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Ajuste

Capítulo 1

Los ronroneos de Simón se escuchaban por toda la habitación. Alcé la vista de mi computador y lo vi subirse a la cama para restregarse sobre mis pies.

—Simón, no puedo consentirte —acaricié sus orejas con los dedos de mis pies—. Debo seguir buscando empleo si queremos seguir viviendo cómodamente.

Llevo semanas enviando mi hoja de vida a diferentes empresas. Llevaba dos meses sin trabajo y ya me sentía una completa inútil.

Mi hermana Kassey me ayudaba con los gatos del apartamento, luz, agua e Internet mientras conseguía empleo; yo me abastecía de comida con lo poco que tenía ahorrado.

Ya me quedaba poco de aquellos ahorros y mi desesperación aumentaba.

Cierro mi computador al terminar de enviar mi última hoja de vida. Justo cuando estoy por levantarme de la cama, mi teléfono suena a mi lado y rápidamente lo tomo, contestando la llamada.

—¿Bueno?

—¿Habló con la señorita Amaya Brooks?

—Se comunica con ella. ¿En qué le puedo ayudar?

—Señorita Amaya, la contactamos de la Corporación Reynolds. Estuvimos revisando su hoja de vida y usted cumple todos los requisitos para ocupar el puesto de jefa administrativa en el área de ventas.

—¿Es en serio?

—Por supuesto, señorita. Debe presentarse esta misma tarde a las dos en la Corporación Reynolds. La subjefa de Recursos Humanos la estará esperando para darle más detalles.

—Ahí estaré. Muchas gracias.

—A usted, señorita.

Cuelgo la llamada y doy un salto gritando eufórica.

La oportunidad de trabajo que necesitaba había llegado, justo cuando ya estaba por entrar en crisis.

Observo el reloj sobre mi escritorio: son pasadas las doce del mediodía; tenía los minutos contados para llegar a tiempo a la corporación.

Busco rápidamente en mi armario qué colocarme, tomo una blusa de tela lisa en color café, una falda lisa negra de talle alto y me pongo mis tacones negros favoritos.

Me doy una ducha rápida, busco ropa interior y me coloco lo ya escogido. Decido llevar mi cabello suelto, haciéndole algunas ondas con las tenazas para luego maquillarme.

Al terminar, tomo mi bolso, mi portafolio y las llaves de mi auto, salgo del apartamento a toda prisa, tomo el elevador y, al bajar, voy al sótano por mi auto, saliendo a toda marcha.

Corporativo Reynolds, ubicado en el centro de Manhattan, es uno de los edificios más altos de la ciudad y una de las empresas más influyentes e importantes del país por sus servicios de marketing internacional.

Jamás pensé que me podrían considerar para ocupar un puesto en esta empresa. Cuando envié mi hoja de vida, lo hice por insistencia de Kassey y lo daba por intento fallido.

Entré a los estacionamientos subterráneos, busqué un lugar donde estacionarme libre y lo encontré justo al lado del elevador.

Al bajar de mi auto, presioné el botón del elevador y en escasos segundos abrió sus puertas. Al subirme, se cerraron y subió, abriéndose nuevamente en la recepción.

Al llegar, observé toda la recepción, donde entran y salen muchas personas: algunos empleados, otros visitantes.

Me acerqué al gran escritorio en medio de la recepción, donde se encontraban dos chicas y un chico atendiendo llamadas, tecleando en el computador y a quienes se acercaban.

—Buenos días, bienvenida a la Corporación Reynolds —el chico detrás del escritorio me dio una sonrisa cálida—. ¿En qué le puedo ayudar?

—Buenos días, mi nombre es Amaya Brooks y…

—La estábamos esperando, señorita Amaya —toma un iPad sobre el escritorio y sale de él—. Por favor, sígame; tengo instrucciones precisas de llevarla con la subjefa de Recursos Humanos.

Asiento y le sigo el paso. Al llegar al elevador, se hace a un lado dejándome subir primero. Otras personas suben con nosotros y él se encarga de presionar el botón con el número veinte.

Luego de hacer parada en varios pisos, se marca en la pequeña pantalla del elevador el número veinte anunciando nuestra llegada.

Al abrirse las puertas, bajo y me sigue el paso. Frente a nosotros se encuentra un pasillo, y a cada lado, puertas con escritorios y chicas frente a ellos.

