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Seduciendo a mi enemiga

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Janeth Aguilar
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Sinopsis

Victoria Kent solo deseaba ser feliz. A sus veintisiete años, había conseguido el puesto como directora ejecutiva en una de las empresas de diseño más importantes del país y estaba a punto de casarse con el hombre del que se había enamorado. Ethan Callaway es el director de marketing y mano derecha del presidente de Sutton International Design. Es un hombre muy astuto en los negocios, sexi como el demonio, seductor y atractivo. Su vida era tranquila hasta que apareció la mujer que arruinó todos sus planes. Con su nuevo nombramiento, Victoria acaba de ganarse un enemigo. Ethan no contaba con que una recién llegada, le arrebatara de las manos, el cargo por el que se ha estado esforzando durante largos años. Era su meta más importante. Está a punto de desatarse una guerra en la que todas las estrategias serán utilizadas y en la que el más astuto será el vencedor. Una batalla en la que se verán comprometidos dos corazones sin ser conscientes de que hay una brecha muy estrecha entre el amor y el odio. ¿Podrán sortear las trampas que el destino ha preparado para ellos? ¿Serán capaces de resistirse a la fuerte atracción que los cautiva? ¿A los confusos sentimientos que los arrastrará a ambos de manera inevitable? Identificador 2301273276160 Fecha de registro Enero-2023 © Todos los Derechos Reservados

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Capítulo 1 Un enemigo potencial

No puedo evitar sentirme nerviosa en este preciso instante. Estoy eufórica. Hoy es el día en el que por fin logro materializar todos los esfuerzos y sacrificios de mi vida profesional. Soy una chica tímida e introvertida, no puedo negarlo, pero es vital no permitirme demostrar debilidades en este medio donde la testosterona ejerce su supremacía.

Me dirijo con pasos firmes y seguros a la oficina de Recursos Humanos para finiquitar todo el papeleo de la contratación. Luego debo asistir a la sala de reuniones, lugar en el que se llevará a cabo la presentación oficial ante todos los trabajadores que dependerán de mí, una vez que asuma el cargo como directora ejecutiva de Sutton Internacional.

―Buenos días, señorita, soy Victoria Kent, tengo una cita con el señor Evans.

La joven morena sonríe antes de devolverme el saludo.

―Bienvenida, señorita Kent, permítame anunciarla.

Le doy un rápido vistazo a las instalaciones e intento familiarizarme con el área mientras ella se comunica con su jefe.

―El señor Evans la atenderá de inmediato ―indica la chica al levantarse de su silla―, sígame por favor.

Estoy muy nerviosa, pero hago todo lo posible para disimularlo. La chica abre la puerta y me invita a pasar.

―Buenos días, señorita Kent, es un placer recibirla en su primer día de trabajo ―indica el hombre de cabello oscuro y actitud profesional al levantarse de su puesto para recibirme. Abotona su chaqueta de diseñador y me tiende la mano para saludarme―. Por favor, tome asiento ―me indica con amabilidad para que ocupe una de las sillas que hay frente a su escritorio―. ¿Desea tomarse un café? ¿Quizás agua?

Trago grueso y le devuelvo el saludo.

―Buenos días, señor Evans, ―estrecho su mano y tomo asiento―, gracias por la bienvenida ―sonrío con agrado―, pero tomé suficiente café antes de venir. Un vaso con agua será suficiente.

Ocupa su silla y levanta la bocina de su teléfono para solicitarle a su secretaria que traiga la bebida.

―Bien, ya habíamos iniciado con todo el papeleo de contratación, pero necesito que firme algunos documentos que quedaron pendientes antes de que asista a la reunión con el personal.

Pocos minutos después llega la chica, quien con gentileza coloca el vaso sobre la mesa. Pregunta con amabilidad si deseamos algo más y, ante nuestra negativa, se marcha dejándonos con nuestros respectivos asuntos.

El señor Evans tiende sobre el escritorio las carpetas con los documentos que he de firmar. Leo y constato el contenido, luego estampo mi firma en cada una de las hojas. Con mucho profesionalismo va señalándome el lugar en el que debo signar cada formulario. Al finalizar, procede a darme todas las instrucciones y a explicarme los aspectos más importantes sobre el cargo para el que fui contratada. Una vez finalizados todos los trámites, nos dirigimos al salón en el que se llevará a cabo el acto de presentación.

