Capítulo 5: Ella lo extraña
━━━━━━◈━━━━━━
Al día siguiente llega a su rutina de trabajo, pero no lo ve en la mesa esperando por ella.
Entonces al no verlo se decepciona, piensa que él solo quiere pasar tiempo con ella y no una relación seria, pero lo extraña sentado ahí en esa mesa de la esquina.
Ella extraña sus besos de la noche anterior que le recorren todo su ser, siente el sabor de sus labios en los suyos.
Mientras ella lo echa de menos, Luis tiene una conversación con sus padres en otro restaurante.
—¡No puedes enamorarte de otra mujer!, ¿qué vas hacer con Ángela, dime hijo? —Dice su madre muy exaltada.
Le habla sinceramente. —Lo nuestro haces meses que anda mal, ella no quería verme por más que le insistía mamá; quiere hacer una vida aparte de la mía, somos pareja debemos hacer planes juntos, no cada quien por su lado, Angela no me amas ¡Joder!
Su padre interviene, y habla con franqueza. —Hijo, siendo esta la situación y si no puedes rehacer tu vida con ella, no hay más remedio que terminar esa relación.
Su madre le intuye. —Yo solo quiero que seas feliz en tu vida, pero debes conocer bien a esa mesera; además la distancia los separa, hijo.
—Si lo sé, por eso antes de irme voy a investigar cómo puedo radicarme definitivamente aquí, quiero obtener mi residencia en este país.
—¿Está seguro, hijo?
—Muy seguro. —Dice, pero se levanta de prisa al pensar en Melisa. —Discúlpenme, voy a verla, seguro ya me extraña y es hora de su salida ¡Madre mía!
Mientras ella se dispone ir hacía la calle, pero Luis llega y le toma de la mano llevándola hacía la playa —¿Siempre me vas a tomar de la mano, para hablarme señor?
—Siempre que sea necesario, sí, vale.
—¿Qué quieres usted, ahora?, no conseguirá lo que se propuso anoche y no lo conseguirás. —Melisa está indiferente con él, con sus brazos cruzados.
—Solo conversaba con mis padres, es todo bonita. —Le acaricia el cabello ondulado en su frente, mientras la brisa marina lo mueve. —Me marcho, pero antes me informaré como puedo tener mi residencia aquí, te quiero.
—Solo te pido que seas sincero conmigo, si vuelves que me diga que paso con esa mujer y si volviste con ella o no, porque si están juntos no voy a estar contigo, no seré tu amante. —Le advierte.
—Te aseguro que no será así amor, no serás mi amante Melisa.
Ella cambia de tema muy entusiasmada. —Vamos a mi casa, ¿te preparo algo de comer en mi casa o almorzará aquí?
—Me gustaría probar tu comida, así que iremos a tu hogar, quiero saber donde vives, vale.
Se marchan al hogar de Melisa tomados de las manos, sonriendo y muy felices por estar juntos, aunque sea por poco tiempo.
Llegan a su humilde casa, y sus padres lo reciben muy amablemente. Enseguida ella le reitera. —Empezaré a preparar que comer de inmediato.
Ella va a la cocina a preparar que comer, mientras él se queda charlando con sus padres.
Después de un tiempo, va a mirarla y observa como se desenvuelve en la cocina.
—¿Sabes mucho de cocina, vale?
—Si, por supuesto señor...
Cruza sus brazos. —Melisa, no me digas señor joder. Ja, ja.
Sonríen y siguen conversando, están enamorados el uno del otro, sus ojos brillan iluminados mientras se miran.
Tiempo después, ya está la comida.
Se quita su delantal y lo mira tiernamente. —Vaya a la mesa, que voy a servir.
—Si quieres te ayudo, mi amor. —Le dice sonriendo.
—¡Oh Dios!, me seguirás llamando así.
—Por supuesto, ¿porqué no decirte amor, Melisa?
—Porque no somos nada aún, señor Luis.
—¡Si ¡Ya somos novios! —Exclama.
Ella prosigue a preparar la mesa, mientras él la sigue en sus movimientos de la cocina al comedor. —¿Qué? No creo que solo por un beso seamos novios.
—Claro que sí, así lo siento yo, vale ¿Tú no?
—No lo sé, le digo que es muy pronto... Ya empecemos a comer, llamaré a mis padres.
Tiempo después de haber almorzado, él exclama con satisfacción. —¡Que rica estaba la comida, me encanto, por eso trabaja en el restaurante, madre mía!
—¡Que bueno, me alegro que le guste como preparo la comida! —Le contesta ella, mientras sus padres están maravillados.
Él se queda hasta entrada la noche, conoce más sobre Melisa y su entorno en el vecindario; están sentados en humildes sillas en frente de su hogar, observando a las personas que cruzan la calle quienes miran curiosos.
—Mañana iré a las oficinas correspondientes, para obtener información sobre la residencia aquí.
—Entonces, ¿está en serio usted?
—Si muy en serio, Melisa.
—No debes hacer eso por mí, sino porque así lo quieres.
—Es lo que quiero, por ti y por mí, vale.
—Entonces, si está seguro me alegra señor Luis.
Sonríen los dos mirándose profundamente, ya están locamente enamorados.
Él se despide de ella, se resguardan detrás de la puerta, se abrazan y dan un suave beso a escondida de sus padres.
—¡Te quiero, Melisa!
—¡Yo también lo quiero!
Se marcha, apartando a duras penas sus manos de las de ella.
