Capítulo 5
Su arma sigue apuntándome. Con cuidado, bajo su brazo hasta quitarle el arma de la mano y la guardo junto a la mía.
Ella no dice una sola palabra. Tomo sus manos y siento cómo tiemblan. Las llevo hasta mis labios y dejo un beso suave en ellas.
—Nathan... —susurra con dificultad—. Cariño, ¿eres tú? No lo puedo creer.
La tomo por la cintura, apoyo mi frente contra la suya y acaricio su nariz con la mía. Tenerla tan cerca me hace sentir vivo nuevamente, como si el mundo hubiera recuperado su color.
—Nena, por supuesto que soy yo —susurro antes de besar su frente con delicadeza—. He venido por ti.
Ella estira sus brazos y me rodea con fuerza, abrazándome como si nunca quisiera soltarme.
Hago lo mismo, atrayéndola aún más hacia mí. Aspiro el aroma de su cabello y dejo un beso en su sien. Tenerla en mis brazos otra vez es como volver a casa; me llena de paz, de una calma que no sentía desde que se fue.
—Pensé que te había perdido aquel día —susurra con dificultad, su voz temblando contra mi pecho—. Fui una tonta... perdóname.
La escucho gimotear mientras su pecho sube y baja descontrolado. A pesar de todo, sigue siendo frágil, aunque quiera aparentar lo contrario.
—No hay nada que perdonarte, cariño —le susurro mientras beso su cabeza. Me separo ligeramente y la observo con atención—. Te extrañé tanto.
Antes de que pueda decir algo más, me atrae hacia ella y me besa apasionadamente. Su desesperación por tenerme cerca es la misma que siento yo por saborear sus labios otra vez. La tomo por la cintura, pegándola más a mí, saboreando cada instante de ese beso.
—Te amo —susurra contra mis labios, sonriendo levemente—. Te amo, te amo, te amo.
—Yo también te amo, nena —respondo, juntando nuestras frentes mientras la sostengo con firmeza—. No sabes lo mal que la pasé todo este tiempo sin ti.
—Yo también, Nathan —deja caer una lágrima que recorre su mejilla—. He hecho cosas horribles... por mantenerlos a salvo, por asegurarme de que nada les pasara... y para vengarme de ese maldito.
—Lo sé, nena, y lo lamento. Por eso estoy aquí —le digo mientras aparto un mechón de su cabello y lo coloco detrás de su oreja—. He venido por ti... y para matar con mis propias manos a ese infeliz.
—No quiero que te adentres en este mundo —dice, negando con la cabeza mientras una leve sonrisa amarga aparece en su rostro—. No quiero que te conviertas en algo que no eres.
—Nena, no puedes negarme algo que conozco desde antes que tú —respondo con firmeza, viéndola a los ojos—. Este mundo lo conozco desde que era un niño. Simplemente me mantuve al margen... hasta ahora.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Tenía siete años cuando escuché a mi madre y a mi abuelo hablar sobre sus negocios. Él le decía que yo sería su heredero, el próximo jefe. Mi madre no estaba de acuerdo, y, cuando supo que estaba decidido, huyó de la casa de mi abuelo. Fue entonces cuando conoció al hombre que se convertiría en su esposo y en el padre de esas dos basuras que se hacen llamar mis medios hermanos.
—¿Nunca conociste a tu padre biológico?
—Nunca. Y nunca me interesó saber quién era. Para mí, mis padres siempre fueron mi abuelo Alessandro y Maximiliano Collins.
—¿Entonces tú estás detrás de la ayuda de Asher? —pregunta sorprendida, y asiento. Ella niega con la cabeza, incrédula—. ¿Sabes que es una locura?
—No me importa —respondo con firmeza, acercándome aún más a ella y tomándola por la cintura—. Te quiero a mi lado, y no pienso irme de Los Ángeles sin ti.
Besos sus labios ferozmente, bajo mis manos lentamente hasta llegar a sus nalgas apretándolas levemente y levantándola haciendo enrollar sus piernas sobre mi cintura.
Camino con ella hasta caer en el pequeño sofá con ella encima. Sus manos empiezan a buscar los botones de camisa soltando uno a uno , mis manos viajan a sus piernas introduciéndose debajo de su vestido alzándolo poco a poco hasta llegar a la cintura , con la llena de mis dedos acarició la pequeña linea de sus bragas tomándola con las puntas de mis dedos y empezando a deslizarla hacia abajo hasta deshacerme de ellas complementarias.
Beso su cuello bajando lentamente, llevo mis manos a la parte trasera de su vestido buscando el cierre , soltándolo haciéndolo deslizarse y dejando a mi disposición sus tetas.
