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Solo contigo

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luna_amor_013
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Sinopsis

Mutiló, desnudó y mató a su padre y a su hermano mayor. el, juan Deiví Uspino González, 26 años, cabello oscuro y ojos celestes. Tatuajes que cubren la mayor parte del cuerpo. ¿Gimnasia? No. ¿En forma? No. musculoso? No. Mucho más, tallado en mármol. Un dios que bajó a la tierra. Guapo, arrogante. Pero Juan fue encerrado en un asilo después de un juicio en la corte. Conocido por todos, al mencionar su nombre, la gente tiembla. Apodado - El Leopardo - por la forma en que mató a su familia. Los cuerpos fueron descubiertos mucho tiempo después y en condiciones lamentables. La pequeña Olympia Sofia Noelia Diaz, de 24 años, licenciada en psicología y ciencias de la alimentación, acaba de llegar al manicomio Pozzo di Gotto de Barcelona. Pelo rojo fuego, rizado y ojos verde esmeralda. Se le asignará la historia clínica del paciente número 5. La bóveda, oscura y aterradora.

RománticoDulceSEXODominantePosesivoCaóticoHumorAcción18+

1

Juan Deiví Uspino González

Yo era feliz.

Cuando era pequeño era feliz.

Mi padre y mi madre se amaban, mis hermanos y yo jugábamos normalmente.

Mi vida era pacífica.

No fue hasta los 14 años que me di cuenta de que no era más que una mentira.

El hombre que pensé que era mi padre golpeó a la mujer más importante en mi corazón hasta la mierda. Ayudado por mi hermano Lucas entonces, de 20 años. Pero mamá no fue la única en sufrir esta tortura, mi dulce hermanita Carolina, de 12 años, quedó con moretones en la mañana cuando íbamos a la escuela.

No me lo expliqué, entonces entendí, esos dos eran monstruos.

Pasó mucho tiempo, en que las dos mujeres fueron aporreadas, peor que uvas.

Lo sufrí, luego me empezaron a pegar también. Patadas, puñetazos, insultos.

Crecí más y más y comencé a hacer gimnasia, boxeo, boxeo, artes marciales...

Había llegado a casa de la universidad una tarde y acababa de cumplir 23 años.

Fui a la habitación de mamá, pero lo que apareció frente a mí me enfureció como una bestia.

Lucas follándose a Carolina y papá golpeando a mamá.

Ese día no estaba solo, en el bolsillo de mi chaqueta tenía un cuchillo.

Pero primero comencé a broncearlos para las vacaciones.

Le arranqué la mierda humana a mi hermano a Carol y lo noqueé.

Luego me enfrenté a mi padre, golpeándolo contra la pared.

Le hice perder el conocimiento el tiempo suficiente para ver el estado de mis parientes.

Llamé a mi hermana, con una sonrisa en su rostro por la pequeña victoria, pero no respondió.

Le tiré un poco de agua, pero no se despertó.

Le grité que lo había logrado, que después de mucho tiempo había logrado defenderlos. Pero no abrió esos ojos tan parecidos a los míos.

Así que fui a ver a mamá. No se reconoció, la llamé también, le grité que lo había logrado. Pero nada.

Fui a tomarles el pulso a ambos y…. No había el menor ruido.

Sus corazones habían dejado de latir.

Los habían matado.

Tú haces lastimarlo, lastimarlo! ¡Estos bastardos los mataron!

Este fue mi único pensamiento en ese momento.

Cegado por la ira, el resentimiento, la tristeza.

No pude detenerlos a tiempo. Fallé.

Los tomé y los arrastré a la cocina.

Gritaron, pero estaban demasiado débiles para levantarse.

Arranqué el hígado del pecho de mi padre y luego lo reduje a un montón de carne. Haciéndolo sufrir primero, déjalo pasar, al menos en parte, por lo que pasó su madre.

Le destrocé la cara a Lucas, le rompí todos los huesos, lo castré, porque no se quedó con la pija en el pantalón, eh luego le saqué el estómago.

En ese instante me encantó ese cuchillo.

Una risa enfermiza resonó en la habitación.

Arrojé los cadáveres en medio del campo más remoto y luego di una sepultura digna a las dos mujeres de mi vida.

Estaba roto, pero seguí adelante.

Mi único consuelo eran los cigarrillos.

Esos me mantuvieron más o menos tranquilo.

Hasta que 2 años después me arrestaron por asesinato y ocultamiento de cuerpo.

Eh me reí, me reí mucho en los días siguientes.

Pero no solo eso, me enojé, luego actué como un niño pequeño.

No había ni un maldito cigarrillo allí.

Asusté a los guardias e incluso a los prisioneros más peligrosos con mi extraño comportamiento.

Unos meses después, me encerraron en un manicomio.

Juan Deiví Uspino González

Mi expediente psiquiátrico da miedo.

