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Siguiendo mi estrella fugaz (Libro 2)

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Nina Bestimmungsort
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Sinopsis

Lisa tiene planes, metas, sueños que dejó atrás en el pasado y ahora puede retomar. Con todas las responsabilidades y debilidades de su presente, también carga con los horribles destellos de su atroz pasado. El remordimiento del asesinato de su madre y una nueva enemiga decidida a quitarle todo. Tendrá que luchar por acomodarse a su nueva vida llena de pros y contras. Algunos mas contras que pros. Un nuevo romance, una nueva historia, la deslealtad y la decepción. Siempre la vida tiene mas tragedias para sumarle. ¿Qué pasará con su imperfecta historia de amor? ¿Realmente puede durar? Trilogía de "Mi única Razón". 1. Mi única razón 2. Siguiendo mi Estrella fugaz 3. Diamante Oculto

RománticoMulti-MillonarioDulcelove-triangleCastigoPoderosoDramaFamosoChica BuenaPosesivo

Capitulo 1

Encontré mi única razón para luchar... ¿Qué seguiría ahora?

Mi vida había tomado un rumbo inesperado, algo que jamás imaginé, que nunca, ni siquiera en mis más disparatados sueños, había sido capaz de soñar.

Dejé un pasado de densa oscuridad atrás.

¿Cómo lograría que aquello no afectara mi presente, mi futuro?

Saben que la mente es un mundo totalmente distinto, puede jugarnos siempre malas pasadas. Haciendo que los recuerdos, el remordimiento y el sufrimiento pasado resurgiera en nosotros como una pesadilla. Si nos dejamos llevar por aquellos sentimientos, podíamos echar a perder todo lo que ahora era.

Había llegado a mi destino, tenía a mi hija, dinero, una casa y a... Vilh. ¿Qué haría de ello?

Cada noche luego de un típico día en mi nueva vida, me sentaba en el balcón de mi apartamento a mirar la luna y las estrellas.

Sí tenía un propósito para mí vida: seguir mí estrella fugaz, en otras palabras; quería darle a mi hija, Estrella, la mejor vida que pudiera tener. Ella era lo más importante que tenía en mi vida, había sido mi única razón para mantenerme viva, ella me necesitaba. Siempre estaría primero, sobre todo, sobre mí, mi guerra mental, mis sentimientos e incluso sobre Vilh.

Pero era inevitable pensar en todo lo demás; aunque era solo una bebita de un año, me preguntaba qué pasaría cuando ella creciera. ¿Qué tendría yo después de ella? En caso de que mi relación con Vilh no llegara a funcionar, ¿cómo nos mantendría juntas en este país?

Siempre miraba al cielo e intentaba recordar cuales eran mis sueños y anhelos antes de que Estrella llegara a mi vida, que era quería hacer con mi vida. No solo quería ser madre, quería ser un ejemplo para Estrella, luchar por las que algún día fueron mis metas, alcanzarlas, que ella supiera que valía la pena luchar por sus sueños y aspiraciones.

Entonces lo recordé, cuando mi padre hacía sus viajes y mi madre desaparecía de casa en busca de sus reuniones sociales; me apoderaba de la cocina, era mi lugar favorito para estar. Amaba cocinar todo tipo de cosas e incluso crear algunas cosas; todo eso hasta que mi padre supo destruirme, burlándose de todo lo que hacía. Aquellas burlas se volvieron ataques y terminé por abandonarlo, haciendo de la cocina un lugar de amargos recuerdos a los que no quería entrar.

Ahora que todo había cambiado, cocinaba todos los días, para mí, para Estrella, para Theo e incluso para Vilh. Sabía que no era mala haciéndolo, a Theo le fascinaba mi comida; tenía miles de secretos que hacían de mis platos creaciones únicas; aunque fueran cosas simples, que todo el mundo comería día a día.

