Capítulo 2.
A regañadientes, Ricardo murmuró las siguientes palabras: —Sigue con lo que estabas diciendo.
—Hmm... como te decía, es extremadamente amable y sé que será la pareja perfecta para ti. Quiero que te cases con ella cuando me vaya, porque sé que yo no saldré vivo de allí. No tienes que hacer nada que no quieras, ella se quedaría para cuidar de ti y de nuestros hijos, como haría una madre.
Thea pudo ver el dolor en los ojos de Ricardo, y eso no ayudó a aliviar el dolor que sentía en su corazón. Pronunciar esas palabras le había dolido aún más que a él. Sabía que no iba a sobrevivir y quería que una mujer como Lorena Francisco estuviera a su lado cuando ella se fuera. Por él y por sus hijos.
Había visto a la chica dar comida y dinero a las personas sin hogar, sin esperar nada a cambio. Había visto a la chica regalar su abrigo durante un día lluvioso a una anciana. Había visto dónde vivía la chica. Había visto dónde trabajaba la chica. Se había acercado a la chica e incluso había hablado con ella. Sabía que la chica luchaba por sobrevivir, pero siempre llevaba una sonrisa en el rostro.
