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La Otra

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LaSirenita
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Sinopsis

Libro 1: Tú eres mi perdición Libro 2: La Otra Libro 3: El cambio Libro 4: Perfectamente Imperfecta Ellie Benachi vive una vida infeliz y sin amor, menospreciada por su propio padre, quien decidió casarla con un hombre extraño para salvar a la familia de la bancarrota. Sin embargo, en una noche de tormenta, cuando se acerca el día de la boda, ella huye. Desesperada y sin saber a dónde ir, se refugia en un castillo abandonado, del que se dice que está embrujado por espíritus y demonios. Entonces, de repente, su vida, el concepto de lo que Ellie consideraba real y posible, cambia drásticamente cuando conoce a los extraños habitantes de ese castillo y al misterioso Vincent Matrines, que resulta ser un hechicero. Ellie no solo descubre un mundo completamente nuevo, sino que se encuentra inmersa en un conflicto entre hechiceros y descubrirá que ella es una parte clave de este enigma, además de comprender mejor quién y qué es realmente.

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1

Nuevamente, Ellie fue transportada a ese lago oscuro rodeado por una miríada de pinos, el olor llenando sus fosas nasales. Había una suave brisa primaveral soplando en su espalda, balanceando suavemente su larga trenza.

Esa chica, dueña de los penetrantes ojos marrones, salió del agua del lago. Todavía sostenía el cuchillo, pero ya no lo apuntaba amenazadoramente.

-Debería decir que ese cuchillo sería completamente inútil contra mí- Vincent se permitió una sonrisa de suficiencia.

La chica entrecerró los ojos al hechicero, agarrando el mango del cuchillo con más fuerza.

- Te mostraré – Vincent le dio la espalda, ignorando el peligro que era despreciar a una mujer que empuñaba un cuchillo.

Levantó una mano e hizo un gesto con los dedos, girando la muñeca. Ellie podía sentir el flujo de energía mágica penetrando su cuerpo, que en realidad era el de Vincent, y luego siendo proyectado fuera de él. Se levantó un viento, que contenía un aura verdosa, y levantó varias piñas y agujas de pino del suelo, haciéndolas dar vueltas y bailar en el aire, como si bailaran un vals.

Vincent se giró hacia la chica y agitó sus brazos hacia ella, las agujas y las piñas se agitaron en el aire, arremolinándose alrededor de la chica, que miraba fascinada el extraño fenómeno. Volvió a levantar los brazos y las piñas estallaron a metros de sus cabezas, cayendo sus restos como confeti marrón.

– ¡Eres un mago! Sus ojos marrones brillaban como una joya rara.

-Hechicero,- corrigió Vincent.

-Nunca antes había visto uno de cerca.

El hechicero hizo una mueca, sintiéndose como una pieza rara de una tienda de antigüedades.

-Soy Vincent Matrines-, se presentó, haciendo una reverencia exagerada.

- Soy Calíope.

-Reinas de las musas, la hermosa voz-, dijo Vincent con elocuencia.

Calliope frunció el ceño y, aunque había vuelto a guardar el cuchillo en su abrigo, volvió a alcanzarlo.

-No permito que me cortejes así-, espetó ella.

El rostro de Vincent se calentó y sus mejillas se pusieron rojas. Por mucho que quisiera ocultarlo, sabía que sería imposible, era como un lienzo en blanco donde se acababa de derramar demasiada pintura roja.

- N-no... ¡No te estoy cortejando! Es su nombre, una de las nueve musas de la mitología griega. Solo dije el significado.

Se cruzó de brazos y levantó la barbilla de manera afable.

– Entonces, además de ser un mago, ¿también eres uno de esos eruditos?

– Ellie.

Ellie escuchó la voz de Vincent, pero no era como antes, no salía de su garganta, realmente la escuchaba como si fuera otra persona presente.

De repente, se vio inmersa en la oscuridad y poco a poco recuperó la conciencia.

– Ellie.

Se despertó y abrió los ojos, y lo primero que vio fue una mano apoyada en la cabeza metálica de un cuervo, cuyos ojos eran esmeralda, de un bastón. Ellie sabía exactamente a quién pertenecía ese bastón.

La pelirroja se enderezó en su silla, enderezándose de nuevo, pasándose discretamente el dorso de la mano contra su boca por la humedad acumulada allí. Bajó la mirada hacia el libro en el que había estado apoyada unos segundos antes, luego volvió a centrar su atención en Vincent.

El hechicero estaba de pie junto a la mesa, apoyado en su bastón con el brazo bueno, el que estaba herido descansaba en un cabestrillo. Ahora, vestía una camisa.

Oh, Vincent, yo solo estaba...

-¿Estabas apoyando tu cabeza contra el libro para aprender por ósmosis?- preguntó, la comisura de su boca temblando.

– Ni hablar, la ósmosis es un proceso de difusión pasiva a través de la membrana celular... Estás bromeando, ¿verdad? Ellie giró uno de sus rizos alrededor de su dedo y miró hacia otro lado, sintiendo que se sonrojaba.

– Sí, pero me alegro de que realmente estés tomando tus estudios en serio. Vincent sacó una silla y se sentó pesadamente. Frunció el ceño, luciendo como si estuviera sufriendo. -¿Tienes alguna pregunta, Ellie?-

– Sí – Cerró el libro que estaba leyendo sobre física básica y alisó la tapa – ¿Cómo es posible que la gente descubra estas cosas?

– Son etapas, que incluyen la observación, la elaboración de hipótesis, la experimentación y, a través de esto, se llega a una conclusión que puede o no ser favorable al estudio en cuestión. No es muy diferente de cómo hacemos magia, también hay pasos.