Un sonido proveniente de la puerta me hizo despegar mi vista del cielo y mirar por la ventana; no había sido lo suficientemente rápida para saber quién llegó.

Miré a Estrella sentada en piso, jugando con sus bloques de construcción, o, mejor dicho, lamiéndolos. No había perdido la costumbre de lamer y morder todo lo que estaba al alcance de su boca.

Sonreí inevitablemente al ver sus gestos mientras lo hacía, era preciosa, había crecido mucho. A estas alturas ya empezaba a dejar de parecerse tanto a Vilh para parecerse a mí; aunque no tenía la sangre de Vilh, todo el mundo decía que mi bebita era la imagen de su papá, tenía el mismo color de miel de ojos, la nariz fina, color de cabello de nacimiento de Vilh, su piel blanca de europea. Aun así, tenía mi boca, mi camanance y mis orejitas. Su parecido con Vilh era una dulce casualidad; aunque a veces pensaba que la apariencia de Vilh podía ser solo una dulce traición.

―Lisa... ¿En qué tanto piensas? ―Su dedo índice se situó debajo de mi barbilla, haciéndome mirarlo a sus coquetos ojos, puedo ver aquella sonrisa de medio lado, prensando su pirsin contra la arruga su sonrisa.

Quité mi mirada de sus ojos y reí para luego abrazarlo de medio lado y acurrucarme en su torso, colocando mi cabeza en su hombro.

Él me envolvió también con sus brazos, ya no eran tan musculosos como antes, creo que había sido mi culpa, lo tenía demasiado bien alimentado.

―En qué no pienso, Theo, esa sería la pregunta correcta.

―Deja de hacerlo Lisa, te hará daño tanto pensar. ―Dejando un suave beso en mi sien y acariciando mi espalda, lo amaba tanto que no sabía cómo describirlo. Desde nuestra aventura en Miami, cuando estaba enferma y Vilh y yo pasábamos peleándonos todo el tiempo. Theo se había convertido en una parte de mí, mi mejor amigo, él era conmigo lo que no era con ninguna otra mujer; no había nadie mejor a quien compartirle mis problemas, aun más si Vilh era el causante de ellos―. ¿Aun estas enojada con el tonto de Vilh?

―No Theo. ―Irguiéndome un poco de su lado―, sabes que no puedo estar enojada con él por mucho tiempo. Tengo otras cosas en que pensar, tengo mucho tiempo meditando en ello, y creo que ya lo decidí.

― ¿Dejarás a Vilh y al fin admitirás tu amor por mí? ―preguntó fingiendo emoción, yo reí, eso jamás pasaría.

―Ya quisieras tu, ―Dándole un golpe de hombros―. Admito que te amo, pero no dejaré a Vilh; porque son amores diferentes.

―Vamos Lisa. ―Saltando en su asiento como niño para luego tomarme de los hombros y sacudirme, era una broma, siempre era típico en nuestra relación―. ¡Ámame apasionadamente, te besaré sin remordimientos y cumpliré con placer todas tus fantasías sexuales!

―Eres un idiota. ―Poniendo mi mano en su mejilla para apartarlo.

―Tú eres una engreída. ―Tomando mis mejillas y apretándolas para hacerme boca de pescado. Tomé sus muñecas y las aparté de mis mejillas, mirándolo con un ligero toque de seriedad, enserio quería decirle lo que había pensado―. Está bien, dímelo, me comportaré.

―Quiero abrir mi propio restaurante, quiero ser chef, o al menos una cafetería con platillos exclusivos. ¿Qué te parece? ¿Crees que pueda hacerlo?

― ¡Lisa, Lisa, Lisa, Lisa! ―Batiéndome de los hombros de nuevo, desbordando en entusiasmo― ¡Seré tu cliente numero uno! ¿Cómo demonios no se te ocurrió antes?

―Bueno, pues ya se me ocurrió, ―Riendo―. Quiero tomar clases mientras Estrella aun esté pequeña, cuando crezca lo suficiente me dedicaré a abrir el restaurante y trabajar en él.

