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Capítulo 2

Poco a poco fui despertando, tenía mi almohada abrazada; terminé de abrir mis ojos para ojear la habitación. Aun estaba envuelta en la sabana con la que Vilh me había cubierto el día anterior.

Bostecé y me fui sentando con lentitud, estaba desnuda, no había alcanzado a vestirme. Pensé en Estrella, no sabía qué hora era, tal vez ya había despertado y yo seguía en cama. Ni siquiera sabía si Vilh continuaba en casa o ya se había marchado.

Mi vista se pegó en la mesa de cama del lado de Vilh, su celular estaba allí; pero tenía tantos que no se me hacía extraño que olvidara alguno.

Alargué mi mano para tomarlo, quería fijarme en la hora: ocho treinta de la mañana, era tarde para mí, muy temprano para Vilh.

Él fondo de pantalla me hizo sonreír, no sabía que esa foto existía. Era yo, al principio de nuestro compromiso en la playa de Malibú; había capturado mi perfil en un momento de luz perfecto. No me la había mostrado nunca. Al bloquearlo, me mostró una foto de Estrella; mi bebé era preciosa.

Coloqué el celular en su lugar, una vez más, miré la habitación buscando que era lo que debía hacer ahora; había olvidado completamente mi rutina.

La puerta de la habitación se abrió, dejándome verlos a ambos, Vilh traía a Estrellita sentada en su brazo, al parecer acababa de despertarse, sus ojitos achinados y su pelo casi afro me lo aseguraban.

―Hola mamá ―dijo Vilh dejando a mi beba sobre la cama, ella tomó las sabanas, halándose de ellas para llegar a mí, su pereza de utilizar su propia fuerza era evidente.

Al llegar a mis regazos se dejó caer sobre mi abdomen, cerró sus ojitos, casi como suplicando que la dejaran dormir por un rato más.

―Creo que la bella está durmiente hoy ―dije, acomodándola mejor sobre mí.

―No debí levantarla. ―Dejándose caer en la cama para luego acercarse a mí―. ¿Cómo dormiste tú? ―preguntó, mirándome a los ojos.

―Prácticamente caí inconsciente. ―Toqué su rostro, estaba rasposo, le faltaba una pequeña rasurada, o yo debía acostumbrarme a no ver su piel suave y tersa como antes.

Vilh puso su pulgar en mi barbilla, haciéndome moverme un poco para besarme. Yo me prendí de sus labios al sentirlo, aquella fuerza de atracción me había vuelto a pegar a él.

En un principio fue calmado, pero tomé sus mejillas introduciendo mi lengua en su boca; Vilh no tardó en invertir el papel y tomarme con más fuerza.

Una risa picarona nos hizo detenernos, por un segundo había olvidado que ella seguí ahí; ahora estaba despierta, con sus dedos índice, corazón y anular metidos en la boca, mirándonos mientras reía con pena.

―Eres una bandida ―dijo Vilh tomándola de su cinturita para luego llenarla de besos.

―No papi ―dijo ella, tomando las mejillas de Vilh, deteniendo su ataque de cariño.

―Estrellita, eres lo que más amo en esta tierra. Exceptuando a tu mamá, no hay nada que ame más. Theo es otra historia... ¿Lo sabes? ―le dijo mirándola a los ojos.

―Si ―respondió ella, pareciendo estar consciente de lo que Vilh le decía; era tan pequeña y con un lenguaje muy limitado. Típico de cualquier bebé de un año: “papá”, “mamá”, “si”, “no”, “agua”, y su característica forma de llamar a Theo, una que solo ella sabía pronunciar. Además, alguna que otra cosa que se le ocurriera.

Era de esperarse que su primera palabra fuera “papá”, Vilh se lo había pedido desde el día que la conoció; apenas pudo hablar fue lo primer que dijo.

También llamaba a Garin e Imre; por video chat quería meterse por la pantalla de la portátil, desesperada por ir con ellos.

―Vilh... ¿Puedo volver al trabajo? ―pregunté con algo de temor, sabía que no le gustaba la idea, tenía que pasar mucho tiempo tras Daren; aunque en la mayoría de las ocasiones me las pasaba de un lado a otro haciendo envíos, llevando notas, cartas, documentos legales y cualquier cosa que lo meritara.

―Debes regresar, no hay de otra. ―Torciendo su boca y tragando grueso mientras jugaba con los pies de Estrella.

―No estaré tanto tiempo como antes ―dije, buscando su mirada.

― ¿Por qué? ―preguntó extrañado.

