SEIS
La noche para Alicia Michelle se volvió insoportablemente larga.
El peso de la traición aún la sofocaba, como una herida que se negaba a cerrar. Podía ser una Morgan, criada en la cima del mundo, pero en ese momento se sentía más insignificante que nunca.
Había pasado días diciéndose que era fuerte, que podía superar lo de Marcus y Viviana, que su valor no se medía por la fidelidad de un hombre. Pero la mente es cruel, y en la soledad de la noche, cuando no había nadie para distraerla, los pensamientos oscuros la devoraban.
Cada vez que cerraba los ojos, veía a Marcus tocando a Viviana, como ella se entregaba a él con tanta pasión. Escuchaba la voz cruel de su "mejor amiga", recordándole que jamás fue suficiente, que su prometido siempre la había deseado a ella. Que incluso habían concebido hijos en la sombra de su relación.
Alicia se sentó en la cama, abrazando sus piernas contra su pecho.
Nunca se había sentido tan rota.
Pero ahora tenía un dilema aún mayor: la propuesta de Matteo y convertirse en la esposa de Dante Moretti.
Un matrimonio con Dante Vittorio Moretti, aquel pensamiento eriza su piel y hace que sienta escalofríos.
Un hombre que no era un simple empresario. Dante era un rey sin corona, dueño de una parte colosal de Europa, un hombre que no respondía ante nadie. En los negocios, su nombre era sinónimo de poder absoluto. Y en el mundo oscuro, su nombre era sinónimo de peligro.
Alicia había oído historias. Sabía que Dante no tomaba un "no" como respuesta, que cuando quería algo, lo conseguía a cualquier precio. Si aceptaba su propuesta, quedaría atrapada en su mundo.
Pero si no lo hacía...
Sus labios temblaron.
Había intentado encontrar una salida, otra solución para salvar la filial en crisis, pero todo se cerraba ante ella. Matteo tenía razón: no había inversores dispuestos a arriesgarse en tan poco tiempo, ningún banco le prestaría el dinero.
Aaron confiaba en ella. Y ella no podía fallarle.
Con un suspiro profundo, cerró los ojos, dejando que el cansancio finalmente la venciera.
Al día siguiente
El sol entraba por los ventanales de su habitación, pero Alicia Michelle no sentía su calidez.
Se sentía vacía.
Había tomado su decisión.
No quiso hablar con sus hermanas, ni con su madre. No quería escuchar consejos ni advertencias. Nadie podía entender la pesadilla que estaba viviendo.
Sacó su teléfono y buscó el contacto de Matteo Ricci.
Su dedo tembló sobre la pantalla por una fracción de segundo, pero apretó el botón de llamada.
El tono sonó solo dos veces antes de que la voz de Matteo respondiera con una calma inquietante.
—Sabía que llamarías, Alicia Morgan.
Ella cerró los ojos con fuerza.
—Dile a Dante que acepto.
Hubo un silencio.
—Sabia elección, Señorita Morgan.
Alicia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
Había sellado su destino, la llamada había concluido, pero Matteo de inmediato marca el número de alguien más.
La luz dorada del atardecer se filtraba a través de los ventanales del Moretti Tower, el rascacielos más imponente de Milán. Desde la cima, la ciudad parecía insignificante, una maqueta a los pies de un hombre que lo dominaba todo.
Dante Vittorio Moretti estaba sentado en un elegante sillón de cuero negro, con las piernas cruzadas y una copa de whisky en la mano. Sus ojos oscuros observaban el horizonte con la calma de un depredador que sabe que la presa está acorralada.
El zumbido de su teléfono interrumpió el silencio.
Matteo Ricci.
Dante esbozó una media sonrisa antes de llevarse el vaso a los labios y deslizar el dedo para contestar.
—Dime.
Del otro lado de la línea, la voz de Matteo sonó con su típica eficiencia.
—Alicia Michelle ha aceptado.
Por primera vez en mucho tiempo, los dedos de Dante se detuvieron sobre el cristal de su copa. No porque la noticia lo sorprendiera—él sabía que tarde o temprano ella caería—sino porque escuchar esas palabras confirmaba que el juego estaba entrando en su fase final.
Alicia Michelle Morgan ahora era suya.
—¿Dudó? —preguntó con su tono pausado, casi entretenido.
Matteo soltó una leve risa.
—Un poco. Sabes que tiene carácter, pero no tenía otra opción. La hicimos elegir entre la empresa o su orgullo… y ya sabes cuál ganó.
Dante giró la copa entre sus dedos, disfrutando la sensación del vidrio frío contra su piel.
—¿Cómo sonó su voz?
Matteo hizo una breve pausa.
—Rota.
Dante dejó escapar una exhalación lenta.
Perfecto.
Quería a Alicia Michelle en el punto exacto donde él podía moldearla. No la quería intacta ni con ilusiones de resistirse. La quería vulnerable, sin más escapatoria que él.
—Bien. Ahora, asegúrate de que el contrato esté listo y de que no tenga margen para arrepentirse.
—Lo haré. ¿Cuándo quieres verla?
Dante sonrió, sus ojos oscuros brillando con una intensidad peligrosa.
—Dile que la estaré esperando mañana en mi oficina.
Y con eso, cortó la llamada.
