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Capitulo 5: Secretos y Sombras

Capítulo 5: Secretos y Sombras

El pasado nos consume, la verdad nos persigue, la venganza se ha vuelto nuestro verdugo.

Secretos del pasado buscan su luz para que la verdad sea revelada, no impor-ta cuántas personas se interpongan, la verdad surgirá y la muerte de los traido-res caerá.

Ten cuidado, muchas veces buscamos a la persona perfecta y al no encontrar-la, dañamos a esa persona que de verdad nos ama.

1. La Estrategia del Alfa: Una Obsesión Silenciosa

Matthew Alexander Whitman se sentía atrapado en una jaula de oro. El impo-nente castillo, sus vastas tierras y su poder ilimitado no podían acallar el rugido constante de su lobo, Connors, que clamaba por su mate. La imagen de Grey, la melena oscura ondeando al viento, los ojos desafiantes y las dagas de plata brillando bajo la luna, se había grabado a fuego en su mente. Era todo lo que había anhelado durante quinientos años, y al mismo tiempo, una paradoja an-dante. ¿Una cazadora de lobos, su mate? ¿Y un cachorro? La confusión era una losa pesada sobre su milenaria sabiduría.

Desde el instante en que sus ojos se habían encontrado en el Gran Salón de la mansión Maximus, el pull había sido innegable, un ancla ardiente que lo ataba a ella con una fuerza primigenia. Cada fibra de su ser gritaba su nom-bre, exigiendo la unión, el reconocimiento. Pero la precaución, forjada por si-glos de liderazgo y peligros ocultos, lo detenía. No podía simplemente aparecer en la vida de una mujer que portaba plata y que había adoptado a un lobezno sin explicación. Necesitaba respuestas. Necesitaba entender.

─Alec─, la voz de Matthew resonó en su estudio, grave y cargada de una ur-gencia apenas contenida. Su beta, Alec, siempre leal y eficiente, apareció en la puerta en cuestión de segundos.

─Alfa─, respondió Alec, inclinando la cabeza. Podía sentir la tensión en su líder, una mezcla de frustración y un anhelo que nunca antes había percibido en él.

─Quiero toda la información posible sobre Grey Maximus─, Matthew comenzó, su mirada fija en el mapa de las manadas que colgaba en la pared. ─Su pasa-do, su educación, sus hábitos. Todo. Y especialmente, quiero saber sobre el cachorro que trajo a casa─. Matthew hizo una pausa, sus ojos azules brillando con una intensidad particular. ─Discreción absoluta, Alec. Nadie debe sospe-char que la estamos investigando. Nadie─.

Alec asintió, comprendiendo la gravedad del encargo. ─Será como si nunca hubiéramos estado allí, Alfa─.

La espera fue una tortura para Matthew. Cada minuto se sentía como una eternidad, cada hora como un siglo. Connors, su lobo, no dejaba de lamentar-se en su mente. El lobo de Matthew estaba desesperado por la unión, por el abrazo de su compañera, y la cautela de Matthew lo frustraba hasta el límite.

, Matthew le respondía, una y otra vez, tratando de calmar la bestia en su interior. Pero la voz de Con-nors se volvía más insistente, más impaciente. .

Matthew cerró los ojos, la imagen de Grey luchando con la daga de plata vívida en su mente. Ella era letal, sí, pero había algo en sus movimientos, una fluidez que no era de una cazadora común. Y el brillo de sus ojos, la forma en que había protegido al pequeño lobezno… había una bondad en ella, una feroci-dad protectora que lo atraía más allá de lo racional.

Días después, Alec regresó con la información. Matthew lo recibió en su estu-dio, el aire denso con su expectativa.

─Alfa─, comenzó Alec, colocando una serie de informes detallados sobre el escritorio. ─Grey Maximus ha sido un enigma. Prácticamente no hay registros públicos de su madre. Su padre, Alexander Maximus, la crio con una protec-ción extrema, manteniéndola alejada de la mayoría de los asuntos de la mana-da y del mundo exterior. Se la ha considerado… peculiar. Antisocial, rebelde a las tradiciones─. Alec hizo una pausa, sus ojos escudriñando los de Matthew. ─No hay indicios de que haya sido entrenada como cazadora, aunque sus habilidades de combate son… extraordinarias, según el personal de seguridad de la mansión. Ha desarmado a hombres mucho más grandes que ella con una facilidad asombrosa─.