―Le pediré a Daren que me reduzca las horas a la mitad; quiero volver a estudiar. ―Sus ojos se enfocaron en mí y su quijada cayó un poco...

¿Por qué le sorprendía?

― ¿Estudiar? ¿Qué estudiarás? ―preguntó, mostrando algo de interés y entusiasmo después de todo.

―Quiero ser chef pastelera; me gustaría abrir mi propia cafetería en el futuro. ―Los labios de Vilh se encorvaron en una sonrisa.

Me gustaba ver aquello, era algo que me quitaba un gran peso de encima; parte del tiempo me la había pasado preguntándome que opinaría él de aquella decisión.

―Es una excelente idea. ―Besó mi frente y acarició mi mejilla, aquello me hizo sonreír a mi también; extrañaba sentirlo así de cerca de mí.

Tal vez todo este tiempo había estado paranoica pensando en que su distancia era mi culpa; siempre llevaba conmigo una baja autoestima, sentía que tarde o temprano se daría cuenta de que hay algo mucho mejor que yo ahí afuera esperando por él. Miles de chicas hermosas haciendo fila para tener mi lugar, y él podría elegir en cualquier momento pasar adelante a una de ellas y olvidarse de mí.

No era una chica alta, voluptuosa, apenas y tenía senos. No había nada en mí que pudiera atraer a ningún chico, menos a uno como Vilh.

Aunque estaba a mi lado, lo seguía viendo como algo inalcanzable.

―Solo debo pensar en quien cuidará a Estrella mientras yo esté en clases, si es que ustedes están ocupados, o de viaje, no sé. ―Acariciando la cabeza de mi princesa.

―Ya pensaremos en algo; contrataremos una niñera, o moveremos nuestros horarios para que logres acomodarte. Mientras más lejos estés del estudio, mejor. ―Al expresar las últimas palabras de aquella oración abrió sus ojos en grande, era algo que no debía decir en voz alta.

Si yo era paranoica pensando en que él me cambiaría por otra cuando menos lo esperaba, Vilh se la pasaba paranoico pesando en que Daren y yo tendríamos algo.

―Vilh, tienes que aprender a confiar en mí; Daren se convirtió en un padre para mí, olvida lo que pasó antes. Fue solo un error. Yo no te cambiaría por nadie, eres la persona que elegí cuando acepté casarme contigo ―dije tranquilamente.

Vilh me abrazó inmediatamente, con fuerza, no me esperé aquel abrazo tan repentino, y mucho menos la manera en que lo estaba haciendo.

Colocó sus manos en mi espalda, y su rostro en mi cuello, suspirando con fuerza sobre él. Lo sentía dentro de mi alma, podía entender su mensaje.

Me rogaba porque no lo dejara nunca.

―No tienes idea de cuánto sufría al verte con él; incluso con Theo. Te amaba con tantas fuerzas y locura que me descontrolaba pensar que tú no me querías, Lisa. Cada vez que rechazabas uno de mis abrazos, uno de mis besos, prefería morir que seguir viviendo si no te tenía. Solo quería emborracharme hasta el punto de no recordar absolutamente nada y así no pensar en que tú jamás me amarías. Aun me atormenta la idea de que te vayas con otro; no me necesitas, hay muchos que estarían dispuestos a ayudarte si me dejaras. No quiero perderte ―declaró, un sin dejar de abrazarme, aferrándose más a mi cuerpo.

―Estás loco. No puedo vivir sin ti, nunca te dejaría. Si llegáramos a separarnos será porque tú así lo quieras; yo no me apartaría de ti ―Rodeando su cuello con mis brazos, dejé un beso detrás de su oreja.

―No lo quiero, jamás lo querría. Lo único que quiero es que estés conmigo y nunca me dejes.

―Así será, estaré para ti. ―Mi corazón apretaba mi pecho al tomar sus rostro entre mis manos y mirar sus ojitos suplicándome lo mismo que sus palabras.

Volví a besarlo, algo pequeño, lo miré nuevamente y él se inclinó poniendo su frente junto a la mía, rosando nuestras narices y dejándome otro pequeño beso.

Miré a Estrella, nuevamente el sueño la había rendido; por algo no nos interrumpió en largo rato.

Había apoyado su cabeza en la pierna de Vilh y ahí había quedado. Vilh rio al mirarla, estaba incomoda, pero aun así dormía como si fuera el mejor lugar. Sus cabellos de rulos alborotados caían sobre su frente. Solo podía visualizarse la punta de su nariz asomándose entre el alboroto de su cabello; además de su boca en pico debido a la presión de la pierna de Vilh en su mejilla.

