Capítulo 9 - Te ríes y te doy un cocotazo – Solo tú
Dylan apretó fuerte mi mano, pensé que me la iba a partir. Retiro lo dicho, sobre ese señor era digno padre de la lombriz de tierra.
—Ve muchacho, no tenemos el tiempo, tenemos reservación.
—Lo siento, señor. Pero mi madre también nos invitó a cenar.
—Hijo, te estoy invitando yo, a tu madre le gustará saber que compartes con alguien como nosotros, tenemos los contactos para hacerte un camino en tu carrera.
Ñerda, pero el mequetrefe se cree el rey de Inglaterra.
—Su invitación no es primero que la de mi madre, si me disculpa, prefiero las enchiladas y los tacos que hacen en el restaurante de doña Gertrudis.
Nunca antes había querido besar a Dylan como hasta ahora, se acaba de ganar mi admiración por completo, a veces podía ser un perfecto patán en ascenso, pero siempre había defendido sus raíces y deja en alto a su madre. La cara de Vicky fue para ponerle un marco, estaba casi morada. Ahora querida, a volar como pepa de guama.
—Eres bastante descortés, joven.
—Señor, con todo el respeto, lo fue usted. Mi madre es la mujer de vestido plateado, la que usted confundió con una empleada y no me ofende si lo fuera, gracias a su trabajo paga mi academia.
—Lamento la confusión. —El señor estaba colorado.
—Nos vemos después del verano Vicky, los señores que tu padre creyó eran mis padres, me invitaron a pasar las vacaciones en Colombia, ellos para mí son mis tíos. Permiso.
Durante toda esa conversación preferí cerrar el pico, mi amigo no dejó de apretar la mano, me la va a desinflar de tanto apretar. El resto de la velada fue increíble, mi familia y su familia.
Nos encontrábamos en el aeropuerto, la señora Martina y la señora María se despedían de Dylan, le daban miles de recomendaciones.
—Me haces el favor Dylan Miller y le haces caso tanto a Luis como a Samanta.
—Si señora.
La madre le decía por tercera y lo llenaba de besos una vez más, ya mi monito estaba arrugando la cara.
—Hijo, te amo hasta la eternidad, nunca lo olvides. Siempre mantén a tu lado a Cata, ella es tu polo a tierra cariño.
—No te entiendo, mamá. —
Los dejé y llegué hasta donde hablaban mis padres.
—¡Oh! Luis no me gusta que dejemos a Martina con ese problema.
—Muñeca, nos pidió cuidar a su hijo mientras ella asiste a los tribunales, al menos me hizo caso en poner una orden de alejamiento. Yo tengo un mes de vacaciones y ustedes dos. No pasará nada.
—Confiemos en que esta zozobra no sea nada.
—¡Oh! Mami, ¿puedes comprarme unas papitas antes de montarnos al avión?
—¡Catalina!
Los dos me llamaron la atención, me tenían en una dieta absurda, moriré de hambre. No veía la hora de llegar a Montería para que mis abuelos por debajera me dieran mis porciones de harina correspondiente.
…***…
La despedida con mamá fue un poco larga para mi gusto y algo incómoda por la edad. Lo atribuyo por ser la primera vez que nos íbamos a separar por dos meses. —Tiempo que estaré con mi mejor amiga en Colombia, en Montería—. Investigué por internet, era una ciudad pequeña, muy caliente, en los veranos de acá no hemos llegado a la temperatura de esa ciudad, pero llevo muchas expectativas. Bodoque por cuatro años no ha dejado de hablar.
El señor Luis durará cuatro semanas, luego regresa por motivos laborales, mientras nosotros nos quedaremos. Esperábamos en la sala de espera el llamado para subir al avión, no podía ocultar mis nervios.
No éramos pobres, pero tampoco teníamos lujos, mi madre se encarga de todas las deudas ante los bancos, mi abuela de los gastos de alimentación, por eso no era mucho lo que queda para tener vacaciones. Y en este paseo todos los gastos estaban corriendo por la familia de Cata.
Era mi primera vez en avión, de ahí mis nervios. Nos llamaron, como un robot seguí la fila, entramos al avión, me senté y Catalina se sentó a mi lado, por poco no cabe en el asiento, eso me causó risa.
—Si dices algo te cocoteo.
Al menos ya sabía lo que significa esa palabra, también sé que cumplía su amenaza y un golpe no lo deseaba. Confieso, le pesaba la mano, ni hablar de sus pellizcos, siempre me deja el morado cuando no le he prestado atención a sus explicaciones de ciencias.
