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Capítulo 10

—Aunque te fuiste, tío. En serio, te revisaron a fondo aquí arriba —se da un golpecito en la cabeza—. Le diste una paliza. Hicieron falta tres tipos para sacarte de encima .

Seguro que sí, porque ni me toques. Odio que me toquen . Sobre todo si es un hombre.

¿ Me la follé? Es la única pregunta que me preocupa. El resto de la historia me da igual. Solo quiero saber si tengo que hacerme pruebas de todo. Aunque esta mujer tiene marido, está claro que se acuesta con todo el mundo. Bueno, al menos parece que lo intenta. Igual que yo .

—No , te sentaste en el sofá de ahí —señala hacia donde estoy—. Ella empezó a desnudarse, a desnudarse delante de todos. Te quitó la camisa, diciéndote que… —se detiene y piensa un momento— . Ah , sí, te pedía que le metieras la polla mientras te subías encima. Tú, como siempre, te pusiste histérico y la tiraste al suelo. Estaba tan mal que se desmayó.

Maravilloso. Simplemente maravilloso . Al menos no tengo que hacerme pruebas porque seguramente tendría algo que me causaría una picazón horrible durante días, probablemente semanas. Menos mal que no le metí la polla ni nada de eso que quería que le hiciera.

Oye , tómate un par de días libres. Póntelo en orden y vuelve el próximo miércoles para trabajar el fin de semana. ¿Te parece bien ?

- Sí, gracias Trev. - Me levanto del sofá con cuidado para no despertar a la mujer que está a mis pies.

Tomo un taxi de vuelta a mi apartamento. Gimiendo todo el camino, intento no vomitar en el asiento trasero de este tipo. Me siento aliviada en cuanto se detiene en la acera frente al edificio y me deja salir. Entorno los ojos automáticamente al salir porque es mediodía y el sol claramente tiene una venganza personal contra mis córneas.

Con cada paso hacia la puerta principal siento que me voy a desplomar. Eso o vomitar por todas partes. Abro la puerta y emprendo el angustioso viaje por las escaleras. Me agarro el estómago con fuerza, implorándome, rogándome no acabar hecha un ovillo al pie de la escalera. Solo faltan unos pasos.

—¿Jike ? —Reconocería esa voz en cualquier parte. Levanto la vista y veo que la cara de Mónica se transforma rápidamente en una de horror. ¡Joder ! Baja los últimos escalones hacia mí para ayudarme. La verdad es que no tengo fuerzas para apartarme de ella, aunque quisiera. Me ayuda a llegar a mi apartamento, incluso abre la puerta y me arrastra dentro. —Dios mío, Jike . Pareces muerto . 

- Es curioso que digas eso porque yo también me siento muerto. - Y realmente así es.

-Tienes un ojo morado.-

-Lo sé, capitán obvio . -Sí , no jodas, Mónica. -

—¿Qué pasó con... ? —Y se detiene de golpe. Probablemente porque sé que acabo de palidecer visiblemente delante de ella.

Siento un nudo en el estómago y sé lo que me espera. Mónica parece saberlo también mientras me ayuda a ir al baño. Abro la tapa de porcelana y empiezo a vomitar sin control. Me tiemblan las extremidades mientras las drogas y el alcohol salen de mi organismo por los poros y la boca.

Si hay algo que odio más que hacer esto , es que me toquen. Aunque sea alguien que me toca con cariño y compasión. Pero Mónica no lo sabe ahora, arrodillada a mi lado, me frota la espalda con ternura. Me dice palabras de consuelo y, por mucho que quisiera deleitarme con la sensación de sus manos sobre mi cuerpo, mi mente me traiciona.

Ahora tiemblo y vomito por una razón completamente distinta. Las cosas que intentaba olvidar ahora ocupan un lugar central en mi mente. Una de ellas me consuela y reconforta, mientras las demás me atormentan mientras vomito continuamente en el inodoro.

El aroma de comida casera me inunda la nariz. El sutil sonido de alguien cortando verduras mientras tararea suavemente llega a mis oídos. Mis sentidos se ven abrumados y mi mente divaga a un lugar donde no ha estado en mucho tiempo.

Ahí está. De pie, con su hermoso cabello castaño ondulado sobre el hombro, junto a la estufa. Tararea esa canción que siempre tararea, y no hay sonido más reconfortante que ese. Está contenta. Feliz por una vez. Es algo inusual y me hace sonreír mientras juego con mis carritos en el piso de madera.

Me dice que la sopa estará lista pronto y la preparó como a mí me gusta. La preparó con mucho cariño y esmero, solo para mí, para que me sienta mejor. Me hará sentir mejor. Todo estará mejor.

Estos fríos meses de invierno del noreste son cuando siempre me enfermo. La fiebre y los ataques de tos me invaden la mayor parte del tiempo. Parece que nunca falla. La enfermedad parece ser lo único en lo que puedo confiar en esta época del año.

Está poniendo la mesa solo para ella y para mí. Siempre es mi momento favorito cuando estamos solos. Siempre es mejor cuando papá no está. Siempre está mejor así. Me sonríe y me dice que guarde mis carritos.

Me levanto y me tapo la boca mientras empiezo a toser. Me dice que soy un buen chico por taparme la boca. Sonrío y recojo los coches del suelo, pero los dejo caer cuando la puerta se abre de golpe y se cierra de golpe.

Al levantar la vista, lo veo. Se tambalea. Tira sus cosas al suelo. ¿Por qué está tan enojado papá? ¿Por qué grita papá? ¿Por qué le pega a mamá? ¿Por qué sangra mamá? Quizás no le gusta la sopa.

Me invade otra tos y es entonces cuando sus ojos se fijan en mí. —¡No , por favor, no, David! ¡No! —No escucha a mamá mientras se acerca a mí, levantándome del suelo con fuerza, con los ojos encendidos de furia.

—¡David ! ¡No! —Está gritando. ¡Grita tanto!

Gritando. Gritando. Gritando...

—Jike , despierta. Estás bien. No pasa nada. Solo fue un sueño. —Alguien me está sacudiendo. Alguien me está tocando . Al instante me aparto y pongo las manos delante de mí a la defensiva. En cuanto recupero la concentración, veo a Mónica sentada en silencio, mirándome con aprensión. —Perdón por tocarte. —Dice con calma. —Sé que no te gusta .

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