– ¿Cuáles son las etapas de la práctica de la magia? preguntó ella, verdaderamente curiosa.

Vincent mostró un atisbo de sonrisa.

- Existen cuatro. Canalización, concentración, transformación y proyección. Hizo un gesto con la mano y un libro flotó sobre la mesa, no era grande, tenía una cubierta de madera marrón oscuro y detalles en relieve. Justo en el centro de la tapa estaba marcado un pentagrama plateado. – Dentro de este concepto están los pilares de la magia, que todo hechicero debe dominar para considerarse realmente uno. Estos son simbología, rituales, hechicería, alquimia y artificios mágicos.

Ellie alisó la tapa del libro, pero no tenía título. Al hojearlo, se dio cuenta de que el libro hablaba de estos pilares de una manera más simple.

He estado pensando en empezar prácticas contigo. Por la mañana, te enseñaré el primer paso, la canalización.

Los ojos azules de Ellie brillaron como la superficie de un lago iluminado por el sol. La sonrisa que le dio también era radiante, como el sol mismo. Eso era todo lo que ella quería escuchar.

De repente, su sonrisa se desvaneció y recordó algo.

-Um... Vincent-, abrazó el libro contra su pecho, golpeando con el dedo la parte puntiaguda de la cubierta. – ¿Sabes que tu hermana está aquí?

Vincent suspiró, desplomándose contra la silla.

- Yo lo sé. Estoy aquí, huyendo de ella.

La pelirroja rió, tapándose la boca en un vano intento de ocultarlo.

– Si me permites decirlo, Vincent, tú y tus hermanos no os parecéis mucho. Ni tú, ni Maximus ni Minerva.

– Nosotros tampoco. Todos somos adoptados.

El rostro de la chica se puso lívido.

- ¡Oh! No tenía ni idea.

-Está bien, Ellie, no es ninguna vergüenza para mí.

De repente, Ellie recordó la historia que Vincent le había contado sobre un niño pequeño que vivía en un orfanato hasta que fue adoptado por una vieja bruja.

-Las historias no tienen que ser reales para llevar lecciones-, fue lo que dijo Vincent. Pero ese, aparentemente, era real.

Después de pasar un tiempo aclarando las dudas de Ellie, Vincent decidió que no podía posponer hablar con su hermana por más tiempo.

La encontró en el salón de abajo tomando el té con Sebastian, quien prácticamente respiraba contra el cuello de Minerva, tan cerca estaba. Ver a su pariente tan cerca de su hermana hizo que Vincent se sintiera un poco mareado. Rodó los ojos consternado.

Vincent se aclaró la garganta, atrayendo su atención. Minerva se puso de pie de un salto tan pronto como lo vio, dejó su taza y tuvo que concentrarse para mantener el equilibrio.

– Hermano, ¿cuánto tiempo ha pasado?

-Menos de lo que me gustaría-, dijo Vincent con frialdad, agarrando con más fuerza la cabeza de cuervo de metal de su bastón. Todavía sentía dolores en el cuerpo, especialmente el moretón en la espalda y la herida en el brazo, pero logró ponerse de pie sin mucho esfuerzo, sin embargo, con la ayuda del bastón.

Minerva tomó una respiración profunda y pesada.

-Estaba intrigado, Vince, ¿quiénes son estas chicas nuevas que estás albergando? Uno de ellos, por lo que pude ver, es una verdadera joya de la magia, pero el otro es muy común, aunque ingenioso. Minerva levantó sus ojos oscuros como si pudiera ver a June y Ellie allí.

-Ambos son especiales a su manera, y no tengo que explicarte nada. ¿Viniste aquí por interés en June y Ellie? Vincent frunció el ceño, irritado.

Bash permaneció sentado en el sofá, con las piernas abiertas y los brazos apoyados en el respaldo, con la cabeza medio inclinada. Parecía estar encontrando todo muy divertido, ya que había una pequeña sonrisa estirando sus delgados labios. Bash siempre podía ver el humor en diferentes situaciones.

- No. Vine aquí porque temo que tendrás que enfrentarte a una situación bastante delicada.

- ¿Qué situación? – preguntaron Bash y Vincent al mismo tiempo.

-Sebastian me contó sobre tu reciente incidente. Me imagino que ya sabe acerca de los hombres que fueron asesinados en su nombre.

Vincent asintió con tristeza.

- Pues entonces. – Minerva suspiró – El Consejo de Magia hablaba en serio cuando dijeron que te mantendrían en observación y eso es exactamente lo que están haciendo, más ahora que levantaron esos rumores de que eres un asesino.

– Esto es una locura. No tengo ninguna razón para matar a esta gente.

-Tienes una conexión con los tres hombres que murieron, Vince. – afirmó confiada.

- ¿Tengo? – el hechicero frunció el ceño, confundido – Solo serví a uno de ellos, Hadrian Lehmann. Los otros dos no los reconozco.

-Tal vez no por tu nombre, Vince. Pero Aaron Hoffman y Ritcher König eran dos niños que vivían en el orfanato contigo, los que te maltrataron. Y ahora, están muertos.

El hechicero dejó escapar una risa seca.

- No puedo creerlo, de verdad crees que fui yo.

- Sé que no fuiste tú, Vince - dijo Minerva con sinceridad - Fue Max.

Vincent estaba realmente sorprendido de escuchar eso. Una vez, Minerva tuvo que elegir de qué lado estaría, y su elección no había sido Vincent.