Capítulo 3
Carolina
Me desperté en aquella cama mullida con el edredón suave, me estiré, no es que el colchón de casa fuera duro, pero el de allí era tan agradable. Miré por la ventana al sol y mis ojos se abrieron de par en par, probablemente ya había perdido mi turno y me despedirían, me había quedado dormida porque me había acostado muy tarde. Me cambié rápidamente de ropa y entré en la cocina para encontrar a la tía Ivone preparando lo que parecía el desayuno.
- Tía Ivone, se me ha pasado la hora, anoche dormí demasiado tarde, ¿se han despertado ya los niños? - le pregunto.
- Todavía no se ha despertado nadie, ha salido el sol y son poco más de las siete de la mañana - sonrió mientras preparaba el café - Ven a tomarte un café conmigo - y luego trajo la tetera y se sentó conmigo a la mesa - La señora Thamara se despertará hacia el mediodía, los niños se despertarán pronto y entonces tendrás que apañártelas con ellos - y luego sonrió - Tendrás que llevar uniforme, te lo traeré dentro de un rato y luego podrás vestirte e ir a la habitación de los niños a cuidar de esos angelitos.
- Luna lloró un poco ayer, parecía disgustada.
- Estaba enfadada porque habían despedido a la niñera y porque sus padres habían salido y la habían dejado contigo -se inclinó más hacia ella y susurró-: Quiere atención, pobrecita, pronto la tendrás.
- Me dio mucha pena, estuvo sentada durante horas conteniendo las lágrimas y cuando le hablé no pudo soportarlo y se echó a llorar.
- Es una niña solitaria, sólo tiene cinco años y ya sabe que no puede encariñarse con la gente porque se irán.
- Es una pena enterarse tan pronto, la tristeza me embarga, sé lo que se siente.
- Cuídala mucho, Carolina, y al pequeño Tomás también.
- Yo cuidaré bien de estos dos, ya verás.
Después de tomar café con la tía Ivone, me puse mi nuevo uniforme y decidí cambiar mi vida, no importaba lo difícil que fuera, iba a suspender mis estudios hasta que me estabilizara económicamente y luego volvería a estudiar, sé que no será fácil, pero un día a la vez hasta que logre mis metas y pueda alquilar una casa para mí.
Trabajando y viviendo aquí no tendré tantos gastos como si hubiera alquilado mi propia casa. Los fines de semana puedo ir a casa de la tía Ivone y quedarme allí hasta que consiga mi propia casa, ya que ella vive sola y me ha cedido una pequeña habitación donde guardo mis cosas.
Subí a la habitación de los niños con sus biberones en la mano para no tener que bajar. Observé detenidamente la casa llena de objetos caros, cuadros en las paredes, jarrones e incluso algunas pequeñas chucherías. Subí las anchas escaleras de la mansión y el largo pasillo que conducía a la habitación de los niños. Pasé por delante de una habitación y vi la figura de un hombre que entraba en la habitación. La puerta estaba ligeramente abierta y pude ver a la señora Thamara tumbada en la cama, parecía que aún dormía, y el hombre que estaba de espaldas la besaba.
Cuando llegué a la habitación de los niños, Pedro estaba allí con Thomas en el regazo, que ya se había despertado y refunfuñaba; parecía hambriento. Me dio vergüenza pillarlos a los dos en un momento de afecto entre padre e hijos. El señor Pedro era un hombre apuesto, con traje y zapatos elegantes, que probablemente no hablaba portugués.
- Buenos días, señor Pedro -me acerco- Buenos días, Thomas, te he traído el biberón -se emociona mucho al ver el biberón y alarga la mano para cogerlo-.
- ¿Puedes darle el biberón? - Estaba murmurando y he venido a recogerlo, tengo que ir a trabajar, cualquier duda habla con Ivone.
- Sr. Pedro - le llamé.
Ya estaba saliendo de la habitación, pero me acordé del hombre en su habitación que pensé que era él, pero en realidad no lo era porque está aquí conmigo, así que me pregunté ¿quién estaba allí con la Sra. Thamara? La pulga que tengo detrás de la oreja empieza a roerme con curiosidad. Soy muy observadora y curiosa, pero eso no me interesa, repito una vez más, eso no me interesa.
- ¿Tienes alguna pregunta, Carolina? - mi cerebro se pone rápidamente en marcha.
- En realidad, tengo una pregunta sobre mi sueldo y mis días libres y días trabajados -me mira y frunce el ceño- ¿Puedes explicármelo todo otra vez?
- Llego un poco tarde, ¿puede ser más tarde? - pero recuerdo al hombre en la habitación besando cariñosamente a mi jefe.
- No - me mira con curiosidad - Yo - tartamudeo - Yo, si puede ser ahora, se lo agradecería, señor Pedro - Entonces le hago varias preguntas sobre todo lo que ya me había contado ayer, si se metía por ese pasillo se llevaría la mayor decepción de su vida.
Sintiéndome fatal, como si fuera culpable de algo, le retuve todo lo que pude para que no pillara al hombre en su dormitorio con su mujer. Sabía que esta historia de los celos desmedidos de la señora Thamara tenía algo que ver con la traición, al menos eso es lo que decía la gente de mi barrio: cuando ves muchos celos así, sabes que la traición va como un hula hoop en la mano de un niño.
