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Capítulo 2

Roonie sube sin pensárselo demasiado. Artemis cierra la puerta y luego sube en el espacio del conductor. Es muy bonita, ahora desde cerca puede ver el puente de su nariz, los labios carnosos todavía pintados y sus brillantes ojos verdes, parece modelo, pensó Roonie, pero no se atrevió a pronunciar palabra hasta que ella lo hiciera.

-¿Vives en las mansiones del oriente?-la profesora pone en marcha el coche, saliendo del estacionamiento.

-Sí- Roonie desvía la mirada, esta mujer de largas piernas y hermosa sonrisa es tu profesora, al igual que la de francés... no, no hay que recordar el pasado. Aún duele el pasado.

-Dime Roonie ¿cómo aprendiste a pintar tan bien? Digo, las demás no lo hacen mal, pero tu trabajo parecía la de un verdadero artista- Roonie se encoje, está acostumbrada a los halagos y demás porquerías, pero viniendo de Artemis de algún modo significaba más para ella.

-Desde niña siempre me ha gustado, mi padre me llevaba a grandes exposiciones de diferentes artistas y allí comencé a sentir amor por el arte-se atreve a mirar a la profesora- gracias por el cumplido.

Artemis sonríe, dentro de si está echa un manojo de nervios ¿por qué esta rubia adinerada le llamaba tanto la atención?

-oh bueno, la mayoría comienza así, pero al menos a mi no me llego el amor hasta cuando ya estaba bastante grande- ladea una sonrisa- tu pintura ahora está en mi despacho.

Roonie le sonríe esta vez sin intentar provocarla, su profesora guardo su pintura, en su despacho ¿es simple amabilidad o hay algo más? Por el momento no importaba, no quería volver a cometer el error de antes. Sin querer se pone tensa y la conversación declina hasta que ya van llegando a la zona de mansiones.

-¿cuál es la tuya?- Artemis pregunta rígida, una idea le comenzaba a surgir en su cabeza ¿y si besaba a la rubia? ¿por qué no?

-La del final- Roonie miraba por la ventana, aparentemente distraída. No, no podía hacerlo ¿por qué esas ideas tan estúpidas venían a su mente?

Continuaba avanzando por entre grandes mansiones, la profesora absorta en el viaje nunca había pasado por aquel lugar, solo en sus sueños podía haber gente con tanto dinero y además que lo desperdiciaba así.

Llegaron al final y una de las más lujosas y grandes, completamente de blanco y con un enorme jardín ladeaba la curva.

-Es aquí- Roonie suspira- muchas gracias profesora Artemis. La rubia desabrocha su cinturón y gira su cuerpo hacia la profesora. No había notado los grandes ojos grises que tenía, nuevamente la admiración le llenaba el pecho.

-No es nada, Roonie- le gustaba decir su nombre. ¿y si lo hacía? ¿qué iba a perder? Estaba perdiendo el tiempo, sabía que la rubia pronto se iba a bajar.

Alargó su rostro hacia el de Roonie, la rubia abrió sus preciosos ojos al momento en que la profesora juntaba su boca con la suya. Roonie no se lo esperaba, aún con los ojos abiertos separó a Artemis de sus labios, solo salió de el coche corriendo entre la calle, dejando a su profesora con el alma en los pies.

Corrió hasta llegar frente la enorme puerta, jadeando tocó el timbre y la mucama asustada abrió. Roonie la saludo con la poca voz que tenía y subió rápido la escalera hasta su cuarto. Cuando cerró la puerta tras de sí y echó el cerrojo pudo tranquilizarse. ¿por qué volvía a suceder esto? ¿no bastó con su profesora de francés? Roonie se recostó en la enorme cama rosa, puso el almohadón sobre su cabeza e intentó no pensar. Pero su mente la traicionó y recordó la suavidad de los labios de Artemis, como sus ojos se cerraron y presionó contra ella dulcemente. Es como si fuese un deja vú, solo que esta vez era en el coche de su profesora y no el salón de clases. Roonie se sentía atraída por la profesora, también en algún momento quiso besarla, pero la experiencia anterior le impedía continuar el beso.

