Capítulo 8 - El sentimiento cambió – Solo tú
Estaba sintiendo cosas diferentes por Dylan, pero era consciente de que no me vería jamás con otros ojos, que no fuera de amiga. Su madre continuó hablando.
—Aunque te haga mucha burla, eres su tercera mujer importante. Para él tu amistad es sagrada. Creo que eres la más fundamental, conmigo no se duerme tan rápido. —Se acercó—. Está profundo.
» Catalina, su padre, está por salir en unos días. Esa es la razón por la cual le pedí a tus padres que se lo lleven a Colombia de vacaciones. Aún no tengo idea como se comportará Jhon, no ha querido firmar los papeles del divorcio. No le digas, solo sigue cuidándolo. —afirmé.
» Siempre hazle ver las cosas malas, mi hijo en ocasiones es algo arrogante, jálale las orejas de ser necesario, he notado que te hace mucho caso. Ojalá algún día queden juntos.
Me puse roja al escucharla decir eso y mi corazón casi explota.
—No soy del gusto de su hijo y tampoco es el mío.
Me apresuré a decir para no dejarme en evidencia. Virgen santa, ¡qué bochorno!
—Por eso es que tu padre lo deja ser tu amigo. —respondió.
—Hasta lo tiene entrenado para dar palizas si alguien te hace daño.
Respondió mamá. Las dos mujeres se echaron a reír y por dentro mi corazón se añuñó, no debes enamorarte de Dylan o pasarás triste. Sin embargo, por el latir de mi pecho ya era demasiado tarde. Verlo dormido con mi mano entre las suyas, era tan bonito, mi monito.
» En ocasiones una buena amiga es mucho mejor que una novia.
—La amiga siempre estará a tu lado, las relaciones amorosas suelen ser tormentosas.
Ellas hablaban, mantuve el pico cerrado, por ahí dicen; en boca cerrada no entran moscas.
» Dejemos que duerma, ha pasado muy metido en el piano, practicando, mírale los dedos.
Se fueron a la cocina, me quedé con Dylan en el mueble y cuando intenté quitar mi mano no me dejó, se levantó y con los ojos adormilados.
—Bodoque, déjame dormir. —comenzó a masajearme más la mano—. Gracias, Cata.
—Me debes un helado.
—Estás a dieta. —refutó entre dormido.
—Helado o me levanto.
—Tú, ganas.
Sonreí, aunque no me viera, esa dieta que mandó la doctora, quien dijo, «Esta niña está extremadamente obesa.» Fue una descarada, yo soy una bolita de azúcar. Las personas que amo, me quieren gordita. Además, los exámenes salieron muy bien, no tengo nada de que preocuparme.
La presentación de Dylan era en el salón de convenciones de la academia, una de las mejores de la ciudad. Íbamos en el carro todos bien vestidos, mi mamá se veía preciosa en su traje turquesa, no ha dejado de recibir piropos de papá, se adoran y eso me hacía feliz, yo quiero a un hombre así para mí.
Papá se puso un esmoquin y yo iba embutida en un traje negro, mi mamá se esmeró por buscarme uno donde no me viera tan gorda, era imposible y ni me importa. A quien no le guste, como dice el chavo del ocho, que coma torta y de ñapa me dé un poquito.
Ya estaba curtida con el bullying en la escuela por más esmero de parte de Dylan, el cual había repartido golpes con más de uno, por ponerme apodos despectivos. El mismo se contradice, suele decirme Bodoque, aunque lo dice con mucho cariño.
No lo vimos, nos sentamos al lado de la madre y abuela de Dylan, se veían muy arregladas, la señora Martina con un traje plateado, la señora María con un conjunto estilo sastre negro con algo de brillantes. Se veían muy bonitas.
—Pronto comenzará, será media hora donde escucharemos a mi hijo tocar.
—Lo hará bien. —dije—. Es muy perfeccionista.
—Si he de morirme hoy, lo haré feliz después de escuchar a mi hijo en su primer concierto.
Las luces se apagaron, la gente comenzó a hacer silencio. Luego se encendió el escenario y mi amigo salió, se veía tan lindo, siempre lo ha sido. Miró al público, el lugar se encontraba a reventar.
Hoy era la presentación de tres nuevos pianistas, por el talento demostrado le dieron la oportunidad, aun cuando era el más joven y sin terminar sus estudios. El profesor suele referirse a él como un pródigo del piano y la guitarra.
