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Capítulo 9 - Huele a podredumbre

Yaro

Lo había hecho, debía adelantarme para que ella me conociera, desde ayer que la atacaron había crecido un interés de protegerla. Luego de hablar con Yasar supe que debía intervenir sin notificarle al mayor, por eso hice un acercamiento con el objetivo. Cada vez había más incongruencias en la misión... No especularé, no hasta tener más evidencias. Ahora sospecho de todos menos de mi equipo.

Desde lejos la vi ingresar a la habitación de su padre, espero no salga de ese lugar. Aunque en la tarjeta que le dejé, iba un rastreador de alta tecnología y así podré ubicarla, si no la bota. Ya eran pasadas las diez de la noche, debía regresar al apartamento.

Una vez llegaba al apartamento, me invadía esa ilusa sensación de encontrarlos detrás de la puerta… Sonó el celular, era mi hermana.

—Dani.

—Despertó y dijo; «ellos, ellos fueron los que me intentaron matar», y comenzó a convulsionar. El doctor le puso un sedante y ahora duerme. Tengo el video.

—Envíamelo.

—No, ven por él cuando puedas.

—¿Tienes turno en la noche?

—En la tarde estuve con las niñas, hace una hora regresé. Pero vuelvo a casa a las dos de la madrugada para dormir algo y despacharlas a la escuela.

—En un rato llego. —Volvió a sonar el celular, era Jabir.

—Dime.

—Estuve siguiéndola, ahora acaba de ingresar a un retiro espiritual. ¡No me jodas, Yaro!, ¿Tendré que aguantarme, no sé cuántos días tras ella orando? —contuve las ganas de reírme.

—Siempre haces un buen trabajo. Jabir, hace unas horas atacaron a Amira Beltrán y su padrastro murió. ¿Onely va a acompañada?

—No.

—Montoya, esto es confidencial. El teniente Zapata se encuentra libre, lo intentaron matar. Algo no nos han dicho en la agencia.

—Eso te lo dije en la tarde cuando vi la manera en cómo trataron mal a la gordita y desde ahí solo se puso a conducir sin detenerse. La información de inteligencia del mayor no es completa, he visto algunas incongruencias.

—¿Dudas del mayor?

—Yo solo creo en quien me ha defendido en las batallas libradas en el conflicto armado sin pies ni cabeza de Colombia. —Se refirió a nosotros—. Espero que no. Amo mi trabajo y es un orgullo para mí ser parte de GEACC, pero… ¿Y si él está involucrado?, o, ¿si no lo está y lo estarán enlodando?

—Por eso debemos ir con pies de plomo y ahora solo tengo claro que las mujeres a cuidar en Operación Aroma son claves.

—¿Me estás queriendo decir que por el fin de semana estaré orando?

—No te hace daño.

—¡Sabes cuál es mi postura al respecto! —comenzó a hablar con la recepcionista—. Gracias, preciosura. Ya te confirmo, déjame leer el programa. —Unos segundos después—. ¡No me jodas! Yaro… ¡Son tres putos días! Es un retiro de desintoxicación; yo no fumo, no bebo, como sano, hago ejercicio.

—Eres adicto a las mujeres. Tres días en retiro sin sexo, no te hará daño.

—¿Crees que estaré sin saciar mi apetito carnal donde la recepcionista es atractiva? Te dejo, acaba de llegar un ramillete de damas.

—Pendejo. —sonreí—. Nos hablamos.

—Si capitán.

Me bañé, vestí ropa negra, la chaqueta y el pasamontañas los puse en la mesa donde había dejado el domicilio. Compré comida para mí cuando le repuse los alimentos a Salomé. Calenté el pastel de carne, con una gaseosa, cené.

La nevera seguía estando desabastecida. Aquí no tenía nada más que recuerdos. Boté las sobras, dejé el celular de la agencia y solo me llevé el viejo. Apagué las luces, tomé el casco, las llaves de la moto, bajé por las escaleras, cubierto.

Me dirigí a la clínica de mi hermana para recoger evidencias. ¿Quiénes serán ellos? Cada vez más enredo… Ahora debía esperar a que los eventos presentados con sus amigas le hagan pensar a Salomé Carvajal la necesidad de contratarnos.

En el accidente de hace siete años, el supuesto teniente borracho que mandó al abismo tres autos. Una pareja de ancianos jubilados, el auto de mi esposa con mis hijos y el auto de la madre de ella con su hermano.

Para todo el mundo fue claro que fue un accidente por el conducir borracho. Hasta ahí era creíble lo del accidente. Sin embargo, ese hombre estaba libre, y ahora lo querían muerto… ¿Por qué?

…***…

Gamal

Gamal, Gamal… —Esta misión me huele a podredumbre—. Me había quedado para hacer vigilancia toda la noche desde el vehículo. Estaba a dos casas de la vivienda de los familiares del difunto esposo de mi objetivo en Cali. No tenía idea de cómo será su verdadera relación con dicha familia. En el funeral me dio la impresión de que la discriminaron.

Y no puede haber algo que me indigne más, que la discriminación y más la racial. Yo no comparto ciertos pensamientos, gustos o ideales, pero los años en la policía me enseñaron a ser tolerante. Los estatutos de la institución eran buenos, se han fomentado en la aceptación de las diferentes ideologías y razas. Pero la política corrompió la institución y por eso me retiré hace mucho.

Dejé de ser capitán de la policía cuando recibí una orden de los superiores para hacer unos falsos positivos… Les avisé a los civiles de la lista para que se escondieran, denuncié con pruebas el acto atroz, luego pedí la baja.