― ¡Te amo! ―dijo Theo para luego plantarme un mojado beso en la mejilla en contra de mi voluntad.

―Espera... ¿Dónde está Vilh? ―Recordé de pronto.

― ¿No ha llegado? Hace más de una hora que salió del trabajo. Pensé que estaría dándose un baño―dijo Theo, nuevamente sentí como si todos mis órganos y huesos de mi cuerpo cayeran al suelo.

Dejé caer mi espalda en la banca, mirando en dirección a la ciudad. Este punzón en pecho cada vez se hacía más grande, teníamos ocho meses de estar comprometidos... ¿Tan rápido se había cansado de mí?

― ¿Qué fue lo que hice mal? ―pregunté para mí misma en voz alta.

―Nada, fue mi culpa Lisa, jamás debí haberle pedido a Sandra que saliera conmigo... Lo siento.

Theo tomó mi mano con fuerza, no era su culpa, simplemente no me agradaba, no podía tolerarla metida en mi vida de nuevo.

¿Cómo fue que ella volvió a meterse? ¡Ya lo recuerdo!

Habíamos vuelto a Miami, era un ambiente algo más tranquilo y familiar; no había logrado a acostumbrarme a L.A., el acoso de los periodistas había sido demasiado para mí. No conocí mucho de california por lo mismo, pasaba demasiado tiempo encerrada en casa, mirando por la ventana como se apiñaban fuera del portón de nuestra casa.

Vilh mismo fue el que tomó la decisión de que era mejor para mí y para Estrella volver a Miami, ya que yo si sabía desenvolverme en Florida. Los meses que estuvimos allí habían creado para mí un ambiente familiar, era como mantener los pocos buenos recuerdos de mi pasado y apegarme con mayor facilidad a mi presente y su agitada vida.

Esa tarde la habíamos tomado libre, después de desempacar volvimos al trabajo y no tuvimos tan siquiera tiempo de respirar. Salimos los cuatro juntos, como una familia, lo que incluía a Theo en la mayoría del tiempo; ese día no había sido la excepción.

Necesitaba urgentemente uno de mis cafés favoritos, vainilla y amaretto; hice una pequeña parada en la cafetería, Theo y Vilh se quedaron sentados fuera con Estrella y los perros.

Pedí y pagué mi café, al intentar dar la vuelta para volver afuera me topé de frente con un hombre de traje; logré sobresaltarme un poco de la impresión al no haberlo visto venir.

Él me tomó de la mano impidiendo que chocara con el chico que estaba detrás de mí, fue cuando noté que lo conocía.

―Scott Lamoretti ―dije recordando vagamente su nombre, él era el organizador de aquella fiesta de caridad en la que los chicos dieron una presentación en mi país, de la cual me escapé intentando huir de Vilh.

―También te recuerdo... ¡eres Lisa! ―dijo él chasqueando sus dedos al recordarlo.

―Parece que recuerda bien ―dije y sonreí.

―Lo suficiente para recordar que eras muda.

―Eso lo solucionamos. ―Reí.

―Cariño. ―Vilh llegó por detrás de mí y colocó su mano en mi espalda baja, lo miré de soslayo, se que llegó a hacer presencia para aclarar tanto a mí como al hombre con quien hablaba que no estaba soltera.

― ¿Ya viste a quien me encontré? ―le pregunté, señalando a Scott, Vilh movió ligeramente una de sus cejas, me estaba expresando su molestia de verme hablando con él, fue una señal rápida para luego mirar a Scott y sonreír como si en realidad le agradara.

―Mucho gusto en volver a verlo, Señor Lamoretti. ―Finalizando con un saludo de mano.

Él guardó su silencio por unos pocos segundos, en aquel evento Vilh le había desmentido que yo era su pareja, ahora estaba dejando claro que si lo era.

