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Capítulo 1

Sonreí en medio del sueño más extraño y feliz que he tenido en toda la semana. Somos mis papás, mi hermano y yo, en esa feria, haciendo fila para poder subirnos a la rueda de la fortuna; el ambiente tiene un olor exquisito a algodón de azúcar y palomitas, dulce... extremadamente dulce. Como nunca ha sido pero exactamente como lo imagino. 

—¡Buenos días, Valentina! 

Me sobresalto cuando el grito de Ava hace desvanecer la ilusión creada a mi alrededor. 

Me toma un momento muy largo darme cuenta de que estoy en mi cama y no junto a mi familia en tanto escucho de fondo el sonido que hacen las cortinas cuando las corren. Para estar medio dormida me impresiona lo rápido que reacciono al cubrirme nuevamente con las mantas, antes de que la brillante y enceguecedora luz del sol me alcance. 

—Ava, es muy temprano — me quejo con la voz pastosa, volviendo a acomodarme de espaldas al enorme ventanal. 

La habitación se queda en silencio unos minutos que yo aprovecho para hacer una nota mental: cambiarme a una de las habitaciones de invitados. Son un poco más pequeñas pero constan de una ventana de tamaño normal, que me garantiza no dejarme ciega si abro las cortinas por las mañanas. 

—Son las nueve holgazana — dice y aún a través de las sábanas escucho sus pasos — Tienes una entrevista a las :, más tarde una sesión con... 

En algún punto entre tanta palabrería dejo de escucharla. 

Ava es muy amable, es graciosa, además es increíble en su trabajo y muy eficiente, pero a veces es muy desconsiderada conmigo, como ahora. A esta hora solo una cosa debería preocuparme y es seguir durmiendo. 

—Ey ey basta — a regañadientes me pongo de pie y me acerco a ella para quitarle la tablet. 

Al principio intenta echarse para atrás, pero realmente no me ha visto venir y cuando intenta retroceder yo ya tengo el aparato apagado entre mis manos. Ella cruza los brazos sobre el pecho y niega con la cabeza. 

—¡Es muy temprano, mi cerebro aún no procesa tanta información!  — me justifico porque es cierto, por las mañanas o amanezco con ganas de vivir o de buen humor pero con todo no puedo. 

—Valentina, hablo en serio — su voz es bastante fuerte pero puedo ver claramente como lucha por no sonreír — La última vez llegaste minutos tarde a cada una de las citas programadas.

—Lo sé pero soy humana, y en mi defensa todas y cada una de ellas se alargaron — de camino al cuarto de baño le devuelvo la tablet. 

Para como pintan las cosas tendré que darme una ducha y hacer mi rutina de cada mañana en la mitad del tiempo que estoy acostumbrada. 

—Tienes veinte minutos para estar abajo desayunando, Perez.

—Estaré lista en quince, jefa — suelto una carcajada cuando la escucho bufar a mis espaldas. 

Sale de la habitación y yo corro, literalmente. Tardo cinco minutos en el baño y después de eso voy de aquí para allá tratando de hacer todo al mismo tiempo. Me maquillo lo más natural que puedo, solo máscara de pestañas, un poco de base y labial; me visto unos jeans y una blusa casual que me hace sudar por habérmela puesto al revés un par de veces. 

Suena la alarma sobre la cómoda frente a mi cama y sin pensarlo dos veces, tomo los zapatos de tacón de color lila y salgo descalza. Para cuando llego a la cocina, Ava ya está esperándome en el desayunador, tiene un plato de panqueques frente a ella y otro más a su lado que supongo ha preparado para mí. Eso me hace sonreír pero lo que verdaderamente me llega al alma es que se ha tomado la molestia de prepararlo en base a la dieta balanceada que me exige el trabajo. 

—¿Te he dicho alguna vez cuanto te amo? — murmuro al tiempo que corro la silla para sentarme a su derecha, de inmediato el delicioso aroma de la comida entra por mis fosas nasales. 

Ava me mira de reojo, finge masticar y estar concentrada en lo suyo pero sé que todo el enojo que decía sentir hace un rato gracias a mi impuntualidad ya se le ha pasado. 

Nos conocimos hace años, se podría decir que además de mi asistente y mano derecha es mi mejor amiga. Aunque ahora que lo pienso era de esperarse, estamos juntas todos los días las horas, ya sea aquí, en la oficina o cuando buscamos salir a algún lugar a distraernos los viernes por la noche. Creo que me conoce incluso mejor que mi propio hermano. 

