Capítulo 4: Huele exquisito
IV
—Yo no lo veo así como tú lo dices, Sam—refutó Gino—. No creo que se comporte así solo porque es rico. Matthew es un Alpha y ha cumplido con todas las expectativas que se tienen de ellos: ha sido exitoso, fuerte físicamente, ha ganado su propia fortuna y posee belleza excepcional. Eso es todo. A nadie le importa si tiene un corazón.
»Solo se pide de él que su semen mejore la raza, y creo que por eso se rebeló, desea con desespero encontrar a alguien que entienda sus sentimientos, o que al menos quiera intentarlo. Su naturaleza es la perfección que anhelaban, no obstante su interior grita por ser amado y protegido. Quiere tomar sus propias decisiones, sin embargo, al igual que en la vida de todos, estas parecen ya estar tomadas. Tú, Aluna Socov, has logrado tocar una profunda fibra en su ser, es por eso que está intrigado a estar junto a ti, es por eso que su mirada contigo es más intensa.
La buena chica que venía de muy lejos, se quedó de una sola pieza ante lo que dijo Gino. No supo qué responder, ni siquiera pudo acomodar todo aquello en su cabeza. En cambio, Sam se echó a reír con la desmesurada intervención, esa conclusión tan detallada no la había podido sacar Gino solo con verlos.
Aluna intentó reírse también, su nuevo amigo era un poco dramático, tal vez por el hecho de ser escritor. Los tres se rieron y terminaron de tomar sus sodas. Pronto sería el momento de entrar a otra clase. Antes de incorporarse, subió su mirada a uno de los balcones, y ahí estaba ese de cabellos claros, viéndola con esa inquietante intensidad que mencionaba Gino. Levantó su mano para saludarlo y Matthew devolvió el gesto. Era claro que se dirigía al salón al que ellos iban.
—Dime, Aluna, ¿a ti te importa ese corazón? —susurró Gino en su oído.
—No el de un Alpha.
—Yo hablaba del de Matthew Siberan.
Aluna detuvo su marcha y creyó entender el peso de las palabras de Gino. No podía estar hablando en serio con todas esas conjeturas, habían pasado escasas 4 semanas desde que se conocieron, habían cruzado un par de charlas y ahora harían un trabajo juntos, pero nada de eso era indicio que en realidad el patinador sintiera algo más allá de su naturaleza.
Agachó su cabeza y se llevó la mano hasta su nuca. Aquello, pesaba más que una tonelada de cemento en su corazón, solo era sombra en su vida y no haría que esa oscuridad alcanzara a Matthew.
El día pasó normal, sin contratiempos. Era hora de ir a descansar y terminar los pendientes. Aluna pidió algo sencillo para comer en la cafetería y lo llevaría hasta su habitación, no quería perder tiempo en lo mucho que debía leer. Iba apurada, pero su camino se vio interrumpido por Matthew, que lo estaba buscando para hablar un rato sobre su proyecto, aunque faltaran meses para presentarlo.
No quiso ser grosera y lo invitó a su cuarto en el campus para que pudieran comer y estudiar un poco. Matthew se había destacado en un área que a Aluna se le estaba dificultando y vio una excelente oportunidad para pedir ayuda. También porque estar cerca del hombre de ojos azules, le gustaba mucho.
—Gracias, si avanzamos algo hoy, podré agendarme un poco en el resto de actividades —dijo Matthew sonriendo.
—Ah, no te preocupes. Veo que llevas ya tu cena, así que... —Aluna hizo una pausa mientras veía la bolsa de Matthew —no puede ser, ¿esas son frituras? Para el almuerzo llevabas una bolsa igual, no puedes comer solo eso estando acá, eres deportista, tu salud física es muy importante.
—¿Esto? La verdad es solo por hoy que me he antojado —respondió Matthew algo sonrojado.
Estaba en júbilo, pues, al parecer, Aluna sí se daba cuenta de su existencia, y a la vez tenía mucha vergüenza de admitir que se alimentaba mal cuando Ana no podía cocinarle.
—Ven, los chicos del área de agricultura han puesto en venta sus vegetales. Compraré algunos y te prepararé algo de chop suey. Entenderás que la carne deberá quedar para después.
Aluna rio por lo bajo y Matthew se puso en marcha con su accesorio de madera para seguirla a donde decía.
No objetó nada, solo iba junto a esa muchacha que hacía que sus sentidos se alteraran. Agradeció que caminara a su ritmo, no tenía intensión de apurarlo o de fingir no ver que se ayudaba de un bastón.Aluna no le preguntaba nada sobre su accidente, porque con solo buscar a Matthew en la red encontraría toda la información detallada sobre las vicisitudes del patinador.
Para Matthew era muy grato estar en ese lugar, donde muchos sabían quién era y lo que hizo, sin que pareciera importarle a nadie. Supo por rumores aquí y allá que muchos de sus colegas de género también se encontraban ahí intentando reencauzar sus vidas, y por eso los juicios de moral no tenían cabida.
Tenía muchas ganas de contarle a Aluna su historia, porque deseaba, con el alma, saber la de esa chica de cabellos de noche. Tenía que encontrar alguna fisura en ese destino para poder filtrarse por ahí.
A pesar de tener las cosas en apariencia claras, no sabía qué hacer en realidad. No entendía la necesidad de estar con ella y qué obtendría de eso. ¿Quería una amiga? ¿Una amante? ¿Solo se le hizo llamativa por su origen?... así pasaba noches enteras, preguntándose qué deseaba de ella. Y peleaba con su vientre, pues todo podría tratarse nada más que de un capricho de su sangre el poseerla.
—¿Pasa algo? —preguntó Aluna mientras ponía el plato frente a su invitado. La tenía algo preocupada su expresión.
—No es nada, solo estaba distraído. Muchas gracias por la cena, ¡huele exquisito! —respondió muy alegre. Tomó un tenedor y se dispuso a comer. El cuarto de Aluna era muy pequeño, aun así, muy organizado. La cocina era a penas una esquina, al igual que el baño. Se sintió un poco mal que él tuviera un privilegiado departamento y no poder preparar nada así de delicioso, o mantener su cuarto en un mínimo de orden. Debía cambiar eso.
***
Fin capítulo 4
