Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 2

- Princesa Escarlata, ¿cuántas veces te he dicho que avises...?

-... cuando salgas del castillo. Lo sé, conozco a Héctor. - dije mientras cerraba mi diario y me levantaba.

- ¿Si la chica sabe por qué nunca se lo cuenta entonces? - refunfuñó Héctor. Tiene alguna razón para estar de mal humor. Nunca les aviso cuando salgo y sé lo preocupados que están todos desde lo sucedido. Pero estoy cansado de tener miedo.

- Porque no tenía ganas. - Respondí con ironía mientras bajaba la colina con Héctor justo detrás de mí.

Héctor era... bueno, ¿cómo puedo empezar a describirlo? Era la mano derecha de mi madre. Ayudó a mi padre con las reglas para ser rey. Sí, mi padre era un hombre sencillo del pueblo que se enamoró de la princesa. Y por suerte para él, mi madre también se enamoró de él. Pero volvamos a Héctor. Él siempre estuvo ahí para todos. No recuerdo ni una sola vez que Héctor no estuviera allí. Puede que tenga una personalidad extraña pero fue capaz de morir para salvarme.

Desde su muerte, ha intentado desempeñar el papel de mi madre y mi padre. Él es el mejor y en el fondo sé que no lo merezco pero por alguna razón pensó que podría salvarme de la miseria en la que me encontraba cuando mi mundo se vino abajo. Él me salvó y esa es una deuda que nunca podré pagar.

- Mira que graciosa está hoy. - dijo riendo sarcásticamente y aunque estaba de espaldas a él, supo que Héctor estaba cansado de haber subido toda esa cuesta. Digamos que ya no va a ser nuevo. - ¿Quieres saber algo?

- No, pero apuesto a que me dirás lo mismo.

- Hoy no limpié tu balcón. - me dijo sonriendo. El día antes de mi cumpleaños, cuando llegó la medianoche, todo el Reino arrojó una bola de fuego al cielo oscuro. Y luego yo, desde mi gran balcón, hice la forma de mis padres en el fuego y esperé a que las llamas cayeran a mi alrededor. Héctor solía limpiar siempre las llamas.

- ¿Por qué? - pregunté, encontrándolo extraño. Dejé de caminar hasta que llegó a mi lado y dijo riendo:

- ¡Porque no tenía ganas! - se rió y caminó frente a mí mientras yo estaba parada con la boca abierta en medio de la calle.

- Bien jugado Héctor. Bien jugado. - Me reí y corrí hasta alcanzarlo.

Las puertas del castillo se abrieron y vi a todos los sirvientes corriendo. Algunos con comida, otros con adornos y hasta las chicas que cuidaban mi ropa.

- Voy a ocuparme de algunos asuntos importantes. Así que por favor no hagas nada imprudente, Susana. - Me advirtió Héctor en un tono no muy amigable. - Y no olvides que Daisy te ayudará con el vestido.

- Si jefe. - Respondí mientras hacía la señal de saludo.

Fui a la cocina para ver si Susan había preparado algo bueno para mi desayuno. Antes de empujar la puerta ya podía escuchar sus gritos.

Susan era la jefa de la cocina y tenía seis asistentes para ayudarla a cocinar. En todas las dimensiones en las que he estado, nunca he conocido a una persona tan dulce como ella. Puede que no lo parezca pero dice que cuando está trabajando en el "arte de la comida", como ella dice, tiene que concentrarse y para que la gente la respete tiene que ser una jefa dura. Y así conseguimos que todo esté hecho a la perfección y siempre a tiempo.

- Te estás burlando de mí, ¿verdad Franklin? Tienes que divertirte. Mi Dios de los Fuegos, dame inteligencia para este estar aquí a mi lado. - levantó los brazos al techo. - Franklin cumple su primera semana, después de despedirse una vez más. ¿Nunca entendí por qué cada año alguien se despide? - Dejó de pensar y noté lo incómodo que estaba el chico. Simplemente me dio ganas de reír. - En fin, ¡solo quiero que me expliques cómo pudiste confundir el azúcar de los panqueques de mi niña con sal!

- Pero ellos son... - comenzó Franklin - ...ambos son blancos.

Pude ver la vena del cuello de Susan palpitando fuertemente. Si no intervenía, ella le prepararía su próxima comida.

- ¡Buen día! - dijo en voz alta, acercándose a Susan.

- ¡Escarlata, lo quería! Estaba tan preocupada por ti, niña traviesa. - Susan se acercó a mí con una gran sonrisa y me abrazó con esos fuertes abrazos que sólo ella sabía dar. - ¡Feliz cumpleaños mi pequeña!

- Susan, estoy sin aliento. - Me soltó enseguida y por fin pude respirar. Aunque ella me estranguló, amaba sus abrazos.

- Entonces. Se me está olvidando que se está haciendo mujer y que ya no necesita los abrazos de Susan para nada... -¡Qué dramático!

- ¡Por supuesto que sí! ¡Siempre te necesitaré Susan! - La consolé antes de que comenzara a llorar.

Sus asistentes vinieron a felicitarme mientras yo les ayudaba con algunas tareas de cocina. Sé que no era habitual que las reinas hicieran esto, pero ya sabía que ella no era una reina normal como las demás.

Noté que el nuevo asistente, Franklin, apenas me miraba. Me sentí mal por el. Cometer errores es humano, créeme que siempre los estoy cometiendo.

Me levanté de la silla, le di el plato a uno de los asistentes y me acerqué a él.

- No te tomes demasiado personalmente lo que te dijo. - comencé mientras apuntaba con la cabeza a Susan. - Siempre es así con sus asistentes porque sabe que tienen potencial. Tienes potencial, de lo contrario ella no te habría elegido, ¿verdad? - asintió pero aún estaba un poco más abajo.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.