Matthew escuchaba, su mandíbula tensa. Extraordinary. Lethal. But not a hunter. The silver daggers. The mystery deepened.

─¿Y el cachorro?─, preguntó, su voz casi un susurro. La parte más delicada de la investigación.

Alec consultó sus notas. ─Ethan. No hay registros de ningún lobezno perdido o abandonado en las manadas cercanas. Ni de madres que hayan fallecido o desaparecido. Su aroma… no es el de un lobo puro, Alfa. Es diferente. Anti-guo. Hay una resonancia elemental en él. Parece… una mezcla─. Los ojos de Alec se abrieron ligeramente. ─Y su conexión con Grey es innegable. La lla-man ‘mami’ en su mente, y ella responde con una telepatía que hemos logrado captar. Una telepatía muy poderosa para un lobezno─.

Matthew se levantó, rodeando el escritorio. Los fragmentos empezaban a unir-se, pero el puzle era más complejo de lo que imaginó. Elemental. Su mente voló a las antiguas leyendas. Las ninfas. Las diosas de la naturaleza. Una es-pecie casi extinta, con poderes más allá de la comprensión lobuna. ¿Era Grey… una ninfa? ¿Y Ethan… era un híbrido, quizás, hijo de una ninfa y un lobo? La posibilidad lo golpeó con la fuerza de un trueno. Y si era así, su mate era más poderosa de lo que jamás había imaginado, y con ella, un legado de peligros y secretos.

─Gracias, Alec─, dijo Matthew, su voz llena de un nuevo matiz de determina-ción. ─Vigílalos. Y prepárate. Esto es solo el principio─. Connors, por primera vez en días, se calmó. Un sentimiento de orgullo y de anticipación reemplazó su desesperación. Su mate era una fuerza de la naturaleza. Y él la reclamaría.

2. La Ninfa Despertando: Un Mundo de Poderes Sutiles

Mientras Matthew tejía su red de observación, Grey vivía en una burbuja de descubrimientos. La presencia de Ethan había transformado su existencia, llenándola de una luz y un propósito que nunca había conocido. Las maña-nas con él eran un regalo. Correr por los jardines de la mansión, sus risas re-sonando mientras él perseguía mariposas, o sus momentos de calma leyendo cuentos bajo un árbol, con Ethan acurrucado en su regazo, su pequeña mente proyectando imágenes en la suya.

─¡Mami, mira!─, escuchó la voz de Ethan en su mente un día, mientras él ju-gaba con una fuente en el jardín. El agua, en lugar de salpicar de forma alea-toria, se elevó en pequeñas espirales, formando figuras diminutas en el aire, danzando al ritmo de su risa infantil. Luego, con un movimiento de su peque-ña mano, el agua se congeló en el aire por un instante, formando pequeñas gotas de rocío que brillaron al sol antes de caer.

Mis ojos se abrieron de par en par. No era la primera vez que veía algo así. A veces, las flores a su alrededor florecían con una intensidad inusual cuando Ethan estaba feliz. O el viento parecía responder a sus susurros, llevando sus risas lejos. ─Ethan, ¿cómo hiciste eso?─ le pregunté, mi voz un poco temblo-rosa.

─No sé, mami─, respondió él, su voz mental llena de inocencia. ─Solo quería que el agua bailara─.

Mi corazón latió con fuerza. Ethan era diferente. Muy diferente. Sus ojos que cambiaban de color, su telepatía, y ahora, estas pequeñas manifestaciones de control sobre los elementos. ¿Qué era mi pequeño? La respuesta, sabía, esta-ba en los viejos tomos de la biblioteca de mi padre, esos libros prohibidos que había leído a escondidas de niña, los que hablaban de seres místicos, de la magia de la naturaleza.

