Librería
Español

Él era mi marido y yo era su muñeca preciosa

91.0K · Completado
Adriana
66
Capítulos
9.0K
Leídos
9.0
Calificaciones

Sinopsis

——¿Qué eres? ——cuestionó el hombre mayor, su voz era una mezcla escalofriante de autoridad y diversión, como un cuchillo envuelto en seda. —Tu esposa, —respondí suavemente, mi tono estaba impregnado de la sumisión que él parecía anhelar. —— No, —— murmuró, sus labios rozando los míos, las palabras eran una caricia oscura que me provocó escalofríos. —— Eres mi muñeca, milaya. —— Se alzaba sobre mí, su presencia intimidante era a la vez sofocante y embriagadora. El apodo, pronunciado con esa voz profunda y acentuada, me envolvió como una cadena que no pude evitar amar. —Eres la única mujer a la que se le permite calentar mi cama por la noche, —dijo , su voz era una melodía oscura, suave pero desconcertante. —— La única mujer a la que se le permite entrar a mi oficina e inclinarse sobre mi escritorio, esperando a que llegue a casa para poder follarte. —— Una risa fría y baja retumbó en su pecho, el sonido era tan siniestro como embriagador, enviando escalofríos por mi columna. ♡ Cesar Ospino, el mafioso ruso. Su presencia llenó la habitación como una tormenta. No necesitaba moverse ni hablar para dominar la sala. De hombros anchos e imponente, su rostro lleno de cicatrices contaba miles de historias en las que nunca malgastaría palabras. Él era mi marido y yo era su muñeca preciosa.

Amor-OdioMafiaRománticoDulceProhibidoSecretosAdolescentes

Prefacio

—¿Qué eres?

— cuestionó el hombre mayor, su voz era una mezcla escalofriante de autoridad y diversión, como un cuchillo envuelto en seda.

— Tu esposa — respondí suavemente, mi tono estaba impregnado de la sumisión que él parecía anhelar.

— No — murmuró, sus labios rozando los míos, las palabras eran una caricia oscura que me provocó escalofríos.

— Eres mi muñeca, milaya.

Se alzaba sobre mí, su presencia intimidante era a la vez sofocante y embriagadora. El apodo, pronunciado con esa voz profunda y acentuada, me envolvió como una cadena que no pude evitar amar.

— Eres la única mujer a la que se le permite calentar mi cama por la noche — dijo, su voz era una melodía oscura, suave pero desconcertante.

— La única mujer a la que se le permite entrar a mi oficina e inclinarse sobre mi escritorio, esperando a que llegue a casa para poder follarte.

— Una risa fría y baja retumbó en su pecho, el sonido era tan siniestro como embriagador, enviando escalofríos por mi columna.