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Capítulo 2

—Evita el segundo piso.—Le digo que confirme.

Estoy en el mismo lugar que antes.

La diferencia es que yo me levanté y me fui de aquí por unas horas. Me di una ducha, me corté un poco las puntas del cabello y volví a mi asiento. Estoy sin camisa y sólo llevo pantalones deportivos lavados de color negro oscuro. Ronan tuvo que irse, lo cual agradecí al universo.

Se folló a la vecina durante unos minutos. La chica gemía como una perra en celo, ya me estaba molestando con la situación.

No sé qué tiene en la cabeza que no me deja en paz. Mi celular empieza a sonar incansablemente. Distinguí su tono de llamada, ya sé que cuando suena la música no necesito contestar. Pero Ronan me molesta tanto que tengo que ver qué carajo quiere.

—Pensé que no me ibas a contestar.—Empieza.—Acaba de llegar el cargamento, tu viejo me pidió que lo revisara. Todo está perfectamente bien, de la mejor calidad.

-¿Era solo eso?

—Ah, Robert.—Prácticamente grita.—Voy a empezar a distribuir la mercancía a los puntos.

—Está bien.—Es todo lo que digo.

—Tu animación me hace feliz.—Cuelga.

Durante más de un siglo, la familia de mi padre ha dominado los puntos de venta de drogas en Oklahoma. Pasó lo que todos esperaban, me involucré cuando aún era un niño. Mi padre me enseñó todo lo que necesitaba saber, mostrándome las mejores estrategias para que no me pillara la policía ni vincularan mi cara con nada. Y así lo hice. Ronan es hijo del mejor amigo de mi padre, Bruce Fletcher. Somos cómplices en el crimen, hermanos en el camino.

Hoy estoy al frente y mi padre es mi mano derecha. Soy yo quien negocia la llegada de las mejores mercancías, o cuando saqueamos cargamentos en carreteras tranquilas y poco transitadas. Ronan distribuye e inspecciona los productos.

Tengo suficiente dinero para vivir una vida de lujo y no volver a trabajar nunca más. Dinero sucio, pero dinero. Mi abuelo, por parte de mi madre, me dejó el % de su herencia. Esto provocó un conflicto entre mi hermana menor y la mujer que me dio a luz. A ella nunca le gustó su padre y mucho menos su madre. Aunque era un adolescente mal criado, criminal y rebelde, lo cuidé cuando sufrió un derrame cerebral y quedó con innumerables secuelas.

—¡Psst!—levanto la cabeza y veo a la niña en la ventana de la casa. Completamente desnuda, se toca los pechos y me mira. Miro hacia otro lado, sin interés.

Cuando no quiero, simplemente no quiero.

Ella nunca se cansa de sentirse avergonzada.

—Voy a hacer que me quieras, pendejo.—Grita desde la ventana. —Aunque sea lo último que haga en mi vida.

Mollie, ya vivías aquí antes de que yo me mudara.

Me recibieron sus padres y su hermano. Fueron amables con alguien que ni siquiera conocían y eso lo agradecí. Y desde esa noche la hija no me deja en paz. Has venido aquí con la excusa de querer algo, caminas por el patio en bikini casi todos los días. Nada de lo que hizo despertó mi interés.

Me siento mal por ella.

Y vergüenza también.

Mientras caigo en el colocón que me provocan la marihuana y la nicotina, noto la llegada de un auto deportivo. Se detiene frente a la casa y Drake Atkinson sale. La puerta trasera se abre y todo lo que puedo ver es cabello largo y rubio. No me importa mucho, pero cuando el dueño del cabello se gira y mira en mi dirección, siento algo en mi pecho.

Además de cabello largo y rubio, tiene ojos azul cristalino. El tono de azul que más me gusta. Para rematar, mejillas rojas y bien definidas y labios bien perfilados y en forma de corazón.

Ella me mira con curiosidad y me da una pequeña sonrisa. Pero pronto se desvía cuando Martin le dice algo. No puedo quitarle los ojos de encima, un ángel. Recuerdo las palabras que dijo Mollie. Es la chica que vendría del campo, de rostro tranquilo y tímido.

Sonrío y me llevo el cigarrillo a los labios.

Tu seras mia.

Pequeña muñeca...

Nora:

Mi nombre es Nora.

Nací en Ottawa, Canadá. Tengo que pasar unos meses con mi tío en Oklahoma. No es que vaya en contra de mi voluntad. Pero tampoco es voluntario.

Quería quedarme en el lugar donde nací, en el pequeño pueblo rural, donde todos se conocen por su apodo o filiación. Pero mis padres quieren que amplíe mis horizontes. Y decidieron que podía hacerlo yendo a Estados Unidos. Incluso me gustan mis tíos. El problema es Mollie, su hija. Parece que me odia y nunca he hecho nada por ella. De hecho, nunca hice nada por nadie.

Soy la chica rubia, bajita, casi sin pechos y sin culo, que fue intimidada y tuvo que quedarse callada. Me llamaron “junta” durante mis años de primaria y buena parte de la secundaria. A la administración de la escuela nunca pareció importarle esta situación, así que evité decírselo a la gente y sentir vergüenza.

Y así crecí estando cerca de chicos de mi edad. No veían ningún atractivo en mí y en parte me gustaba la forma en que les parecía invisible. Por estas cosas soy muy tímido, no me gusta salir y mucho menos socializar. Prefiero encerrarme en mi habitación, leer un buen libro y escuchar buena música.

—¿Nora?—Dejo de mirar a la nada y miro a mi padre.—Ya llegamos tarde, el avión sale en menos de una hora.

—Estaba pensando, papá.—digo y me levanto, cerrando mi libro, usando mi dedo medio como marcador.—Pero mis maletas ya están hechas. Podemos ir ahora.

-Entonces venga.

Camino con él hasta el coche familiar. Mi madre ya nos estaba esperando. Por la expresión de su cara, no está tan feliz de verme ir a algún lugar lejano. Quiere que me quede siempre en el nido. Yo también quería eso.

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