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Capítulo 2: Usurpación

Samuel

Cuando salí del hospital, había caído la noche y mis pensamientos seguían dando vueltas. No había nada más tangible que la fría y cruel realidad que tenía delante, pero parecía tan vaga e irreal como una pesadilla. Cada paso sobre el asfalto me parecía más pesado que el anterior, cada respiración un esfuerzo. No tuve tiempo de pensar en lo que acababa de vivir. No era el final. Era sólo el principio.

No había pensado en todo. No tenía ni idea de cómo iba a hacerlo, pero una certeza crecía en mí: tenía que convertirme en Alexander. Tenía que ocupar su lugar, aunque sólo fuera temporalmente. Parecía la única forma de llegar a la verdad, de averiguar qué había detrás de su muerte. No tenía ni tiempo ni energía para dudar.

Cogí un taxi hasta su piso, donde vivía desde hacía meses. En cuanto subí al coche, me invadió la misma sensación de extrañeza. En cada cruce, sentía que me alejaba cada vez más de mí misma, de la vida que había construido lejos de la agitación de Alexander. Pero nada de aquello tenía ya sentido. Ya no era una cuestión de vida o muerte, era una cuestión de verdad. Tenía que averiguar por qué había muerto.

El piso de Alexander estaba en un barrio bastante tranquilo, aunque solía esconder algunos lados oscuros, igual que su dueño. Sabía que no era de los que se hacían amigos de los vecinos con facilidad, pero al mismo tiempo, ese lugar, ese barrio, representaba su nueva vida. Era como si quisiera empezar de cero. Pero si realmente había pasado a un nuevo nivel de vida, ¿por qué su final fue tan violento y sin sentido? Había algo oculto aquí, algo que tenía que averiguar.

Aparqué delante del edificio y me dirigí a la entrada. Las escaleras que conducían a su piso eran viejas y estaban desgastadas. Tuve la impresión de que me observaba, de que sabía adónde iba, de que todo lo que ocurría a mi alrededor ya estaba escrito. Un escalofrío me recorrió la espalda. Esto era ridículo. No tenía tiempo para tales pensamientos.

Cuando llegué a la puerta de su piso, me detuve un momento. Un torbellino de sentimientos encontrados se agitó en mi interior. Casi podía sentir la presencia de mi hermano a través de aquella puerta. No estaba lejos, pero me eludía, como si quisiera encontrar una parte de él, pero se me escapara a cada intento.

Respiré hondo y golpeé suavemente.

Al cabo de unos segundos, la puerta se abrió lentamente. La silueta de Clara apareció en el umbral, con cara de cansancio y confusión. Me miró fijamente durante un momento, sin darse cuenta de a quién miraba. Sus ojos estaban llenos de tristeza, un vacío que parecía tragarse toda la luz, pero también un brillo que me recordaba que, a pesar de su dolor, seguía aquí. Luchó por su marido, por su hijo, para que esta familia se mantuviera a flote. Y hoy, estaba perdida. Ni siquiera sabía quién era yo.

- "Clara... soy yo, Alexander."

Vi cómo un escalofrío recorría su cuerpo. Me miraba con una expresión que ya había visto muchas veces: intentando descifrar mi rostro, mi alma, mi mirada. Era una mujer que conocía a su marido, tal vez incluso demasiado bien. Pero dentro de mí sólo había una sombra de él. Una sombra temblorosa e insegura. Y, sin embargo, tenía que aguantar. No tenía otra opción. Por ella, por su hijo, por Alexander.

- Alejandro. tú... ¿has vuelto del hospital tan pronto?" - preguntó, claramente confusa. Había incredulidad en su tono, como si aún estuviera esperando alguna señal. Tal vez esperaba que todo fuera un mal sueño.

Me obligué a sonreír, aunque la idea de jugar a este juego me retorcía las tripas. El dolor de mi pecho era inmenso, pero lo oculté bajo una máscara fría. Tenía que parecer digna de confianza. No podía permitirme el lujo de fracasar.

- "Sí... Sí, tuve que irme con prisas, ya sabes, la autopsia y todo eso. Pero estoy bien, sólo un poco conmocionada". Me sentí casi asqueada por la forma en que mis palabras salieron de mi boca, pero no había lugar para la honestidad en este plan. No lo había, todavía no. "Quería verte, abrazarte... para decirte que todo iba a estar bien."

Dudó un momento y dio un paso atrás para dejarme entrar. Entré y el aire del piso se volvió sofocante, como si estuviera inmerso en la piel de otra persona, en una vida que no me pertenecía. Intenté que el peso del momento no me abrumara.

Clara se sentó en el sofá con las manos en el regazo y yo me uní a ella lentamente.

- "I... Lo siento mucho, Alexander. Me he perdido. ¿Por qué todo esto? ¿Por qué... ¿por qué terminaste allí?"

Sus ojos se inundaron de lágrimas, pero intentó no derrumbarse. Quería respuestas, y yo también. Pero sabía que aún no podía ofrecerle la verdad. Todavía no.

- "No lo sé... - respondí con voz pausada, casi demasiado tranquila", no tengo ni idea. Pero te prometo que averiguaré lo que ha pasado. Averiguaré por qué lo hicieron".

Vi brillar en sus ojos un frágil rayo de esperanza. Se levantó despacio, se acercó a mí y me abrazó, como si buscara una última prueba de que no todo estaba perdido, de que sólo se trataba de un desafortunado episodio. Me tensé, pero no me atreví a apartarla. Ahora no. No después de todo lo que había pasado.

Cerré los ojos por un momento, cerrando de golpe las puertas de mi conciencia, escuchándolas chocar contra mi memoria como las olas se estrellan contra una orilla desierta. Pero la voz seguía susurrándome: "Tienes que seguir adelante. Debes descubrir la verdad.

Y fue en ese abrazo cuando tomé una decisión irrevocable: me convertiría en Alexander. No sólo en este piso, no sólo para Clara, sino en todos los aspectos de la vida que él había dejado atrás. Iba a interpretar su papel, a asumir su personalidad. No era sólo para ella. Y no era sólo para mí. Tenía que averiguar qué había causado su muerte.

Y voy a encontrar esa verdad. Cueste lo que cueste.

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