Capítulo 4. Encuentro fugitivo
Gilbert hizo lo que yo le pedí, lo veía que me miraba serio, se dirigió hacia la cama como yo le había indicado y procedió a sentarse, me quedé mirándolo fijamente aunque él no entendía lo que yo pretendía hacer.
—¿Sabes de qué tengo ganas? —pausé por unos breves segundos, mientras él permacía en silencio—. Tengo ganas de agarrarte en la cama y darte con un látigo —le confesé finalmente.
Veía como él cambiaba de expresión y me eché a reír. Gilbert abrió sus ojos como platos. Se veía asustado y fuera cual fuera le respuesta yo iba a disfrutar del momento.
—No, no, no, no, no. ¿Estás loca? ¿Ashley? ¿Qué díablos es lo que tienes en tu cabeza? Yo en definitiva no aceptaría eso, no me hables de esas cosas raras. ¡Estás enferma! Olvídate de eso loca —protestó él, al parecer no le había agradado para nada.
Rodé los ojos. Yo lo veía a él como un ridículo. Un hombre de mente cerrada verdaderamente. Pero a la vez me emocionaba verlo asustado ante mi pedido. Decidí reírme y disfrutar de la escena. Gilbert el ogro, el hombre posesivo, dominante, se veía vulnerable ante mí.
—Descuida Gilbert, veo que te ha aterrado la idea de amarrarte sino quieres esta bien cariño. Espero que algún día puedas dejar el miedo y poder complacerme —le respondí entendiéndolo perfectamente.
Él asintió cambió su forma de expresión en su rostro y sonrió, volviendo al Gilbert agradable de cuando entramos aquí.
—Gracias Ashley —fue lo que me dijo él.
Lo miré con una ceja alzada. Me había arruinado el momento que yo estaba disfrutando, entonces decidí suavizar mi rostro. Retorné a mostrar mi sonrisa y disfrutar del momento.
—Voy a poner música entonces, tenemos que entretenernos con algo, no es sólo sexo y bailaré para ti —le comenté a él lo que yo iba a hacer.
Inmediatamente me movilicé después de yo haberme expresado y fui directo a tocar música como lo había dicho yo anteriormente. Coloqué reggaeton finalmente, era música movida. Mientras yo bailaba, Gilbert me tocaba los senos, tocaba mi cuerpo suavemente. Cuando me cansé de tanto bailar, me lancé sobre él, sentándome en sus piernas quedando yo frente a él. Estuvimos cara a cara con la verdad. Coloqué mis brazos alrededor de su cuerpo, acerqué mi cara hacia la de él para besarlo, abrí mis labios y me acerqué aún más hacia su boca para besarlo, nos besamos con pasión, nuestras lenguas se tocaban con deseos de más y más.
Luego Gilbert besó mi cuello y me daba mordidas con pasión, furia y deseoso. Estábamos sumergidos en una lujuria que no queríamos que terminase nunca. Después bajó su cabeza más abajo para tomar mis senos, un gemido involuntario salió de mi boca al sentir sus caricias sobre mis senos. Gilbert no aguantaba estaba muy excitado al igual yo ambos queríamos sexo.
Se paró de la silla conmigo sentada, caminó hacia un extremo de la habitación, me dejó en contra de la pared y él, colocó su boca junto a la mía para besarme otra vez, en un rato sentí que entraba su pene en mi vagina, gemía mientras me retorcía a la vez, me sentía en el cielo, fue un maravilloso momento era la segunda vez teníamos sexo después del treinta y uno de diciembre aquel.
Gilbert entraba y sacaba de mí su miembro con fuerza, como le dije, sexo de a duro, salvaje con pasión, eso era justo lo que le pedí, disfrutaba ese momento como si fuera único. Hasta que de pronto ya sentía que un orgasmo iba a venir, Gilbert se dio cuenta perdimos el conocimiento y tuvimos un orgasmo combinados. Respiramos, estábamos saciados. No me soltó en ningún momento, me llevó a la cama cargada con él, me ayudó a recostarme, acariciaba mi pelo y mi cara con mucho cuidado. Por un buen rato permanecimos teniendo sexo.
—Dejé la alarma puesta para que nos despierte bien temprano, tenemos que trabajar mañana y no podemos faltar, no quiero que te interpongas —le recordé a él y le dejé algo bien en claro porque yo lo conocía a él.
Asintió con la cabeza. Me alegró al ver que él no se había negado. Volvió él a besarme apasionadamente y continuamos teniendo sexo una y otra vez. Al día siguiente sonó la alarma a la hora que yo la había programado, apagué la alarma cuando pude y le dije a Gilbert que era hora de tomar un baño e irnos del lugar. Yo fui la primera que tomó un baño, luego él hizo lo mismo. Salimos del hotel lo más rápido que pudimos, tomé un taxi y Gilbert se retiró en su auto.
Cuando llegué a mi casa, me vestí nuevamente y me puse ropa para trabajar, salí rápidamente de mi casa y luego me monté en mi auto que estaba afuera. Laila fue ayer al café y buscar mi auto y lo dejó cerca de la casa.
Ya en el trabajo escuché a Teresa comentando muy enojada, luego recordé que podría ser porque Gilbert no le tomó la llamada. Estaba que echaba chispas. Al rato escuché una voz, era Gilbert se dirigió hacia donde estaba Teresa.
—Buenos días mi amor, disculpame es que anoche se me quedó el móvil en casa de mi madre y fui hoy a buscarlo —le dijo a Teresa.
Yo eché una carcajada al escuchar las mentiras de él y me tapé la boca en seguida. Teresa le dio una bofetada delante de sus amigas.
—¡Desgraciado! —gritó.
—Mi amor perdóname, es en serio si quieres pregúntale a mi madre, ven toma mi móvil y llámala, por favor —le dijo sacando su móvil. Teresa tomó su móvil y la llamó, confirmó lo que le dijo Gilbert. En un rato escuché a Teresa disculpándose.
—Ufff la madre es bien apoyadora —me dije a mí misma incrédula—. ¿Cómo una madre se podría prestar para esas cosas? Pero sí yo misma soy tan culpable de su desaparición como él —murmuré todas esas cosas en voz baja.