A los días de mi retiro me llamó Yaro para que hiciera parte de una nueva agencia que reclutaba a los buenos agentes de las diferentes dependencias de la seguridad pública. —A él lo conocía tiempo atrás, cuando participamos en un operativo, desde ahí, forjamos una buena amistad.

Me da tristeza ver a muchos uniformados que sí aman y portan el uniforme con dignidad, no se les valore y los pocos podridos hacen más daños por tener poder. Desde mi retiro me encontraba feliz. Ahora estaba del lado de quienes encerraba a los corruptos, verlos detrás de las rejas era satisfactorio.

Y me gustaba más cuando caían policías dañados. Faltaba mucho, sobre todo, el poder enseñarle a la gente que la lealtad y la dignidad no se negocia. Por qué no era quedar mal con las personas, era dañar quién eres.

Desde la última llamada sostenida con Yaro y los muchachos los noté escamosos, el hablar más desde el teléfono secreto era porque el líder de la misión vio algo chueco. Esos atentados presenciados por Yasar y él mismo, le despertó el instinto. Estábamos frente a algo muy grueso.

Por ello no podía descuidar mi objetivo, el cual era vigilar y proteger a la linda morena. —Llegó un mensaje al celular. Al mirarlo era del celular de mi hijo. Lo llamé.

—Hola, campeón.

—Hola, papá. Buenos días. ¿Estarás este fin de semana en Bogotá?

—No lo sé hijo, me encuentro trabajando… —Le quitaron el teléfono.

—¡Mira, Gamal!, le suspendiste las vacaciones al niño por tu trabajo, ahora yo tengo un compromiso en el fin de semana, ¡no puedo dejarlo solo!

—Hablaba con mi hijo. Me vale cinco pesos lo que hagas con tu vida. Si necesitas que lo cuide no tengo problema. Si no puedo, mis padres lo harán encantado. ¿Satisfecha? Ahora, pásame al niño.

—¡Eres un imbécil!

—Creo que fui bastante inteligente al separarme de ti hace tantos años. Sofía, no tenemos nada por hablar, ¡ya no eres mi mujer, no me jodas! Pásame a mi hijo. Gracias.

—¡Más te vale que no le falles!

—¡Jamás lo he hecho!, tú no puedes decir lo mismo. No empieces, porque a mí no me pesa mi hijo y puedo pedir la custodia. Tercera vez que te pido de manera decente, pásame a Gibran. —el niño regresó al teléfono.

—Ya la conoces, papá.

—Tengo siete años de haberme divorciado… —Y sigue jodiendo, pero eso no se lo dije a mi hijo—. ¿Quieres pasar el fin de semana con los abuelos?

—Sabes que sí.

—Ellos estarán felices. Si llego antes, la pasaremos increíble.

—¿Sigues en la misión?

—Así es. —Vi movimientos en la casa—. Campeón no descuides el boxeo, dentro de poco inician los torneos, hablé con el entrenador. Ahora debo colgar.

—Te quiero, papá.

—Y yo igual.

Algo había pasado en el interior de la casa de los padres de Guillermo Otalora. Le gritaban a la madre de Lía Luz algo de ladrona. Tomé la tableta, me puse a grabar, puse el dispositivo de audífonos de largo alcance en el techo del auto, así podía escuchar a la perfección la conversación que quedará grabada para Yaro.

—¡Sabía qué personas como ustedes solo estaban al lado de mi hijo por su dinero!

—¡Señora! ¿Qué le pasa? —Le decía la mujer mayor que fue empujada de la casa.

—¡Fue una desgracia para mi hijo el embarazar a su hija negra!

Mi enojo fue aumentando. La gente fue saliendo, eran las siete de la mañana cuando se armó tal escándalo.

—¡¿Qué le pasa?! —volvía a decir de manera decente la señora.

—¡Eres una ladrona! —Lía Luz salió de la casa, parecía recién levantada.

—Suegra, ¿por qué trata a mi madre de esa manera?

—¡Ya no soy tu suegra! Lamento que muriera mi hijo para poder librarme de ustedes, partidas de negras asquerosas.

Aferré las manos al volante. Cálmate Gamal. De la guantera saqué una caja de chicles, comencé a masticar y así canalizar la rabia. Pero la caleña parecía tener las agallas para defenderse, se puso en posición de defensa y eso se lo admiré.

» Dile a la rata de tu madre que me devuelva el collar, ya llamé a la policía. ¡Se irán presas!

Lía se puso delante de su madre. —Me agrada una persona que defienda a su familia—. Al hacerlo evitó que la desadaptada le pegara a su progenitora.

—¡No deseaba que esto pasara, pero con mi madre y mi familia no se meta!

Todo era a los gritos. La madre del narcotraficante la miró con superioridad. Otros integrantes de la familia salieron, se quedaron detrás de la señora agresiva como apoyándola.

—Ahora ya no eres la esposa de mi hijo. No tienes nada. ¡Lárgate!

—Quien no tiene nada son ustedes. La casa en donde ahora viven me pertenece, por si no lo sabía o no le han notificado, su hijo me dejó como única heredera de todo. Y como él los mantenía, tenía la intención de seguir haciéndolo. Sin embargo, con su actitud. Me tendrán que desocupar la casa.

Eso era una discusión con clase. La policía llegó, —dos motos y cuatro agentes. Se puso interesante… pero un caro frenó de la nada y salieron hombres armados.

—¡Puta madre!

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