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Imprevistos

Necesitaría otro plan.

El director general fue al edificio de la competencia para intentar hablar con el administrador una vez más. Decidió ser directo y preguntar por Heili Camacho. Llamó al timbre y un niño de 12 años respondió. Lo identifiqué como el hijo de Camargo, que apareció poco después con ropa de gimnasia.

Te diste cuenta de que estaba sudado, debe haber estado entrenando. Su desodorante debía ser bueno, porque no podía oler nada, ni de él ni del chico.

- Hola, buenas noches, sé que es una hora intempestiva, así que me disculpo.

-Muy bien director general Ramón, ¿qué puedo hacer por usted esta vez? - preguntó Camargo, suspicaz.

- Se trata de tu administrador, ¿está dentro?

- No, nuestro administrador está de viaje de negocios.

- ¿Volverá pronto la señorita Camacho? Realmente necesito hablar con ella - jugó en verde...

Y cosechó la cosecha cuando los ojos de Camargo se abrieron de par en par con incredulidad. El enfoque fue el correcto, obteniendo el resultado que quería. Camargo no supo qué decir y terminó por no contestar nada.

- Señor, por favor, vuelva otro día, ya le he dado mi tarjeta, llame antes, disculpe -cerró la puerta en la cara del hombre-.

Ahora que estaba seguro de que se trataba de la sede de la empresa competidora, hizo algunas llamadas telefónicas y se dirigió a su piso.

***

Después de entrar en la habitación y mirar todo, Heili decidió darse una ducha. Separó otra muda de ropa en su mochila y fue al baño. Siempre prefirió pensar en las decisiones que había que tomar, con el agua cayendo sobre su cabeza.

Decidió marcharse en cuanto se hiciera de noche y salir por la ventana. El acceso a los árboles estaba cerca y podía saltar. Se trasladaría a otro lugar, a diferencia de su antigua manada, pero en la ciudad cercana, su piso seguía allí, esperándola.

Salió de su habitación y regresó al salón, donde la esperaba Beta.

- Ven, debes tener hambre y Elise nos preparó un buen desayuno.

La dirigió al comedor y la mesa estaba preparada con vajilla y cubiertos, pero la comida estaba en un hermoso buffet. Había una variedad de frutas, embutidos, panes, pasteles y alimentos calientes como huevos, salchichas, embutidos y barbacoa en la plancha.

- ¡Vaya, cuánta comida! - exclamó asombrada.

- Sírvete tú mismo", dijo el beta.

Tomó un plato y sirvió algunas frutas, que cubrió con miel y linaza.

Se sentó y comió. Luego se sirvió la comida caliente y tomó un panecillo integral para acompañarla, y volvió a la mesa.

Elisa llegó y le sirvió el café a su gusto. Todo era delicioso hasta que escucharon pasos acercándose.

- El alfa ha llegado, Cassandra, ahora lo conocerás.

Cuando entró en la habitación, se pusieron de pie. Ella le miró e intentó disimular su asombro. El alfa era su competidor más vencido y en persona era mucho más grande de lo que parecía en las fotos. Masculino y guapo. Su dominio prevaleció e hizo que la loba alfa se sintiera incómoda.

Él, por su parte, la miró con una sonrisa, sin reconocerla porque la foto de su carnet de conducir es muy diferente a la de su imagen actual.

- ¡Buenos días! He oído que han encontrado a una intrusa, sólo que no me han dicho que era tan guapa -respiró, pero no pudo olerla.

- Gracias -pensó que era mejor bajar la voz.

- Siéntate, sigue con tu café, yo me sirvo y te acompaño - cogió un plato y se sirvió, sin prestar atención a lo que tomaba.

Hizo lo que le dijo, pero su lobo se agitó en su interior, algo en esa mujer le inquietaba. Sus sentidos estaban despiertos y concentrados en ella. ¿Quién podría ser y qué hacía allí? Volvió con su plato a la mesa y se sentó en la cabecera, pronto Elisa le sirvió el café.

- Qué bien que hayas llegado alfa, ¿has tenido un buen viaje? - preguntó Elisa insinuándose.

- Genial, Elisa, gracias, puedes irte. - despidió a la intempestiva muchacha.

Cerró la cara, puso la tetera sobre la mesa y se fue aburrida. A los ojos de Heili, la mujer se sentía con derecho a intimar. Eso significa que ya había estado en la cama de su jefe.

- Entonces, Cassandra, ¿es así? - Preguntó el alfa.

- Sí.

- Según mi información, vas a la Alcathea de la Luz Lunar, ¿tienes una cita para encargarte de algo? - Ojalá pudiera quedarse más tiempo.

- No tengo cita, pero quiero conocerla, dicen que es muy buena. - Fue precisa en lo que dijo sin decir nada.

- ¿Pretende formar parte de ella? ¿Eres un vagabundo sin Alcathea? - Le picó la curiosidad.

Después de soltar una carcajada, le miró a los ojos y le respondió:

- ¿Cuáles son sus intenciones con todas estas preguntas? - Le sonrió para decirle que entendía a dónde quería llegar con esta conversación.

- ¡Curiosidad! Mucha curiosidad, lo confieso. Zelão, has hecho muy bien en invitarla a quedarse, gracias. - Era una señal: retírense, déjennos en paz.

- Los hombres están esperando en el salón, alfa, perdón.

El beta se sintió molesto y obedeció, se levantó, asintió con la cabeza en señal de despedida y se fue.

