy a casar, se podría decir, es la mujer perfecta. Con ella conocí el verdadero amor y estoy seguro de que supera a Marian en muchos aspectos.

—¿Quién es la misteriosa mujer? ¿Por qué no está con usted? —pregunta otro reportero.

—Acaba de llegar —Cole señala la puerta.

Sara entra, confundida por los flashes de las cámaras. No entiende qué está pasando hasta que escucha la declaración de Cole:

—Ella es mi futura esposa, la señorita Sara Tyson.

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