Vilh pasó su mano detrás de mi espalda, acercándome hacía él, me apoyé en su hombro mientras él acariciaba mi espalda, ambos mirábamos a Estrella, ella era un tesoro invaluable para mí.

―Esa cosita que está ahí supo robarme el alma ―dijo Vilh señalándola.

Me encantaba saber que para él era tan valiosa como para mí.

―Nuestra hija. ―Miré el rostro de Vilh, él enseguida sonrió y me miró; sabía que le gustaba escuchar aquello.

―Tendremos más, ¿verdad? ―Saltó de pronto, mi reacción fue querer ahogarme con mi propia lengua.

¿Tener más?

Nunca pensé en eso, era muy joven para empezar a tener hijos. Estrella se había adelantado, no la cambiaba por nada del mundo, pero... ¡¿Más?!

―Primero deberíamos casarnos, luego de ello, acepto tocar ese tema.

― ¿Enserio? ―preguntó con poco a gusto con mi respuesta.

Dejé la cama, envolviéndome con la sabana. Empecé a caminar en dirección a mi armario, pero a medio camino me detuve.

―No lo entiendo. ―Viré para voltear a verlo―. ¿Por qué me pediste dos veces que me casara contigo si no quieres hacerlo? Se supone que quieres pasar toda la vida conmigo, que no quieres que te deje. ¿No ves que el matrimonio es el compromiso más fuerte? A mi parecer, tú eres él que no quiere comprometerse conmigo porque tienes miedo de que luego aparezca otra chica que te guste más y no puedas irte libremente con ella porque estás atado a mí. ―Quité el anillo de compromiso de mi dedo, Vilh empalideció al ver que lo sacaba, extendí mi mano en su dirección con el anillo en la mano. Él solo me miraba con temor y expectativa, intentado comprender lo que yo hacía―. Te doy la oportunidad de arrepentirte; te casarás conmigo o todo se termina Vilhelm Kleinman. Es tu decisión.

Estaba totalmente segura de lo que estaba haciendo y diciendo; tal vez porque confiaba en cuál sería su respuesta. Si tanto me amaba, tomaría la decisión correcta. Si tomaba la contraria, era lo suficiente como para saber que no me quería tanto como lo decía.

Vilh tomó la cabecita de Estrella, quitándola de su pierna y acomodándola entre las almohadas. Luego de ello bajó de la cama rápidamente y corrió hasta mí. Tomó mi mano y tomó el anillo, colocándole nuevamente en mi dedo anular.

―No quiero que ese anillo salga de tu dedo nunca Lisa. ―Elevó mi mano y besó mi palma. Sonreí, sabía que no habría otra respuesta―. Sí, me casaré contigo. No habrá otras chicas, eres la única chica para mí.

―Gracias. ―Aferrándome a su mano.

―Vístete, estás desnuda desde ayer. Yo no me quejo, me encanta verte; pero debes estar incomoda.

―Incomoda es poco. ―Odiaba estar desnuda, aunque Vilh conocía mi cuerpo, no me gustaba mostrarlo, ni siquiera a él.

―Lo sé, te conozco. ―Tomó mi cuello y dejó un beso en mi frente. Caminó a la cama, tomando a Estrella, ella se quejaba; no quería que la levantara de nuevo. Vilh la apoyó en su hombro con cuidado, sosteniéndola con fuerza―. Me quedaría a verte vestirte; pero como siempre no me dejarás. Cuando me case contigo no te quedará de otra. ―Señaló antes de cerrar la puerta al salir.

Suspiré y rodé mis ojos, tenía razón; el día en que fuera su esposa estaría obligada a perder la vergüenza y la baja autoestima. Sería dueño de mi cuerpo, tanto como yo del suyo, era inevitable que lo demandara, sería su derecho. Mientras eso sucedía, yo seguiría guardando mi intimidad para mí sola.

Tomé algo de ropa y fui a ducharme; aunque no me parecía necesario, pero era la costumbre.

Podía decirse que me sentía algo liberada ahora, extrañaba cuando nos tomábamos el tiempo para platicar, discutir sin pelear. Como aquel día en que le confesé el mayor de mis secretos, cuando por fin acepté ser más que una amiga para él.

Una charla tranquila era la mejor forma de desahogarse, liberar inquietudes, aclarar dudas y arreglar los malentendidos. Era lo que mejor para mantenernos cerca, comunicarnos, no dejarnos aquellas cosas dentro que solo seguirían cavando más hondo en nuestra mente. Para el momento en que salieran, explotarían de la peor manera, donde podrían destruir sin solución.

Tranquilamente, todo tenía arreglo.

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