Comencé a sumergirme de nuevo en ellos, pero esta vez, con una urgencia renovada. Buscaba la palabra ─Ninfa Elemental─. Y cada vez que la leía, una extraña resonancia vibraba en mi propio ser. Mi madre. Ella era una Ninfa. Mi padre, el Alfa, se había casado con una Ninfa. Y yo… yo era su hija. Era la única explicación para mi propia conexión con la naturaleza, para la forma en que las plantas parecían responderme cuando las tocaba, para la facilidad con la que mis emociones parecían influir en mi entorno, aunque de forma sutil. Una vez, en un momento de rabia, había sentido el aire vibrar a mi alrededor, una descarga de energía que había hecho temblar las ventanas. Lo había descartado como imaginación, pero ahora…

Las dagas de plata. Eran más que simples armas. Eran extensiones de mi po-der, de mi linaje. Sentía una conexión con ellas, casi como si tuvieran vida propia. Al tocarlas, a veces sentía una oleada de energía, una vibración sutil que me decía que estaban esperando. ¿Esperando qué? ¿Mi completo des-pertar?

Matthew Alexander Whitman. El solo pensamiento de su nombre enviaba una descarga eléctrica por mi cuerpo. Ese pull. Se había intensificado desde su visita, una presencia constante en mi mente, un imán que me atraía sin pie-dad. Sus ojos azules, tan profundos, tan llenos de un misterio que se reflejaba en el mío. ¿Era él mi mate? La idea me aterraba y me fascinaba. Una ninfa elemental y un lobo Alfa. Una combinación explosiva, peligrosa.

A veces, por las noches, me encontraba a mí misma de pie junto a la ventana, observando la oscuridad del bosque, sintiendo su presencia. Era como si su-piera que él estaba allí, observando, esperando. La idea de ser observada no me gustaba, pero había algo en su mirada, en la forma en que me escudriña-ba, que me intrigaba. No era una mirada de juicio, sino de búsqueda, de en-tendimiento. Me hacía sentir vista, de una manera que pocos me habían visto.

Mi padre, Alexander, me observaba con una mezcla de orgullo y preocupación. Notaba mis preguntas sutiles sobre las ninfas, sobre el pasado de mi madre. Él me daba respuestas vagas, a medias, siempre desviando el tema cuando me acercaba demasiado a la verdad. Me quería proteger, lo sabía. Pero yo necesi-taba saber. Mi destino, el de Ethan, estaba ligado a ese conocimiento. La oscu-ridad que sentía a veces, un susurro de amenaza que se acercaba, me decía que el tiempo se agotaba.

3. El Lago: Un Encuentro ─Casual─ y Miradas Que Revelan

Matthew había planeado este encuentro con una precisión casi militar. No po-día seguir solo observando. Necesitaba una interacción directa, menos formal, donde pudiera sentirla, probarla, sin las limitaciones de un salón de reunio-nes. El lago, el mismo lugar donde la había encontrado por primera vez, era el escenario perfecto. Era un lugar neutral, un punto de encuentro común para los lobos que querían correr o simplemente disfrutar de la naturaleza. Y sabía que Grey a veces llevaba a Ethan allí para jugar.

Se transformó en su lobo, Connors, dejando que su instinto guiara sus pasos. El aroma de Grey, ahora más fuerte, más vívido, lo atraía como un faro. Y con ella, el dulce y peculiar aroma de Ethan. Los encontró en el claro, Ethan riendo mientras lanzaba una piña a una distancia inusual para un cachorro, y Grey observándolo con una sonrisa. Su corazón se apretó. Era una imagen de pura felicidad, una que Matthew anhelaba para sí mismo.

Se acercó lentamente, su tamaño imponente, pero con una postura que inten-taba transmitir calma. No quería asustarla. Quería que lo viera, no como el Alfa, sino como… algo más. Como el lobo que la había encontrado en esa noche fatídica.

Grey levantó la vista, sus ojos oscuros se posaron en él. El pull entre ellos se intensificó, una corriente subterránea que solo ellos podían sentir. Matthew pudo ver la sorpresa en su rostro, luego una cautela que le era familiar. La vio poner una mano protectora sobre Ethan, un instinto maternal que le conmovió profundamente.

Se transformó a su forma humana, el sonido de sus huesos reacomodándose, un suave susurro en el aire. Sus ojos azules nunca se apartaron de los de ella.

─Alfa Whitman─, dijo Grey, su voz sorprendentemente tranquila, aunque Matthew pudo sentir la ligera aceleración de su corazón.

