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Capítulo 10: Sin dinero, él no es nada

Últimamente, hacía muy buen tiempo en la Ciudad Tando. El sol brillaba bajo el cielo azul puro mientras unas pocas nubes se flotaba lentamente de manera causal.

Por la tarde, la silla de Florencia estaba vacía y de vez en cuando Catalina giraba la cabeza mirando hacia la oficina de Mateo. Sabía que su amiga había ido a la oficina del director a preguntarle por Isaac.

Ella quería impedir, pero no pudo hacerlo.

Por lo que Catalina sabía de Isaac, este habría debido no volver más al Grupo de Visión porque era un hombre a que le importaba más el decoro que cualquier otra cosa.

Después de que ese incidente quedó al descubierto, él y María dimitieron y se marcharon juntos de la empresa a toda prisa, y luego se casaron sin invitar a ninguno antiguo colega a su boda. Todo esto demostraba que Isaac quería cortar todos los lazos con este lugar. Él mismo debía sentirse muy avergonzado frente a sus excompañeros porque casi todos sabía su aventura escandalosa con María.

«¿Pero por qué hoy ha venido especialmente a la empresa sin que le importen los chismes y cuentos de los colegas? Esto no parece el estilo de costumbre de Isaac.»

—Caty, he vuelto —Florencia le dio una palmadita suave en el hombro de la Catalina aturdida—. He sacado toda la información que quieres saber.

Catalina se apresuró a negar con la cabeza firmemente:

—No tengo el menor interés por saber nada sobre Isaac.

—Oye, todavía no te he dicho nada. ¿Cómo sabes que quiero hablar de Isaac? Caty, no te engañes más. Claramente, eres tú quien piensa en ese tipo descarado.

Al escucharlo, Catalina se quedó sin palabras sin saber cómo refutar.

El marido de Florencia era muy buen amigo de Mateo, por eso este último siempre era muy amable con Florencia, aunque era el director general. Bajo la súplica constante de Florencia, Mateo finalmente cedió y le dijo la razón de la visita de Isaac. Resultó que Isaac había venido a pedirle a Mateo que escribiera una carta de recomendación para él.

Después de renunciar al trabajo en el Grupo de Visión, María se quedó en casa para esperar tranquilamente el nacimiento del bebé e Isaac tuvo que llevarse solo encima la carga de ganarse la vida para la familia. Sin embargo, tras abandonar su buen empleo en el Grupo de Visión, el otro trabajo que Isaac encontró no era nada satisfactorio y el salario era mucho más bajo que antes.

Por lo tanto, Isaac había venido a pedirle a Mateo que le ayudara a encontrar un empleo mejor.

Florencia tomó un sorbo de agua para aclararse la garganta y continuó contando:

—Pensé que este Isaac tenía agallas y simplemente pudo abandonar tan buen puesto en la empresa tan fácilmente cuando le dio la gana. Pero ahora parece que no es así en absoluto. ¡Solo es un tipo hipócrita y cobarde! Sin el dinero, él no es nada. Lo más me enfada es que este Mateo realmente quiere echarle una mano, diciendo que él es bastante profesional en el trabajo. ¡Bah! ¡Es un gilipollas total, no importa lo profesional que sea en el trabajo!

Catalina trató de interrumpirla diciendo:

—Vale, vale, cálmate. Todo ya está pasado y no es necesario que te pongas tan furiosa por ese tipo.

No obstante, Florencia, sin tener intención de pararse en el medio de su discurso, siguió hablando con gran elocuencia:

—Sí, ese tipo es un puro ciego, un gilipollas total. Creo que también eres tonta. Ayudaste a esa zorra María a unirse a la empresa cuando estaba empleada, le ayudaste en el trabajo con todo el corazón. ¡Incluso la dejaste compartir el mismo apartamento con Isaac cuando no tenía adónde ir! Caty, eres demasiado ingenua e inocente...

—Florencia, basta ya. No hables más.

Florencia dio un largo suspiro de alivio y dijo:

—Vale, vale, por favor, no te enfades. Ya he terminado. ¡Ay, es tan genial lanzarlo todo de una vez! Caty, es mejor que pienses en Emanuel. Es mucho mejor que Isaac en todos los aspectos.

—¡Para ya! Realmente me enfadaré si dices una palabra más.

Al ver la cara seria de su amiga, Florencia se calló al instante. De todos modos, ya había dicho todo lo que quería decir.

