Capítulo 6 - Amigos por siempre – Solo tú
Mi madre se encontraba muy orgullosa, no puedo desmentirla. No tenía por qué mentir.
—Mi hija es un terrón de azúcar, demasiado noble, en ella no hay maldad, siempre ha sido objeto de bullying, sufre mucho con el desprecio, pero nunca los llega a odiar.
Si querían hacerme sentir mal, lo lograron, ni siquiera cuando perdí el cuaderno donde había escrito muchas canciones me sentí tan mal. Sonreí
—Ellos… tendrán una hermosa amistad. —intervino mi abuela.
—Bueno, los dejo, Dylan eres bienvenido a la casa cuando quieras, pueden hacer tareas juntos.
Era sorprendió la mirada de mamá. No podía ser tan malo. Mamá y la abuela eran más importante que los besos de Vicky. Si ella no quería ser mi novia, ni modo, no quería ver a mamá decepcionada, con papá era suficiente, no deseaba verla llorar por mí.
Mañana arreglaré lo que ocurre con Catalina. Me ha molestado el trato que le han dado, me quedé al margen por la advertencia de Vicky, sin embargo, ahora no me importa. Como dice mi madre, uno debe ser práctico e inteligente, si me sigo haciendo el de la vista gorda… seré cómplice y eso no lo quiero. No decepcionaré a las dos mujeres más importantes, además hoy me salvó el pellejo. La señora Samanta dijo la verdad, Catalina era muy noble, juramos ser amigos para toda la vida. Debo pedirle disculpa y a partir de mañana nadie más la volverá a molestar.
En la tarde miraba desde mi terraza a la casa de Cata, tenía pena llegar, pero necesitaba agradecerle y disculparme. Cuando tomé el valor, me topé con Vicky y sus dos inseparables amigas Aby y Betty, antes de pasar la calle.
—Vine a hablar contigo. —Crucé mis brazos—. ¿A dónde vas?
—Que te importa
—Si sigues así de grosero no serás mi novio.
Movió su cabello rubio de un lado al otro, eso no me interesó.
—Vicky, yo no te he pedido que seas mi novia, no me interesa, solo quería darte un beso y eso ya lo hice, no fue nada del otro mundo.
Las amigas se taparon la boca para ocultar las ganas de reírse mientras ella se puso roja.
—Eres un… un… un…
Su rostro lo decía todo, no encontraba las palabras adecuadas.
—Cuando quieras te regalo un diccionario, así aprendes palabras nuevas y enriqueces tu vocabulario.
Ella no era la más inteligente, era solo bonita, puede que la historia y ciencia no me gusten, pero el arte y la literatura me apasionaban. Leo mucho, eso era una ayuda para componer. Aprendí a leer antes que cualquier otro niño del jardín. Mi madre suele decir que un libro era tu mejor amigo.
Cuando he estado triste, un libro me ha hecho reír, además, para no pensar en los maltratos de ese señor el mundo imaginario de otra persona era una escapada a la realidad, la literatura y la música estarán siempre conmigo.
» Ahora tengo algo muy importante, ¡ah!, si mañana no tratan bien a Catalina, me encargaré de obligarlos, ¿les quedó claro?
—Mis amigos me escogerán a mí.
—Bien, no me importa que seamos Catalina y yo, adiós.
Iba a continuar, pero recordé los pastelitos de mi abuela, me devolví para robarme tres de la mesa, ahora sí fui camino a la casa de los Suárez. El papá de Cata abrió y sonrió, estrechamos la mano, comentó que su hija se encontraba en su habitación haciendo tareas, ¡hasta ahora las recuerdo!, tenemos que presentar una de historia, ¡changos! Debo hacerla.
—Dylan sube, es la habitación de la izquierda, la primera.
—Gracias.
Subí, al tocar, escuché «pasen», al asomarme estaba en un escritorio, sonrió y supe que estaba perdonado, ingresé a su cuarto.
—Pasa, antes que nada, mis papás no saben lo que pasa en el colegio, ¿puedes guardar el secreto?
—A eso vengo. Te debo una disculpa y la razón por la cual fallé a la promesa de ser tu mejor amigo fue porque quería un beso de Vicky.
—¡¿De esa lombriz?!
Hizo una mueca, llegué hasta su lado, le entregué la bolsa con los pastelitos, sus ojos volvieron a brillar. Era una gordita de ojos bonitos.
» Estos son de todo mi gusto, ¿son los pastelitos que hace tu abuela? —afirmé, se lamió los labios y no pude evitar reírme al ver como sacaba uno y se lo llevaba a la boca—. ¡Son deliciosos! Gracias, si los trajiste para disculparte, te informo que ya te perdoné.