Muerdo y chupó levemente su pezon haciendo que ella gima , con mis manos tomo cada uno de ellos masajeándolos y vuelvo a repetir la acción en el otro haciendo que una de sus manos jale de mi cabello mientras se retuerce sobre mi .
Mi erecion empieza a crecer y mis pantalón están a punto de reventar por la presión , la tomo por la cintura levantándome con ella sobre mi , camino con ella hasta llegar a la habitación a un par de pasos .
La acuesto sobre la cama despojándola por completo y dejándola completamente desnuda sobre la cama , terminó de quitar mi camisa , desabrocho mi cinturón y mis pantalones deshaciéndome de ellos al igual que mi bóxer.
Me acomodo sobre ella mientras disfruto de sus tetas con mi boca , ella gime enterrando sus uñas sobre mi espalda, me acomodó entre sus piernas deslizó mi mano sobre su vientre hasta llegar a su feminidad , introduzco uno de mis dedos en su interior , lo saco lentamente y vuelvo a introducirlo esta vez en vez de uno introduzco dos robándole un suspiró y ganándome que entierre con mas fuerza sus uñas en mi .
Saco los dedos de su interior y los llevo a mi boca chupándolos lentamente , con mi otra mano tomo mi miembro y lo empujó lentamente hasta entrar en ella , Aysel dobla su cintura atrayendo su cuerpo a mi y gime disfrutando de la sensación.
Suelto un gemido al sentir mi polla dentro de ella , había olvidado lo maravilloso que era estar dentro de ella , de mi mujer .
Empiezo a moverme lentamente mientras beso su hombro luego su cuello hasta llegar a su boca y morder levemente sus labios .
Suelto sus labios y empiezo a embestirla más rápido , sus labios besan mi cuello con tanta fuerza que no me queda duda que dejara marcas , sujeto fuertemente su cintura mientras me muevo dentro de ella y sus gemidos aumentan al igual que el placer .
Aysel gime en mi odio mientras menciona mi nombre en susurros , aumento los movimientos , ella entierra con mas fuerza sus uñas y las arrastra sobre mi espalda soltando un gemido , sin poder aguantar un maldito segundo mas me dejo correr dentro de ella y cayendo sobre su pecho.
Nuestros cuerpos se encuentran sudados y nuestra respiración es acelerada , Aysel acaricia mi cabello mientras mis manos aun sujetan su cintura .
No hace falta decir cuanta falta nos hacíamos cuando nuestras miradas , cuero y corazón hablaron por si solos...
(...)
Acaricio su cabello mientras su cuerpo desnudo descansa sobre mi pecho. No sé cuántas horas llevamos aquí, pero el tiempo ha pasado volando, y no quiero que se aleje de mí.
—Debo regresar, o Carlos llamará a Alejandro y nada saldrá como quieres —dice, levantándose de mi pecho y mirándome con seriedad—. ¿Me prometes que vendrás pronto por mí?
—Te lo prometo, nena —susurro, besando suavemente sus labios—. Volverás a mi lado muy pronto, señora Collins.
—¿Desde cuándo soy la señora Collins? —ríe con ingenuidad, pero su comentario me hace darme cuenta de mi error.
Aysel no sabe nada de lo que ocurrió con mis hermanos ni que se casó conmigo sin siquiera saberlo. No puedo decírselo ahora; sería capaz de matarme con sus propias manos por ocultarle algo tan importante.
—¿Nathan? —me llama, sacándome de mis pensamientos—. ¿Sucede algo?
—No, nena —respondo con una sonrisa. Me levanto de la cama y empiezo a vestirme—. Tengo que llamar a Asher para saber cómo van las cosas con Peters.
Ella también comienza a vestirse. Su teléfono suena, lo revisa y niega con la cabeza.
—¿Sucede algo, nena?
—Es Tania. Anoche le puso algo en la bebida a Carlos para dormirlo y que no se diera cuenta de mi salida, pero ahora tiene miedo de que despierte pronto.
Miro mi reloj; son casi las seis de la mañana. Es probable que el efecto del ansiolítico esté por terminar y que Carlos despierte en cualquier momento.
Aysel termina de vestirse. Tomo su mano y salimos de la cabaña, donde encontramos mi camioneta estacionada junto a la suya. Tyler está apoyado en ella, concentrado en su tableta digital.
—¡Tyler! —grita Aysel mientras corre hacia él y lo abraza—. ¿Sabes que tengo ganas de dispararte?
—¿Por qué? —Tyler la mira, confundido, mientras ella cruza los brazos y lo fulmina con la mirada.