- Tus líderes te conocen bien. - dijo Heili.

- Sí. Pero volvamos a nuestra conversación. No me has contestado, ¿eres un vagabundo sin mochila? - Insistió.

- Y no me has contestado, ¿qué pretendes con tantas preguntas? - replicó ella.

- Pero yo pregunté primero, bella dama, pero como soy un caballero, le responderé. - Habló frunciendo el ceño y cerrando los ojos.

- Hummm, gracias señor.

- Estoy muy intrigado por ti. No puedo oler tu aroma, no sé de qué Kathea eres, y mis hombres siguen luchando por cortejarte. Entonces, ¿puede responderme ahora? - cambió el tono de la conversación, poniéndose serio.

- Ya tengo una manada, pero me gusta conocer a otros para hacer alianzas. - Ella respondió sin decir nada.

- ¿Y por qué no te huelo? - se sentía cada vez más atraído por la hembra.

- Debe ser por la misma razón que no huelo la tuya. - respondió con aire divertido.

Le tocó reírse. La miró mostrando lo mucho que le interesaba y la admiraba.

- Tienes toda la razón -sacó un collar de su cuello y lo puso sobre la mesa-.

Miró fijamente esos ojos color miel, buscó el mayor control posible mientras su loba aullaba en su interior, gritando , mío, mío, mío. Pero ella no quería un compañero, especialmente él.

- ¿No vas a coger el tuyo? - Preguntó, decepcionado porque ella no había reaccionado a su olor.

- Yo no uso objetos hechizados", respondió.

- ¿A qué te refieres con "qué" usas? No sentiste nada de mi olor. - Empezó a emocionarse.

- Sí, lo hice, un delicioso perfume de eucalipto y peroba do campo, me encanta, pero no soy tu acompañante, lo siento, o mejor dicho, no siento nada.

Él estaba furioso, ella sintió su olor, su lobo estaba loco por marcarla y ella dice que no? Había esperado tanto tiempo a su pareja, que no iba a ser rechazado así. La conquistaría.

- Sr. Ramón Toltes, ya tiene muchos compañeros, están dispersos en el viento, en las hojas y portadas de las revistas. - Su desenfreno era evidente, e incluso agitó la mano representando al viento.

- ¿Así que me conoces y por eso me rechazas tan fácilmente? - preguntó, controlando su ira.

- No, no te rechazaría por lo que has hecho en el pasado, pero no soy tu compañera -esta vez habló sin entonación burlona, tratando de atraer su credibilidad.

Se levantó con mucho ímpetu y fuerza de su cuerpo y derribó la silla en la que estaba sentado en la cabecera de la mesa.

Su enorme tamaño era claramente visible, llevaba pantalones de deporte y camiseta, que marcaban su cuerpo. Su pelo castaño claro, con mechones rubios, estaba suelto cubriendo sus hombros.

Estaba visiblemente excitado y la furia expresada en su rostro, también cambió el color de sus ojos, de caramelo a un rojo intenso. Se acercó a ella, retiró la silla y la puso de pie junto a su cuerpo, sujetándola por la cintura.

Sus ojos se encontraron, los de ella grises, los de él rojos, los de él lobunos. Se miraron fijamente, midiendo sus fuerzas, hasta que él, sujetando la nuca de ella, la suspendió por la cintura con su brazo alrededor de ella y aplastó sus labios con su dura boca.

Inclinó la cabeza de ella para encajar mejor sus labios y la forzó con su lengua hasta que ella abrió la boca y le dejó entrar. Fue un beso profundo, que ella experimentó con sorpresa, pues nunca la habían besado, nunca había dejado que ningún hombre se acercara tanto.

Ella saboreó el sabor del café impregnado en su boca y comenzó a ablandarse en sus brazos. Él se dio cuenta y bajando su brazo a las nalgas de ella, la suspendió para que sus piernas rodearan su cintura y continuó saboreando esa boca carnosa, suavemente ahora.

Cuando se apartó y la miró, vio la sorpresa en su mirada. Nunca la habían besado, nunca había sentido la emoción de una entrega mutua entre dos seres. Sonrió y apoyó su cara en el cuello de ella, aspirando una profunda bocanada de aire, pero sin sentir el olor de su compañera.

- No puedo oler su olor natural, pero puedo oler su excitación. He probado la pureza de tus labios y quiero seguir saboreándote por todas partes. - Ramón no pudo contenerse ante una hembra tan intrigante.

Con estas palabras la despertó de su trance y la reacción no pudo ser peor para él. Hizo como si fuera a besarle de nuevo y le mordió el labio, le metió dos pulgares en los ojos y luego le arrugó la nariz, cuando la soltó, le dio un puñetazo en los genitales y salió corriendo hacia el dormitorio.

Se encerró dentro, cogió su mochila y mientras escuchaba los rugidos del lobo enfurecido, se convirtió en el hombre lobo que le dio nombre, el crino. Saltó al árbol más cercano y fue saltando por las ramas hasta que se sintió segura y sólo entonces se fue al suelo, se transformó en su lobo, cargando la mochila con sus colmillos y corrió hasta llegar a un camino, volvió a su forma humana y se vistió. Fue caminando hasta que un camión pasó y la llevó.

No se preocupó de que la siguieran, porque no percibieron su olor y fue en dirección contraria a la que dijo que iba. Tendría que dar una vuelta más larga y perder más tiempo, pero era mejor protegerse del macho superalfa.

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