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El Héroe:

Kira:

He salido de copas con mis cuatro amigas. Me he puesto un vestido negro bien corto, ceñido al cuerpo, ni siquiera me he molestado en ponerme sujetador. Por debajo del vestido traigo un hilo rojo. Además, calzo unos tacones rojos híper altos. Hace semanas que no me follo a alguien. La abstinencia está pasándome factura. Mi libido está descontrolada, tanto que me la paso alucinando con Patrick Amíntoros. Sí, así se llama. He entrado oficialmente en su club de fans, del cuál soy presidenta, activista destacada y única miembro. Me parece que le he visto, al cruzar la calle, al salir de la panadería, al regresar a casa tarde, después de ver una peli con las chicas.

Pero no. Realmente no ha estado ahí, simplemente estoy tan cachonda que lo he imaginado.

Hemos tomado el ferry y nos hemos ido de farra a la isla de Mykonos. Nos hemos colado en una discoteca exclusiva, gracias a que Andrea, la dueña del salón de belleza dónde también trabajo, es prima del dueño y nos hemos puesto a bailar la noche entera.

En la mañana tendré una ampolla de muerte en mis pobres pies, pero ésta noche estoy sexy y divina y algún macho buenorro va a invitarme a un trago y luego me follará rápido contra el lavado en el mismísimo baño de ésta disco.

¡Oh, sí! Estoy necesitando una montada salvaje a ver si se calma éste descontrol brutal de mis hormonas.

Me acerco a la barra y pido un cóctel, jugueteo un momento con el palillo que sostiene la aceituna y luego la lamo y me la meto seductivamente en la boca. Entorno los ojos y sonrío satisfecha al ver que he captado la atención de un par de tipos interesantes.

Uno de ellos se acerca y conversamos por unos minutos, me decepciona rápidamente porque fuma y tiene mal aliento. No me gustan los hombres que fuman, encuentro el olor repugnante. Se pega en las ropas y pone los dientes amarillos. Es un asco.

Con un par de palabras suaves y unas caricias ligeras le explico al sujeto que no estoy interesada. Me mira enfadado y me compra otro cóctel antes de irse. Bebo de mi copa sorbo a sorbo, y bufo exasperada. Pareciera que me tendré que conformar con mi mano ésta noche.

Me alejo de la barra y me siento en los sofás donde hemos dejados nuestras pertenencias. Tomo mi celular y me planteo llamar a Marco. Es uno de mis follamigos y casualmente vive aquí mismo en Mykonos , pero ésa idea me deprime. Con Marco ya sé que esperar y ésta noche me gustaría algo nuevo, alguien nuevo.

Mi cabeza comienza a dar vueltas. De pronto no me siento bien. Aprieto los ojos de buenas a primeras las luces de colores irritan mis ojos. Me pongo en pie para buscar a mis amigas y decirles que no me siento bien cuando noto que don aliento de asco se acerca a mí con cara de lobo hambriento.

¡Mierda!

Patrick:

No soy un acosador. Sólo soy un vampiro con mucho tiempo libre y cuando digo mucho, es mucho. Días y noches enteras sin hacer absolutamente nada.

Pero últimamente, me entretengo espiando a la promiscua del pueblo.

No sé cómo ganó su fama, la he seguido por varios días y no he visto nada que merezca las murmuraciones de los chismosos. ¿Se viste provocativamente? Si. ¿Muestra una escandalosa cantidad de piel? Si. ¿Se maquilla con labiales rojos? Pues sí.

Pero no se acuesta con todos los hombres casados del pueblo, muchos la miran como miraría un oso hambriento a un panal de abejas, pero hasta ahí.

¡Y por los dioses que panal! La muchacha tiene un par de piernas de esas que parecen que no acaban nunca. Unos pechos pequeños y redondos como manzanas, unas caderas anchas que se contonean con su caminar, unas nalgas de infarto, en fin, tiene el cuerpo ideal de una cortesana. (Por no decir…ejem, puta). Sabe que está buena y no lo oculta.

Y además es bonita. Su cara es delgada, de pómulos pronunciados, sus labios delgados, sus ojos de un dorado encendido, su cabello es castaño con visos rojizos y tiene un lunar justo sobre la comisura superior izquierda de su boca.

¿Por qué lo sé? Pues porque he dedicado los últimos días a observarla mientras duerme. Tiene unos sueños muy movidos porque se pasa toda la noche cambiando de posición y quejándose.

Ésta noche la he seguido a ella y a cuatro de sus amigas a ésta discoteca. Se han pasado la noche bailando como poseídas, y justo hace un minuto la vi coquetear con un tipo que francamente apesta.

Mis sentidos me advierten que el hombre es peligroso. Los humanos expiden ese característico olor a podrido cuando son extremadamente malvados, los vigilo atentamente y por supuesto, el hombre ha dejado caer una píldora dentro del cóctel que le ha comprado.

Gruño y rechino los dientes. Es obvio que la chica vino vestida con intensión de atraer la atención de algún tipo. Parece que se ha metido con el equivocado. El sujeta la toma por la cintura y con la otra mano cubre su boca. No veo que la muchacha forcejee demasiado, sospecho que la droga ya está haciendo efecto.

Se abre ante mí una encrucijada:

Rescato a la… zalamera muchacha o permito que ese tipo haga con ella lo que quiere. Hmmm.

Kira:

No estoy bien. Esto no es normal. No puedo estar borracha después de haber bebido dos inocentes cócteles.

Intento desligarme de don peste, pero no me alcanzan las fuerzas. Una de sus garras se aferra a mi cadera y la otra, fría y sudorosa me cubre la boca. Chillo contra su palma, pero es en vano. La música está demasiado alta, la gente está demasiado bebida, mis amigas están demasiado lejos a nadie le importa que un desconocido me esté arrastrando hacia el pasillo oscuro que conduce a los baños. Y es irónico. Hacia allí planee dirigirme con el sujeto que me sirviera de bombero ésta noche.

El tipo me estampa bruscamente contra una pared y mete su asquerosa lengua en mi garganta. Pienso en quitármelo de encima, intento patearlo, intento gritar, pero mi cuerpo no reacciona.

¡Theos no. ¡Una cosa es ser una mujer de ideas liberadas, que disfruta el sexo a plenitud, que no busca relaciones serias y que goza con las aventuras de una noche y otra muy distinta es ser víctima de una violación!

El Señor peste se aparta un poco y mete uno de sus tentáculos entre mis piernas. Mi estómago su revuelve y le vomito encima. Dos veces.

—¡Maldita zorra! - grita y me abofetea. Caigo al suelo de bruces.

Antes de perder la conciencia imagino que Patrick ha aparecido y me ha quitado al atacante de encima a patadas.

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