Capítulo 7 - Señales de enfermedad – Solo tú
Cuatro años después
Mis papás estaban preocupados, esperábamos a que el doctor Robinson nos atendiera, desde hace un mes he venido presentado varios mareos, hasta he vomitado sangre, no le hemos dicho a los abuelos para no preocuparlos. Hace quince días iniciaron a realizarme varios exámenes, pero no han encontrado nada. No saben las razones por las cuales vomité con sangre.
—¡Señores Suárez!
Llamó una enfermera. Ingresamos al consultorio tomado de las manos, el doctor les sonrió a mis padres y nos invitó a sentarnos.
—Buenas tardes, un placer conocerlo, señor Suárez.
En las dos consultas anteriores venía con mi mamá, papá ha estado trabajando.
—Igual doctor. Dígame ¿qué tiene nuestra hija?
—Los resultados no muestran nada, salvo su sobrepeso, no tiene úlcera, ni nada extraño en el estómago, en los estudios efectuados. Pero seguiremos en chequeo cada vez que ustedes lo requieran. Les propongo hacerle un monitoreo anual a menos que vuelva a presentar el mismo caso.
—No sé si preocuparme o alegrarme. —comentó mamá.
—Por ahora, averigüen si en sus familias han tenido dichos episodios, clínicamente no tiene nada, su hija se ve muy sana, sin embargo, la voy a poner a dieta, —arrugué mi frente—. Tienes muchos kilos de más para su edad.
—La comida es deliciosa. —digo en mi defensa, los tres adultos sonrieron.
—Es deliciosa.
Afirmó el médico. Era un señor de unos cuarenta años, cabello negro y sus ojos verdes, aunque los ocultabas detrás de las gafas. Era el internista, estaba en urgencia cuando mi madre llegó asustada por ver la sangre en el baño cuando vomité la primera vez. El médico fue muy sonriente, nos cayó muy bien y desde entonces ha tomado mi caso.
» Te enviaré a la nutricionista.
—Perderá el tiempo doctor. —comentaron mis padres al tiempo.
—Es por tu salud jovencita, ¿ya te desarrollaste?
No pude evitarlo y sentí el rostro caliente, debo tener la cara colorada, mamá afirmó. Hace dos meses fue mi primera regla. A papá casi le da un infarto, al recordar ese momento fue muy cómico.
Mamá se había ido al supermercado, cuando fui al baño vi mi ropa interior manchada, me asusté, aunque sabía lo que eso significaba, no dejó de acelerar mi corazón. En la sala se encontraba papá y Dylan viendo películas, mis gritos los alertaron.
No entraron al baño y mi mamá no tenía toallas higiénicas, por eso les tocó salir a los dos a comprarme un paquete, papá no quería ir, pero tampoco era una opción el que me quedara encerrada en el baño hasta la llegada de mi mamá. Había salido con la señora Martina. Después de casi cuarenta minutos por debajo de la puerta me entregaron unas enormes toallas higiénicas.
—Hija, si esas no te quedan también compramos otras.
Pasó cuatro diferentes, tomé la que me pareció más cómoda, era una niña de doce años, al mirar las otras sonreí. ¿Cómo me iba a poner una la cual parecía materna?, era cierto que era gordita, pero eso no tenía nada que ver con los tamaños.
Como decía ice mi mamá «hombres». Cuando salí del baño me esperaban sentados en la mesa del comedor. No tenía idea porque Dylan estaba sentado, él había cambiado bastante. Había ingresado al equipo de fútbol americano, a veces jugaba también Basquetbol, creció mucho y sus brazos se estaban poniendo gruesos.
Los fines de semana trotaba con papá y practicaban artes marciales. Seguía con la música, era algo que no había dejado, espero nunca lo deje, su madre le pagaba la academia de piano. Ahora se preparaba para hacer una presentación en el lugar donde estudia música. Tenía mucho talento.
Esperábamos su presentación, por otro lado, mientras mi madre me dijo que me sentara en la silla, recordé que estábamos a la espera para viajar a Montería, salíamos a vacaciones.
La señora Martina habló con mis padres, se encerraron en el despacho y de ahí salieron con la idea de que él pase con nosotros las vacaciones de verano en Colombia. La idea me agradó mucho.
Esa tarde papá nos dio una cátedra de sexualidad, él aprovechó mi acontecimiento y también incluyó en la charla a mi mejor amigo. El tema lo tenía con su rostro rojo como el de nosotros y aun así no se amedrentó. Nos dijo que a partir de ahora ya éramos personas que si no nos cuidábamos podríamos quedar embarazados.