―Hoy conocerá a todo el personal que forma parte de la plantilla de empleados de Sutton. Somos una gran familia.

Explica orgulloso mientras nos dirigimos a la sala de conferencias.

―Hoy tendrá una presentación general con los empleados y luego procederé a presentarle a los ejecutivos en una reunión más formal ―escucho con atención todo lo que me va explicando―. Es posible que hoy conozca al jefe del departamento de marketing, es el único jefe que estará presente en esta primera reunión. Es uno de los ejecutivos más importante de nuestra empresa ―sonríe satisfecho―, y el hombre con más poder después del presidente ―aclara orgulloso―. Espero que tanto él como el señor Sutton puedan estar presentes en la reunión, siempre y cuando, sus obligaciones se lo permitan. De igual manera, si alguno de ellos no aparece, nos harán saber cuándo estén disponibles para hacerlo.

Asiento con un movimiento de cabeza. Me siento aturdida con la cantidad de información recibida desde que puse mis pies en este lugar. Llegamos al salón y no puedo evitar ponerme nerviosa. Dos puertas de madera maciza de color caoba nos separa del bullicio que se escucha al otro lado de la habitación. Me detengo durante algunos segundos para calmarme antes de entrar y encontrarme con todas las personas que esperan conocerme.

―Tómese todo el tiempo que necesite, señorita Kent.

Asiento en respuesta. Aspiro pequeñas bocanadas de aire para calmarme mientras paso las manos con suavidad sobre la tela de la falda para eliminar las arrugas que se aprecian a simple vista. Una vez que logro mantener mis nervios a raya y elimino la tensión de mi cuerpo, le indico con un ligero asentimiento que estoy lista para hacerlo. Abre la puerta y me invita a entrar. El lugar está abarrotado. Puedo notar de manera inmediata que los asistentes abandonan sus conversaciones para voltear en dirección hacia nosotros. El señor Evans da el discurso inicial, supongo que es el procedimiento acostumbrado para estas ocasiones. Al final de sus palabras se desata un coro de aplausos y aclamaciones que me ponen muy nerviosa. Todos los empleados se acercan para saludarme y ponerse a disposición… excepto uno de ellos. Observo con atención y desconcierto al hombre que permanece sentado al final de la larga mesa, ajeno y distante a lo que está sucediendo. No puedo evitar mirarlo con fijeza. Su mirada intensa es cautivadora, pero puedo percibir una especie de hostilidad desconocida en ella. Tal vez estoy malinterpretando su actitud.

Una vez concluyen las presentaciones, todos vuelven a sus lugares. Ha llegado el momento de retribuir, con palabras de agradecimiento, el cordial recibimiento que me han dado. Daría cualquier cosa para evadir este momento, porque no hay nada que me inquiete más que los discursos en público. Con una corta alocución agradezco su efusivo recibimiento. Mi atención se centra una vez más en al hombre que se mantuvo apartado en todo momento. No entiendo por qué razón estuvo tan distante. Decido ignorarlo, sin embargo, me causa cierta suspicacia y mucha curiosidad.

Pocos minutos después, el señor Sutton aparece en la reunión. Logro identificarlo porque es un hombre muy importante en el mundo empresarial y financiero. Además, tuve la precaución de averiguar todo sobre él y su empresa, antes de postularme para el cargo que estaban ofertando. Es un hombre fascinante, atento y educado. Su manera de saludarme me hace sentir en confianza. No obstante, trato de recibir sus encantadoras palabras de la mejor manera posible. Le agradezco por haberme dado la oportunidad de formar parte de su empresa. No estoy dispuesta a desperdiciar una oportunidad como esta. Daré lo mejor de mí para que estén satisfechos con mi trabajo.

Me sorprendo cuando el desconocido que se mantuvo distante en todo momento durante la reunión, por fin, decide acercarse. Sin embargo, me doy cuenta de que más que un aliado, este hombre es un fuerte contendor para mis aspiraciones. Es un enemigo potencial.