Capítulo 5
Carolina
Mi pasaporte salió más rápido de lo que imaginaba, los privilegios de ser multimillonario, después de esa noche con el señor Pedro no lo volví a ver y no apareció por la habitación de los niños mientras estuve allí y le agradecí por eso, no estaba preparada para verlo, la vergüenza me carcomía.
Nuestro viaje se adelantó, la señora Thamara no quería que los niños fueran, decía que sería una pérdida de tiempo llevar a unos niños tan pequeños al extranjero, pero por lo que tengo entendido el señor Pedro dijo que irían y así fue y ella tuvo que aceptarlo. Antes de ir a Inglaterra, íbamos a pasar dos días en un resort de Bahía. Aunque sabía que estaba de viaje de negocios, estaba encantada de poder visitar las hermosas playas.
Un coche vino a recogernos a los niños y a mí, ya que la Sra. Thamara había ido con su marido Fernando en su coche y el Sr. Pedro estaba en el trabajo y conduciría desde allí. Subí al coche con los niños y Luna, como siempre contenida, no mostró mucho sus sentimientos.
- Luna, ¿no estás contenta? Nos vamos de viaje. Siento que voy a explotar de ansiedad.
- Sí, lo estoy, pero no me gusta mostrar lo que siento.
- En ese momento comprendí a esa niña de cinco años. Y sentí pena por ella. Me sentí culpable por ser tan feliz. Quería que ella también fuera feliz, aunque nadie le prestara mucha atención, quería que sintiera que yo estaba allí con ella y le prestaba atención.
- Tía Carol, te lo vas a pasar muy bien, será una experiencia única para ti y me alegraré por ti.
- Quiero que tú también te diviertas, ¿acordamos divertirnos, aunque nadie nos mire?
- Lo intentaré", esboza una media sonrisa.
¿Cómo hace frente a todo esto una niña de cinco años? Cuando perdí a mi madre, me sentí sola. Sólo me di cuenta de que era soledad cuando mi padre me dejó por su nueva novia, pero no perdí la esperanza. Pero entiendo a Luna, ella nunca ha tenido el sentimiento del amor y nunca lo ha tenido, sólo niñeras que son cambiadas como los adornos de la casa que a mamá no le gustan.
La vergüenza me consumió cuando llegamos a la pasarela y el señor Pedro estaba allí con su mujer cogiéndole de la cintura. Menos mal que ayer me alejé de él y no dejé que pasara nada peor, ¿qué puede esperar una niñera de un hombre como él que tiene como esposa a una de las mujeres más bellas que he visto en mi vida? Nada. La pobre otra criada se enamoró de él y fue arrojada a la calle como un objeto que ya no utiliza.
Saqué a los niños del coche y el conductor se encargó de recoger nuestro equipaje. En realidad había traído una mochila, ya que me había enterado de que tendría algo de tiempo libre y quería aprovechar para comprar algunas cosas que son más baratas en Inglaterra que en Brasil.
Luna se quedó a mi lado y el pequeño Thomas en mi regazo, el señor Fernando nos ayudó a subir al avión y la señora Thamara y el señor Pedro subieron los últimos, lo que me pareció extraño fue su ayuda, ni siquiera cuidaba de sus sobrinos y ahora me ayudaba a mí, eso fue muy extraño.
- Carolina, ¿verdad? - Confirmé mientras ayudaba a Luna a sentarse - Que disfrutemos de nuestro viaje.
- Voy por negocios señor, no viajo por placer.
- Os he visto por la ventana - sonrió con picardía.
- Entonces no habrás visto nada, porque no ha pasado nada.
- Si quiere que me pase, estoy a su disposición.
- Estoy a tu disposición para que mi querido cuñado -la señora Thamara subió al avión y no le gustó verle hablar conmigo-.
- Para ayudar con los niños, ya sabes que viajar puede ponerlos eufóricos.
- La niñera gana mucho dinero para que los niños no se dejen llevar y no nos estorben durante el viaje -me miró con el ceño fruncido- ¿No es niñera?
- Sí, señora.
- Entonces está todo solucionado - puso fin al asunto y yo se lo agradecí.
Pude ver los celos que recorrían cada rincón del cuerpo de aquella mujer, y que se preocupaba mucho por su cuñado, que estaba sentado al lado de su hermano y ella de cara a su marido, y yo y los niños de espaldas a ellos, y di gracias a Dios. La pequeña Luna estaba aterrorizada con el avión y la cogí de la mano para apoyarla, poco sabía ella que era yo la que estaba asustada y que era mi primera vez en este negocio.
Rezaba, rezaba y rezaba para que la cosa no cayera, que no merecíamos morir, tal vez la witchamara, mezcla de bruja y Thamara, y mosnando, mezcla de monstruo y Fernando, sí. Que Dios me perdone. Cogí la mano de Luna y me dijo suavemente.
- Tía Carol, no tengas miedo, te llevo de la mano.
- Es mi primera vez -le confié.
- Te estoy cogiendo de la mano, todo va a salir bien tía Carol -me consoló una niña de cinco años.