Camina hasta acercarse al escritorio de la primera chica de la derecha y le sonríe.

—Mía, ella es la señorita Amaya Brooks, la nueva jefa administrativa del área de ventas —enciende el iPad y le enseña algo—. La señorita Megan la espera.

—¿Escuché bien?

—Bienvenida, señorita Brooks —se levanta y me extiende su mano con una sonrisa—. Mi jefa la atenderá en un momento.

Levanta su teléfono, presiona un botón y luego de unos segundos habla.

—Lamento interrumpir, señorita Wilson. La señorita Brooks ya se encuentra aquí —guarda silencio unos segundos—. Perfecto, gracias —cuelga la llamada—. Puede pasar.

—Hasta aquí mi recorrido con usted, señorita Brooks. Bienvenida, un placer —me estira su mano.

—Gracias a ti, y solo Amaya —le extiendo la mano y le sonrío.

Se marcha caminando al elevador. La chica se levanta y camina hasta acompañarme a la puerta de la oficina de su jefa; da unos toques y, luego de un suave pase, abre la puerta y me deja pasar.

—Buenos días —mascullo al ver a una mujer muy joven detrás del escritorio, tecleando.

Alza la mirada, me sonríe con amabilidad y se levanta de su puesto caminando hacia mí.

—Señorita Brooks, bienvenida —me extiende la mano—. Megan Wilson, subjefa de Recursos Humanos.

—Un placer, señorita Wilson.

—Solo Megan —masculla con una sonrisa y asiento—. Hoy te atenderé yo debido a que la jefa de Recursos Humanos se encuentra en un viaje de negocios junto al presidente de la empresa —me extiende la mano en dirección a las sillas frente a su escritorio—. Toma asiento, por favor.

Tomé asiento como me lo pidió. Ella se sienta detrás de su escritorio y apoya sus manos sobre él.

—Necesitábamos con suma urgencia una jefa administrativa en el área de ventas. Al revisar tu hoja de vida, nos dimos cuenta de que encajabas perfectamente para el puesto; por esa razón, decidimos contratarte sin necesidad de hacerte una entrevista, eso, claro, si aceptas la oferta.

—Por supuesto que la acepto —respondo alegremente—. Para ser franca, es la oportunidad de trabajo que necesitaba.

—Es bueno saberlo —me extiende la mano—. Bienvenida oficialmente a la Corporación Reynolds.

Luego de darme un recorrido por toda la empresa, volvimos al piso donde nos encontrábamos.

—En este piso se encuentran ubicadas las oficinas de Recursos Humanos, las cuales, como ves, son las primeras; luego siguen las de los administrativos de áreas importantes, en una de las cuales ocuparás tú, y al final, las oficinas de Presidencia y Vicepresidencia.

Caminamos hasta pasar las oficinas de Recursos Humanos y nos detenemos casi al final.

—Esta es tu oficina —abre la puerta dejándome ver una oficina tan espaciosa como la suya, en tonalidades café, con una excelente vista a la ciudad.

Entré, observé maravillada toda la oficina y me acerqué al ventanal para contemplar la gran vista de la ciudad, incluso del mar.

—Bienvenida a la Corporación Reynolds. Puedes ir poniéndote cómoda; en un instante te envío a mi asistente para que te ayude a ponerte un poco al corriente —fija su mirada en el reloj de su muñeca izquierda—. Falta poco para la hora de salida, así que tómalo con calma.

—Muchas gracias, Megan —le extiendo la mano contestando el saludo, y ella niega con la cabeza—.

—De nada. Espero que puedas trabajar cómodamente con nosotros.

Sale de la oficina dejándome completamente sola. Coloco mi bolso y mi portafolio sobre el escritorio.

Unos toques en la puerta me interrumpen; camino hacia ella y la abro, encontrándome con su secretaria.

—Señorita Brooks, lamento interrumpirla —me hago a un lado dejándola pasar—. Soy Mía, la asistente de la señorita Wilson; como sabe, estoy a su disposición.

—Gracias, Mía. Toma asiento —la invito a sentarse y me siento en mi silla—. Te agradecería que me llamaras solo Amaya.

