Capítulo 3
CAPÍTULO 3
ELENA
Quince minutos más tarde, detuvo el Mustang en una calle sola y poco iluminada, frente a un pequeño edificio antiguo. El sitio se veía un tanto sombrío.
—¿Qué hacemos aquí?
—Aquí es donde tendremos la reunión hoy. Ven. —me explica, saliendo del auto. Abro mi puerta y lo sigo fuera. Ale trabaja como jefe de seguridad y sistemas para una empresa de tecnología en software.
Ale agarra mi mano y la entrelaza con la suya; subimos las cortas escaleras del edificio y abre la puerta negra para mí. Me quedo de piedra al ver que por dentro el lugar es completamente diferente que por fuera. Matices de colores cálidos y acogedores, una recepción de mármol y madera, con una linda mujer detrás de este, que se pone de pie al vernos entrar y sonríe, rodeando el escritorio.
—Pensavo che saresti arrivato in ritardo, amore¹. —la chica de cabellos rubios es la primera en hablar y lo hace en italiano. Me frustro por no poder entender. Ale le responde de igual manera.
—¿Sono già qui²?
—No. ¿Qualcosa non va³?
—Portami fuori di qui. Se il mio intuito non delude, credo che i tuoi interessi possano cambiare⁴.
—¿È tua sorella⁵?
—Sì. Quindi smettila di fissarla così rigidamente Vanessa negli occhi. Ti ho già raccontato tutto quello che ha passato Elena⁶.
—Lei è bella. Non era mia intenzione dimostrare il contrario.⁷.
—Grazie⁸. —intervengo cuando entiendo que eso de hermosa ha sido conmigo y el hecho de que me está mirando—. Pude entender lo de hermosa. —explico al ver su confusión.
—Mia sorella capisce solo l'inglese o puoi parlarle in spagnolo. L'italiano non lo capisce bene⁹.
Ella me da una sonrisa de dientes brillantes y muy perfectos, pero al menos se mostraba acogedora.
—Un placer al fin conocerte. Soy Vanessa Vitale. —me abraza efusivamente y me da un beso en cada mejilla—. Me han hablado tanto de ti que siento que ya te conozco desde siempre.
Sonrío un tanto incómoda, porque a ella nunca la habían mencionado.
—Elena Borges. Encantada. Espero que hayan sido puras cosas buenas. —miro a Alejandro, pero él está observando su reloj—. Ve, Ale. Yo te espero aquí. —lo aliento con un suave empujón.
—¿Qué tal si te invito a comer? Debes estar hambrienta.
—¡Sí, mucho!
Él nos mira a ambas y luego vuelve a mí.
—¿Segura que quieres ir? Puedo pedirle que te lleve directo a mi casa y puedes esperarme allí.
—¿Y perderme la oportunidad de conocer Milán, aunque sea de noche? No, gracias. Estoy cansada, pero puedo ir a comer algo antes de ir a casa.
—Bien. Debo irme. —besa mi frente antes de girarse hacia Vanessa y darle un tierno beso en los labios, susurrándole algunas palabras. Luego le da las llaves y ella sonríe.
—Vamos. Chao. —me despido de él antes de salir del edificio. Ale espera hasta que subimos al Mustang y comenzamos a movernos para desaparecer en el interior del lugar.
—¿Entonces, qué te gustaría comer, Elena?
—Sorpréndeme.
—Cliché. Pero, ¿qué te parece comida italiana, la mejor?
—Bien. Vayamos por ella.
La chica rubia me llevó al centro de Milán y me mostró los mejores lugares para visitar luego, con Alejandro y cuando fuera de día. Vimos desde museos cerrados hasta parques y quedamos en que iríamos al Lago de Garda. Me llevó a un lindo y lujoso restaurante italiano que me hizo sentir que no estaba vestida para la ocasión, pero una vez que probé la tradicional pasta con albóndigas y el mejor vino tinto, olvidé todo lo demás.
Por suerte, Vanessa hablaba por las dos y no hacía falta que yo rellenara las partes silenciosas. Hablamos de cosas simples y de los clubes a los que le gustaría llevarme.
—¿Qué tal hoy? —me pregunta. Me encontraba un poco cansada por el largo viaje, pero tampoco quería derrumbar su alegría por querer mostrarme todo o por querer agradarme más de lo que ya lo hacía.
—Me gustaría poder descansar un poco.
—Oh, claro, entiendo. Qué desconsiderada soy. —levantó su mano con elegancia y llamó al camarero sin decir una sola palabra. Éste se acercó de inmediato—. Se è così gentile da portarci il conto, per favore¹⁰. —volvió a hablar en italiano. Definitivamente debía aprender eso. Él le dice algo más antes de marcharse para regresar enseguida.
—Su cuenta ya ha sido cancelada. —esta vez habla en un perfecto inglés y nos mira a ambas.
—¡Mierda!
—¿Sucede algo? —le pregunto, alarmada, porque estaba claro que ninguna de las dos canceló nada.
Vanessa mueve la cabeza en negación, restándole importancia.
—No, ningún problema. —le habla al camarero en italiano otra vez—. Molto bene. dì a Cruz che grazie¹¹.
El joven sonríe antes de irse. Seguía odiando el no entender cuando hablaban.
Lo que me tenía un poco incómoda era la persona que canceló nuestra cuenta, lo que hizo que el estado de ánimo de Vanessa cambiara. Salimos del restaurante y, como buena anfitriona que es, la chica continuó enseñándome algunos lugares de Milán.
—¿Entonces, sales con mi hermano? —le pregunto.
—Sí. —Lo dice con una brillante sonrisa.
—¿Llevan mucho tiempo juntos?
—¿Interrogatorio de hermana? —me encojo de hombros al subir al auto.
