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Sinopsis

Tierra, Aire, Agua y Fuego, cuatro elementos que juntos son la salvación o destrucción del Universo. Pero todos olvidan uno, el Espiritual. En cientos de Dimensiones está prohibido mencionar tu nombre. Todo comenzó hace años y terminó con la Batalla Elemental, determinando así el destierro de la Dimensión Espíritu. Como castigo fue aislado eternamente en su propia Dimensión. ¿Pero se acabó? Susana seguirá su instinto y ni siquiera Tyler o Chris podrán detenerla porque en esta vida el amor no previene la muerte. Él se burla de ella. Su nombre es Susana Fire y, como próxima sucesora al trono del Reino de la Llama, pondrá fin a esta historia de una vez por todas.

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Capítulo 1

Caminé por mi sombrío jardín de rosas negras. Me encantaba la oscuridad y el misterio que escondían. Era como si cada rosa fuera un libro y los pétalos fueran sus capítulos. Y puedes estar seguro de que todos tienen un capítulo que no leen en voz alta. Yo por ejemplo tengo muchos.

- Ya es hora, mi reina. - Escuché hablar a uno de mis sirvientes. Miré al miserable humano frente a mí con un collar morado con una campana y sonreí un poco.

Miré su mano robusta y vi que sostenía una delicada e inocente rosa blanca. Me acerqué a él y cogí la rosa, que pronto se volvió negra como todas las demás. Lo aplasté con fuerza en mi mano, hasta que todos los pétalos cayeron al suelo. Esa era la ley natural de las cosas. Todo lo que tocaba siempre quedaba destruido.

Marzo: Cómo tu día favorito puede convertirse en tu peor pesadilla. Todo sucedió tan rápido como el chasquido de un dedo. Un día todo estaba bien y al siguiente todo a mi alrededor se había desmoronado. Como siempre sucedió.

Abrí la puerta con cuidado para no despertar a nadie pero fue imposible. La puerta era tan vieja que se podía oír un chirrido molesto. Tan pronto como la cerré comencé a correr por los jardines sin mirar atrás.

Eran las siete de la mañana. No se vio a nadie en las calles del Reino. No se oía nada excepto mi respiración rápida.

Después de unos minutos llegué a mi lugar favorito de todos los tamaños. Y finalmente la vi. Lo rodea la estatua de mi madre con varias flores.

Todos los días corría por todo el Reino hasta llegar a una gran colina y encima había grandes árboles con flores rojas llameantes.

- Hola mamá... - Dije suavemente mientras me sentaba contra el árbol. Miré la estatua recordando cómo esta estatua logró mostrar toda la alegría que la mía sentía antes. Era como si ella estuviera aquí conmigo, como en los viejos tiempos.

- ¡Vamos mamá! Mas rápido. El último en llegar es un huevo podrido. - Me reí mientras intentaba todo para correr más rápido con mis patitas.

- ¡Casi te atrapo Susana!

Miré hacia un lado y allí estaba mi madre, cansada pero aún con la sonrisa más grande del mundo. Ese tipo de sonrisa que iluminaba a todos los que pasaba.

- Ya puedo ver el árbol desde aquí. - gritó mi madre, riendo. - ¡Yo llegaré primero! - Sacó la lengua y casi tropezó con una piedra al hacerlo.

- ¡En tus sueños mamá!

Creo que nunca he corrido tanto en mi vida. Subí la colina y finalmente llegué a nuestro árbol.

- ¡Gané! - Sonreí y señalé con el dedo índice a mi madre. - ¡Eres un huevo podrido!

- Ah, ¿lo soy? - Grité "sí" muy fuerte y ella me levantó y se sentó contra el árbol conmigo en su regazo. Pasamos unos minutos en silencio viendo aparecer los primeros rayos de sol e iluminar todo el Reino. -¿Cicatriz? - me llamó suavemente mientras acariciaba lentamente mi largo cabello.

- Si madre. - Me encantaba cuando me tocaba el pelo. Estar allí arriba con ella tocándome el pelo y viendo despertar nuestro Reino fue la mejor sensación del mundo. Me encantaría poder congelar este momento y revivirlo para siempre.

- Quiero que me prometas algo, hija. - La miré a los ojos sabiendo que su voz era seria. - Aún viviré muchos años, Scar. Te veré recibiendo tu diploma mágico, convirtiéndote en reina, casándote... - Parecí disgustado cuando dijo la palabra "casarse". Eso no está en mis planes, créeme. - ...pero sabes que no podré quedarme contigo para siempre. Entonces cuando sea muy, muy viejo y cuando tenga canas en el cabello...

- ¿Como Susan? - pregunté intrigada.

- Sí, pero no le digas eso a Susan – se rió mientras pasaba una mano por mi mejilla. - Sólo quiero que me prometas que seguirás viniendo aquí. No tiene por qué ser todos los días, pero no olvides este lugar. Llegarás a un punto de tu vida en el que pensarás que no tienes tiempo para nada. Pero en realidad sí lo haces. Tú eres quien elige si quieres disfrutarlo o no. Disfrútalo, ¿vale Susana?

- Lo aprovecharé. No te preocupes. - Una enorme sonrisa apareció en la boca de mi madre y luego me besó en la frente. - Te amo madre. - declaré con confianza.

- Yo también te amo, hija.

Levanté mi teléfono y vi llamadas de Susan. Susan es nuestra cocinera principal y es como una abuela para mí. Todos los que trabajan en el castillo son como una familia para mí. Los amo, pero a veces son demasiado protectores conmigo.

Lo tiré lejos de mí y abrí mi diario. Cuando mis padres fallecieron, millones de sentimientos me invadieron y no pude controlar mi magia porque era demasiado sentimental.

En ese momento visité a varios psicólogos y todos me dijeron que tenía que superar su muerte. Como si fuera algo fácil.

Mi madre era la Reina del Fuego, y cuando ella se fue todo el Reino lo sintió. Todo el Reino se hundió. Y todos esperaron hasta que superé no sólo la muerte de mi madre sino también la muerte de mi padre. Pero la muerte de tus padres es algo que nunca superas. Luché mucho para no ahogarme en la oscuridad pero es difícil cuando te sientes solo en el mundo.

Entonces fue cuando decidí empezar a escribir un nuevo diario cada año en mi cumpleaños. Me ayudó mucho a controlar mi poder y con el paso de los años el dolor desapareció y las páginas de mis diarios se volvieron menos oscuras.

Abrí el cuaderno negro con varias llamas dibujadas en la portada y tomé mi bolígrafo negro. Respiré hondo y escribí lo mismo que escribía todos los años.

"¡Felicitaciones por tus dieciséis años, hija!"

- Gracias mama. Gracias Padre. - susurré mientras miraba la estatua de la reina del fuego, hecha por mi gente.