Le dijo a Dylan: si él se ponía de pipí loco como era lo normal a su edad, sin usar condón dejaría hijos regados, y los hijos era algo para tener en el deber ser en el matrimonio, o por lo menos en una relación sería de convivencia. No tener hijos cuando aún dependíamos de nuestros padres.
Fue tan abierta la charla y sin tapujos, dijo que cómo era hombre era normal que experimentara mientras su sexualidad, pero a mí la charla fue de rotunda negativa en el tema de experimentar, yo debía llegar virgen al matrimonio a mis treinta años.
Entre el listado de mi padre estaba nada de novios, quedaba prohibido meter hombres a la habitación incluyendo a Dylan a partir de ahora. Por más que dije que era bastante machista. A uno lo incentivaba a ser picaflor, a mí me sentenciaba a celibato. Fue radical.
La charla se acabó cuando llegaron nuestras mamás. A penas les conté a ellas solo se rieron por mi notorio enojo. No estamos en la época arcaica y era cierto que no iba a ir de pierna floja y calenturienta, sin embargo, era injusto que yo no pueda tener novio, no ahora, pero si más adelante.
Me llamaron varias veces, a la tercera fue que reaccioné, aún seguíamos en el consultorio.
—Vaya, estabas ida —dijo el doctor.
—Lo siento.
—Bueno, eso es todo, si pasa otra vez el mismo episodio me buscan, por ahora averigüen quien en su familia ha presentado este episodio, si nada pasa, nos vemos en un año para hacerle de nuevo los exámenes y descartar cualquier cosa.
—Gracias doctor —cuando salimos de la clínica les dije a mis papás.
—¡Erda!, el otro doctor me va a quitar un pocotón de cosas, ahora ¿me pueden regalar un helado?
Soltaron la risa y mi padre afirmó, pasamos el resto de la tarde en el centro comercial, comiendo helado. Las cosas en el colegio mejoraron mucho gracias a Dylan, todo el mundo sabía de la hermandad que había entre nosotros. Con la única que no congeniaba mucho era con Vicky.
Ella me acepta cada vez que se hacía novia de mi amigo, ellos viven terminado y volviendo. Era el cuento de nunca acabar. Con los temas de las materias seguimos igual, él era un superdotado para ciertas materias, seguía negado para historia y ciencias en esas era donde yo le mandaba sus salvavidas.
Había terminado de hacer los trabajos finales, él se encontraba en sus extenuantes ensayos, mañana era su presentación y en ocho días nos íbamos rumbo a Montería, no veía la hora de estar en mi tierra.
—Bodoque ¿qué haces?
Se tiró en la cama mientras yo terminaba de apagar el portátil.
—Sabes que tienes prohibido ingresar a mi habitación.
—Ya hablé con el señor Luis, sabe que te quiero como mi hermana y me dijo permiso, pero no puedo cerrar la puerta cuando esté aquí.
Puse mis ojos en blanco, ante los ojos de Dylan, soy su hermana, por más que yo ahora me haya percatado de sus cambios, y de lo bollito que se estaba poniendo, él seguía mirándome como su amiga, la gordita.
—¿Preparado para mañana?
Se levantó de la cama, me pidió que lo acompañara y nos sentamos en la sala a ver una película.
—Quiero desestresar mis manos, me duelen.
Abrí mi boca, pero no dije nada, sabía lo que se pondría a hacer.
—Eres un odioso.
Me crucé de brazos, él los deshizo y se puso a jugar con mis manos acolchadas.
—Sabes lo desestresante que son tus manos gorditas, Cata me duelen y tú eres blandita, acolchadita.
—Mi papá compró tres boletas para verte mañana. —sonrió.
—Gracias.
—¿Va a ir tu novia?
—A Vicky no le gusta la música clásica. Sabes, tendré la oportunidad tocar algo mío.
—¿Vas a cantar?
—No, solo interpretar una melodía propia.
Se estaba quedando dormido. Nuestras madres eran muy buenas amigas, llegaron a la sala, la señora Martina lo observó. Adoraba a su hijo, le dio un beso en la frente.
—Gracias Cata, eres la única que lo calma, en la casa no deja de practicar y pasa intranquilo, no hace mucho llegó y míralo.
—Soy su desestresante.
Señalé las manos, mi mamá sonrió, él seguía apretando mi gorda mano. Mientras ellas sonreían, a mí eso ya no me estaba agradando, porque él ahora me parece muy lindo y me gusta, pero para él solo seré su amiga gordita.