―Es una sorpresa encontrarlos ambos, juntos. Ahora que estamos aquí, permítanme presentar a mi sobrina ―dijo él, miró tras su hombro y dio media vuelta, tomando del brazo a una distraída chica que tenía su mirada perdida entre los mostradores de la pastelería.

Ella nos miró de frente y abrió sus ojos como platos, Vilh apretó su mano contra mi cintura al ver de quien se trataba.

― ¡Lisa!... y Vilh ―dijo sorprendida, pero a la vez entre dientes, no era que no le agradara vernos, no le agradaba verme junto a Vilh.

― ¿Se conocían? ―preguntó Scott.

―Lo suficiente ―dijo Vilh, yo lo miré sin intención, prácticamente lo estaba matando con la mirada sin darme cuenta.

―Vilh... Vilh... Vilh. Toma a tu hija, debo ir al baño ―dijo Theo, apareciendo apurado.

Vilh estiró sus brazos tomando a Estrellita y Theo no tardó en correr.

―Mami ―dijo Estrella, intentando dejar a Vilh y pasarse a mis brazos.

― ¿Estrella es tu hija? ―preguntó Sandra boquiabierta, dirigiéndose a Vilh.

―Es nuestra hija ―respondió Vilh pasando la bebé a mis brazos.

― ¡Vaya! Eso creo que no lo esperaba. Pensé que no eran pareja para aquella noche del evento ―mencionó Scott.

―Fueron días difíciles para nosotros ―respondí.

― ¿Quién eres tú? ―dijo Theo, luego de un minuto incomodo; al volver del baño tocó el hombro de Sandra.

―Lo mismo me pregunto yo ―respondió ella mirándolo de pies a cabeza.

Vilh haló a Theo del hombro.

―No lo hagas Theo. ―Le susurró Vilh a su gemelo.

―Yo soy el mal tercio entre estos dos; Theodore Kleinman, la sexy versión de mi hermano gemelo.

―Soy Sandra Lamoretti ―dijo ella, tomando la mano de Theo en forma de saludo.

Sí, así había llegado ella a nuestras vidas después de intentar casi sabotear mi relación con Vilh, aun cuando no había nada que sabotear.

No podía evitar sentirme incomoda al saber que ella buscaba acercarse a Theo, la conocía lo suficiente para saber que no era buena persona y que no lo hacía con las mejores intenciones. Con solo ver sus ojos podía entenderlo, ella utilizaría a Theo para su revancha, más ahora que sabía que su vieja trampa no había funcionado.

Había pasado algo más de una hora, Theo se marchó a su apartamento, que quedaba a unos pasillos del nuestro. Yo continuaba sola, bueno, con Estrellita. Era hora de llevarla a la cama; pero estaba algo energética aún. Me costó mucho ponerle el pijama, pues intentaba escapar. Me encantaba olfatearla, su olor era una de las cosas más reconfortantes; algo que apreciaba enormemente.

La senté en la cama, soltándole las colitas despeinadas que le había hecho por la mañana. Sacudí su cabello rubio, soltándole aquellos hermosos rulos, los cuales no tenía la menor idea de quien los pudo heredar. Una vez estuvo lista, la tomé de la cama y la llevé en mis brazos hasta la cocina. Aun debía lavar los trastos de la cena de Theo y la mía. Coloqué a Estrella en el piso mientras lo hacía, no eran muchos platos, Theo me ayudó con unos cuantos. Al terminar, sequé mis manos en una toalla; miré a mi pequeña gateando en dirección al salón y dejé que continuara.

Me acerqué a la estufa y toqué la olla, ya no estaba tibia, la cena de Vilh se había enfriado una vez más. Suspiré y la tomé, guardándola en la refrigerador.

Al cerrar la puerta miré por un momento la fotografía que estaba pegada en la puerta, Vilh la había puesto allí. Una foto familiar... ¿En realidad lo éramos?

