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Escrito en las estrellas

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Mimi
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Sinopsis

Vega vivía el cuento de hadas perfecto, o eso creía. De un día para otro su vida cambia y lo que creía un sueño se convierte en la peor pesadilla cuando es traicionada de la peor manera posible. Pierde toda esperanza en el amor y todo lo que conlleva, pero cuando empieza a salir adelante se da cuenta de que el destino parece estar escrito ahí arriba, en las estrellas y que, cuando menos lo esperas, llega alguien que vuelve a hacerte creer en el amor.

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Prólogo.

Me gusta la tranquilidad que se respira por las mañanas en la ciudad. No hay mucho ruido, ni tampoco demasiado tráfico.

Solo escucho algunos pájaros revoloteando en las ramas de los arboles, charlas de gente a la lejanía, pero estoy concentrada. Sentada en una de esas mesas de piedra que construyeron no hace mucho en este parque.

Con el cuaderno apoyado y sin parar, escribo todo lo que se me viene a la cabeza. Suelo hacerlo porque las ideas que te llegan de repente debes anotarlas. Luego, cuando llego a casa, las incluyo en el libro que ya está casi terminado, solo falta el lazo final.

La felicidad es la mejor inspiración, ese es mi lema desde hace más de cinco años. Encontré lo que siempre había buscado a través de los libros: una vida de cuento de hadas.

Cuando creo que lo tengo todo listo, decido volver a casa. Dani debe estar todavía dormido, esta mañana no he querido despertarlo y le he dejado una nota diciéndole que iría a pasear y tardaría. Necesito un buen final para mi libro: el mejor.

Voy sonriendo por la calle recordando la cena de anoche, ¡es increíble! Llevaba varias semanas comportándose de manera extraña y yo solo podía preguntarle y respetar que no dijera nada, pero jamás me esperaba eso.

Cierro los ojos y vuelvo a hace tan solo unas horas, solos él y yo, con una cena espectacular que Dani había preparado para mí y la sola luz de las velas, cuando lo hizo, con manos temblorosas sacó una cajita de terciopelo rojo y la abrió: era el anillo más bonito que había visto en mi vida.

— Verás, Vega — Comienza a decir, con un hilo de voz — Sé que todo el mundo dice que somos jóvenes, y es cierto, apenas tenemos veinte años. Pero desde hace cinco sé que eres la mujer con la que quiero compartirlo todo, de hecho, creo que llevo enamorado de ti toda la vida, hasta cuando éramos esos dos niños pequeños que se pasaban el día haciendo trastadas.

— ¿Esto es de verdad, Dani? — Me llevo las manos a la boca, sin poder creerlo. Hemos hablado mil veces de boda, incluso de hijos. Hemos planeado todo nuestro futuro.

— Cásate conmigo — Sonríe, muestra esa sonrisa que me tiene completamente enamorada desde los quince años o, como dice él, desde toda la vida. — Somos perfectos el uno para el otro, hemos construido una vida perfecta.

Acepté, ¿cómo no iba a hacerlo? Miro mi precioso anillo mientras doy pequeños saltitos, sin importar que la gente me mire de forma extraña, ¡voy a casarme con el chico al que quiero!

Llego a casa unos diez minutos después, son pasadas las doce del mediodía, ¡si que ha pasado pronto la mañana! Salí de casa a las nueve.

— ¡Hola cariño, ya he vuelto! — No lo veo en el piso de abajo, voy a la cocina y me sirvo un vaso de agua, iré a despertarlo, es tarde.

Comienzo a subir las escaleras cuando escucho algo, son voces, aunque no claras, solo murmullos.

— ¿Dani? — Pregunto extrañada, debe estar hablando por teléfono.

Me acerco a la puerta de mi habitación, es raro que esté cerrada, nunca le ha gustado estar completamente a oscuras. Pongo mi mano en el pomo de la puerta y dudo si entrar, me quedo donde estoy pero de repente la puerta se abre, estirándome hacia dentro.

Todo lo que veo en apenas unos segundos me sobrepasa, no soy capaz de digerirlo y me quedo en shock. Varias cosas suceden a mi alrededor, pero soy incapaz de reaccionar. No es posible, no es real, es tan solo una maldita pesadilla.

Ni siquiera noto que estoy llorando hasta que algunas lágrimas abrasan mis mejillas y empiezo a ver borroso. Solo veo su cara, a Dani, mirándome, habla y parece desesperado, pero no escucho nada, solo un simple pitido que parece absorberlo todo, incluso a mí misma.