─Grey Maximus─, Matthew respondió, su voz grave, un matiz diferente al tono formal que usaba en las reuniones. ─Qué casualidad encontrarte aquí─. No era casualidad, pero ella no tenía por qué saberlo.

Ella levantó una ceja, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. ─Sí, ca-sualidad. Ethan y yo venimos a menudo a este lugar. Le gusta jugar aquí─.

Matthew se arrodilló para estar a la altura de Ethan, quien lo observaba con una mezcla de curiosidad y timidez. El niño se escondía un poco detrás de las piernas de Grey, pero sus ojos azules y rojos lo miraban fijamente. ─Eres un niño fuerte, Ethan─, dijo Matthew, su voz suave, casi paternal. ─Vi cómo lan-zaste esa piña. Muy lejos para un pequeño lobezno─.

Ethan se sonrojó, un poco, y se acurrucó más en la pierna de Grey. , preguntó Ethan en su mente, su telepatía sutil, pero Matthew, con sus sentidos de Alfa, pudo captarla.

Matthew miró a Grey, sus ojos fijos en los de ella. ─Parece que Ethan tiene habilidades… especiales─, dijo, su voz con un tono inquisitivo. Era una prue-ba, una invitación a que ella se abriera.

Grey se tensó, pero mantuvo su compostura. ─Sí, es… un niño muy especial─, respondió, su voz con un toque de orgullo. No reveló nada más, mantuvo su aura de misterio.

Pasaron un rato, Matthew preguntando sobre el bosque, sobre la vida en la manada de Grey, siempre volviendo sutilmente a Ethan. Observó la forma en que Grey interactuaba con el niño, la ternura en sus ojos, la forma en que res-pondía a sus preguntas mentales. Era una madre. Una madre atípica, pero una madre al fin.

Matthew también notó la forma en que Grey tocaba los árboles, la manera en que el viento parecía arremolinarse suavemente a su alrededor cuando se mo-vía. Pequeños detalles que confirmaban sus sospechas. Era una Ninfa. O al menos, tenía sangre de Ninfa. La idea lo emocionó. Una Ninfa Elemental. Su mate. El poder que podrían tener juntos era incalculable. Y la amenaza que representaba si caía en manos equivocadas…

Antes de irse, Matthew se atrevió a dar un paso más. ─He oído rumores sobre un aumento de la actividad de lobos renegados cerca de las fronteras─, dijo, su voz seria. ─Tengan cuidado. El bosque puede ser peligroso─. Era una ad-vertencia, pero también una forma de recordarle que estaba allí, vigilando.

Grey asintió, su mirada seria. ─Siempre estamos atentos, Alfa Whitman. Gra-cias por la advertencia─. Sus ojos se encontraron de nuevo, y por un instante, el pull fue tan fuerte que casi le dolieron los huesos. Una promesa silenciosa, un reconocimiento. Se despidieron, y Matthew se alejó, su corazón latiéndole con una mezcla de anticipación y una nueva determinación. La había tocado. La había sentido. Y ahora, más que nunca, estaba decidido a reclamarla.

4. Viejos Secretos, Nuevas Amenazas: El Destino Tejido

Los días se convirtieron en semanas, y la presencia de Matthew, aunque a menudo indirecta, se volvió una constante en la vida de Grey. No había día en que no lo sintiera cerca, una sombra persistente en el borde de su percepción, un eco de su poder que la llamaba. La tensión de ese pull era un recordatorio constante de su conexión, un hilo invisible que los unía.

Mi padre, notando mi creciente curiosidad sobre mi linaje materno, finalmente cedió un poco. Una tarde, me llevó a un ala oculta de la biblioteca, un lugar que nunca antes me había permitido ver. Las estanterías estaban repletas de tomos antiguos, encuadernados en cuero desgastado, llenos de símbolos y escrituras que apenas reconocía. Eran los archivos de la familia, no solo de los Maximus, sino también de los secretos más profundos del mundo sobrenatu-ral.