—¿Podrías culparme por querer saber más de ustedes?
—No, supongo que no... —sube al auto también y toma su lugar tras el volante—. Llevamos algún tiempo, nada serio. Y cuando hablo de "serio" me refiero a casarnos o algo así.
—¿Qué? ¿Cuánto sería ese tiempo?
—Dos años más o menos.
—¡¿Y dices que no tienen planes de casarse?! Vaya, pero si se ven felices juntos.
—Y lo somos, Elena... mucho. Amo a tu hermano con cada latido de mi corazón. Daría mi vida por él en un parpadeo.
Eso era lo más dulce que había escuchado a una chica decir de mi hermano. También lo más escalofriante. Y profundo.
—Eso me hace muy feliz.
(####)
—¿No vives aquí con él? —digo mirando el increíble apartamento y tratando de esconder mi asombro. No sabía que un jefe de seguridad podría ganar tanto.
—No. Bueno, me quedo aquí con él de vez en cuando, pero mayormente me quedo en mi propio lugar.
—Entiendo.
—Este... Yo... ¿te importaría quedarte sola por un ratito? Es que debo salir a hacer unas cosas. Luego debo ir a buscar a Alejandro. —La pena por tener que dejarme sola era obvia.
—Descuida, Vanessa. Puedo quedarme sola, no te preocupes. Y siempre puedo llamar a Alejandro...
—O a mí. Dame tu celular. —Se lo paso y agrega su número en él—. Nos vemos entonces. —Besa mi mejilla antes de irse.
Recorro el apartamento de dos niveles y decido quedarme en una de las habitaciones de arriba, que por supuesto, no contienen las cosas de Alejandro, como la primera que está bajo las escaleras.
Decido llamar a mamá sin tener idea de qué hora es allá. Agarro el teléfono fijo del apartamento y llamo; el celular de mamá repicó más de tres veces antes de que lo contestara.
—¿Hija?
—¡Hola, mamá! Lamento esperar tanto para llamarte, es que me entretuve con Alejandro y las horas se me pasaron muy rápido. —La nostalgia me invade al escuchar su voz—. Ya estoy en casa de Alejandro. Milán es tan hermoso. Bueno, lo que puedo lograr ver de noche.
—Oh, cariño, imagino que lo es. ¿Tú cómo te sientes?
—Cansada, pero bien. Llegué casi a las nueve de la noche, pensé que llegaría más temprano, pero calculé mal.
—Algo así le puede pasar a cualquiera. Es una buena cosa que Alejandro tuviera la hora de llegada de tu vuelo, entonces. Por cierto, ¿y tu hermano? Ponlo al teléfono.
—Está bien. Muy bien, en realidad. Está tan grande; cuando digo grande, es grande. Parece una puta montaña de músculos y tan alto. No recordaba que fuera así. —Digo con voz pensativa—. Y no. No puedes hablar con él, está en una reunión. Y yo he venido a casa; él debía trabajar. Y antes de que comiences, tranquila que sabía que algo así podía suceder.
—Me alegra tanto escuchar que está bien. —Podía escuchar el sonido de las lágrimas en su voz. Continuamos hablando de todo; así estuvimos un buen rato hasta que recuerdo que no le mencioné a Vanessa.
—Pero oye, no te he dicho lo mejor de todo, Va... —En ese instante, la puerta principal se abre y Ale entra, fulminándome con la mirada. Nos dedicamos una larga mirada y él mueve la cabeza en negación, me gesticula que cuelgue la llamada—. Oye, mamá, parece que están tocando la puerta. Necesito atender. Hablamos después.
—Pero...
—Luego te llamo. Te quiero, mamá. Besos, cuídate.
—Yo más, hija. Saludos a tu hermano y dile que lo amo. —Me dice antes de que termine la llamada.
—¿Qué carajos fue eso? —Le pregunto dejando el teléfono en su lugar y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Nada. ¿Por casualidad no estabas a punto de mencionar a Vanessa? —Deja las llaves en la mesita de la entrada junto con su celular y cartera; luego se quita la camisa revelando un torso muy bien trabajado, y me doy cuenta de ciertas cicatrices que antes no estaban allí. Ale ignora mi mirada recorriendo su cuerpo y va a la cocina.
—Algo así. Además, ¿cuál es el problema?
—No quiero que se entere aún.
—¡No lo entiendo, Ale! Siempre con un misterio con mamá.
Se encoge de hombros ignorándome.
¡Mierda! Él puede ser frustrante a veces.
—Me daré una ducha. —Anuncia yendo a lo que supe es su habitación—. Prepárate para salir. Vanessa no ha parado de decir lo mucho que quiere llevarte a su club favorito.
—¡No tienes que actuar como un bastardo!
Se encoge de hombros.
—Siempre lo he sido, fea.
Me tranca la puerta en la cara. Chillo de frustración porque sé que toda su vida ha pensado que realmente es un bastardo. Ale puede ser muy duro por fuera, pero por dentro está tan roto, casi o más que yo, de distinta manera.
Suspiro y subo a mi habitación no asignada.
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1. Pensé que llegarías tarde, amor.
2. ¿Ya están aquí?
3. No. ¿Algo anda mal?
4. Sácala de aquí. Si mi intuición no me decepciona, creo que sus intereses pueden cambiar.
5. ¿Es tu hermana?
6. Sí. Así que deja de mirarla a la cara con tanta crudeza, Vanessa. Ya te dije por todo lo que ha pasado Elena.
7. Ella es hermosa. No era mi intención demostrar lo contrario.
8. Gracias.
9. Mi hermana solo entiende inglés o puedes hablarle en español. El italiano no lo entiende bien.
10. Si tiene la amabilidad de traernos la factura, por favor.
11. Muy bien. Dile a Cruz que gracias.