Teníamos menos de un año de conocernos y la mitad de estar comprometidos, un compromiso que parecía no tener intenciones de pasar a más.

No es que no lo amara, al contrario, estaba terriblemente enamorada de él. Es solo que los últimos días, todo había sido tan confuso. En cierta forma, estaba cansada de dar amor y no recibirlo, me sentía sola, abandonada. Tenía el amor de mi bebita y el de Theo; pero resultaba triste no recibirlo de la persona que más amaba, de la que más lo esperaba.

Él estaba ahora para todo el mundo, menos para mí.

El sonido de la puerta me hizo inclinarme un poco, mirando entre el pasa platos; su cabellera rubia al fin se asomó por entre la puerta. Debía admitirlo, aun no me acostumbraba a verlo con aquel color.

― ¿Dónde está la nena más hermosa que existe? ―dijo él al ver a Estrella en el salón, ella rio coqueta sabía que se refería a ella.

Vilh se puso de cuclillas para luego dejar sus rodillas en el suelo, intentando alcanzar a mi bebita, ella se escabulló de entre sus brazos y comenzó a gatear a toda velocidad por el salón, Vilh fue detrás de ella, arrastrándose por la alfombra de rodillas; puse mis codos en el pasa platos, mirando la persecución; como padre no daba nada de qué quejarse, era perfecto.

Vilh logró tomar a Estrella de sus pies y la volteó de espaldas para luego llevarla hasta él y atacarla a besos. Estrella reía incontrolable mientras intentaba atrapar las mejillas de Vilh.

―Papi, papi. ―Balbuceaba ella entre risas. Eso me hijo reír, era genial ver aquellos momentos.

Vilh detuvo su juego con Estrella y volteó a verme; me había escuchado reír. Una mirada monótona fue lo único que recibí, ni siquiera una sonrisa. Me quité del pasaplatos y a recosté de espaldas contra el frízer, intentando no llorar.

No entendía que sucedía, no había hecho nada malo y nuestra pelea no había tenido sentido, yo lo había perdonado por ocasionarla.

¿Qué era lo que había hecho yo?

Vilh levantó a Estrella del piso y la llevó a su habitación, lo supe porque lo vi en la vidriera de la encimera de pared. Cuando entró a su habitación salí de la cocina y caminé hasta el balcón, tomando los juguetes que mi bebita había dejado votados ahí; los llevé hasta la caja de juguetes que tenía en el salón, debajo de la librería.

Al erguirme, mi cabeza y espalda pegaron contra alguien, salté ligeramente de la impresión. Sabía que era Vilh, era el único que estaba allí; su mano derecha buscó camino entre mi blusa, posándose sobre mi abdomen. No reaccioné, no lo entendía.

Sus labios besaron mi mejilla izquierda; fue entonces cuando miré sobre mi hombro, intentando mirar sus hermosos ojitos miel.

― ¿Qué pasó con Estrella? Aun no quería dormir ―pregunté, no se me ocurría nada para decirle; no podía preguntarle donde se había metido las últimas tres horas, cometí ese error una vez, no quería repetirlo.

―Ella solo esperaba a su papá para que la viniera a acostar ―respondió Vilh.

Intenté caminar, escurrirme sigilosamente de sus brazos; pero me lo impidió, tomando mi cintura con sus dos enormes manos. Me volteó para dejarnos frente a frente, puso sus manos en mis hombros y viajaron hasta mi cuello, yo solo lo miraba a los ojos; ese cabello rubio había traído consigo mucho más que un simple cambio de imagen.

Estaba preocupada, tenía ese horrible temor arraigado en mi alma, no quería perderle.

― ¿Qué pasa? ―pregunté, no me refería a su mirada, me refería a absolutamente todo.

―Te amo ―respondió sin llegar a comprender mi verdadera pregunta.