Artemis es hermosa, un sueño de mujer, pero Roonie sabía que por el bien de las dos no debía ocurrir nada entre ellas aparte de lo profesional. Esta vez no saldría corriendo como hace unos minutos, tendría que ignorarla, porque huir no era una opción. Su madre con suerte le había dejado cambiar de escuela con la torpe excusa de querer una mejor educación, la realidad era como ahora, no podía soportar ver a su profesora después del beso, ahora no podía cambiar.

Su padre llegó cuando ya había oscurecido, Roonie bajó para saludarlo felizmente, él era un hombre de estatura promedio, rubio, pero no como el de ella si no que más oscuro, de él había sacado su porte, los ojos y la nariz.

-Hola pequeña- abrazo a su hija torpemente con el maletín en mano- ¿tu madre?

-En el club-Roonie rueda los ojos, la verdad no le importaba ver a su madre, siempre quiso más a su padre, a pesar que de vez en cuando olvidaba ir a buscarla. Ambos caminaron hacia el salón-comedor, del mismo tamaño que el anterior pero con diferente decoración, aquí había toda clase de cuadros que a Roonie tanto le gustaba, su padre los puso solo con la aprobación de su hija, el arte era algo que ambos apreciaban.

-¿Clara está lista la cena?- su padre desabrochó la corbata azul y la tiró sobre la enorme alfombra, su padre podía ser un ejemplo a seguir, un gran empresario, con grandes multi-tiendas de tecnología por todo el país, pero a la hora de ser ordenado nunca era lo suficiente. Roonie sentía que con su padre ella podía ser quien realmente era, un ser humano normal, que simplemente tenía varios talentos pero que no se diferenciaba de los demás.

Ambos comieron compartiendo su día, Ronnie apenas tocó su ensalda y luego se fue a acostar con le excusa de que estaba cansada. Su padre le dio un beso en la nuca y la dejó ir.

Ya arriba tomó un baño caliente, realmente necesitaba descansar. Aún es su mente el beso se hacía cada vez más real, no necesitaba más de esto por ahora.

Por la mañana nuevamente fue en el jeep de su madre, que ahora llevaba un look deportivo ostentoso, dejó a Roonie en la puerta de la escuela, no se dio el tiempo de despedirse porque tenía que ir a correr con la "elite".

Nuevamente Roonie causaba sensación, ahora llevaba el cabello totalmente suelto. Algunas caras ya conocidas se acercaban un poco más de ella, un que otra dedicándole una sonrisa. Pero a Ronnie le daba igual, todo le daba igual.

La dos primeras horas se las pasó tomando apuntes y mirando por las ventanas, la clase era aburrida, siempre lo eran, todas se giraban cuando Roonie tenía una duda, o cuando se paraba para botar algo o simplemente se giraban y ya. Nunca se sentía tranquila, siempre ojos estaban atentos a sus movimientos, este iba a ser un año agotador.

Cuando llegó la tercera hora Roonie intentó relajarse, sabía que Artemis entraría por esa puerta en cualquier momento, y necesitaba aparentar una calma que no tenía, pero debía hacerlo.

La puerta se abre y la profesora entra, Roonie no le dirige la mirada, solo saluda sin dejar de mirar el suelo y escucha las instrucciones.

-Señoritas, hoy el trabajo se vuelve más difícil, esta vez tendrán que hacer una gran boceto de todo lo que tienen es esas cabezas, necesito que lo expresen todo en el papel, tiene esta clase y la siguiente para terminarlo ¡buena suerte¡

El resto de la clase pasó lenta, Roonie nunca levantó la mirada y tampoco la dirigió a su profesora. Solo en los cortos momentos en que Artemis se ponía detrás suyo y comentaba algo asentía y volvía al trabajo. De un momento a otro la clase terminó. Roonie se disponía a salir, con su aura de inocencia iba de las últimas, pero un brazo agarró su hombro y obligó a darse vuelta.

Roonie clavó su mirada en esos ojos verdes, llevaba los labios pintados de rojo nuevamente, con la boca ligeramente entreabierta.

-Necesito hablar contigo Roonie- intenta alejar su mano del hombro- solo será unos minutos después de clase.