—Está bien, Amaya —sonríe y levanta el iPad que trae—. El asistente del antiguo jefe administrativo de esta área era Brad, pero al quedar vacante el puesto se le asignó a otra área. ¿Quieres que lo reasigne o prefieres que te escoja una nueva asistente?

—Brad es el chico que me acompañó hasta acá, ¿cierto? —asiente—. Me quedo con él; necesito a alguien que ya conozca cómo se maneja esto para que me ayude a ponerme al corriente.

—Siendo así, mañana mismo lo tendrás a tu disposición —me sonríe y se levanta—. ¿Algo más que necesites?

—No, gracias por todo —me levanto y le extiendo la mano despidiéndome.

—Gracias a ti —se despide y sale.

Empiezo a acomodar las carpetas sobre mi escritorio, abro algunas y me pongo al tanto sobre estrategias, informes del mes y cálculos de ventas.

Observo el reloj en mi muñeca: ya son las cuatro y diez. Guardo cada cosa en su lugar, tomo mi bolso y observo mi portafolio, prefiriendo dejarlo en la oficina.

Al salir, me topo en el elevador con Mía y otra chica de su edad o un poco mayor, conversando. Al verme, me sonríen.

—¿Algo en lo que les pueda servir antes de irse? —me pregunta amablemente.

—La verdad, sí —le miro con curiosidad—. Que me dejen de hablar de usted y me hablen de tú; créanme, me harían sentir más cómoda.

El elevador abre sus puertas y las tres subimos, siendo las únicas en él.

—Lo siento —me mira apenada—. Se me hace difícil, ya que a todos los jefes se les habla de usted.

Su acompañante la mira extrañada.

—Lo siento, Jacky. Ella es la señorita Amaya Brooks, jefa administrativa del área de ventas —la chica me extiende la mano—. Señor… —calla unos segundos y vuelve a hablar—. Amaya, ella es Jacky, la secretaria del presidente Reynolds.

—Un placer conocerte, Jacky —me adelanto al hablar—. Llámame Amaya, solamente, te lo agradecería.

—Un placer, Amaya —sonríe y su voz refleja confianza—. Bienvenida, y espero que puedas sobrevivir a la bruja White.

—¡Jacky! —suelta Mía en tono de reproche—. Te escuchan llamarla así y te despedirán, aun siendo la secretaria del jefe.

—¿Quién es la bruja White? —pregunto curiosa y ambas ríen.

—La jefa de Recursos Humanos —responde Jacky—. Lorena White, es una maldita bruja —susurra al abrirse las puertas del elevador al llegar a la recepción.

Caminamos por el vestíbulo sin decir más nada. Al llegar frente al elevador para bajar al sótano, me detengo.

—¿Chicas, a dónde van? —pregunto curiosa.

—A tomar el autobús antes de que se nos pase —responde Jacky—. El siguiente demora mucho en pasar.

—¿Y si las llevo? —inquiero dudosa.

—Vamos al norte de la ciudad —responde Mía—. No queremos molestar.

—No lo hacen —el elevador abre sus puertas—. Me dirijo al norte también, así que vengan; les daré un aventón.

Entro al elevador. Se miran por unos segundos y luego suben. Al cerrar las puertas y bajar, lo hacen en silencio.

Camino sacando de mi bolso la llave de mi auto, desactivo la alarma y abro la puerta.

Mía se sienta atrás y Jacky al frente. Puedo notar que ella entra en confianza más rápido que Mía, quien es más reservada.

Enciendo el auto, salgo del sótano colándome en el tráfico de la ciudad y decido romper el silencio.

—¿Por qué le dicen bruja a la jefa de Recursos Humanos? —Mía suelta una risilla y Jacky me mira divertida.

—Porque es una maldita bruja —Jacky rueda los ojos—. Es fría, egocéntrica, se cree mejor que las demás mujeres de la oficina y es capaz de deshacerse de cualquier mujer que considere competencia y que pueda quitarle al señor Reynolds.

—¿Al jefe de la compañía? —pregunto confundida—. ¿El señor Reynolds no es un hombre casado?

Según lo que había escuchado y leído en algunas revistas, él y su esposa asistían a cada evento juntos.

—Habla de Cristopher Reynolds, el hijo mayor del señor Reynolds —responde Mía—. Desde hace un año está a cargo de la empresa y, según los rumores, la señorita White tiene algo con él.