***

Al atardecer, todo el cielo del oeste se teñía del color amarillo cálido por la puesta de sol y se veía muy bonito y agradable.

Terminado todo el trabajo, Catalina salió de la puerta principal de la empresa y vio a Alonso a lo lejos, quien llevaba una bolsa plástica en una mano y agitaba la otra hacia ella. El resplandor dorado del sol lo envolvía completamente y alargaba mucho su sombra.

Catalina se quedó un poco sorprendida y se le acercó despacio.

—¿Fonsi? ¿Qué te trae aquí?

Este le sonrió dulcemente y explicó:

—Mamá se ha hecho un esguince en la cintura hoy, así que salí del trabajo antes de tiempo para ir a hacer la compra, y casualmente pasé por tu empresa.

—¿Mamá está todo bien? Ella debería haberme llamado, ¿por qué te ha molestado tanto?

—Eh, ¿qué dices? Soy su hijo, ¿no es normal que me ha llamado mamá? Además, mi empresa está más cerca del mercado agricultor.

Catalina sonrió levemente sin decir nada más. Sabía que la empresa donde trabajaba Alonso no estaba cerca del Grupo de Visión, por lo que él no podía pasar por aquí de paso, pero no quería revelarlo.

Nunca Catalina se había sentido extraña después de vivir juntos con Alonso durante diez años, pero después de que Alonso le confesó sus sentimientos amorosos a ella, se sentía muy incómoda cuando estaba sola con él. En el metro abarrotado, Alonso llevaba la gran bolsa plástica mientras la protegía de los empujones de la gente en el vagón. De vez en cuando, el pecho de este se presionaba contra la espalda de ella, lo cual la hacía sentir muy molesta como si le hubiera pinchado en la espalda con una aguja.

La relación entre los dos ya no era la misma de entonces, aunque Catalina estaba tratando de mantener una tranquilidad superficial.

De repente, se le vibró el celular a Catalina. Era Emanuel quien la estaba llamando.

—¿Ya te has ido? Pasé por casualidad por la entrada de tu empresa.

—Sí, estoy en el metro ahora —contestó Catalina.

No podía entender por qué a los hombres les gustaba usar una excusa tan torpe como «pasé de paso por tu empresa».

—Vale, pues hasta la próxima.

—Bueno, nos vemos la próxima.

Catalina podía percibir que Alonso estaba mirando nerviosamente su móvil detrás de ella, pero no estaba segura de si había oído la vez de Emanuel o no. Después de colgar, dijo intencionalmente a la persona a su espalda:

—Es mi novio quien me llamaba. Ese tipo no me ha dicho con antelación que va a recogerme a la empresa.

Alonso se sintió un poco angustiado con la cara fea y dijo:

—Caty, no me mientes. No tienes novio en absoluto.

Cuando hablaba, el metro produjo ruidos grandes por reducir la velocidad, por lo que Catalina no escuchó claramente lo que había pronunciado Alonso.

Le miró y preguntó perpleja:

—¿Qué acabas decir? No lo escuché bien.

—Nada.

—Bueno...

Cuando los dos llegaron a la casa, se dieron cuenta de que el ascensor estaba en mantenimiento, así que no tuvieron más remedio que subir las escaleras caminando.

Sin embargo, al llegar a la puerta, Alonso no sacó la llave ni tocó el timbre, sino que se limitó a dejar la bolsa plástica al lado de la puerta.

En el pasillo silencioso, Catalina oyó a Alonso dar un suspiro pesado y no pudo evitar sentir un vuelco en el corazón. Durante los últimos días, ella había estado evitando estar sola en casa con Alonso. Ahora, al ver que el ambiente en el pasillo era tan incómoda, Catalina se apresuró a extender la mano para llamar al timbre.

—Espera —Alonso la tomó de la mano—. Tengo algo que preguntarte.

—Hablaremos adentro, ¿vale? —Catalina resistió, pero el hombre ejerció más fuerza— Suéltame, eres mi hermano mayor.

En lugar de detener a Alonso, esta advertencia deliberada lo puso más enojado al hombre, quien se rio ligeramente y refutó:

—¿Qué hermano mayor? ¡Ni siquiera tenemos relación de parentesco! Caty, nos estás mintiendo a todos, ¿verdad? No tienes novio en absoluto, ¿verdad?

—Lo tengo. Él acabó de llamarme en el metro.

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