—¿A que hora es la sesión? — pregunto, dando el primer sorbo a mi taza de café. 

—A las tienes que estar en el estudio. 

—Bien, ¿Podrías sacarme una cita en el salón para antes de la sesión? Mi cabello esta horrible — tomo un mechón y observo las puntas mientras trato de recordar cuando fue la última vez que me lo arreglé.

La rubia a mi lado asiente, divertida. 

—Tienes razón esta horrible.

—Chistosa — le saco la lengua y su sonrisa se ensancha, hace amago de volver la mirada a su plato pero parece que ha recordado algo realmente malo porque casi se ahoga con su propia saliva mientras me mira con los ojos bien abiertos. 

—Tu hermano llamó ayer — dice después de darse golpecitos en el pecho y ahora la que siente que le va a dar un infarto soy yo — Unas... cinco veces. 

¡Cinco! Madre mía, va a matarme. 

Si a mi me cuesta mucho encontrar tiempos libres para llamarlo, a él le cuesta el doble. 

—Joder — le echo un vistazo a mi reloj. Si no es ahora es nunca — ¿Te dijo algo? ¿Era urgente? Debe serlo si es que llamó tantas veces...

La mirada que me lanza Ava no me tranquiliza. 

—No dejó ningún recado si eso es lo que preguntas. 

—Lo llamaré ahora. 

Buscó su número en mi lista de contactos y comienza a sonar al segundo de presionar el botón verde. 

er timbre, do timbre...

Estar en la línea me pone de los nervios, pienso en toda clase de escenarios y...

—¡Valentina Alejandra Perez! — alza la voz y tengo que separarme un poco del teléfono para no quedar sorda. Incluso Ava se encoge en su lugar de escucharlo — No sabía que tenía que sacar una cita con mucho tiempo de anticipación para poder hablar con mi propia hermana.

—No tienes que hacerlo — sonrío inocente y me muerdo el labio con nerviosismo como si pudiese verme — Lo siento, es solo que ayer tuve un día muy ocupado.

Silencio. 

Frunzo el ceño ¿Me ha colgado? Me alejo el teléfono para observar la pantalla, mi confusión aumenta al ver que sigue en línea. 

—¿Robert?

—Me temía que esa fuese tu respuesta — dice luego de un momento — ¿Cómo has estado?

—Bien — respondo, aunque eso ha sonado más bien a pregunta y el suspiro que suelto después es el que me delata como mentirosa. Me apresuro a agregar — He tenido mucho trabajo, apenas tengo tiempo para dormir pero todo va de maravilla en la oficina ¿Te conté ya que estoy pensando muy seriamente en abrir un par de tiendas más en Seattle? 

—Valentina...

—¿Qué? — me hago la loca a pesar de que tengo sobre mí los ojos claro de Ava mirándome con desaprobación.

—Sabes que me encanta tu trabajo — comienza Robert y casi me lo puedo imaginar con una mano sobre el puente de la nariz — De hecho soy tu fan número uno pero no es bueno que te sobrepases tanto. 

—Lo sé — concedo por lo bajo — y te lo juro que no lo hago. Solo... quisiera que el día tuviera más horas.

—Aunque el día tuviese horas, encontrarías en que gastarlas. Estoy seguro.

Suelto una carcajada involuntaria que al final termina por contagiarlo. Sabe que le he dado la razón y eso ocurre pocas veces en la vida.

—Te lo juro, Valentina. Es bueno que trabajes pero por momentos desearía que fueses un poco más holgazana. 

—¿Estás dispuesto a mantenerme si dejo de trabajar? 

—A ti y a los cincuenta gatos que tendrás en un futuro muy próximo como sigas prefiriendo el trabajo a las personas. 

—¡Robert! Sabes que prefiero los perros a los gatos. 

—¡Está bien! Te acepto en casa con todo y pulgosos. 

Niego entre risas. 

—Bueno vale, ya está bien de bromas ¿Tú cómo has estado? — cambio el foco de atención — ¿Cómo están Susan y los niños? 

—Bien, ellos están bien. Justo llamaba porque Susan y yo queremos que vayas a la premiere de Juegos de War con nosotros. 

—¿Lo dices en serio? — salto de mi lugar, emocionada.

Toda la vida me ha encantado el trabajo de mi hermano y soy gran fan de las películas de Marvel, pero la última vez que me llevó a un estreno yo tenía años, era una chiquilla desvergonzada, más parlanchina y aficionada, tanto, que en la primera oportunidad que se me presentó le pedí a Carlos Hemsworth que se casara conmigo.

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