Dante Moretti dejó la copa sobre la mesa de mármol y se puso de pie, caminando lentamente hacia la ventana.
Milán se extendía a sus pies. Y ahora, Alicia Michelle Morgan también.
El aire de la tarde era espeso, cargado de un calor insoportable que presagiaba tormenta. Alicia Michelle Morgan caminaba con determinación por los jardines de la mansión Morgan en Milán, intentando distraer su mente de la encrucijada en la que se encontraba.
La decisión que había tomado con respecto a Dante Moretti aún le pesaba en el pecho, pero no había vuelta atrás. El contrato estaba sellado, y su destino, atado al hombre más peligroso de Europa.
De pronto, una figura conocida se cruzó en su camino.
—Alicia...
Su cuerpo se tensó de inmediato. No necesitó girarse para saber quién era. Marcus Aponte.
Cerró los ojos por un instante, reuniendo fuerzas antes de enfrentarlo. Cuando finalmente lo miró, su expresión era gélida, impenetrable.
Marcus se veía desaliñado, con el rostro demacrado y el cabello desordenado, como si hubiera pasado noches enteras sin dormir. El hombre que una vez amó ahora parecía un despojo de sí mismo.
—Vete, Marcus. No tengo nada que decirte.
Pero él no se movió.
—Alicia, por favor. Solo escúchame. —Su voz estaba impregnada de desesperación.
Ella cruzó los brazos, manteniendo la distancia.
—¿Para qué? ¿Para escuchar más mentiras? Ya no me interesa.
Marcus avanzó un paso, con el rostro contraído por el dolor.
—Sé que fui un idiota. Lo que pasó con Viviana fue un error, no significa nada. Yo te amo a ti, siempre te he amado.
Alicia rió con amargura.
—¿Un error? —Su mirada se oscureció—. No, Marcus. Un error es olvidar una fecha importante. Un error es decir algo sin pensar. Pero acostarte con otra mujer, con mi amiga... no fue un error. Fue una elección.
Marcus tragó saliva, sin poder sostenerle la mirada.
—Lo sé. Lo sé y me arrepiento cada segundo. Pero si me das una oportunidad, puedo demostrarte que cambié. Haré lo que sea, Alicia. Lo que me pidas.
Ella sintió cómo la rabia hervía dentro de ella.
—¿Lo que sea?
Marcus asintió de inmediato.
—Lo que sea.
Alicia inclinó la cabeza con burla.
—Bien. Entonces desaparece de mi vida.
Marcus se quedó helado.
—Alicia...
—No quiero volver a verte. No quiero escucharte. No quiero saber nada de ti. Esa es la única oportunidad que tienes: irte y no regresar.
Los ojos de Marcus se llenaron de desesperación.
—Por favor...
Se arrodilló frente a ella, suplicante, humillándose sin importarle su orgullo.
—No me hagas esto. No permitas que Aaron me destruya. No dejes que mi familia caiga por mis errores. Te lo ruego, Alicia.
El dolor en su voz fue casi palpable. El orgulloso Marcus Aponte ahora estaba de rodillas, implorando por su vida y la de su familia.
Alicia lo observó con una mezcla de lástima y desprecio.
—Lo voy a pensar. Pero solo si te levantas y desapareces de mi vista ahora mismo.
Marcus no dudó. Se puso de pie de inmediato, asintiendo frenéticamente.
—Gracias, Alicia. Gracias. No te decepcionaré.
Pero ella no respondió. Simplemente se dio la vuelta y se marchó, dejándolo allí, destrozado.
La noche cayó sobre la ciudad, trayendo consigo un silencio inquietante.
Alicia Michelle estaba en su habitación, contemplando la copa de vino en su mano. Se suponía que debía sentirse satisfecha. Había puesto a Marcus en su lugar, le había dado una lección.
Pero su corazón seguía herido.
El sonido de su teléfono interrumpió sus pensamientos.
Mensaje de un número desconocido.
Frunció el ceño y lo abrió.
Era una fotografía.
Su cuerpo se paralizó al ver la imagen en la pantalla. Marcus, acostado en una cama, dormido. A su lado, la silueta de una mujer.
Un escalofrío recorrió su piel. Viviana.
El mensaje que acompañaba la foto decía:
"Pase lo que pase, él viene a mi, siempre estoy para consolarlo."
Alicia sintió como si un puñal le atravesara el pecho. Marcus había estado rogándole, suplicándole unas horas antes… ¿y ahora estaba con Viviana?
La rabia se mezcló con el dolor, formando un torbellino dentro de ella. Pero en lugar de derrumbarse, una sonrisa irónica se dibujó en sus labios.
Con calma, tecleó su respuesta.
"Inténtalo de nuevo, querida. Porque el hombre que ahora duerme contigo pasó la tarde de rodillas rogándome una oportunidad."
Y antes de darle oportunidad de responder, bloqueó el número.
Alicia dejó el teléfono sobre la mesa, con una exhalación profunda. Estaba cansada. Cansada de mentiras, de traiciones, de juegos baratos.
Pero ahora lo tenía claro.
Ya no perdería más tiempo en hombres como Marcus Aponte.
Ahora tenía un trato con un demonio.
Dante Moretti.
Y él jamás le suplicaría a nadie.
