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CAPÍTULO 1

—El problema está en su esposa, señor Cavalli… ella… tiene un problema en su útero, que no le permite quedar embarazada… la endometriosis es común hoy en día, pero, este caso es complicado… —Enzo sintió un pinchazo fuerte en sus entrañas. Tan fuerte que incluso le robó el aliento.

Se giró instantáneamente para ver una lágrima rodar por la mejilla de Antonella, y sin pensarlo, se puso de pie, para tomarla en sus brazos.

—No llores, cariño… no lo hagas…

El médico pasó un trago difícil, mientras se quedó mirando la escena, y su frente sudaba.

No vio un atisbo de inflexión en la mujer que lo había contratado para mentir, y ella parecía metida en la situación a como dé lugar.

—Es mi culpa… —Antonella sollozó mientras los brazos de Enzo la rodearon.

Había pasado una semana desde que vinieron a hacerse todo tipo de exámenes, que el médico requirió, entre eso, conteo de esperma, y un control completo para Antonella.

Se sentía devastado por la noticia, pero no podía herirla mostrando su decepción abiertamente. Además, debía haber alguna forma.

Girándose hacia el médico, asintió, y pensó que este no era el momento para tomar una decisión frente a terceros.

—Nos contactaremos con usted en cualquier momento.

—Claro… cualquier duda, hágamelo saber.

Enzo salió de la consulta tomando desesperadamente a Antonella, y luego la llevó al auto, donde los esperaba su chofer.

—A la casa… —ordenó mientras se apresuró en limpiar sus mejillas—. No pasa nada, Anto… escúchame… —ella lo observó con detenimiento—. No vamos a darnos por vencidos…

«¿Qué?», Antonella gritó en su mente, pero asintió hacia él.

—Podemos someternos a algunos tratamientos… y consultar otros médicos… yo mismo buscaré —él dictaminó

De alguna forma, a ella le tembló la mandíbula, si había algo que a Enzo lo hacía explotar era la mentira, las cosas ocultas y sobre todo la trampa. Él no podía enterarse de la realidad de sus pensamientos, y ella había luchado mucho en la vida para permanecer al lado de este hombre, y ser su esposa hoy en día como para acabar con todo esto.

La señora Cavalli ante el mundo, y así seguiría siendo.

—Claro… buscaremos… —dijo al final, y luego se metió en sus costillas, mientras sintió como él dejaba un beso en su cabeza en forma de consolación.

Sin embargo, en ese silencio, su cabeza comenzó a maquinar rápidamente, y sabiendo quien era su esposo, solo pensó en el siguiente paso.

—Esto se está saliendo de control… —Luciana caminó con ella muy rápido, unos días después, mientras entraban en la clínica donde trabajaba, directo a la consulta, esta vez de un especialista en fertilidad—. En este punto comprarás a todos los médicos que están aquí…

—Lo haré si es necesario…

—Te lo dije, esto no tiene retorno, Antonella, deberías parar… ser sincera. No le cuentes que le mentiste si no quieres, pero no hagas más estupideces…

Antonella se frenó en seco y la miró como si quisiera matarla.

—Mi cuerpo es mi decisión, y no quiero hijos…

—Entonces díselo… entonces no hubieses aceptado sus condiciones…

La risa cínica de Antonella se espació por el pasillo.

—¿De dónde piensas? ¿Eres tonta? Aceptaría cualquier cosa por estar al lado de MI HOMBRE… y no te pongas pesada Luciana, no sea un estorbo…

Luciana abrió los ojos negando y luego siguió en su camino.

Ambas llegaron a la cita prevista con el doctor Dago Russo, y sentaron delante de él cuando comenzó:

—Es bastante delicado este tema… —sugirió con un rostro serio—. Además de que, como dice su amiga Luciana, él querrá agotar todas las opciones…

—Le pagaré lo que pida… no hay un límite…

El doctor Dago suspiró.

