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Capítulo 17: No se lo vende

“La asistenta Cordelia” se había puesto muy terca y se burló con los brazos cruzados.

—¿Qué pasa si estoy decidida a probármela hoy?

La dependienta frunció el ceño y la persona a su lado escuchó el jaleo y se acercó.

—¿Qué está pasando?

La dependienta le susurró algunas palabras a su compañera y la recién llegada de repente esbozó una sonrisa hipócrita.

—Señorita, este vestido es un artículo nuevo de temporada de nuestra marca. Cuesta 10 mil de euros. ¿Está segura de que quiere comprarlo?

Cordelia se burló.

—Aún no me lo he probado y ya me estáis preguntando si quiero comprarlo. ¡Realmente sabéis cómo tratar a los clientes!

—Lo siento mucho, pero también debemos proteger los intereses de otros clientes. Después de todo, la ropa en nuestra tienda es muy cara. Si todos se lo prueban, pero no lo compran, al final, ¿la ropa no pasará a ser de segunda mano? ¿No cree?

La dependienta tenía una sonrisa en su rostro, pero sus ojos estaban llenos de burla y sarcasmo.

Cordelia sintió que tal vez no era hoy su día. ¿Cómo podía encontrarse con una tía tan estúpida?

Así es, la señorita Cordelia, que siempre había sido bien educada, ¡solo quería maldecir en ese momento!

Sacó un cheque de su bolso y lo palmeó en el mostrador.

—¿Puedo probármelo ahora?

La dependienta ojeó y se sorprendió.

Sin contar la primera cifra, en el cheque había muchos ceros en la parte de atrás, no lo había contado con detalle, pero podía saber que era al menos cien mil.

Cuando los dos miraron a Cordelia de nuevo, sus miradas inmediatamente se volvieron diferentes, y se apresuraron a decir con una sonrisa halagadora.

—Por supuesto, espere un momento, se lo traeré.

Cordelia resopló con frialdad, por el diseñador que realmente le gustaba decidió no tenerlo en cuenta con ellas y se llevó el vestido al probador.

La falda le quedaba muy bien, sin duda era un trabajo hecho por su querido diseñador Alex Cruz. El diseño degradado del azul oscuro era discreto y lujoso. Nadie podía decir ni un solo defecto sobre la obra o el diseño.

Cuando salió con el vestido puesto, las dependientas de la tienda también se asombraron.

Antes, al verla vestida de manera informal que seguía detrás los pasos de Chantal discretamente, pensaron que era la asistente de Chantal.

Pero ahora nadie se atrevía a pensar eso.

Después de todo, la mujer frente a ellas no era para nada una asistenta en términos de figura y apariencia, e incluso su temperamento era glamoroso y lujoso.

La dependienta que la había recibido antes se adelantó emocionada.

—Señorita, se ve tan bien con este vestido. Con tanta gente que pasan por aquí, ¡no he visto a nadie que se le vea tan bien como a usted!

Otras le siguieron el rollo.

No para hacerle la pelota, sino para ser honestas.

Cordelia frunció los labios y sonrió, luego de cambiarse el vestido, la colocó generosamente sobre el demostrador.

—Me lo llevo.

La recepcionista estaba muy feliz, justo antes había pensado que le guardaría rencor y se negaría a comprarlo por lo que le habían dicho antes, ahora parecía que no era ese caso.

Sin embargo, en ese momento, una pareja joven entró desde afuera.

—Oye, ¿no es esta la señorita Cordelia?

Cordelia volvió la cabeza, luego a su rostro se le fue el buen humor.

Realmente no era su día, podía encontrarse con idiotas fuera a donde fuera.

No se molestó en hacerle caso, se volvió hacia la dependienta y le dijo:

—Empácalo bonito y comprueba que no haya ningún defecto.

—Sí.

La dependienta sostenía felizmente el vestido para ir a envolverla, pero alguien la detuvo.

Anastasia miró la etiqueta del vestido y sonrió.

—¡Oh, acabas de chantajearle una suma grande a mi hermano y te has venido aquí a pasarte por rica! Un vestido de 10 mil euros, Cordelia, ¿te mereces esto?

Cordelia bajó las cejas.

—¡Que me lo merezca o no, no es asunto tuyo! ¡Lárgate!