—No son rumores, Mía —responde Jacky a mi lado, girándose y sentándose de lado en el asiento—. Yo he tenido que escuchar sus gemidos mientras el señor Reynolds se la coge en la oficina.

—¿En serio? —pregunto asombrada y Jacky asiente—. Eso es asqueroso.

—Asqueroso es escuchar los gemidos de esa bruja —responde Jacky—. Pero el señor Reynolds, eso sí no es asqueroso; es un Adonis —muerde sus labios—. Daría lo que fuera por ser yo quien gime en su oficina.

—¡Jacky! —exclama con vergüenza Mía y yo río.

Las chicas cambian de tema, contándome un poco del tiempo que llevan en la empresa.

La primera en bajarse es Mía, quien se despide para ir a su residencia. La segunda es Jacky, quien, para mi sorpresa, vive a dos manzanas de mi departamento, y con quien quedé en recoger mañana para ir juntas al trabajo.

Al llegar a mi edificio, saludo a la seguridad y subo el elevador hacia mi piso. Al llegar, introduzco la llave en la cerradura y abro.

Al entrar, Simón me recibe frotándose entre mis pies y ronroneando. Me agacho, tomándolo en mis brazos y besando su hermosa carita.

—Yo también te extrañé, mi vida —acaricio sus orejas—. ¿Cómo te portaste hoy?

—Simón es un mimado —escucho la voz de mi hermana, levanto la vista y la encuentro en el umbral de la puerta de la cocina recostada.

Kassey es mi hermana mayor; es idéntica a nuestra madre: cabellera castaña oscura y larga, ojos miel que atrapan a cualquiera y la hacen ver dulcemente atractiva.

Ella ha cuidado de mí desde que tenía doce años; ha sido mi confidente, amiga y madre todo este tiempo.

Cuando mamá y papá murieron, fue Kassey quien quedó a cargo de mí y se dedicó a trabajar fuertemente para que no me faltara absolutamente nada.

Ella costeó mis estudios, mi universidad y siempre me ha cuidado.

Cuando me gradué a los veintidós, empecé a trabajar y ya cubría mis propios gastos. Pero luego, tras dos años trabajando en una empresa, fui despedida por haber rechazado casarme con mi ex pareja, quien era hijo de mi jefe.

No quise tener más trato con él ni con su familia, y decidí dejar todo por la paz y marcharme. Sobreviví algunos meses con mi liquidación mientras Kassey me ayudaba cubriendo otros gastos.

—Kassey —dejo a Simón en el sofá y me acerco abrazándola—. Pensé que estabas fuera de la ciudad aún.

—Regresé antes y, como no estabas, salí a hacer algunas compras —se separa de mí y me mira de arriba abajo—. ¿Dónde estabas?

—En mi trabajo —le beso la mejilla y sonrío.

—Aguarda —escucho sus pasos seguirme a mi habitación—. ¿Desde cuándo trabajas? Apenas me fui unos ocho días.

—Empecé ayer —tiro mi cartera sobre la cama y me siento en el borde, quitándome los zapatos—. Me dieron el puesto de jefa administrativa en ventas.

—¿En qué empresa? —pregunta con curiosidad.

—Corporación Reynolds.

—¡LO SABÍA! —grita eufórica—. Te dije que te darían el puesto, ¡lo sabía!

Empieza a dar saltos de felicidad en mi cuarto. Kassey es muy optimista y siempre se alegra de todos mis logros.

Pasamos el resto de la tarde conversando mientras cocinamos y cenamos. Luego de un rato, se despide para regresar a su casa.

Tomé una ducha rápida y me acosté en mi cama junto a Simón para descansar. Hoy fue un buen día y debo estar lista para mañana.

Veo a Jacky en la acera de su casa, texteando en su teléfono. Me estaciono frente a ella y se sube con una gran sonrisa.

—Buenos días —se coloca el cinturón y coloco la camioneta en marcha—. ¿Lista para conocer a la bruja White hoy?

Asiento, dudosa.

—Creo que sí —reímos—. Espero poder durar en mi puesto.

—Tranquila, la última decisión la toma el señor Reynolds —saca de su cartera un estuche de maquillaje—. ¿Puedo terminar de maquillarme?

—Claro —observo el reloj en mi muñeca—. ¿Mía no querrá que la llevemos?