—Gracias, mañana paso para irnos a la escuela juntos. —abrió sus ojos.
—La lombriz va a enojarse y no te seguirá dando besos. —Me encogí de hombros.
—Ya la besé. Ahora debo dejarte, no me acordaba del trabajo de historia.
—Dylan, ya lo hice por ti. No es una materia de tu agrado —negué, Bodoque si era especial.
—Gracias Bodoque.
—¿Otro apodo?
—Te lo digo con mucho cariño y solo yo te lo diré. Además, me gustó mucho desestresarme con tu mano —arrugó su frente—. Yo me entiendo.
A la mañana siguiente pasé por Cata a su casa. El señor Luis iba a llevarla, pero lo convencí de no hacerlo, con eso ella hacia un poco de ejercicio. Aceptó por ser una buena idea mientras que Bodoque iba enojada porque le tocó caminar mucho durante el día.
Era perezosa. Lo bueno era caminar y con ella resultó ser agradable. No paré de reírme por sus comentarios, expresiones, le tocó explicarme más de una porque no le entendí las palabras.
Cuando llegamos fue evidente la molestia de Vicky, mi grupo estaba todo del lado de ella, pero yo llegué tan contento que ignoré, con lo cansona que era la chica más linda de la escuela se aburrirán y terminarán volviendo a ser mis amigos.
Al momento del descanso, pasé por Cata y la invité a merendar, mi mamá me había dado más dinero con la intensión de invitarla. Sus palabras textuales fueron, «un caballero invita a una buena amiga.» Eso dijo esta mañana mientras desayunábamos. A ella le agradó Bodoque, nunca me había dado dinero para invitar a Vicky.
Quería recompensar a Catalina por las comidas que le quitaron, nos sentamos en la banca que ella acostumbraba y para mí fue diferente. Juro en verdad ser su amigo siempre, era una niña distinta a mis otras compañeras, sonríe todo el tiempo, esa era otra cosa bonita que tenía, dos hoyuelos en esos regordetes cachetes.
Había pasado una semana. —Al tercer día la mitad de mis amigos ya se sentaban alrededor de nosotros en la banca, la cual se había convertido en el lugar favorito. Al terminar la semana, Vicky solo se encontraba con sus inseparables amigas Aby y Betty, pero ellas se desvivían por querer unirse en nuestra banca riendo.
Confieso, a todos nos gustaba escuchar las ocurrencias y los cuentos de Catalina, era muy agradable. Los apodos siguieron, pero ahora eran con aprecio, a ella le resbalaba o eso aparentaba.
Algunos querían decirle también Bodoque, lo prohibí rotundamente. Ese era exclusivo de mi parte. En las tardes hacíamos las tareas juntos, se estaba convirtiendo en una rutina, yo le ayudaba en matemática, literatura, arte y ella en ciencia y sociales. Éramos una buena combinación. Sus padres hablaban mucho con mamá.
—Hijo ven aquí, a partir de la semana entrante comienzas con las clases de piano en la mejor academia de la ciudad. Y en tu recámara te espera tu nueva guitarra.
La abracé, luego a mi abuela. Lo más extraño para ellas fue, que antes de ir a ver la guitarra, salí corriendo a la casa de Catalina para contarle. ¿Por qué lo hice? No tenía la menor idea.
Al contarle y regalarme esa bella sonrisa comprendí el motivo. Ella no me gustaba, no era una niña bonita, pero si era necesaria. Por algún motivo la necesitaba, me brindaba una tranquilidad diferente.
—¡Oh! Dylan.
Ya se me hizo costumbre que antes de llamarme use la expresión ¡oh! Sus padres también lo decían, me ha comentado que era una costumbre en su modo de hablar de su ciudad.
» Debes organizar el tiempo, la escuela, tus clases no puedes descuidar el colegio, la señora Martina lo hace porque le estás correspondiendo.
—¿Siempre eres tan juiciosa?
—Mi abuelo siempre dice; es mejor amarrar la burra en una buena rama para que no se vaya olisqueando la mosca al burro. —No le entendí, al ver mi expresión lo comprendió, suspiró—. Debes acostumbrarte a mis dichos, entiendes el español. —Era cierto, pero sus comparaciones no las entendía.
» Lo que te quiero decir es que uno debe hacer su trabajo bien, para no arrepentirse. En el lenguaje de papá se traduce en ser uno responsable.
En ocasiones me costaba mucho comprender sus analogías. No tenía idea que tiene que ver el burro, la burra con la responsabilidad, no me quedó claro, pero quedarme callado, era lo mejor para no quedar como un bruto.
» ¿Me enseñarás lo que aprendas?
—Trato hecho.