Roonie estaba nerviosa, nada comparado con su expresión de absoluta tranquilidad que descansaba en su rostro. Asintió levemente y caminó hasta la salida. Deseo varias veces que el tiempo pasara mas lento, pero cada vez que echaba una ojeada la manecilla estaba cada vez más cerca de la una. Cuando todas salieron Roonie se dirigió al salón principal, no tenía ni idea cual era el despacho de su profesora, no se había tomado el tiempo de preguntárselo huyendo de ella.

-Sígueme- un susurró en su oreja hizo que se le pusiera la piel de gallina, la profesora esta vez llevaba un vestido negro apegado hasta las rodillas. Mientras la seguía no podía dejar de ver ese trasero tan precioso que se movía sobre sus piernas. Caminaron por un pasillo vació hasta doblar frente una puerta con placa que decía "Profesora Artemis Arggon". Vaya, no sabía su apellido y vaya extraño que era.

-Puedes sentarte si gustas- la profesora se apoyó contra el escritorio que descansaba a un lado de la habitación. Estaba decorado tal como intuía, muchas pinturas de varios artistas reconocidos y como último reconoció su pintura detrás de la profesora. Artemis estaba cruzada de brazos mirando las lindas piernas de la rubia, con los brazos estirados en los lados y su semblante de absoluta tranquilidad le hacían querer volver a besarla.

Roonie vuelve su mirada a la hermosa mujer, que la mira tan intensamente como ayer, o como cuando estaba a punto de besarla. Camina relajadamente hasta ella, se queda parada esperando que le pelinegra hable.

-Debo disculparme por lo de ayer, sé que actúe de una forma poco profesional y te pido enormes disculpas por ello Roonie- su tono formal le hacía aumentar su temperatura, Artemis dejaba nuevamente ver parte de su escote, haciendo revolver el estómago de Roonie.

-No se preocupe, le disculpo- no dijo nada más, no era necesario. La profesora ladeó su cabeza y se acercó a Roonie. Inmediatamente se puso en guardia. Artemis veía a la rubia mirándola desafiante, no alejaba sus ojos de los suyos, poniéndola nerviosa.

-Muy bien, entonces ¿empezamos de cero? - la profesora alargó su mano en forma de paz. Roonie dudó pero cogió su suave mano y la meció. Artemis sonrió satisfecha, ella no era de las que se rinden tan fácilmente, la rubia le atraía de una forma en que nunca antes alguien lo había echo. Y pensaba luchar por volver a tener sus labios sobre los suyos.

Roonie ya afuera se sentó a esperar a su padre, otra ve le había olvidado pero le daba igual, si era necesario iría caminando a la mansión. El tiempo se hizo largo y todavía jugaba con sus manos cuando el Ford negro se acercó, la pelinegra asomó su cabeza por la ventana y le sonrió.

-vaya, te parece si damos un vuelta y me disculpo llevándote?- Roonie dudó, pero no quedaba otra, disfrutaba la compañía de su profesora y estaba casi segura que ambas habían superado el beso.

Subió abrochándose el cinturón. Artemis se puso en marcha, en todo el transcurso no hablaron nada, la pelinegra pensaba alguna manera de tener esos labios otra vez con los suyos. Cuando llegaron sorpresivamente el enorme portón abrió sus puertas, Roonie le indicó que podía entrar. Estacionó frente a la puerta principal y se giró hacia su alumna.

Roonie intentaba controlar todos los sentimientos que ahora se arremolinaban en su pecho, nada le dio tiempo continuar ya que su madre salió por entre los arbustos, estaba haciendo jardinería.

-Pero vaya ¿tú padre se ha olvidado otra vez?- rio cínicamente- era de esperarse- dirigió su mirada a Artemis que miraba embobada el parecido de Roonie con la mujer de guantes y sombrero de flores.

La mujer le agradeció la amabilidad de traer a su hija a la mansión, le ofreció pasar y tomarse algo, cosa que Artemis aprobó gustosa. Roonie no podía creer el descaro de su profesora por lo que se excuso diciendo que debía hacer deberes.

-Por Dios niña, lleva a tu profesora a tomar algo y luego haces los deberes- su madre volvió al jardín cortando flores, dejando solas a Roonie y Artemis.

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