No iba a ser un científico para estar aprendiendo de mitosis y conceptos poco importantes para mí.
—No he dicho nada, Bodoque.
Hizo un gran esfuerzo hasta que por fin pudo abrocharse el cinturón, por más que traté no pude evitar reírme y solo fue consciente cuando sentí sus nudillos en mi cabeza.
—Te dije que te cocotearia si te reías. Me aprieta mucho. —Fue imposible retener la carcajada. La azafata llegó y le entregó un extensor de cinturón.
—Si sigues comiendo como lo haces de regreso no podrás abrochártelo ni con el extenso.
Hizo un jadeo de molestia, sus ojos estaban brillantes. Volvió a encogerse de hombros.
—Me va a tocar decirle a mi abuelo que me regale un pedazo de cabuya a mi regreso, porque ni loca dejo de desayunar yuca con suero, patacones con queso, comer mote de queso. Ahora vas a conocer la sazón de la abuela, la señora María también cocina rico, un poco picante porque esa es su cultura, pero rico después de todo.
—¿No piensas sino en comer?
Las azafatas dieron las indicaciones, el avión comenzó a moverse y un vértigo se formó en mi estómago, por inercia tomé la mano de Cata. Ella sonrió al darse cuenta y no la apartó. Recordé que cuando la conocí sentí su mano y vi su rostro. Siempre me había dado tranquilidad, casi no se le sentían los huesos por lo abullonada que tenía sus manos.
El viaje, aparte de ser largo, tuvo mucha turbulencia, por eso mantuve las manos de Cata entre las mías. Hicimos competencia en quien comía más rápido y suelo comer mucho, pero ella siempre me gana en eso, nunca era remilgosa para comer, verla era agradable porque disfruta de la comida como yo al tocar la guitarra o el piano. Pasadas las horas anuncian que aterrizaríamos en Bogotá.
—Ya estamos un poco más cerca de Montería. Bogotá es frío y Montería es caliente, antes de bajar del avión tendrás que quitarte la chaqueta. Porque te asarás.
Realizamos el trasbordo, ahora nos movíamos en otro avión. Llegaremos sobre las cuatro de la tarde, dijeron que nos quedaremos en la casa de ellos y el fin de semana nos iremos para la finca. Cuando realizábamos el cambio de avión aproveché para llamar a mi mamá, ya estábamos en Colombia. Envió saludos y ahora iba rumbo a la famosa ciudad de Catalina Suárez.
—¡Oh! Dylan.
—Dime Bodoque.
Me estaba quedando dormido mientras me desestresaba con su mano.
—Ahora que lleguemos, analiza mi tierra, y al finalizar me dices que te pareció cuando estemos de regreso. Tienes dos meses para descubrir el encanto de la región cordobesa, si te llega la inspiración algún día hazle una canción.
—Entendido.
Llegamos sobre las cuatro de la tarde, apenas bajé, sentí la cara acartonaba por el calor, fue como cuando sacaba las galletas del horno, un fogaje abrumador y por alguna razón que no me explico se sintió también una cálida y agradable brisa. El rostro de Catalina me hizo sonreír.
—Mi tierra te recibe con brisa, no es muy común, cuando llegas de una ciudad con un clima diferente al de aquí la cara se te queda tesa.
Mientras caminábamos en busca de nuestras maletas siguiendo a los pasajeros la vi sonriente.
» Ya siento la cara pegachenta.
De camino en el taxi, menos mal tenía aire acondicionado, el conductor hablaba con los señores Suárez, pero lo hacía muy rápido, las palabras las decía diferente, el señor no terminaba las palabras, las omitió, como me costaba comprenderlo y preferí mirar el paisaje. En ese instante algo dentro de mí se regocijó, era como si esta lejana y desconocida tierra me diera la bienvenida y acogida, como si abriera los brazos y dijera te encuentras por fin en tu casa.
Los prados planos y verdes se visualizaban ante mí, un túnel de hojas amortiguaba el sol, aunque a esta hora no ejercían ese favor, era un bello atardecer, se veía las sutiles brisas moviendo las hojas de los árboles como si de una danza se tratara.
Cata siempre había dicho que su tierra era mágica, que si uno analizaba el valle del Sinú encontraba su música. —sonreí como un tonto—. Al perderme en el paisaje el rostro de mi madre vino a mí. Sus besos en el aeropuerto, sentí algo extraño y aún lo siento. No se me quita de la cabeza que ella me quería lejos. Espero que nada malo le pase a mi madre.
