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Infierno

—Clínica de rehabilitación Cumbres, ¿con quién tengo el gusto?

Mi corazón casi salió por mi boca, fue tanta mi sorpresa que me puse pálida.

Ryan, de inmediato reaccionó, preguntando: 

—¿Estás bien?

  —No, no lo estoy, necesito bajar de este avión.

  —No podemos, ya está en marcha. —Tomó mi mano para calmarme.

Nicholas me miraba por la parte de atrás, preocupado por lo que estaba viendo, pero no podía levantarse del asiento porque el avión ya estaba andando.

De inmediato miré a Ryan y le dije:

  —¿Puedo hacerte una pregunta? Pero que esto quede solo entre nosotros, por favor...

  —Por supuesto. —Me miró, preocupado.

  —Tu pasas más tiempo con Nicholas, ¿has notado algo sospechoso?

  —¿Algo cómo qué? Creo que tienes que ser más específica.

  —Algo como otra mujer en su vida.

  —Em, ese hombre tendría que ser un imbécil si buscara otra mujer. Mírate, eres todo lo que un hombre quiere. Y me incluyo.

«¿Qué fue eso? ¿Una declaración de amor?», pensé. Él sabía muy bien que conmigo quemaría su carrera y todo lo que amaba si se enamoraba de mí.

Ya en el aire sacamos nuestras guitarras y empezamos a tocarlas. Me estaba enseñando la canción Perfect de Ed Sheeran. A mi parecer, sin ser una profesional, nos salía muy bien.

Terminamos de tocarla cuando escuché la voz de mi ex rubio favorito.

  —Ryan, necesito que me cambies asiento, yo seguiré con las clases —dijo, molesto.

  —No, Nicholas, Emilia no se siente bien. Me quedaré con ella —respondió, desafiante.

«¿Qué están haciendo? Una guerra de meadas», dije a mí misma.

  —No te estoy preguntando. Este es mi avión y Emilia es mi esposa, así que ándate a otro asiento —ordenó.

Todo el equipo nos miraba atentamente, incluso Renato se levantó para decirnos que bajáramos el volumen.

Ryan se levantó sin quitarle la mirada.

El rubio se sentó a mi lado y enojado me dijo:

  —¿Me vas a decir qué mierda es lo que te está pasando? ¿Qué fue lo que cambió desde anoche hasta ahora? ¿Qué fue lo de hoy en mi oficina? Te veo embobada con el guitarrista y cantándose canciones románticas en mi cara.

  —Nicholas, creo que las explicaciones están de más. No me hagas hacerte un escándalo delante de todos —dije, bajando la voz.

  —Hay algo que se llama respeto. Ese imbécil te estaba tomando la mano descaradamente. ¿Te gusta?

  —¿Cómo puedes ser tan...? —dije, ofuscada y reteniendo las ganas de gritarle—. Nicholas, yo jamás te he sido ni te sería infiel.

El rostro de mi esposo se endureció, él ya sabía lo que yo había averiguado, podía sentirlo. Lo que no entendía era porqué no me lo contaba y terminábamos con eso de una vez.

Tomó su guitarra y empezó a cantarme Perfect de Ed Sheeran. En ese momento todo se me detuvo, su voz era realmente mágica.

Lo escuché atentamente, pero no podía creerle. No era la primera vez que me ocultaba algo y quizás no me estaba engañando con otra mujer, pero sí andaba con mentiras.

Terminó de cantar y se acercó a mi.

  —Entiende que eres lo más importante, no sé qué es lo que te pasa, pero te siento muy distante.

Si le respondía, lloraría, así que preferí no hacerlo. Cerré los ojos y me dormí hasta que escuché que estábamos por aterrizar.

Como siempre, la llegada al aeropuerto no era fácil, miles de fans pidiendo autógrafos y fotografías, pero extrañamente Nicholas, no se dio el tiempo para ninguna de ellas.

Si yo quería respuestas tenía que encontrarlas y algo me decía que mi secuestro y esa llamada a Chile estaban involucradas. La única persona que podía darme alguna señal era el mexicano que estaba en la cárcel.

Al día siguiente me vestí y fui en busca de él. Para mi mala suerte, las visitas eran al otro día, así que no me quedó de otra y tuve que esperar.

Volví a casa y Nicholas no estaba, seguramente estaba en ensayos para su show en Las Vegas.

Me fui a la cama y él aún no aparecía, así que preferí dormirme para no verlo.

Me levanté antes que el rubio para salir. Llegué a la cárcel y se me puso el estómago como un hilo. Los nervios eran mas grandes que mi cordura, la cual había sido completamente puesta en dudas.

Ingresé a la habitación y frente a mi estaba el delgado mexicano. Tenía miedo, lo intuía.

Me senté frente a él y le dije:

  —Ahora tú y yo vamos a conversar. Dime porqué estás acá sin ser culpable, porque ambos sabemos que eres inocente —susurré.

  —Señora, yo no...

  —¿Por qué te culpaste?.

  —Señora, me pagaron mucho dinero. Le aseguré el futuro a mis hijos y familia.

  —Por favor, te lo ruego. Dime qué es lo que sabes. Puedo pagarte más, darles todo a tu familia, lo que quieras, pero, por favor, ¿qué sabes? —Hice el gesto de súplica.

   —Señora, si hablo me matan y a usted también —dijo, aterrado.

  —Si a mi me quisieran muerta lo habrían hecho hace rato. Por favor, tienes que contarme. Prometo hacerles llegar mucho dinero a tu familia completa.

  —Solo puedo decirle que el caballero que me contrató ya se fue.

  —¿Ayudaste en mi secuestro?

  —Sí, señora, lo siento. Yo ayudé al señor y otro hombre me atrapó.

  —¿Y luego?

  —Luego él arrancó. Me atraparon a mí y lo demás ya lo conoce. —Se quedó mirándome.

  —¿Y mi esposo?

  —Su esposo fue quien me pegó y me dejó las costillas quebradas, señora.

El hombre ya me había dejado todo claro. Mi secuestrador sí había sido el médico psiquiatra.

Nunca estuve loca ni imaginé cosas. Todo había sido real. Pedí que me anotara la dirección de su familia para cumplir con mi parte.

En el auto abrí el papel para saber dónde tenía que dirigirme y me encontré con la sorpresa de que no habían nombres ni direcciones, solo un mensaje:

Nos están mirando. En donde estemos somos observados. Tenga cuidado. El doctor Merino está en Chile, el podrá darle más respuestas.

Si mi intención desde el comienzo era terminar con eso, no me quedaría de otra que viajar y buscar .

Volví a casa, compré un pasaje a Chile, arreglé mi maleta y le dejé una nota a Nicholas sobre la cama:

Lo siento, necesito un tiempo.

Me fui al aeropuerto y ahí me quedé esperando mi vue

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