Vilh tomó mis mejillas depositando un beso en mis labios, mi entusiasmo no era el mejor para continuar con él; aun así, dejé que me besara a su gusto. Aunque lo apreciaba, no era el tipo de gesto de amor que esperaba, su forma de besarme solo me transmitía un mensaje. Quería llevarme a la cama, solo eso, sexo. Carecía de sentimientos reales, era por su necesidad, no porque enserio quisiera darme un mensaje de amor.

Al ver que no obtenía mayor respuesta de mi parte dejó de besarme para verme extrañado; extrañaba como nunca aquel sentimiento que tenían sus besos al principio de nuestro compromiso.

― ¿Ahora qué? ―preguntó con ligero fastidio.

―También te amo ―dije y mis ojos se cristalizaron, me aparté de él y caminé rumbo a nuestra habitación, me encerré en el baño a llorar, no entendía, simplemente no lo entendía. Hace tan solo unas semanas todo era perfecto.

¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué le había hecho?

Tras unos cuarenta y cinco minutos encerrada en el baño, después de intentar tranquilizarme con una ducha, me envolví en una toalla y me propuse a salir.

Vilh estaba recostado en la cama, al ver la puerta del cuarto de baño abrirse apagó el televisor de un salto, casi luchando porque el control no se le escapara de las manos. Tomé mi cabello mientras intentaba comprender su actitud, mirando el televisor y su repentina forma de apagar.

Se irguió apoyándose bien en la cabecera de la cama, cruzando sus brazos. Podía ver la vena de su cuello saltando, su pulso estaba acelerado, lo que significaba que estaba ocultándome algo, su corazón latía acelerado por el miedo de que lo descubriera.

Continué caminado hasta mi armario, tomé ropa interior y un pijama; sosteniendo firmemente mi toalla. Caminé hasta mi coqueta y tomé el cepillo y un humectante, dejándolos encima de mi ropa.

Vilh relajó sus brazos y cejas al verme, sabía lo que significaba.

― ¿No te vestirás aquí? ―Dejé caer mis hombros al escucharlo, él estaba muy consciente de la respuesta.

―Iré a dormir en la cama de la habitación de Estrella, allí me vestiré. ―Finalicé tomando mis cosas y caminando hasta la puerta.

Vilh saltó de la cama y corrió hasta mí, tomando mi mano para que no llegara a salir de la puerta.

―No te vayas Lisa, por favor. Tenemos que hablar. ―Me volteé y lo miré a los ojos con algo de sorpresa, aunque era más indignación que otro sentimiento parecido.

Él pensaba que “tenemos que hablar”, creo que era demasiado obvio que teníamos que hacerlo; lo había intentado durante días y él solo seguía arruinándolo.

― ¿Enserio Vilh? ―dije y solté su mano, cerré la puerta y me dejé caer sentada en el borde de la cama, sosteniendo las cosas en mis regazos.

―Odio que estés enojada conmigo ―dijo, inclinándose de rodillas frente a mis piernas.

― ¿Enojada contigo? ―Ahora resulta que era yo la que estaba enojada con él―. Vilh, tú eres el que no llega a casa, no me saludas al llegar, te la pasas mirándome como si te hubiera hecho algo terrible y cuando me besas lo único que me haces sentir es que quieres tener relaciones conmigo. De lo que tenemos de estar comprometidos jamás hemos hablado de nuestro matrimonio y siempre que te digo algo relacionado con eso me dices que no es importante ahora, que estás muy ocupado como para pensar en eso. ¿Cómo crees que me siento? No soy lo suficientemente importante para ti como para que pienses en mí. Me dejaste plantada el día en que me habías prometido que cenaríamos juntos...

― ¡Ya! ―Me detuvo― Suficiente, sé lo que hice y lo que no hice.

―Tomaré mi ropa, tomaré a Estrella y me iré a dormir al cuarto vació del departamento de Theo ―dije, intentando levantarme de la cama, Vilh me tomó de los brazos y me volvió a sentar en ella en contra de mi voluntad.