- Caroline, ¿lo entiendes? - Confirmo: tengo que ir a la empresa.
- Lo he entendido todo, señor Pedro -y le regalo una sonrisa a medias, porque no le había prestado atención en absoluto.
- Buenos días, hermano - aparece un hombre en la puerta - Has tardado, he venido a ver qué pasaba - me mira de arriba abajo - ¿Es la nueva criada? - Este tío ya no me cae bien.
- Es la niñera de Fernando y le estaba explicando algunas cosas.
- Soy muy consciente de las explicaciones que le estaba dando - sonríe de una forma que no me gusta - Si quieres, yo también te explico cosas - quería volar al cuello de ese idiota.
- No será necesario, ya aclaré mis dudas - que tipo abusivo no me gustaba.
- Carolina, este es Fernando, mi hermano y el contador de la empresa - solo firmo - Que tengas un buen día Carolina, si necesitas algo solo llama o habla con Ivone, nos vemos luego.
Se fue y Fernando fue tras él, pero yo no dije nada. Le di el biberón a Tomás y se lo bebió todo, luego como Luna seguía dormida le di un largo baño al bebé, jugué con él en la bañera y me mojé toda. Thomas era un bebé precioso, con una cara perfecta, piel blanca y pelo negro como el de Luna y ojos verdes como los de su padre.
Se despertó cuando estaba cambiando a su hermano, se sentó en la cama y nos observó. La miré y sonreí, y ella movió un poco la comisura de los labios. Le enseñé el biberón que había quedado en una especie de calentador y ella asintió y dijo que lo quería. Me acerqué a ella y se lo di, se tumbó y encendí la televisión de su habitación con un dibujo animado y los tres nos sentamos en la cama a verlo.
Todavía no había venido nadie a verlas, así que Luna se duchó y se puso ropa limpia y bonita porque hacía mucho calor. Decidí llevarlos a dar un paseo por el jardín. Dimos la vuelta a la casa y no vimos a nadie. Había un parque para los dos al lado del jardín y nos fuimos los tres hacia la felicidad.
Luna no era muy habladora, pero interactuó conmigo en ese momento en el parque e incluso gritó un par de veces, y yo también me reí mucho con ellos. En un momento dado algunas mujeres se acercaron y nos observaron mientras jugábamos y reíamos, de hecho acabé avergonzado por las miradas acusadoras y los susurros.
- Puedes parar este lío - la señora Thamara se me acerca como una fiera.
- Te pido disculpas, no sabía que estabas de visita - Luna mira a su madre con miedo.
- Llévalos dentro, están sudados - pone cara de asco - Y haz que mantengan la boca cerrada, porque como ves, estoy recibiendo a mis amigos del club y me estás avergonzando con tanto griterío.
- Nuevamente me disculpo, los llevaré adentro.
Agarro las manos de Luna y pongo a Thomas en mi regazo y salgo corriendo de allí con ellos, solo que no los pongo a los dos en mi regazo, porque no puedo hacerlo. Mientras camino con ellos, oigo a Thamara y a sus amigas quejarse de los empleados y de las niñeras que dejan sueltos a los niños, mostrando sus sentimientos como si fueran de la familia, y luego cuando nos despiden son los niños los que sufren.
Me gustaría decir que si dieran cariño a sus hijos, no se encariñarían con las empleadas, pero entre tener voluntad y hablar, son dos cosas completamente distintas y cuando necesitas tu trabajo, la boca debe permanecer cerrada, como me dijo la tía Isabel.
Así que vamos los tres a la cocina y yo le hago un bocadillo a Luna y le doy una pieza de fruta a Tomás y aprovecho para comerme un bocadillo también, pero para nuestra sorpresa llegan Pedro y su hermano por la puerta del garaje, que yo ni sabía que existía. La niña sale corriendo y se encuentra con su padre, que la abraza y se mancha la camisa con la salsa que yo le había echado al bocadillo.
- Hola mi amor, ¿qué tal el día?
- Papá, hemos jugado en el patio, pero mamá nos ha dicho que teníamos que entrar -la expresión de decepción en su cara era desgarradora-.
- ¿Por qué os ha dicho que entréis?
- Porque está con sus amigas y la estábamos molestando - cerró los ojos - Voy a hablar con tu madre, papá tiene que coger unos papeles y volver a la empresa.
- Los llevaré arriba - me crucé con el hermano de mi jefe y una vez más me miró con cara extraña y una sonrisa de lado que me dio asco.
- Voy a ver a Thamara y a sus amigas -y cada uno se marcha a su destino.
Desde la ventana cercana a la escalera, veo a Fernando abrazando a las amigas de mi jefe, que ahora llevan bañador y él la sujeta por la cintura.
- Señor, por favor, asegúrese de que no veo estas cosas.
- ¿Ver qué, Carolina? - me pregunta Luna.
- Nada mi amor, nada - caminamos hacia el dormitorio - Vamos a ducharnos y nos ponemos más.
- Dices cosas muy graciosas - y los dos nos reímos y Thomas no sabía ni de qué se reía, pero enseñaba sus encías desdentadas.