—Si le decimos a su esposo que se someterá a un sinfín de pruebas, y tratamientos, él cederá… pero será una bomba de tiempo. Cuando no encuentre resultados, aunque no se lo diga, irá con otros especialistas, y allí vendrá el verdadero problema para usted…

Antonella se quedó en silencio sabiendo que el hombre tenía razón en todo.

Era como si hubiese leído a su esposo con exactitud, y a la vez pensó que un hombre, podía entender la mente de otro.

—¿Y qué me aconseja? —ella preguntó, pero antes de que el doctor respondiera, agregó un plus—. Recuerde que no debe preocuparse por el dinero, doctor Russo… tendrá todo el que quiera, además de cobrar los procedimientos.

—Lo sé, y créame, estoy colocando en usted literalmente mi carrera… ahora, si me pide una opción más viable, le seré concreto. Usted no quiere embarazarse, y aunque no la he revisado, no parece tener problemas de concebir, ya que es un invento suyo para engañar a su esposo…

Luciana agachó la cabeza mientras negó. Pero Antonella, siguió asintiendo como si lo ocurrido fuera una nada.

—Mi consejo es… que alquile un vientre…

El rostro de Antonella se transformó.

—¡¿Qué?! —ella gritó incluso, aun así, el hombre permaneció con el temple intacto.

—Usted quiere una mejor opción, esta es la mejor… Puede darle a su esposo hijos, sin necesidad de usar su cuerpo. Se utilizan sus óvulos, y el esperma de su esposo, y sigue siendo legalmente su hijo… solo que, hablándolo en términos técnicos, tendrán una incubadora humana para llevar ese proceso.

Por un momento Antonella se detuvo, ¿Por qué no lo había pensado antes? Esto sonaba tan fabuloso como lo imaginaba, y entonces se dio cuenta de que había estado esforzándose por nada.

Por supuesto, a Enzo no le gustaría mucho la idea, pero, era la jugada perfecta.

—¿Y qué podemos alegar? Quiero decir…

—Anteriormente, le dijeron a su esposo que era su útero, la endometriosis puede ser ligera, o extrema, y podemos adjudicar que su útero no está apto para concebir, pero sus óvulos sí… así que es problema resuelto.

Antonella se recostó en la silla victoriosa, sin poder creer lo fabuloso que se había desenrollado todos sus problemas. Había una sonrisa gigante en su rostro hasta que hizo su última pregunta.

—¿Usted encontrará ese vientre no es así? —pero el hombre en su frente negó.

—No… imposible… no tengo esos contactos, y lo más aconsejable, es que usted conozca a la mujer, que sea fiable, cuidadosa, que sea muy responsable, y, sobre todo, que usted pueda realizar un trato legal con ella, para no traer problemas en el futuro.

Antonella se giró hacia Luciana un poco consternada, mientras su mente se volvía loca.

Era evidente que no podía pedírselo a su amiga, que estaba a solo unos meses de contraer matrimonio, y aunque su garganta se secó, únicamente hubo un nombre que rondó por su mente:

“Siento mucho por ser tan atrevida, le debo mucho, muchísimo…”, Gianna puso esa hoja desdoblada en su escritorio, pidiéndole de su ayuda con la hipoteca de la casa de sus padres, y aunque creía era la tonta más grande de todas por hacerse cargo de cosas que no le correspondían, ahora su mente le decía que esta era su oportunidad.

Aún recordaba cuando esta chica llegó a su empresa vestida de una forma que quiso correrla enseguida. Pero cuando vio su currículo y sus diseños, supo que era un pedazo de trozo negro, que necesitaba ser pulido para relucir.

No le había dado una respuesta a su petición, pero ahora tenía la excusa perfecta para ayudarla. Tan perfecta que sus labios se fruncieron, al entender que era demasiado afortunada.

—Tengo la candidata… no se preocupe… —y levantándose, le dijo a Luciana que la siguiera—. Lo contactaré en unos días… por favor, estudie su libreto…

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