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capitulo 3 una fiesta

— Cuídate mucho Levent — le dijo Marcela sonriendo.

Le dio un beso en la mejilla y Levent la abraza y subió al barco, Marcela lo vio zarpar, mientras que susurraba:

— Tengo que olvidarme de Levent, él no es para mí — susurro Marcela agitando su mano en señal de despedida.

Minutos después se fue caminando a su casa; sin embargo, al llegar la tarde noche, Camille estaba sentada con la canasta, su papá la buscaba y la vio en la orilla del mar, se quitó su saco y se lo puso a su hija.

— Ven acá, hija que estás congelando — dijo su padre preocupado.

— Mi hermano no me quiere, soy la culpable de que mamá muriera — dijo Camille llorando amargamente.

Roberto la cargó

— No, hija mía, no eres culpable de nada, duerme mi niña, yo te llevaré a casa — contestó Roberto cargando a su hija.

Camille se durmió en los brazos de su papá, al llegar a la casa subió a Camille en la cama, la arropó, una semana después Antonio salió de la cárcel y lo suspendieron por dos meses, al llegar a la casa Camille lo vio y decidió ya no hablarle, y se fue a la escuela, dónde la esperaba su mejor amiga, por su parte Levent llegó a España como siempre de mujer en mujer, era el típico mujeriego qué no conocía el amor pensando que no era para él, y no estaba interesado en enamorarse de nadie... A pesar de que su mejor amigo, Fernando Álvarez, le decía que sentará cabeza y encontrará una buena mujer... Levent sonrió al guardar la carta.

— Hay amigo, siempre queriendo que yo siente cabeza — dijo Levent sonriendo aquella carta le dio algo de gracia.

Guarda la carta y decidió zarpar de nuevo con destino a Australia las semanas pasaron y a Antonio le habían levantado el castigo necesitaba volver por qué el barco de Levent estaba por regresar, y necesitaba ayuda, ya que había personas que necesitaban ayuda médica, y Antonio iba a ayudarles a pesar de ser próximo a teniente era un cabo no subía de ahí siempre competía para ser mejor que Levent Anderson, pero él siempre le ganaba en todo hasta con las chicas y eso a Antonio no lo soportaba le tenía una rivalidad inmensa, mientras que Vanessa quería convencer a Camille para que fuera a la fiesta que Fernando estaba planeando.

— Anda Camille, acompáñame a la fiesta — dijo Vanessa insistiendo, ya que estaba empeñada que ella la acompañará.

— Este a mí las fiestas no se me dan — contestó Camille, desanimada, estaba en negación de acompañarla, por el hecho de que ella no era mucho de fiestas.

— Aunque sea un ratito, amiga, te prometo que mi esposo te llevará a la casa —respondió Vanessa convenciendo a su mejor amiga.

— Está bien, le pediré permiso a papá — contestó Camille, suspirando pesadamente.

— Gracias, amiga — contestó Vanessa emocionada tanto que la abrazó.

— Ven, vamos, tenemos que ir a comprarnos vestidos para la fiesta — dijo Vanessa, emocionada por la fiesta que tendrían por la noche.

— Vamos — respondió Camille intentando sonreír un poco.

Se fueron con una modista y le encargaron dos vestidos que estaban de moda, unos tubos para el cabello, más maquillaje, tenían todo listo para esa fiesta que tendrían dos semanas después Levent llega por fin a Australia, Antonio tuvo que ir a limpiar el barco de Levent mientras que él fue con Germán.

— Hola señor Fernando — dijo Levent en tono de burla.

— Hermano ven acá — le dijo Fernando contento de ver a Levent Lo abrazó —Que bueno que llegas …— le comentó Fernando con una sonrisa.

— Si, ya era hora extrañaba Australia — contestó Levent feliz de haber regresado.

— Y dime amigo alguna conquista — le respondió Fernando de forma pícara.

— Muchas sabes en cada puerto, las muchachas son muy bonitas y las enfermeras ni se digan — dijo Levent con algo de picardía, las mujeres era su perdición.

— Sienta cabeza, amigo, ya es hora que busques una mujer la cual compartas tu vida — le dijo Fernando queriendo darle un consejo a Levent.

— Ya sabes que vivo en la mar, el amor no es para mí — contestó Levent negando con la cabeza.

Dando la misma respuesta de siempre.

— Bueno, bueno y cuánto tiempo piensas quedarte — le respondió Fernando, interesado en saber la respuesta de Levent.

— Casi el año después me iré otra vez — contestó Levent, seguro de lo que estaba por hacer.

— Bueno, entonces relájate amigo, tenemos una fiesta — dijo Fernando con una so

— ¿Habrá jóvenes lindas? — preguntó Levent con una sonrisa coqueta.

— Seguro amigo, además aprovecha, ya que en unos años se iniciará la segunda guerra mundial — dijo Fernando informándole a Levent sobre la guerra que habría en unos años en Australia.

— Lo sé, la guerra es inevitable, es por eso que no me quiero enamorar de nadie, no es seguro que sigamos con vida — dijo Levent, preocupado por la guerra que se avecinaba.

— Nada lo garantiza, el amor es muy predecible, te puedes enamorar cuando menos lo esperes — le contestó Fernando sonriendo un poco, él tenía esperanzas de vivir por su esposa y también por qué creía en ese sentimiento tan maravilloso que era el amor.

Levent sonrío un poco y se va con Fernando, mientras que Antonio le tira la cubeta de agua sucia a Levent haciéndolo enojar.

— Veo que usted no cambia — Dijo Levent enojado ante lo que había hecho Antonio.

— Hay, pero si es el teniente Anderson, el que se considera el mejor — dijo Antonio de manera sarcástica.

— No me considero, soy el mejor — le restregó Levent en la cara.

— Si, claro, siempre te eligen, no será que tienes algún familiar — insinuó Antonio de manera burlona.

— A comparación tuya, yo me he ganado esto a pulso, no necesito a nadie como tú, qué su papá tiene que andar viendo para que te quedes — le recriminó Levent a Antonio.

— Es tu culpa que no me eligieran como teniente cuando yo llevo más años que tú — contestó Antonio molesto

— Si llevas más años, pero no es mi culpa que el señor sea un rebelde buscando problemas dónde te presentes — respondió Levent mirando fijamente a Antonio, era obvio, los dos no se cayeron nada bien.

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