—Te llamé y nunca contestaste mi llamada —dice, negando con la cabeza. Tyler me mira sin entender—. Eres un tonto.
—Nena, fue culpa mía —intervengo, acercándome y colocándome a su lado mientras la tomo por la cintura—. Tuvimos una reunión importante y no podíamos contestar.
Aysel rueda los ojos y, con un gesto rápido, mueve las manos hacia mi costado, sacando un arma.
—Esto me pertenece —dice, mostrando su arma con una sonrisa antes de guardarla.
De repente, el sonido de golpes en la cajuela de su camioneta nos pone en alerta. Tyler y yo sacamos nuestras armas y apuntamos en esa dirección. Aysel se acerca a la cajuela y la abre, revelando a un hombre amarrado de manos y pies, con la boca amordazada.
—¿Qué diablos?
—Ni me acordaba de ti —dice Aysel con indiferencia. Lo saca del maletero y lo arroja al suelo. Luego desata sus manos y pies, y le quita la mordaza.
—¿Quiénes son ustedes? —pregunta el hombre con miedo mientras retrocede en el suelo—. ¿Qué quieren? ¿Qué me van a hacer?
—Ellos nada —responde Aysel mientras saca su arma y la apunta a su frente—. Pero yo sí. Si te atreves a mencionar una sola palabra de lo que pasó anoche o lo que viste hoy, yo misma te mataré. Y después haré lo mismo con tu familia. ¿Entendido?
La miro, asombrado, sin prestar atención a sus palabras, sino a la frialdad con la que lo mira y la forma en que manipula su arma. Aysel se ha convertido en una persona completamente distinta: fría, calculadora y dueña absoluta de sus emociones.
—No diré nada, se lo juro, patrona, pero por favor no me mate —suplica el hombre, levantándose del suelo con las manos en alto.
—Súbete a la camioneta y espérame ahí —ordena Aysel mientras guarda su arma. El hombre obedece rápidamente.
—¡Oye! —lo detengo antes de que suba—. Mucho cuidado con lo que haces. Todo este lugar está vigilado, y tienen órdenes de disparar si alguien intenta salir sin mi autorización.
El hombre asiente nervioso y se sube a la camioneta. Aysel se gira hacia mí con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
—Tienes muchas cosas que aclararme, Collins —dice, lanzándole una mirada fulminante a Tyler—. Ambos tienen cosas que explicarme.
—A su debido tiempo, nena —le respondo, metiendo las manos en los bolsillos—. Ahora, el tiempo es limitado para todo lo que hay que decir.
—¿Sabes qué está pasando con Alejandro y esos hombres de la mafia italiana?
Tyler y Aysel me miran, esperando una respuesta. Hay demasiadas cosas que no puedo contarle todavía, no solo por su seguridad, sino porque no tenemos tiempo.
—No he hablado con Asher aún —respondo, mirando mi reloj—. Deben estar aterrizando en Italia ahora. Todo sigue bajo control.
—¿A qué te refieres con eso? —pregunta, confusa.
—A que la función aún no ha comenzado, nena. Pero está por empezar —digo, colocando un mechón de su cabello detrás de su oreja y dejando un beso en su frente—. Quédate tranquila; no pasará nada.
—Eso espero. Ahora debo regresar antes de que Tania se preocupe más.
—¿Quién es Tania?
—Tania también era prostituta. Ella y Ana eran mis amigas... o eso pensaba antes de descubrir quién era Ana en realidad. Tania es mi única amiga verdadera, aparte de Ángela.
Se queda pensativa y sonríe levemente.
—Por cierto, ¿qué sabes de ellos?
—Están bien. Te prometo que pronto volverás a verlos —digo antes de besar su frente nuevamente—. Pero esa tal Ana... la quiero matar con mis propias manos.
—Te dejaría hacerlo, pero de ella me encargaré yo —responde con seriedad—. Quiero asegurarme de que pague por todo lo que me ha hecho.
Una de mis camionetas llega y se estaciona frente a nosotros. Uno de mis hombres se baja y se acerca con urgencia.
—Lamento molestarlo, señor, pero ya llegaron los hombres que esperaba. Preguntan por usted.
—Gracias por avisar. Ahora iremos —responde Tyler con seriedad.
—Disculpe, señor, pero han estado esperando por más de media hora. Dicen que no se irán sin hablar con el señor Alessandro D'Amico.
—¿D'Amico? —pregunta Aysel, confundida—. ¿De quién está hablando?
—De mí, nena —respondo. Ella se gira y me mira asombrada—. Soy Alessandro D'Amico. Nathan Alessandro Collins D'Amico.
