Capítulo 3
Ser abandonada en el altar podría ser lo peor sin duda, pero ser abandonada un día antes de la boda era mucho peor, si te dejaban en el altar las personas tenían pena de ti, pero si lo hacían antes de la boda era culpa tuya, o al menos eso pensaba la familia del novio que después de leer la nota de Nick empezó a criticar a Adeline, todo lo había hecho mal según la familia Brown, y ni bien se habían librado de los invitados la echaron a la calle. Su padre no había dicho una sola palabra, su madre no podía evitar sentirse escandalizada, estaba agradecida de ser hija única porque de otra manera probablemente también sería juzgada por alguien más, apenas pudo juntar lo poco de dignidad que le quedaba para no llorar ante todas las acusaciones que le habían lanzado los familiares de Nick
- Hija....
- Ahora no mamá, no puedo soportar otro sermón
- Adeline, necesitamos hablar de lo que pasó ¿en verdad solo te dejó una nota?
- ¿Qué quieres decir?
- ¿No te dio otras señales de que no quería casarse?
- ¿Señales?
- Sí, lo típico
- Mamá él me pidió en matrimonio, yo no lo presioné, si no quería sacarse ¿por qué me lo pediría?
- No lo sé, debe haber alguna razón
- ¿Tú también crees que es culpa mía?
- No he dicho eso, pero pienso que debió suceder algo entre ustedes
- ¡Ya basta!, suficiente he tenido con la maldita familia Brown
- No le hables así a tu madre — finalmente había hablado su papá
- Me está culpando por lo que pasó — le espetó
- Es tu culpa, te dijimos que era muy rápido, que era imprudente — ella le miró desolada, lo último que necesitaba ahora era que sus padres le echaran un sermón
- Si tanto les molestaba que me casara con él ¿por qué estuvieron de acuerdo?
- Nunca lo estuvimos — le afirmó su padre, sabíamos que ese joven tenía un comportamiento extraño, no confiábamos en él — ya no pudo soportar la presión y explotó
- ¿Y esperan hasta ahora para decírmelo?, ¿esperaron hasta que me abandonara para advertirme?, ¡qué clase de padres son!
- Cálmate Adeline — rogó su madre
- ¡Maldita niña malcriada!, tú nunca escuchas, estabas enamorada, tan ciega y ahora ¿es culpa nuestra?, asume las consecuencias de tus decisiones
- Eso es lo que haré, es obvio que aquí nadie me dará consuelo — tomó su bolso y se dirigió a la puerta
- ¿A dónde crees que vas? — gritó su padre
- ¡A cualquier lugar en donde no me juzguen!
- Hija espera.... — gritó su madre, pero ella ya había salido por la puerta
Se dirigió sin rumbo por las calles, no tenía un plan, solo quería alejarse de todo lo que rodeaba en este momento, se supone que sería un día especial, pero Nick la había abandonado en la boca de los lobos, no solo la había dejado prácticamente en el altar, sino que también se había ido dejando que ella cargara con toda la culpa, y ella era inocente, no había hecho nada malo, ahora que lo pensaba mejor ella había sido un ángel, nunca protestó, ni siquiera cuando su suegra ahora ex-suegra — se recordó — la había excluido de todas las decisiones sobre la fiesta de su boda, ni cuando le dijo que tenía que perder peso para verse como una verdadera lady o lo que mierda quisiera decir eso, a ella nunca le había preocupado su peso, era una mujer curvilínea y estaba orgullosa de ello, pero al parecer eso le había parecido vulgar a su suegra. Terminó llegando a lo que parecía ser un bar, entró sin ninguna ceremonia y se sentó en el taburete.
- Hola, quiero un wiskey — el camarero la miró con incredulidad y le dijo:
- Su identificación por favor
- Ya tengo 22 años — afirmó indignada
- Cariño te ves de 17
- ¡Me han dejado hoy!, tenía que casarme mañana — agregó, el hombre la miró con pena
- En ese caso la primera dosis es por cuenta de la casa
- ¡Gracias! — dijo al tiempo que se tomaba de una solo trago la bebida, empezó a toser, el hombre le miró serio
- ¿Es tu primera vez? — cuando terminó de toser ella respondió
- ¡Ajá!
- Entonces debiste pedir algo menos fuerte
- Quiero emborracharme
- Eso no es buena idea
- No necesito otro sermón
- Jajaja, no intento darte un sermón, a mí me conviene que bebas mientras puedas pagarlo —ella le miró muy seria, sacó su billetera y le tiró en la encimera una cantidad sustancial de billetes
- No suelo preocuparme por mis clientes, pero pareces una buena chica, ¿debería llamar a alguien?
- ¿No quieres el dinero? — el miró la cantidad de billetes y sonrió
- De acuerdo, pero si te quedas inconsciente deberé llamar a alguien
- Si me quedo inconsciente puedes llamar a este número — dijo al anotar en un papel un número de celular, él tomó el papel y luego preguntó:
- ¿Qué quieres beber?