—Mía ya está en la oficina —responde rápidamente—. Tenía que preparar todo para la llegada de la bruja White y mi jefe; además, hoy hay junta.

—¿Junta de qué? —pregunto curiosa mientras entramos al sótano de la empresa.

—Junta de jefes, gerentes y administradores —la miro extrañada—. Eso quiere decir que tú estarás en ella.

—¿Yo?

Al llegar a la empresa, cierro mi camioneta y caminamos hacia el elevador.

Al llegar a la recepción, Jacky saluda a todos y me toma del brazo, llevándome con ella al elevador.

Guardamos silencio mientras subimos, ya que van otras personas con nosotros.

Al llegar a nuestro piso, nos bajamos y nos encontramos con Mía junto al chico en su escritorio.

Luce extremadamente guapo, llevando pantalones ajustados negros, una camisa de manga larga con la insignia de la corporación y su cabello castaño perfectamente peinado.

—Buenos días —me acerco con una sonrisa.

—Buenos días —responden al unísono.

—Los veo luego; debo arreglar todo antes de que llegue el señor Reynolds.

Corre hacia su escritorio, dejándonos los tres solos.

—Amaya, aquí tienes a Brad en calidad de tu asistente —el chico me extiende la mano—. Brad ya sabe todo en lo que te tiene que ayudar.

—Un placer de servirte, Amaya —me sonríe—. Mía ya me puso un poco al tanto de cómo son las cosas contigo.

—Gracias, Brad. Créeme que necesito toda tu ayuda para sobrevivir y poder adaptarme.

La puerta de la oficina de Megan se abre y ella sale sonriéndome, con varias carpetas en manos.

—Buenos días, Amaya —Mía le ayuda con las carpetas—. En unos minutos tendremos una reunión de rutina para discutir algunos temas y tú estarás presente para ser presentada oficialmente en la empresa.

—Algo de ello me mencionó Jacky —observo mi reloj—. Estaré ahí con Brad en unos minutos.

—Bien, entonces los esperamos.

Megan se marcha junto a Mía. Observo a Jacky en su escritorio, un poco loca con algunas carpetas y contestando el teléfono.

Camino hacia mi oficina con Brad detrás mío y entro, dejando mi bolso sobre el escritorio.

—Confieso que tengo nervios —me siento y él hace lo mismo, riendo.

—Tranquila, las reuniones son de rutina. Además, hay que presentarte oficialmente ante los jefes de departamento y al presidente de la corporación.

—Yo solo espero hacer mi trabajo bien y poder conservarlo.

—Y lo harás —me sonríe—. La señorita Megan te contrató porque cumplías todos los requisitos para ocupar el puesto.

—¿Por qué quedó libre la vacante?

—Porque el señor Harris se jubiló luego de casi veinte años trabajando en la empresa; ya necesitaba descansar.

En la oficina resuena un timbre. Brad levanta el iPad frente a él, observando su pantalla.

—Ya están todos en la sala de juntas; debemos ir —se levanta y toma unas carpetas de mi escritorio.

—Bien, andando.

Salimos de la oficina, tomamos el elevador y marcamos el siguiente piso de arriba. Al abrir las puertas, caminamos por un pasillo hacia la izquierda.

Mis nervios aumentan. Al ver la puerta con la señalización de los baños, me detengo, sujetando su brazo y haciéndolo detenerse.

—Brad, necesito ir al baño —trato de tranquilizarme.

—Está bien, la sala de reuniones está al final. Iré adelantándome.

—De acuerdo.

Sigue su rumbo mientras yo entro al baño, lavando mis manos. Observo que mi maquillaje siga intacto y miro detenidamente mi ropa, asegurándome de que todo esté en orden.

Hoy opté por una blusa de cuello alto y manga larga en color negro, unos pantalones grises con cuadros negro y blanco, y unos zapatos de punta negros.

Peino mi cabello con mis manos, dejando caer una parte sobre la parte delantera de mi hombro y acomodando las ondas.

Respiro hondo, calmo mis nervios y camino hacia la puerta, abriéndola para salir.

Voy con la mirada en el suelo y, al alzarla para abrir la puerta, choco abruptamente con el pecho de alguien, quien me sujeta por la cintura para no dejarme caer.

Levanto la mirada y me encuentro con unos bellos ojos verdes, tan lindos como las esmeraldas, que me miran curiosamente…

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