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Capítulo 18: Todavía no estaba preparada para ser esposa militar

Emanuel, quien tenía la cara triste y macilenta, no pudo evitar soltar risas al oír las palabras de la mujer y dijo:

—Ja, ja, ja, ja... Sí, en comparación con mi trabajo, el de los funcionarios públicos es demasiado estable y cómodo. Catalina, ¿Florencia no te contó mi oficio cuando te me presentó?

—¿Me dijo que eres un director en el ejército? —Catalina lo miró desdeñosamente de arriba abajo— Pero el responsable de la seguridad en mi comunidad también se cree un director, e incluso mi mamá lo llamó bromeando a un limpiador por «director». Solo es un apodo, no significa que realmente ocupes una posición alta en el ejército.

Emanuel se rio aún más alegremente y el mal humor que le había molestado durante estos días se le fueron completamente por las palabras graciosas de la mujer. Pero fue en este momento en que se dio cuenta de que esta mujer se había casado con él, no por su posición social.

—¡¿De qué ríes?! —preguntó Catalina confundida.

—No te preocupes. Tengo un trabajo formal y bien pagado, así que puedo mantenerte la vida.

—¿Sí? Pues Florencia todavía tiene consciencia sin presentarme a un hombre pobre.

Emanuel miró hacia esa llamativa curita en la frente de ella y preguntó con el ceño ligeramente fruncido:

—¿Qué te ha pasado en la frente?

Catalina se quedó un poco sonrojada al ser mirada fijamente por el hombre, se bajó la cabeza y contestó:

—He chocado contra la puerta accidentalmente en la oficina, pero está bien y no es nada grave.

Sin embargo, Emanuel fingió ser serio y dijo:

—Pues esto es un accidente laboral. Déjame hablar con Mateo para que te dé un día para descansar.

—Oye, no hace falta. No soy tan delicada como pensabas.

—Bueno, te acompaño de vuelta a casa y de paso visitaré a mis suegros.

—Es mejor que no. Es que... —Catalina rechazó y tartamudeó con una expresión un poco avergonzada— Todavía no he dicho a mis padres que ya estoy casada. Si apareces de repente a su frente, sin duda alguna se quedarán muy asombrados, por eso déjame buscar una ocasión oportuna para contarles todo antes de que les visites formalmente.

Al oírlo, Emanuel asintió levemente con la cabeza:

—Tienes razón. Pues los visitaré la próxima.

Cuando los dos hablaban, el móvil del hombre sonó de improviso. Al ojear la pantalla, Emanuel frunció un poco el ceño.

Al ver que el hombre tenía tal expresión tan seria, Catalina se preocupó de que este desapareciera de nuevo como la última vez.

—¿Hola? Mamá, sí, sí, estoy bien. No te preocupes, bueno, bueno, ahora mismo vuelvo y hablaremos después —Emanuel colgó apresuradamente porque su madre le preguntaba sin cesar por ese subdirector Beldad, mientras su padre gritaba a un lado regañando que Estela se metía en lo que no le llamaban.

—Bueno, vuelva a casa primero y no dejes a tus padres preocuparse tanto —Catalina habló antes de que el hombre pudiera abrir la boca—. Aunque ya estamos casados, todavía no llegamos al paso de vivir juntos y debemos acostumbrarnos a nuestra relación nueva paso a paso, ¿no? Por lo tanto, ahora volvamos a nuestra propia casa respectivamente, ¿vale?

—Bueno —Emanuel asintió levemente con la cabeza.

Así que los dos se despidieron después de verse precipitadamente sin mostrar mucho cariño mutuamente, como si fueran amigos normales en vez de una pareja.

Durante estos tres días preocupantes, Catalina se lo había pensado mucho. Mirando el coche del hombre alejándose, Catalina se quedó muy arrepentida de haberse casado tan imprudentemente con él sin conocer a fondo sus condiciones. No obstante, ya no servía de nada el arrepentimiento.

Según las palabras de Emanuel, en el futuro podría desaparecer en cualquier momento por la misión, como lo había hecho en el caso de esta vez. Para Emanuel, podría dejarlo todo, incluida su esposa y su propia familia, justificadamente por su patria y las misiones sagradas militares.

No, no, no, una vida así no era la que ella realmente quería. Todavía no estaba preparada para ser esposa militar.

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