─Aquí está la verdad, Grey─, dijo mi padre, su voz grave, cargada de una mez-cla de nostalgia y preocupación. Sacó un libro particularmente antiguo, sus páginas amarillentas, sus bordes deshilachados. ─Tu madre… ella era una Ninfa Elemental. Una de las últimas de su linaje. Tenía el control sobre los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Ella era una fuerza de la naturale-za, mi luna, y mi todo─. Sus ojos, por un instante, se empañaron con el re-cuerdo. ─Pero era un secreto. Una Ninfa y un lobo… una unión prohibida por muchos. Y peligrosa. Tu existencia es una prueba de ello. Eres un híbrido. Eres más poderosa de lo que sabes, mi niña─.

La revelación me golpeó con la fuerza de un rayo. Ninfa Elemental. Híbrida. Mi mente corrió a los pequeños milagros de Ethan, al control sutil que ejercía so-bre el agua y el viento. Era una prueba viviente de lo que mi padre me decía. Y yo… yo también. Las dagas de plata. No eran solo armas, eran catalizadores. Mi herencia elemental, mi sangre. Todo encajaba.

─¿Por qué me lo ocultaste, papá?─, pregunté, mi voz apenas un susurro.

─Para protegerte, mi niña─, respondió, su mano grande y fuerte cubriendo la mía. ─Tu madre era perseguida. Había quienes querían su poder, su linaje. Después de su… desaparición, te mantuve alejada de todo esto. Quería que vivieras una vida normal. Pero el destino… el destino siempre encuentra su camino─. Su mirada se volvió sombría. ─Hay una profecía, Grey. Una antigua profecía sobre una Ninfa Híbrida que nacería, con el poder de cambiar el equi-librio cósmico. Se decía que sería guiada por la muerte y protegida por la natu-raleza─.

Mi corazón dio un vuelco. Guiada por la muerte. Mis dagas de plata. Protegida por la naturaleza. Mis poderes latentes. Era yo. Yo era la Ninfa de la profecía. La magnitud de la revelación me abrumó.

Mientras tanto, Matthew, ajeno a mi descubrimiento, también se encontraba en una encrucijada. Sus rastreadores le habían traído más informes, y esta vez, eran preocupantes. La actividad de los lobos renegados no era un incidente aislado. Había un patrón. Los renegados no eran simples lobos desterrados, sino algo más. Sus ataques eran coordinados, dirigidos a las fronteras más débiles de las manadas, buscando algo.

Una noche, mientras Matthew observaba a Grey y Ethan jugar en el jardín de la mansión, vio algo que lo dejó sin aliento. Ethan, en un arrebato de alegría, lanzó una pequeña ráfaga de viento que hizo girar las hojas secas en un tor-bellino perfecto. Y Grey, con una sonrisa, hizo que una rosa marchita en sus manos floreciera de nuevo, sus pétalos rojos vibrando con nueva vida. Matthew sintió el poder, la magia elemental, emanando de ambos. Era incon-fundible. Su mate no solo era una Ninfa, sino que era una Ninfa de un poder inmenso. Y Ethan, su hijo, un híbrido poderoso.

, el lobo de Matthew aulló con una mezcla de asombro y adoración. La pieza final del rompecabezas había encajado.

Pero con la revelación, llegó una sombra. La profecía que Matthew conocía, una versión diferente a la de los Maximus, hablaba de una Ninfa Híbrida cuyo poder podía ser la clave para la salvación o la destrucción del mundo sobrena-tural. Había fuerzas oscuras en juego, antiguas entidades que buscarían ex-plotar ese poder. Los renegados no eran el problema. Eran una distracción. Había algo más grande, algo más siniestro, moviéndose en las sombras.

El destino había entrelazado sus caminos de la forma más inesperada. Una Ninfa Elemental, un Alfa de Alfas, y un lobezno híbrido, unidos por el amor, los secretos y una amenaza inminente. La paz que tanto anhelaban se veía amenazada. El camino no sería fácil. Pero Matthew y Grey, a pesar de sus mundos opuestos, estaban destinados a unirse. Los secretos del pasado se revelaban, y las sombras del futuro se cernían sobre ellos, anunciando la in-minente tormenta. La verdadera batalla, la que definiría su destino y el del mundo sobrenatural, estaba a punto de comenzar. Y ellos, sin saberlo del todo, estaban en el centro de ella.

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