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Capítulo 2

Brian

Elena, ella era la chica. Examiné su delicada figura de pies a cabeza. Estudié cuidadosamente su largo cabello azabache ligeramente ondulado por la sal marina y quedé hipnotizado por sus cristalinos ojos azules. El rostro de porcelana estaba rodeado de mejillas enrojecidas por el sol. Casi parecía una muñeca. Me sorprendió, ninguna chica había tenido esta primera impresión en mí. Tenía un carácter muy fuerte, lo noté enseguida. Nuestras expresiones no cambiaron, nuestros ojos simplemente permanecieron juntos, hasta que ella se fue, dejándome allí para mirar donde estaba justo antes.

Veinte minutos después...

La cena está lista y llegaría en breve. Justo cuando estaba pensando en ello, la vi entrar a la cocina casualmente. A diferencia de lo que pensaba, ella no era snob y snob, lo entendí por cómo se amarró el cabello desordenadamente en una trenza y por lo que usó para quedarse en casa: pantalones de chándal simples y una camiseta sin mangas. Todos estábamos sentados ahora, ella estaba frente a mí.

-Entonces Brian, cuéntanos un poco sobre ti.- dijo el padre, haciéndome volver a la realidad.

-Bueno, tengo veinte años, nací y viví prácticamente toda mi infancia en Oslo, y llevo unos doce años en Italia. Llevo dos años viviendo solo y mis padres se mudaron a Oslo cuando me fui de casa.- Dije sin dejar de comer el pez espada que tenía delante.

"¿Entonces no te llevabas bien con tus padres?" Para mi sorpresa, Elena me hizo esa pregunta.

-Así es.- respondí con calma.

Desde entonces, el silencio cayó sobre la mesa. Cuando terminé mi cena, la observé; No pude evitarlo. Mientras comía, a veces se detenía y miraba su plato, haciendo muecas extrañas. Pensó mucho, se notaba. Fui atrapado por ella observándola; Vi su rostro cambiar a una expresión como "¿Qué carajo estás mirando?". Reprimí una sonrisa y regresé mi cabeza a mi plato.

Todos terminamos tarde de cenar por unos chismes y mi llegada, en efecto fue.. Llegó un mensaje para Elena, lo leyó y volvió a decir con la mirada fija en el teléfono -Salgo esta noche, llego tarde

. Riki y Ale me recogerán, me voy a arreglar.- volvió a desaparecer entre los muros de esa casa, dejándome a solas con su padre.

-Perdón por la falta de modales, es así.- dijo mortificado.

-No te preocupes, no me culpo por esto.- le dije tranquilizándolo. El hecho es que nunca entenderé quiénes son Riki y Ale.

Hablamos un rato mientras lo ayudaba a limpiar la mesa, cuando Elena volvió a la cocina completamente cambiada. Llevaba un vestido negro corto y ajustado que mostraba su físico perfecto y regordete. Muy poco maquillada y con el pelo suelto y cayendo sobre los hombros como la seda. Mierda si era hermosa, hermosa en todos los sentidos y con todo encima. Se dio cuenta de mi mirada en ella, pero no dijo nada al respecto, sólo un "Me voy", y salió de la casa.

Horas:

Estaba acostado en mi cama cuando escuché que se abría la puerta principal. Bajé a la sala de estar y vi a Elena tambaleándose con sus tacones negros lacados. Inmediatamente me acerqué a ella y la agarré por los hombros, sosteniéndola.

¿Estas borracho?-pregunte preocupada

-No, ¿qué dices listillo?- dijo estallando en carcajadas. Sí lo fue, y mucho también. La acompañé sin decir nada a su habitación, la hice quitarse los zapatos y la hice acostarse, tapándola con las sábanas livianas de su cama.

-Gracias...- susurró antes de cerrar los ojos y quedarse dormida de inmediato. Observé su rostro relajado por unos momentos, luego fui a mi habitación, lográndome quedarme dormido. Tal vez no lo había logrado antes porque estaba pensando en ella, estaba pensando en cuándo regresaría a casa.

Elena

Me desperté con dolor de cabeza, estaba a punto de estallar. No recuerdo nada de anoche, solo algo del comienzo de la noche, algunos chicos y... eso es todo. Fui al baño, me di una ducha rápida y luego bajé a la cocina. Era la hora del almuerzo, había dormido mucho, volveré a casa muy tarde.

-Mira quién está aquí, Bella Durmiente. ¿Ayer tarde? —me preguntó mi padre. Asentí y me senté a la mesa.

Apenas puso el plato de pasta frente a mí, hice una mueca de disgusto y dije

-Papá, no tengo mucha hambre, no me siento muy bien.- Me miró preocupado y dijo

-No es como bebiste demasiado? Sabes que no quiero.- Vi a Brian dándome una mirada incomprensible ante esa pregunta. Lo dejé pasar y dije

-No papá, no te preocupes.- al cabo de un rato dejó de oprimirme y decidí subir a mi habitación.

Una semana después...

Esta semana no he tenido ningún encuentro cercano con Brian, solo algunas miradas intensas e incomprensibles por la casa y algunas palabras. Era casi la hora de la cena, así que fui a la cocina y vi una nota en la mesa

-Cariño, no estoy aquí esta noche. Empaque o ordene algo para usted y Brian, ustedes deciden qué hacer, tal vez se conozcan un poco. No salgas al menos esta noche, no puedes dejar a un invitado solo en casa, un beso.- Leí todo en voz baja. Maldije y tiré la nota a la basura. Joder, esta noche nos deprimimos con series de televisión.

Brian entró a la cocina, le expliqué la situación sin rodeos, sin siquiera mirarlo y comencé a cocinar la carne. Si hubiéramos pedido la plaza, hubiera llegado en una hora, y ahora tenía hambre. Tan pronto como estuvo listo, se lo serví a Brian y me senté a la mesa con él. Nos encontramos cara a cara, en el más ensordecedor silencio.

"¡Mierda!" Maldije en voz baja. me había cortado con el cuchillo; No hago bien en distraerme mientras corto la comida. Agarré la servilleta junto a mi plato y me sequé el dedo; diablos si se quema.

Levanté la cabeza hacia Brian, ya que ni siquiera podía oírlo respirar y vi que sus manos cubrían su rostro.

-Brian, ¿estás bien?- dije tratando de llamar su atención pero nada. Me acerqué a él pero su voz me detuvo

-No, no te acerques a él.- Tenía un tono de sufrimiento tal que me preocupó aún más. No lo dejé pasar, tenía que ayudarlo.

-¡Mierda, aléjate!- dijo esta vez levantando la voz. Automáticamente apartó las manos de su rostro y la sangre se congeló en mis venas. Quise gritar pero no pude. Sus ojos, sus jodidos ojos estaban rojos. Mi instinto de supervivencia me hizo darme cuenta del peligro que me esperaba. Aterrorizada, corrí lo más rápido que pude y me encerré en mi habitación. Todavía temblando, saqué mi celular y llamé a mi padre

-¿Hola?- dijo.

-Mierda papá, vuelve pronto a casa, Brian, ¿qué diablos pasa? De pie...- la línea se cortó, batería baja. El clip estaba en la otra habitación, y yo tampoco iba a salir muerta de allí. Solo me di cuenta en ese momento de pánico que estaba llorando. ¿Qué estoy llorando? Gracias a la mierda, miré a la muerte a la cara, mierda.

No sé por cuánto tiempo pero recé, hasta que se abrió la puerta principal, y con el corazón en la garganta esperé que fuera mi padre y que no le pasara nada.

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