Se veía asustado, miraba entre la gente, cuando nos encontró sonrió, nuestras miradas se conectaron, me importó si era bien visto, puse mis dos manos con mis dedos pulgares en alto para decirle que él puede arrasar con este auditorio. Sonrió un poco más, mi padre me bajó los pulgares, puse mis ojos en blanco.
Se sentó, acomodó sus partituras. Y sus dedos comenzaron a darle vida a esas teclas, lo he escuchado tocar, cantar y componer. Pero verlo ahí, sobre una tarima a sus catorce años, abriéndose camino a sus sueños, con un objetivo claro, darle a su madre y abuela lo mejor del mundo. Puede que mi amigo sea algo grosero, altanero o por su inteligencia presuma mucho, pero no soportaba el maltrato a la mujer.
A medida que la música nos envolvía me llenaba de orgullo, «ese es mi amigo.» En varias ocasiones sus ojos se encontraban con los míos, su madre se limpiaba las lágrimas. Los minutos pasaron, la destreza era notoria, el público al transcurrir los segundos se conectó con esa magia proveniente de Dylan. La media hora pasó sin darnos cuenta, el público estalló en aplausos.
Escuchamos los otros intérpretes, el concierto duró dos horas, luego podíamos hablar del concierto en un salón y ahí esperaríamos su llegada. Él mejor fue él. Salimos y cuando llegaron los músicos, lo veía con ganas de abrazarnos a nosotros. Pero se interpuso su fastidiosa novia en compañía de sus padres, eran iguales de estirados a ella.
Vicky me acepta porque en una ocasión Dylan lo impuso. Recordé cuando cumplió trece años, llegué con mi amigo y Lucas, el mejor amigo de Dylan, el cual me cae muy bien. Entonces ese el palillo eléctrico —si ella me insulta en voz alta, yo lo he hecho en mi mente para desahogarme—. Dijo en voz alta.
—Yo no invité al buñuelo.
No iba a permitir que me ofendiera delante de toda esa gente, se lo había dicho a Dylan, ella a mí no me habían invitado, pero él se mantuvo que siempre íbamos a estar juntos en todos lados.
» Ustedes dos entren.
«Idiota, lombriz de tierra, tonta varilla», todos hacemos bullying en algún momento, el problema conmigo era que no lo exteriorizo. Iba a mitad del jardín de la inmensa casa de Vicky cuando las manos de Dylan me detuvieron.
—Digas lo que digas, no voy a entrar a esa casa.
—Te invito a un helado.
Abrí mis ojos, miré a la casa de su novia, estaba con los brazos en la cintura y roja de la rabia, Lucas también llegó a mi lado.
—Quien se coma el helado más lento les pide dinero a sus padres para ir a cine. —Los ojos se me humedecieron.
—¡Dylan! —el muy descarado le dijo adiós con la mano.
—¡Si Bodoque no entra yo tampoco!
—¡Y yo menos! —gritó Lucas. Miré mis amigos y les sonreí.
—Tu sonrisa es mejor que la de ella. —Me sonrojé.
—Entonces, ¿qué hace a tu lado?
—Porque es la niña más bonita —suspiré negando, era incorregible.
Hace un mes habían vuelto de nuevo, ahora Vicky era la más popular en el colegio, había ingresado al grupo de las porristas, su cuerpo había cambiado, tenía senos y caderas, aunque seguía siendo reflaca.
Dylan hacia parte del equipo de futbol americano al igual que Lucas, entre tantos entrenamientos volvió con la grilla. Desde nuestro lugar vi cómo se apartó de ellos y llegó hasta donde su madre, su abuela y por último llegó a nosotros. Papá lo felicito, mamá le dio un par de besos y yo le sonreí, él tomó mi mano como era su costumbre, la apretaba, estaba frío… Estaba nervioso.
—Lo hiciste muy bien.
Seguía reservado, Vicky lo llamó, sin soltarme me arrastró con él.
—Mis papás te invitan a cenar.
Miró nuestras manos unidas, eso no le gustó, ella se veía diferente, estaba más tetona, era esclava del ejercicio, además asistía a una academia de modelaje.
—¿Y tú eres? —preguntó el señor.
—Es la hermanita de Dylan. —miró a su novio—. Despídete.
—¿Qué son esos modales? —La reprendió el papá, al menos el señor no era tan plástico—. Muchacho, despídete de tus padres, me imagino que la señora de vestido turquesa es tu madre, es muy guapa. —arrugué la frente—. Tienen buen corazón, traer a las empleadas a tu presentación. —¿Qué acababa de decir ese mequetrefe?