En pocos minutos estábamos en el cielo entre las nubes, el señor Pedro trabajaba, la señora Thamara dormía y el señor Fernando bebía. Thomaz dormía y Luna también dormitaba. Los acomodé para que no les doliera el cuerpo y luego miré las nubes por la ventana. Al cabo de un rato empezó a aparecer el azul del mar y estábamos en Bahía. Aterrizamos cerca del hotel e íbamos en coche, mientras yo iba sola con los niños en otro coche.
Fuimos directamente a la habitación, los niños estaban cansados y había una habitación con dos camas individuales y una cuna. Perfecto para los tres, el calor se apoderó de ellos y después de una ducha se durmieron los dos y cuando abrí la ventana, casi me caigo de espaldas con las vistas, estábamos frente a la playa, el mar azul parecía tan cerca. Pero no voy a negar que tenía mucho miedo a un tsunami, no me juzguéis, pero tengo miedo. Y en realidad me gusta la playa, me parece preciosa, pero yo soy la loca que se queda mirando el mar con miedo.
Al día siguiente, los niños y yo jugamos en la playa y qué bonito fue ver la felicidad en sus ojos, creo que nunca olvidaré ese momento. La cena con sus padres no fue muy agradable, Thamara odiaba la presencia de sus hijos y me pidió que los llevara a su habitación en cuanto terminaran de comer y que no era lugar para ellos, así lo hice.
Luna hoy estaba habladora y yo encantada de que mi pequeña pudiera soltarse y vivir como lo hace cualquier otro niño en su día a día, está demasiado agobiada por su madre y acaba cerrándose al mundo. Pero quiero poder paliar esto con el paso de los días.
Era temprano y hacía mucho calor, así que abrí la puerta de la habitación, cogí un refresco de la nevera y me senté en las sillas que el hotel nos proporcionaba para sentarnos en la playa y observar el ir y venir de las olas. Pensé en mamá y en lo mucho que disfrutaría sentada allí conmigo mirando las olas y charlando sin sentido. Pensé en mi padre, que podría haber hecho esto y disfrutar más de nosotros, pero no lo hizo.
- Carolina - la voz del hombre me hizo estremecer.
- El señor Pedro - estaba en la playa - los niños ya están dormidos - no supe qué decir.
- Es tarde - agachó la cabeza - Quería pedirte disculpas por aquel día, no me porté bien contigo y bebí demasiado y acabé haciendo cosas. - hizo un gesto.
- Yo también bebí y no debí quedarme hablando contigo, voy a entrar.
- No te vayas - me coge de la mano como aquel día, de hecho no sé cómo se acercó tan rápido a mí - Quédate aquí, he venido a pasear un poco, a veces el mundo en el que vivo me asfixia, a Thamara le encanta vivir con lujos y gente rica, pero todo eso me asfixia.
- Creo que será mejor que me vaya señor Pedro, no puedo permitirme perder mi trabajo - me vinieron a la mente las palabras de su hermano Fernando, que nos había visto - A diferencia de usted, que cuando se asfixia con el lujo se va a dar un paseo, yo no tengo la opción de asfixiarme y no puedo seguir hablando con usted.
- Tienes razón - continúa tomándome de la mano - Solo digo lo que siento y no estaba pensando en ti, lo siento Carolina, lo siento por encontrarte hermosa y lo siento por desearte.
- Que estas diciendo - Aparte mi mano de la suya - Que locura.
Y el beso que no me dio ese día se hizo realidad hoy. Me agarró de la cintura y me besó suavemente, luego fue más profundo, acercando mi cuerpo al suyo y yo no podía reaccionar. Era un hombre hermoso, sabía de lo que hablaba, sabía besar. No, es mi jefe, está casado y no puedo caer en eso. Tía Ivone me advirtió que me alejara de él y yo lo aparté.
- No vuelvas a hacer eso -le di una bofetada en la cara y me fui al dormitorio para estar con los niños.
¿Cómo puede jugar así con los sentimientos de la gente? Tía Ivone dijo que estaba enamorado de Thamara y que nunca la dejaría por otra mujer y ni siquiera yo quiero eso, qué pensamientos más tontos se me han metido en la cabeza. ¿Qué querría un rico como él de una pobre chica como yo, para engañarla y tirarla?
En el desayuno se quedó con su mujer, que estaba de muy mal humor por haberse acostado tarde y despertado temprano, y su Fernando me sonrió todo el tiempo que estuvimos allí. Me levanté a por fruta para Tomás y el hombre me acompañó.
- Buena jugada, Carolina.
- No sé de qué me hablas, perdona.
- A Thamara le encantaría saber que su maridito se está besando con la niñera -Intento marcharme, pero me sujeta del brazo- Estás en mis manos, niña, o se lo cuento todo a la bella Thamara y te vas a la calle.
- ¿Y si se entera de que tenéis una aventura? - Se asombró - ¿Se enfadaría contigo?
- No te creería - nuestras voces cambiaron.
- ¿Hay algún problema, Carolina? - El señor Pedro viene hacia nosotros.
- Estamos discutiendo si la papaya es buena para la tripa, ¿verdad, señor Fernando? - Y me dijo que no la come porque tiene los intestinos flojos.
- Sí, Carolina -los dejé ahí y me fui a cuidar a los niños.
Sólo faltó que me chantajeara el hermano de mi jefe.