―Tú y mi hija se quedarán aquí. ―Me ordenó, aun sin soltarme.

¿Qué rayos pasaba por su mente?

No podía obligarme a nada, no lo dejaría, mucho menos dejaría que me tomara a la fuerza; cada vez que lo hacía mi mente se invadía de miles de imágenes sobre las dos veces que habían intentado violarme, incluyendo en la que lo habían logrado.

¿No recordaba lo mucho que me dañaba aquello?

―Suéltame Vilh ―Le rogué, temblando de terror debido a mis recuerdos, mi voz quebrada y lo mojado de mis mejillas lo hicieron recordar; por ello relajó sus manos y soltó mis brazos.

Vilh se levantó un poco, tomando una de las sabanas sobre la cama y me envolvió con ella, sobando mi espalda.

Él sabía que aquello me ayudaba en los ataques de pánico, se sentó a mi lado y me abrazó. Miré su rostro, podía ver el ligero cambio en su expresión, preocupación y culpa por haber desatado uno de mis ataques.

Rodeé su cuerpo con mis brazos, él me haló, llevándome con él hasta el centro de la cama, donde nos recostó a ambos mientras continuaba abrazándome.

―Lo siento cariño, este estúpido sigue arruinándolo ―dijo, besando entre la separación de mis cejas.

― ¿Qué nos pasa? ―pregunté aun aturdida y temblorosa.

―Nada Lisa, es mi culpa. Yo no debí ponerme tan celoso, usé tu preocupación de Theo por Sandra como una excusa para atacarte con lo de Daren; llevaba esa molestia pegada y no supe expresarme de la mejor manera. No debí prohibirte trabajar solo para que no veas a Daren, eres su secretaria, es obvio que debas estar con él todo ese tiempo.

―Sabes que tengo que volver a trabajar si no quiero que me quiten la visa y me deporten.

―Lo sé. ―Pegando su frente a mi sien―. No quiero que vuelvas a tu país, me moriría si me llegara a quedar sin ti y mi bebé.

― ¿Sabes lo mucho que me hacen falta tus abrazos? También tus besos de cariño, los saludos, las miradas coquetas. ¿Cuándo te pedí que dejaras de hacerlo? ―Miré sus ojos sin lograr encontrarlos, no podía mirarme a los ojos... ¿Por qué?

―En ningún momento. ―Aferrándose a mí con más fuerza, me apretó contra su cuerpo y perdió su cabeza en mi cuello, pude escuchar como inhalaba, hacía lo mismo que yo, amaba tener su aroma en mi cabeza. Terminó por dejarme un cálido beso en el cuello, me llegué a estremecer, un escalofrió se había apoderado de mí―. Lo siento. ―Expresó, acomodando mis cabellos mojados fuera de mi rostro, me había sentido temblar.

― ¿Por qué no me miras a los ojos? ―pregunté, sin lograr mantener mi boca cerrada, lo conocía demasiado, sabía que algo estaba ocultándome.

―Enseguida lo hago, ―mirándome―... ¡Vez! Perdóname amor, prometo que dejaré de ser el idiota de esta semana. No han sido buenos días en estudio, parece que eres tú la que mantiene el orden ahí.

― ¿Solo eso? ¿Malos días? ―pregunté con una ceja en alto.

―Días locos y estresantes; no hay nada más. ―Acariciando mis mejillas.

―Confío en ti, ―Poniendo mi mano en su mejilla―. Te amo, no lo olvides.

―No lo haré, yo también te amo ―nuevamente me besó; a pesar de ser un beso corto y fue muy distinto al anterior.

Esta vez no me demostraba segundas intenciones, solo un delicado gesto de cariño y.… amor. Me recosté en su pecho, aun envuelta en sus brazos, no pasó mucho tiempo antes de que mis parpados me pesaran y me ganaran la batalla.