—¿Por qué te cabreas tanto? No te preocupes, no estoy aquí para que devuelvas el dinero. Unos cien mil no es nada para mi familia. Lo consideraré como tu salario por haberte acostado con mi hermano en los últimos años.

—Después de todo, han sido seis años completos, más de 2000 días y noches. Así que el precio no es demasiado caro, ¡porque incluso a una prostituta de la calle le cuesta unos dos cientos euros una noche! Mario, ¿no crees?

Anastasia se tapó la boca y sonrió.

Mario Millán, que estaba a su costado, era un actor de tercer nivel de Viento Entertainment. Anteriormente consiguió filmar algunas novelas gracias a Cordelia, pero nunca tuvo momentos destacados en su carrera, entonces la compañía dejó de darle recursos.

No se sabía cómo había conectado con Anastasia.

Mario se sintió avergonzado porque no sabía qué responder.

Cordelia soltó una risa fríamente.

—Anastasia, vuelve y pregúntale a tu hermano si hemos tenido alguna relación en los últimos años.

Anastasia enarcó una ceja.

Ya no era una niña, así que entendía los asuntos entre hombres y mujeres.

En su conocimiento, era imposible que no haya pasado nada después de haber salido durante tantos años.

Después de todo, ¿en qué siglo estaban ya? Y su hermano era un hombre normal y sano.

Así que se burló.

—¡Sigue fingiendo! Mi hermano no es estúpido. Aunque eres muy desagradable, sigues siendo guapa. ¿Cómo iba a dejarte ir sin hacer nada contigo antes?

Cordelia también sonrió y negó con la cabeza con pesar.

—Tienes razón, tu hermano no es estúpido, y yo no soy fea, así que… ¿por qué crees que no ha tenido sexo conmigo?

Después de hablar, inclinó ligeramente la cabeza y la miró con interés.

Anastasia estaba inexplicablemente preocupada cuando la miró.

Tampoco sabía el motivo de su preocupación, pero sintió una sensación de inseguridad, como si había algún secreto que la gente sabía y ella desconocía.

Su rostro cambió levemente.

—¿Qué quieres decir?

Cordelia sonrió y dijo:

—No quise decir nada. Aunque tengo mal genio, mi carácter es bueno. No me gusta hablar de cosas malas a espaldas de los demás. Así que si tienes curiosidad, ¡pregúntale a tu hermano!

—Después de todo, es el último varón de tu familia, si de verdad tuviera algún problema, ¡sería un problema grande que dejará sin descendencia a vuestra familia! Una persona tan tradicional como Ricardo estaría muy triste si supiera la noticia.

El rostro de Anastasia cambió por completo.

—¡Cordelia! ¡Estás diciendo tonterías! Es imposible que mi hermano sea como dices.

Cordelia se encogió de hombros.

—¡Pues piensa que he dicho una tontería!

Mientras hablaba, volvió la cabeza y le dio la tarjeta a la dependienta para que pasara la cuenta.

Anastasia la detuvo.

—¡Espera!

Cordelia frunció el ceño.

Lo que más odiaba eran personas testarudas como Anastasia, de modo que dijo con impaciencia.

—¿Qué más quieres?

Anastasia le arrebató el vestido de la mano a la dependienta y dijo con arrogancia:

—¡Quiero este vestido, no puedes vendérselo!

Cordelia rio de enojo.

—Anastasia, ¿puedes ser más infantil? ¿Crees que el centro comercial es de tu familia y por eso te comportas tan arrogante?

Anastasia levantó la barbilla.

—Realmente lo adivinaste, este centro comercial es propiedad de mi familia. ¡Si no quiero que te lo vendan, no te lo venderán!

Dicho eso, se volvió para mirar a la dependienta.

—Soy la señorita Anastasia Alfaro del Grupo Alfaro, ¿debes conocer el Grupo Alfaro?

La expresión de la dependienta cambió y asintió rápidamente.

—Sí, por supuesto que lo conozco, es uno de los accionistas del centro comercial.

Anastasia miró triunfalmente a Cordelia enarcando una ceja.

Cordelia se quedó sin habla.

En ese momento, una voz extremadamente fría vino de repente desde fuera de la entrada.

—No sé cuándo un pequeño accionista está calificado para influir en la decisión del cliente.

Todos se sorprendieron y miraron hacia donde provenía la voz, solo para ver a un joven entrando con algunas personas.

Cordelia se quedó atónita.

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