Locura, sociópata, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno bipolar, inexpresivo, histriónico de la personalidad.

Eh la lista continúa.

Aquí nadie quiere curarme.

Me meo debajo, hasta los mejores psicólogos.

Estoy acostado en la cama mirando el techo blanco. Todo blanco. demasiado blanco

Me levanto de un salto, de un golpe de riñones, eh me acerco a las rejas.

- ¡La maldita celda es demasiado blanca! ¡Lo quiero negro! - grito, sobresaltando al guardia que está haciendo su turno en este pasillo.

Llaman al director del manicomio y sonrío satisfecho.

- ¿Qué le preocupa, señor? González? - Pregunta el hombre de unos cincuenta años, en tono profesional.

- Esta habitación me apesta. - digo en un susurro.

- Lo siento pero no tenemos otro como este. - Sí, porque tengo un celular personalizado.

La pequeña ventana, más pequeña que un gilipollas, está enrejada por fuera, las rejas reforzadas con acero y la cama fijada al suelo.

¿Porque?

Bueno, una vez lo levanté y luego lo rompí en la cabeza de un guardia, que había abierto la celda, para llevarme a darme una ducha.

A partir de ahí me asignaron esta habitación y también me pusieron una camisa de fuerza.

Llevo 6 meses aquí e hice la historia de los casos imposibles.

- Entonces dame un cigarrillo. - digo de mal humor.

" No tenemos ninguno " , dice el hombre.

- ¡Encuéntralo por mí! - grito lanzándome sobre los barrotes, haciéndolos vibrar.

El Sr. García palideció ante mi repentino gesto.

Pero entonces llega una mujer, que llama su atención.

- Señor, el nuevo médico ha llegado. - Le informa.

- ¿Quién es? - pregunto haciendo cara de niño intrigado.

- Dra. Díaz. - Contesta la chica.

Asiento con una sonrisa y de repente me oscurezco.

- Todavía quiero ese cigarrillo. - Gruño.

- Trataré de conseguir uno, mientras quede bien, Sr. González. -

- Giurin juretto! - Salto feliz.

- Claro, lo juras... - dice García con una cara que dice que esto nunca querrá curar a nadie.

Me acuesto en lo que no puedo llamar cama, porque es dura como una piedra.

Tarareo el amigo, haciendo que los guardias vengan varias veces a ver cómo estoy.

Deficiente.

Sin embargo, una charla en el pasillo me hace levantarme.

Una mujer, una mujer hermosa, de cabello rojo rizado y ojos verde esmeralda me da pensamientos que no son apropiados en mi mente.

Nunca lo he visto antes.

- ¡Oye tú! - La llamo y ella se da la vuelta.

- Dime, ¿necesitas algo? - Como ella me responde así, me hace pensar que con mi manipulación podré engañarla.

Está flanqueada por el director, que la mira con una mirada incrédula.

¿Hablando tan bajo con un criminal loco?

Te estarás haciendo esta pregunta.

- Dime pequeña, ¿eres el Dr. Díaz? - pregunto, en un tono voraz.

- Sí, soy yo. - Confirma, completa con una sonrisa.

- Bueno- Me dirijo al hombre de mirada dura, que no admite réplicas - La deseo. - Ordeno.

De repente palidece y niega con la cabeza.

- Le encontraremos otro psiquiatra, Sr. González. -

Dice.

- Yo tengo. Dijo. Que. Quiero. ¡Ella! -

Grito cada palabra y luego grito.

La pelirroja jadea.

- Renunciaré a los cigarrillos a cambio. - Agrego.

El gerente suspira y la chica lo mira sin entender.

- No sé, ya veremos. - Eh el vamos a ver de este hombre significa que sí.

Pov's Olimpia Sofia Noelia Diaz

Después del diálogo con ese hombre, el director Gracia y yo fuimos a su estudio.

- Dra. Díaz, no quería asignarle este expediente, pero... no tengo otra opción.

Ten cuidado con cómo hablas, cómo te mueves, porque la habitación del paciente 5 es más peligrosa que cualquier otra persona encerrada en estas celdas. - Me advierte.

No entiendo el motivo de tu preocupación.

En mi opinión, hay que ayudar a las personas que se quedan en los asilos, para no empeorar la situación.

¿Qué tendrá la habitación del paciente 5 que da tanto miedo?

Doy las gracias al director y voy a mi pequeño estudio.

Me siento en la silla y abro el archivo.

Juan Deiví Uspino gonzalez 26 años.... Etc..... Mato

a su hermano mayor ya su padre.

Ay dios mío.

Declarada locura, sociópata, trastorno obsesivo-compulsivo, bipolarismo….

Con cada declaración mi cuerpo se estremece.

Agresivo , impulsivo .....

Dios mío.

Aplicación de camisa de fuerza.

Quién será alguna vez.

Y luego, es un chico, 26 años, joven, lo que debe haber pasado para estar así.